El nuevo informe de la OIT señala que el 90% de las empleadas domésticas de todo el mundo no tiene ningún tipo de cobertura a la seguridad social. En el Estado Español esta cifra es del 30%.
Sábado 19 de marzo de 2016
Protesta por los derechos laborales de las trabajadoras domésticas. Foto: Plataforma Empleo Hogar
Esta semana la Organización Internacional del Trabajo publicó el estudio “Protección social para los trabajadores domésticos: principales tendencias políticas y estadísticas”, el cual revela las enormes desigualdades que hay en el sector.
Se estima que en el mundo hay 67 millones de personas que trabajan en el empleo doméstico, de las cuales 60 millones aún no tienen acceso a ningún tipo de cobertura de seguridad social. Un 80% de estas trabajadoras son mujeres.
El estudio señala que las principales situaciones de vulnerabilidad las sufren las trabajadoras de los países más pobres. Y sólo en Asia y América Latina se concentran un 68% de las empleadas domésticas del mundo.
Sin embargo, en los países desarrollados ésta no es una realidad mucho mejor, siendo el empleo doméstico uno de los trabajos más precarios, realizado en su mayoría por mujeres inmigrantes. El informe constata que en países como Italia un 60% trabajan en la economía sumergida y en Francia o el Estado Español un 30%.
Las cifras son realmente escandalosas, lo peor es que probablemente aún sean muchísimas más las que trabajen en negro y no consten en los registros oficiales.
A su vez, la irregularidad en el sector también conlleva que las relaciones laborales sean completamente informales. Algo que perjudica gravemente a las trabajadoras ya que no disponen de ningún contrato que especifique cuales van a ser la cantidad de horas a trabajar, las tareas a realizar o el salario a percibir- aún es muy habitual que se pague en especies (alojamiento o comida).
A día de hoy muchas empleadas domésticas trabajan en condiciones que rozan la esclavitud.
Tal y como hemos expuesto, esta no es una realidad que solo afecte a los países más pobres. En Europa son muchísimas las trabajadoras domésticas que se encuentran en situaciones decimonónicas, siendo las mujeres inmigrantes las que se llevan la peor parte.
El caso de Reino Unido supone uno de los ejemplos más evidentes de ello. En el año 2012 se aprobó una legislación que endurecía las condiciones exigidas hacia las empleadas domésticas extranjeras. Según un estudio reciente del University College de Londres, esto afectó a más de 15.000 trabajadoras teniendo que soportar situaciones tan pésimas como jornadas de más de 20 horas diarias, pernoctaciones en la cocina y salarios mensuales de entre 50 y 250 libras.
En el Estado Español la situación también es muy grave. Si bien desde el año 2011 empezó a ser obligatorio la afiliación de las trabajadoras a la Seguridad Social, aún son muchísimas las que trabajan en la economía sumergida.
Además, para las que dispongan de un contrato formal éste no garantiza unas condiciones mínimamente dignas. Por ejemplo, legalmente están permitidas jornadas laborales que superan las 50h semanales, donde en la mayoría de ocasiones ni se respetan tiempos de descanso. Sin hablar de que aún no se reconocen derechos tan básicos como el acceso a la prestación por desempleo.
La OIT expone que una de las razones de esta extrema precariedad se debe a que es un sector ’difícil de abarcar, en parte debido a que es un trabajo que se realiza en los hogares privados’. Sin embargo, lo que no se pregunta es por qué éste sigue siendo un trabajo que recae solo en los hogares.
Lo que no plantea el informe es que la principal razón por la cual las empleadas domésticas siguen siendo uno de los sectores más marginales de la clase trabajadora, es porque realizan todas aquellas tareas de las cuales el Estado no quiere hacerse cargo.
Porque, al fin y al cabo, son las mujeres quienes, de forma totalmente gratuita, en sus propios hogares y/o de una forma remunerada pero totalmente precaria en los hogares de otros, suplen la ausencia de unos servicios públicos dignos.
Así es, al capitalismo le sale muchísimo más rentable que todas aquellas tareas domésticas y de cuidado se realicen de forma privada e invisibilizada en los hogares, aunque eso conlleve explotar y esclavizar a millones de mujeres en el mundo.