El Gobierno y la oposición macrista festejaron el acuerdo por la deuda. Relato y realidad del compromiso en el marco de una gran crisis. Lo que viene: la renegociación de una deuda inmensa con un viejo conocido, el FMI y sus recetas de siempre. Tomá partido.

Fernando Scolnik @FernandoScolnik
Jueves 6 de agosto de 2020 20:02
La semana que se acerca a su fin es una de las más trascendentales de lo que va del Gobierno de Alberto Fernández. Después de meses de negociación, el oficialismo cerró un objetivo primordial que se había dado para su gestión: la negociación con los bonistas privados por la reestructuración de la deuda.
El acuerdo fue celebrado desde distintos sectores. Particularmente, mostraron su euforia por el acuerdo desde Wall Street, pero también lo festejaron como un gol de media cancha el macrismo, el FMI y los empresarios más poderosos del país.
Mientras las acciones argentinas se disparaban ese día en Estados Unidos, Twitter se llenó de elogios del propio ex presidente Macri y de quienes fueron funcionarios suyos, como Luis “Toto” Caputo, Guido Sandleris o Hernán Lacunza, entre muchos otros.
También la titular del FMI, Kristalina Georgieva, usó la red social del pajarito para felicitar por el compromiso alcanzado. No se quedó atrás el G6 que nuclea a poderosos empresarios del país (bancos, Sociedad Rural, Unión Industrial Argentina, Bolsa de Comercio, Cámara de Comercio y de Construcción), y también emitió un comunicado para expresar su satisfacción.
En esto no hubo grieta: el propio presidente Alberto Fernández contó que por la emoción de haber alcanzado el acuerdo violó el protocolo de cuarentena para darle un abrazo a su ministro Martín Guzmán. Más tarde diría los motivos de tanta alegría: "Hemos recuperado autonomía para destinar recursos, para que muchos argentinos puedan tener su vivienda, para que muchos empresarios puedan acceder al crédito, y hemos recuperado autonomía de decisión y de definir qué país queremos".
Si el macrismo festeja, algo malo pasa
Los motivos de los bonistas y el macrismo para festejar son claros: el acuerdo legitimó (sin siquiera investigar) una deuda completamente ilegítima y por montos que el ministro Guzmán mejoró enormemente varias veces después de cada supuesta“última oferta”.
Dicho de otro modo: la fiesta de los especuladores sigue y la estafa se blanquea.
Según Eric Toussaint, portavoz de la red internacional del Comité para la abolición de las deudas ilegítimas, el Gobierno argentino debería desconocer la deuda por haber sido contraída contra el “interés del Estado, de la Nación y del Pueblo Argentino”. Se trata de la doctrina de derecho internacional de la “deuda odiosa”, que para el especialista se aplica perfectamente al caso argentino.
Dos datos nada más ilustran esto de sobra: el primero, es que de cada 10 dólares que ingresaron de deuda con Macri, 8,6 se destinaron a la fuga de capitales. El segundo, que el ex presidente, aunque fracasó, tomó cifras escalofriantes de deuda por su interés político de intentar la reelección.
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Si la deuda fue para esos intereses oscuros y no se destinó a construir hospitales, escuelas, rutas o al desarrollo económico y social en general: ¿por qué tenemos que pagarla todos? En el acuerdo firmado esta semana, no hay nada que festejar, es nada más que la convalidación de una estafa.
La falacia del futuro promisorio: el FMI nos espera
Veamos el problema desde otro ángulo. El pragmatismo, que está a la orden del día, sostiene que el arreglo, aunque no sea ideal, nos abre paso para salir de la crisis, ya que ahora tendremos autonomía y recursos, como dijo el presidente.
¿Es realmente así? Como han subrayado diversos analistas, el principal resultado del acuerdo es por la negativa: patear el problema hacia adelante, aliviando los vencimientos de deuda de los próximos años, que serán más fuertes a partir de 2025.
Dicho de otro modo, nada nos dice lo acordado respecto de cómo sería un plan de reactivación económica, en el marco de una crisis histórica mundial, que en nuestro país provocará una caída del PBI de alrededor de 10 puntos este año, y que ya ha dejado a millones de personas en la pobreza, con pérdida de empleos, suspensiones y rebajas salariales. Las perspectivas aun inciertas de la pandemia de coronavirus, con Argentina llegando a sus récords de contagios hasta el momento, no ayudan tampoco a clarificar esta situación.
Pero la lectura del acuerdo es también tendenciosa si omite que la próxima estación de la pesadilla de la deuda se llama FMI: de acuerdo a lo pactado por el Gobierno de Macri, Argentina debería pagarle al organismo internacional USD 45.000 millones hasta 2023.
Esas cifras, por supuesto, son impagables para un país en crisis. El discurso oficialista sostiene que, sin embargo, ahora estamos frente a un “FMI bueno”, a diferencia de lo que fue en el pasado que todos conocemos. En Argentina el organismo internacional es asociado no solo al desastre macrista sino también a la entrega nacional de los ‘90 y la crisis de 2001.
Sin embargo, hay otras visiones, incluso dentro del propio Gobierno. Guillermo Nielsen, ex funcionario de Néstor Kirchner involucrado en la reestructuración de deuda de 2005 y actual presidente de YPF, afirmó este miércoles que “el FMI es muy duro, siempre ha sido durísimo. Que no ponga condiciones es un cuento de hadas; siempre pone condiciones".
Lejos de la autonomía que declama el presidente, eso es lo que estará en juego en los próximos meses. A cambio de postergar vencimientos, el FMI exigirá la aplicación de sus recetas, con las cuales profundiza sus mecanismos de dominio sobre el país y profundiza la explotación de los trabajadores.
Haya o no reformas estructurales (previsional, laboral), lo que está fuera de discusión es que el organismo internacional exigirá ajustes fiscales como garantía de que la deuda se pagará. Las primeras víctimas de este plan serán las de siempre: jubilados, trabajadores estatales, la salud o la educación públicas. Los dólares que genere la economía, también, estarán destinados en gran medida a acumular reservas con el mismo objetivo.
Otra salida
Como viene advirtiendo de forma insistente el Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad, seguir pagando la estafa de la deuda es incompatible con dar solución a los problemas de las mayorías.
Los grandes saltos de pobreza y desocupación que ya trajo esta crisis, no pueden ser revertidos sin romper con el FMI y sus políticas de ajuste.
La precarización de millones de trabajadores no se resolverá de la mano del organismo que promueve la flexibilización en todo el mundo.
La miseria de la gran mayoría de los jubilados no se revertirá acordando con los que recomiendan en todo el planeta reformas jubilatorias para tratar a los abuelos como descarte.
La educación y la salud no saldrán de su crisis junto a los que las consideran un gasto que hay que achicar para poder destinar fondos a pagarle a los especuladores.
No. Las recetas de los organismos internacionales siempre han llevado a desastres, como el de 2001. Las políticas de los diversos gobiernos peronistas, radicales, macristas o militares, solo han conducido a una creciente decadencia del país en las últimas décadas.
Por eso la izquierda propone otro camino, apoyando todas las luchas en curso pero también planteando otra salida de fondo, dejando de pagar la deuda con un desconocimiento soberano, concentrando el ahorro nacional en una banca nacional única, nacionalizando el comercio exterior y los resortes estrateǵicos del país, bajo control obrero, entre otras medidas.
Tomá partido. Se viene el FMI.
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Fernando Scolnik
Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.