Un reciente estudio sobre juventud puso, una vez mas sobre la mesa, la percepcion negativa que tiene la juventud sobre el mercado laboral, donde no ve perspectivas y cuya preocupacion hoy supera incluso a la delincuencia
Lunes 16 de diciembre de 2024
En un Chile donde el estallido social de 2019 sacudió las estructuras de un sistema que pareciera servir solo a unos pocos, la juventud enfrenta una cruda realidad: la precariedad laboral se ha convertido en el pan de cada día. Según los últimos datos del Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (Ciclos) de la Universidad Diego Portales (UDP), la preocupación por el futuro laboral ha superado a otras inquietudes, como la delincuencia, revelando la profunda crisis que atraviesan los jóvenes en el ámbito laboral.
Las empresas, lejos de ofrecer un espacio donde los jóvenes puedan desarrollarse y prosperar, se han dedicado a perpetuar un modelo que se basa en el abuso y la explotación. Cada año, decenas de miles de jóvenes ingresan al mercado laboral con expectativas de progreso, pero rápidamente se encuentran atrapados en una red de contratos precarios, horarios excesivos y sueldos irrisorios. En vez de bienestar y estabilidad, muchas corporaciones promueven una cultura del "mejor renunciar" que busca desincentivar la organización y la lucha por mejores condiciones. Esta mentalidad alimentada por el miedo ha llevado a que los jóvenes sientan que cualquier intento de resistencia podría costarles su único ingreso, perpetuando así un ciclo de explotación constante.
El reciente estudio de 2024 concluyó que el 31,4% de los jóvenes consultados identificó la delincuencia como un problema nacional y un 13,5% la economía como problema nacional. Pero ante la pregunta ¿Cuál es el principal problema que te afecta a ti? el 15,4% identifica a la economía como el principal problema, y un 15% la delincuencia. Si se suman todos los factores económicos la suma llega a 38% mientras que con los problemas de seguridad suman un 22%. Destaca el 11,2% para la cesantía y el desempleo, cifra que representa en ellas historias de jóvenes atrapados en trabajos temporales que no les ofrecen perspectivas, de jornadas laborales que exceden lo razonable sin la debida remuneración.
Las empresas han aprendido a jugar con la incertidumbre y el miedo de los jóvenes, utilizando la flexibilidad laboral como una excusa para imponer condiciones que bordean la explotación. No solo crean y promueven empleos temporales y precarios, sino que también fomentan un ambiente donde el trabajador es visto como un simple recurso, fácilmente reemplazable. Esto se traduce en prácticas que evitan la posibilidad de que los jóvenes se organicen y luchen por mejoras. La lógica del "empleo temporal" se convierte en una estrategia para mantener a los trabajadores desmotivados y atemorizados, priorizando la utilidad inmediata de la mano de obra joven.
Los bajos sueldos y la falta de beneficios se añaden al cóctel tóxico que enfrentan los jóvenes chilenos. La encuesta revela que el 5,7% de los jóvenes indicó la insuficiencia de ingresos como un problema crítico, un reflejo de cómo las empresas buscan maximizar sus ganancias a expensas del bienestar de sus trabajadores. La explotación laboral no es solo una cuestión de salario; se trata de la degradación de la dignidad humana, de tratar a jóvenes como meros objetos en una línea de producción en lugar de sujetos con derechos y necesidades.
Frente a esta realidad, es urgente que la juventud empiece a alzar la voz y a organizarse en defensa de sus derechos laborales. Es hora de decir basta a la cultura del miedo, donde la renuncia es vista como la única salida viable.
La juventud debe transformar la narrativa desde el temor y el desinterés a la unión y la organización que finalmente son herramientas poderosas para desafiar y desmantelar un sistema desolador que prioriza el lucro sobre el bienestar. Solo así podremos empezar a construir un futuro diferente al que nos someten los empresarios de este Chile neoliberal, donde se respete y valore a la juventud, donde el trabajo digno no sea una excepción, sino la norma.
¿Estamos dispuestos a permitir que las empresas sigan abusando de nuestra juventud? El cambio no solo es necesario; es urgente.