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Red Internacional
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Cultura. La leona, dejar la vida en las fábricas

En anteriores notas publicada en La Izquierda Diario, versión digital, cuatro notas, para ser más precisos, venimos haciendo una reseña acerca de la telenovela La Leona, que se emite todas las noches por Telefé. Han sido muchos y variados los comentarios acerca de dichas reseñas.

Jueves 3 de marzo de 2016 00:00

Desde los más positivos hasta los más descreídos en la posibilidad de que un obrero pueda escribir acerca de una telenovela. Pero he respondido “que un obrero, un trabajador, que gusta de escribir, puede elegir cualquier tema para hacerlo”. Tenemos la obligación de ser cronistas de todo lo que pasa a nuestro alrededor, más si tenemos las herramientas para hacerlo con la palabra escrita que llegue a miles de trabajadores, que puedan sentirse reflejados con algunas situaciones que reseñamos. No pretendemos ser, somos cronistas de nuestra propia realidad, por eso días pasados decía que “la realidad supera la ficción”.

En una escena del capítulo 23, la semana anterior, muere uno de los protagonistas, el padre de María Leone, trabajador con más de 40 años de antigüedad dentro de la Textil Liberman. Fue despedido y, tras ese despido, llegó a su casa, descompuesto por la pena, le dio un paro cardíaco y murió en brazos de su esposa y de su hija.
La realidad nos supera. La fábrica, su exigencia, su ritmo vertiginoso, el despotismo de la patronal, se cobró la vida de un trabajador. Hace casi un año, en nuestras filas del PTS, de la Agrupación Bordó, hemos perdido a Leo Norniella.

Desde entonces, la Agrupación Bordó lleva su nombre. ¿Por un simple homenaje? No. Porque hemos heredado sus métodos de lucha, su convicción, su esperanza en ver crecer en sus compañeros el germen de la lucha de clase. También cuando Leo murió, llegó a su velatorio una corona representando a la empresa Pepsico, la misma en la que él fue delegado, la misma que lo echó y tuvo que volverlo a reincorporar. Su compañera no dejó ingresar la corona, quedó destrozada en la calle. Las flores del patrón no son bienvenidas.

La misma escena la vemos hoy en la telenovela. La patronal haciéndose presente en un velatorio donde nadie los llamó, saludando a la viuda, a sus amigos, mirando las fotos del muerto, sobre un mueble, en las que está posando rodeado de bobinas de colores.

En entregas anteriores también hablamos de la importancia de la organización obrera, de la formación, más allá del carácter sindical, la formación clasista.

En la telenovela siempre se hace alusión a los gusanos de seda, a las mariposas. A las orugas les cuesta armar el capullo en condiciones adversas que a veces encuentra en la naturaleza, pero se las arregla para armarlo. Esas mariposas son las más fuertes, las que arman el capullo de su propio destino y ayuda a sus compañeros a organizarse, a pelear en el ecosistema al que pertenecen, hasta que las condiciones se vuelven favorables.

Los trabajadores concientes, de clase, debemos sortear estos obstáculos incontables veces, sacar lecciones, balances de cada derrota. Eso nos otorga una caparazón, capaz de protegernos de todos los caprichos de la burocracia y las patronales.
Escribimos sobre telenovelas porque es parte de la tarea de cambiar la sociedad en la que vivimos, por una en la que todos podamos hacer lo que nos gusta, que podamos leer, pintar, correr, nadar, bailar. Lo que sea que se nos antoje hacer, sin olvidarnos de nuestro rol de comunicadores, de mariposas que van contando la buena nueva por todos los jardines.

Obreros de la palabra. Nos reinventamos, nos ponemos día a día la ropa del trabajo y empezamos a escribir nuestra historia, de lucha, de abusos, de maltrato, pero también de cómo nos hacemos fuertes e intentamos que no borren nuestra sonrisa, reinventada también cada día. Orugas laboriosas e indomables enfrentando nuestro destino.

La realidad supera la ficción, una vez más.

Leo Norniella, ¡presente!