El movimiento del ‘99-2000 dejó importantes lecciones para los movimientos posteriores, y en particular para el #YoSoy132. Publicamos aquí un extracto del libro "#juventud en las calles" que puede ser de utilidad para la discusión de las perspectivas del movimiento estudiantil en lucha luego de la agresión a los ceceacheros de Azcapo.
Lunes 10 de septiembre de 2018
El movimiento del ‘99-2000 dejó importantes lecciones para los movimientos posteriores, y en particular para el #YoSoy132. Sin duda, este último guarda diferencias que no pueden ser ignoradas. La demanda motora del #YoSoy132 no es la gratuidad de la educación –la cual debería ocupar un rol central para dar respuesta a los miles de excluidos de la misma y para sumarlos al movimiento–, sino que cuestiona aspectos de la antidemocracia imperante en el conjunto de la escena política nacional, como es el carácter servil de los medios de comunicación y la “cargada” para el regreso del PRI a Los Pinos.
En las páginas anteriores*, describimos ampliamente los principios fundamentales del CGH; los mismos no pueden ser considerados como meras “particularidades” del momento, sino que constituyen definiciones políticas de gran importancia que podrían ser discutidos y aprehendidos por el movimiento actual. En primer lugar, la democracia directa como principio fundamental: las asambleas de base con delegados revocables, rotativos y con mandato, y con una organización centralizada, superior, que responde al mandato directo de la base.
Ya mencionamos que, a nuestro entender, eso permitió expresar de forma más o menos directa la orientación del movimiento, y cada organización o individuo podía plantear allí sus propuestas sin violentar el mecanismo democrático de funcionamiento. El #YoSoy132, por su parte, asumió como principio de funcionamiento las asambleas de base, sin embargo las asambleas generales no han votado sobre la base de los mandatos de asambleas locales.
Recientemente, distintas asambleas locales han votado dar “margen” para que los voceros voten de acuerdo con su criterio, en tanto que en algunos casos, los voceros se han mantenido durante semanas. Disentimos con esta manera de ver las cosas, que en pro de “agilizar” y “hacer operativo”, puede permitir que las decisiones que se tomen no respondan al mandato de la base y termina haciendo que las decisiones recaigan en el “criterio” de los delegados; aunque es verdad que toda decisión central puede ser remitida a las asambleas locales, esto no es lo más conveniente ya que estas pueden terminar fungiendo en organismos de ratificación o rectificación, con un carácter más bien consultivo. Esto en un contexto donde las asambleas locales han decrecido en el número de participantes, en gran medida por el fin de clases.
Aunque muchos compañeros y compañeras pueden confiar en que las asambleas van a vigilar a sus voceros, desde nuestro punto de vista puede ser utilizado para el encumbramiento de un sector, lo cual está asociado con el posicionamiento del PRD y sus grupos afines frente al movimiento. No es casual que estos grupos –como Militante, el GDR o el Morena– iniciaron una cruzada contra cualquier reivindicación de la huelga y atacaron a las “corrientes”, violentando un derecho elemental de cualquier movimiento de lucha que pretenda funcionar democráticamente; en donde las organizaciones políticas e individuos puedan plantear libremente sus posiciones y pelear por ellas.
Por otra parte, los mismos que en el ‘99 intentaron sin éxito quebrar los mecanismos de decisión democrática e imponer las posturas del comité del PRD, ahora influyen sobre el posicionamiento público del movimiento a partir de su “operación” en determinadas instancias del mismo, como son las comisiones y las declaraciones públicas del #YoSoy132.
La segunda cuestión que queremos plantear es la independencia política alcanzada por el CGH. El CGH era independiente no sólo del PAN y del PRI, sino del PRD, criticando abiertamente a este partido y, en particular, su labor para lograr el levantamiento de la huelga. Esto, en momentos donde la “transición pactada” entre aquellos era un mecanismo central para desviar el descontento con el viejo priato hacia la alternancia electoral de julio del 2000. El CGH se constituyó así, en los hechos, como la principal institución política con influencia de masas, que enfrentó la transición pactada.
En el #YoSoy132 hay una discusión en torno a la ubicación frente a los partidos; los mismos grupos que operan para frenar la democratización del movimiento son los que impulsaron una agenda política que, con eje en el “voto útil”, pretendió darle al movimiento el carácter de una fuerza formalmente “no partidaria” pero políticamente solidaria con el PRD, y por ende funcional a éste.
Desde la agrupación Contracorriente respetamos el sentir de muchos estudiantes que forman parte del movimiento y consideran votar por AMLO como una alternativa frente al PRI y al PAN, aunque nosotros, como muchos saben, diferimos de esta postura y llamamos al voto nulo. Pero creemos que –más allá del posicionamiento de cada integrante del movimiento (o las organizaciones que participan en el mismo) tiene derecho a asumir–, es fundamental mantener la independencia política del movimiento respecto a los partidos del régimen y centrarse en la movilización y la unidad con los trabajadores y los sectores populares; eso será muy importante para ampliar el #YoSoy132, y también darle una perspectiva a la resolución de las demandas, como la lucha contra el fraude y por la democratización de los medios masivos de comunicación.
Vimos con simpatía que muchos activistas del movimiento que son votantes del Movimiento Progresista, coincidían con la necesaria independencia del #YoSoy132; sin embargo, la operación política de muchos grupos intentó llevar al movimiento a convertirse en una fuerza afín a AMLO. Desde nuestro punto de vista los procesos de movilización que en los últimos años fueron conducidos hacia la confianza en la labor de la “oposición” burguesa como el PRD o el PRI, terminaron lamentablemente frustrados en sus reivindicaciones.
El #YoSoy132 tuvo como desafío –si lo que pretendía era conformar un movimiento que luchara contra la antidemocracia y la represión– asumir la necesidad de vincularse con los trabajadores y los sectores populares, y dejar de lado cualquier confianza en los partidos patronales, defensores de un sistema político que, por más que se “democratice”, defiende los intereses de los capitalistas y las trasnacionales contra el pueblo trabajador.
Retomar estas cuestiones que asumieron como propias muchos estudiantes integrantes del CGH del ‘99-2000, puede ser de crucial importancia para el desarrollo del #YoSoy132. Gracias a los mismos el CGH pudo, a pesar del aislamiento y de la represión institucional, defender exitosamente el principio de gratuidad en la UNAM. Y constituirse, a pesar de todos los errores que puedan haberse cometido, en parte de la historia reciente del movimiento estudiantil, para ser retomadas sus mejores lecciones, por las nuevas generaciones de jóvenes.
* Este texto forma parte del libro #juventud en las calles, publicado por Ediciones Armas de la crítica, México, julio del 2014.
Pablo Oprinari
Sociólogo y latinoamericanista (UNAM), coordinador de México en Llamas. Interpretaciones marxistas de la revolución y coautor de Juventud en las calles. Coordinador de Ideas de Izquierda México, columnista en La Izquierda Diario Mx e integrante del Movimiento de las y los Trabajadores Socialistas.