Se presentó en Córdoba el libro " La ley de la revolución, biografía política de Gustavo Roca" del periodista Juan Cruz Taborda Varela, el evento se realizó el miércoles en el auditorio Luis Gagliano.
Jueves 28 de abril de 2016
Gustavo Roca, nacido en 1924, fue el hijo de María Deheza y de Deodoro Roca, el autor del Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria del ‘18. Pero además, fue abogado y asumió la defensa de cientos de presos políticos desde los años ‘50. Militantes de los movimientos armados, sindicalistas, obreros, líderes barriales, estudiantes, defendía a todos por igual. Nunca se afilió a ninguna organización política y apoyó de manera muy crítica a los movimientos de izquierda y a los movimientos obreros y sindicales.
El día del golpe de 1976, su estudio jurídico fue allanado por el Ejército y días después incendiado por orden del general Luciano Benjamín Menéndez, Jefe del III Cuerpo de Ejército. Toda su familia fue puesta en las listas de buscados por las fuerzas represivas y varios socios de su estudio en Córdoba y en Buenos Aires (Carlos Altamira en Córdoba, Mario Hernández y Roberto Sinigaglia en Buenos Aires), fueron secuestrados y desaparecidos. Roca logró salir de Córdoba y tras varios meses en Buenos Aires, en los que su familia también consiguió salir del país, se vio a su vez obligado a exiliarse. A fines de 1983 regresó al país, donde consiguió que se le restituyera su matrícula de abogado, de la que había sido privado por los tribunales y los colegiados del foro durante la dictadura y retomó sus actividades profesionales. Roca falleció en 1991 en el más completo olvido.
Hoy el periodista cordobés, Juan Cruz Taborda Varela, retoma y reivindica su figura a través del libro: “La ley de la revolución”, el cual presentó el miércoles pasado en el Auditorio Gagliano de Luz y Fuerza. Cerca de 250 personas asistieron a la charla. Entre los panelistas se encontraban los periodistas Luis Rodeiro y Dante Leguizamón quienes comentaron el libro.
Rodeiro, quien conoció antes del golpe a Roca, habló de la protección permanente que el abogado daba a sus “amigos políticos”, como los definió: “En la tapa del libro se ve a Gustavo Roca y a otros abogados que también defendían presos políticos. La foto fue tomada en el sepelio de Rodolfo Ortega Peña, asesinado por la triple A. Fue precisamente Gustavo quien nos dijo a mí y a otros más, que nos rajáramos, porque era posible que termináramos todos en cana. Esa protección era permanente en Gustavo”. Luego de hacer un recorrido por las distintas causas que defendió Roca, Rodeiro finalizó diciendo: “Gustavo no era un ‘simple’ defensor de presos políticos, fue un militante revolucionario, que había elegido como puesto de lucha el ejercicio del derecho, desde la perspectiva de la ley de la revolución”.
A su turno, Leguizamón destacó el compromiso del abogado y lo resumió en cómo organizó el asilo de los fugados de la cárcel de Trelew en Chile y luego en Cuba: “Para Gustavo parece haber sido imperioso poner el cuerpo. Mientras era elegido presidente de la Asociación Gremial de Abogados en agosto del 72, se produce la fuga de Trelew y Gustavo viaja a Chile para gestionar ante Salvador Allende el asilo de los fugados. Mientras tanto, empieza las gestiones en Cuba. Al llegar a Chile se entera de la masacre, y junto a Luis Duhalde les cuenta a los fugados la noticia de que sus compañeros han sido fusilados. Luego participa de la reunión de gabinete en la que los asesores del presidente le aconsejan no ayudar a los fugados, algo que Allende rechazó”. Pero, “Roca no fue sólo incómodo para los militares, sino también para la democracia inaugurada en el ‘83. Cuando la democracia pretende mantener la impunidad, Gustavo les dice: “Ahí están los muertos, búsquenlos, son los nuestros”, y señala las tumbas comunes del cementerio San Vicente. Cuando hay que escribir sobre La Perla, Gustavo financia el primer libro de dos sobrevivientes del centro de exterminio (…) Gustavo es insoportable para él, para su familia y para sus amigos, que lo aman y lo ven poner el cuerpo, pero sobre todo es insoportable para este país, esta provincia, este estado de cosas que no quiere que cambie nada”.
Al finalizar la presentación, La Izquierda Diario dialogó con el autor, Juan Cruz Taborda:
¿Cómo surge la idea de hacer este libro?
La idea inicialmente surge a partir de un breve artículo que escribí y que se publicó en la revista de la UNC, Deodoro, que justamente lleva el nombre del padre del protagonista del libro. Me interesó la figura de Roca a partir de la tapa de un libro de Juan Bautista Yofre, hombre de la inteligencia menemista, un peronista de derecha, ortodoxo; que en los últimos años ha publicado unos cuantos libros sobre la historia reciente, con la mirada particular que tiene Yofre, por supuesto. Él sostiene que la culpa de lo que sucedió en los ’70 en Argentina la tuvieron las organizaciones armadas de izquierda y no el terrorismo de estado. Uno de esos libros, es “Volver a matar” y pone en tapa una foto de tres personas: uno es Santucho, el que fuera líder del ERP, otro es Eduardo Luis Duhalde, ex Secretario de Derechos Humanos y reconocido abogado de presos políticos, el tercero en la foto tomada en Chile, era un hombre de anteojos a quien yo no conocía. Leí en la solapa y Yofre lo mencionaba como Gustavo Roca Deheza, hijo de Deodoro y amigo del “Che".
Desde ese momento llamó mi atención. Yo había leído mucho sobre el padre, ya que considero a Deodoro como un hombre importante de la historia de Córdoba. Y ahora me encuentro con Gustavo Roca, amigo de Ernesto Guevara y una figura que había estado en Chile el día después de la fuga de Rawson, cuando los líderes guerrilleros habían logrado huir y cuando en Trelew se producen los fusilamientos. Entonces imaginé que su figura alguna trascendencia en torno a las luchas que se vivieron por la liberación de América Latina en esa época había tenido. Y efectivamente, cuando me puse a indagar e investigar, lo pude comprobar. Pude comprobar que es un personaje olvidado de Córdoba porque prácticamente, salvo las viejas generaciones de militantes de los ’70 que aún lo recuerdan; los periodistas y las nuevas generaciones, no tenemos idea de quien fue Gustavo Roca. A pesar de que fue un personaje que entregó su cuerpo y su vida en la defensa de los presos políticos, delos perseguidos y de los más oprimidos. Prácticamente sin cobrar un peso y sin importar la bandera política.
Hablaste de banderas políticas, ¿cómo lo definirías políticamente?
En ese aspecto fue bastante parecido al padre, se hace imposible encolumnarlos en alguna estructura partidaria. Deodoro tuvo una breve militancia en el Partido Socialista, fue candidato a intendente en 1931 y luego se fue, siendo crítico al socialismo y estando cercano al Partido Comunista. Pero a partir de ahí se dio cuenta que lo suyo era inorgánico, que lo de él era poner su oficio y su servicio al lado de todos esos espacios políticos, sin integrarlos. Muchos han criticado esta postura, aduciendo que era un libre pensador, esta marca “deodórica” también la heredó su hijo. Yo no diría que ambos fueran libres pensadores, muchos de los militantes con los que pude hablar para reconstruir la historia de Gustavo me decían (desde el trotskismo, el marxismo, el peronismo revolucionario): “Ojalá Gustavo hubiera sido parte de nuestra organización”, pero con el tiempo, todos convinieron, que era conveniente que él siguiera así, al margen de las estructuras partidarias, pero no al margen del compromiso y de la entrega. Y esto era así porque entonces Gustavo se permitía críticas cuando entendía que el camino tomado por algún espacio político no era conveniente, también de esta manera no podía ser considerado un militante armado, orgánico, y eso le daba libertad para actuar como abogado defensor y como un intelectual al servicio de las causas populares. Al principio ,cuando lo vi por fuera de cualquier cuadro partidario, lo imaginé como un libre pensador y para mí, éstos no terminan contribuyendo finalmente a ninguna causa colectiva. Pero en el caso de Gustavo, en función de lo que pude leer y de los testimonios que me brindaron, no funcionó como un libre pensador, sino como un hombre al servicio de las causas, desde afuera, articulando, colaborando, poniendo su cuerpo y su valentía por todos aquellos que como él consideraban que América Latina debía transitar el camino de la liberación.
¿Por qué elegiste este momento para rescatar su figura?
El momento comenzó hace tres años y medio o cuatro, con aquel primer artículo, y era necesario recuperarlo por quien había sido, por aquellos por quienes había luchado, por cómo se había entregado y por cómo había terminado todo. Él volvió del exilio, adonde había denunciado lo que pasaba en Argentina, llegó hasta denunciarlo frente al Congreso en Washington por invitación del Partido Demócrata. Estuvo en Europa en cual foro le fuera posible denunciándolo. Fue el primero en publicar un volumen junto a Eduardo Luis Duhalde: “Argentina, proceso al genocidio”, que a los pocos años de iniciada la dictadura ya dejaba en evidencia los crímenes de lesa humanidad que se estaban cometiendo. Volvió en 1983 y volvió como la cara de la derrota. Gustavo Roca era la representación de todos aquellos que habían sido masacrados, torturados, desaparecidos y luego asesinados. Y Córdoba, pese a que estaba en democracia, de algún modo seguía estando en el ’83 en el mismo lugar en que la había puesto Menéndez durante la dictadura. Mucha gente se cruzaba de vereda al verlo porque él seguía denunciando todo lo que había sucedido. En el mismo lugar estaba cuando en el ’85 la justicia federal de la democracia lo encarceló por causas que se le habían abierto durante su exilio, concretamente por ser declarado “traidor a la patria” por haber declarado en el Congreso de Washington. Y también seguía siendo la Córdoba de Menéndez cuando en el año ‘91 terminó muriendo prácticamente solo. Es muy curioso esto, hoy me escribió su primer hijo, Manuel, que vive en el exilio todavía, me agradeció nuevamente por reivindicar la figura de su padre y me comentó que en el momento de la despedida de los restos de Gustavo no había más de diez personas. Bueno, hoy me parece que con toda la gente que se juntó acá, hubo una reivindicación a su figura.
Una última pregunta, ¿por qué te parece que son importantes figuras como Gustavo Roca hoy en día?
No creo en los héroes individuales, sí creo en aquellos que, a través de su propia valentía, la propia capacidad, y Gustavo era una persona muy capaz, con una oralidad inflamada. Creo en esos hombres que desde el espacio que ocupan, son capaces de dar todo por una causa colectiva. En ese sentido, me parece que es válido reivindicar y traer al presente su figura. No como un héroe solitario, no me interesa que haya mitos, mitificarlo, no me interesa que se entienda que él fue único, sino que perteneció a toda una generación que se puso al servicio de tratar de hacer de este país y este continente, un lugar más justo. De ahí en más, hay que entender a Roca en ese contexto, con esa mirada y a partir de eso empezar a comprender que hubo muchos otros, hombres y mujeres, que del mismo modo que Roca, lucharon por cambiar el estado de las cosas y que siguen siendo olvidados por esta Córdoba, que tiene una tradición en esto de olvidar. Insisto, Córdoba hoy sigue estando adonde la puso Menéndez durante la dictadura, todavía no hemos logrado sortear eso, haciendo un ejercicio de memoria colectiva para reivindicar esa Córdoba de las luchas populares, como un lugar de ebullición para la liberación de los pueblos de América Latina.