La ultraderecha española reúne en un discurso todos los clichés actuales de la extrema derecha a nivel mundial. Un show que ha permitido al social liberal Pedro Sánchez investirse de un halo “antifascista”, ocultando su verdadero rol de garante de los intereses del IBEX35 y el imperialismo español.
Roberto Bordón @RobertoBordon13
Miércoles 21 de octubre de 2020
Ignacio Garriga, diputado de Vox por Cataluña ha abierto el debate sobre la moción de censura de Vox en el Congreso esta mañana con un discurso repleto de los tópicos que la extrema derecha a nivel mundial maneja en sus actuaciones. Acusaciones al Ejecutivo de socialcomunismo y conexiones con el reformismo latinoamericano (Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla), comparaciones entre Pablo Iglesias e Irene Montero con Néstor y Cristina Kirchner; ataques al feminismo, la ecología y la igualdad como ideas que dividen a la patria española y peticiones de prohibir a los partidos que defienden el derecho de autodeterminación.
Un cóctel ultraderechista tan burdo que ha permitido a Pedro Sánchez en su réplica investirse de un halo “antifascista”, ocultando su verdadero papel en este drama: ser un gestor profesional de los intereses del IBEX35 y el capitalismo imperialista español que frente a la pandemia ha preferido proteger a las empresas y no a los trabajadores y los sectores populares.
Como todos los analistas de ambos campos del Parlamento habían predicho, por ahora la moción de censura tan sólo ha servido, por un lado, para reforzar al gobierno del PSOE-UP cubriendo posibles críticas por la izquierda, y por el otro, para desgastar a un PP que se encuentra dividido entre la crítica al Gobierno y la competencia con la extrema derecha. Un circo de pullas y respuestas que no atiende a las necesidades de la clase trabajadora en mitad de una crisis sanitaria, económica y social a nivel mundial y que tan sólo permite dejar pasar el tiempo sin dar respuestas a estas problemáticas en mitad de la segunda ola del COVID-19.
El discurso de Vox: falangismo cutre y trumpismo ibérico
Si nos adentramos en el discurso de Vox, a través en primer lugar de su portavoz, Ignacio Garriga, veremos que la formación ultraderechista consuma su viraje completo hacia el discurso trumpista que triunfa a nivel mundial entre las corrientes de este signo. De esta forma, Soros y la “batalla cultural”, la idea de retirarse de la Organización Mundial de la Salud (OMS) por haber en teoría colaborado con China para extender el Covid-19 por el planeta o que el coronavirus es “el virus chino” -como Trump lo ha llamado desde el inicio de la pandemia-, aparecen como argumentos destacados entre las palabras de los diputados ultraderechistas.
Vox aprovecha la pandemia para promover su política recentralizadora, no sólo en términos sanitarios y educativos (que no sé sabe muy bien qué tiene que ver) sino que admite abiertamente su intención de prohibir y perseguir a los partidos que defiendan el derecho a la autodeterminación; una salida hiper reaccionaria a la crisis de régimen en Cataluña y un ataque a su movimiento democrático. La formación ultraderechista identifica en el Estado de las Autonomías un fracaso que ha llevado a que existan “17 centralismos regionales” que tan solo favorecerían a caciques locales y que atacarían la unidad y soberanía nacional española.
Si seguimos el hilo de su discurso la “patria española” se vería atacada desde distintos frentes y la moción de censura vendría a señalar esta serie de ataques. Una patria que con “la familia”, serían los dos baluartes que Vox coloca frente a la oleada de la globalización, el multiculturalismo, el feminismo… y el comunismo (sic), los enemigos ideológicos de la nación española. Ambas serían las unidades colectivas que impiden el aislamiento de los individuos en el mundo globalizado de hoy en día, ambas precederían al Estado y por tanto este último no podría actuar en su contra. Un modelo familiar que por supuesto no se sale del más rígido modelo heteropatriarcal y que en su seno debe promover los valores morales que desde siglos debe mantener el pueblo español, según Vox claro está.
Las formaciones políticas que ataquen estos dos pilares serían simplemente ilegítimas y deberían considerarse “renegados” de la patria, llegando a plantear retirar la nacionalidad a quienes desde puestos de representación pública ataquen los símbolos nacionales y los pilares que Vox coloca como esenciales para su idea de país y pueblo: patria y familia. La ilegalización de los partidos independentistas sería siguiendo esta lógica bastante simple, al no reconocer legitimidad alguna a sus representantes y al renunciar estos a representar a la soberanía española al atacar la unidad de su Estado.
Contra esta idea de España se colocaría el gobierno del PSOE-UP, que a juicio de Vox estaría fomentando la criminalidad, “la inmigración ilegal”, la multiculturalidad y la disolución de las naciones. Enlazando con las teorías conspiranoicas que relacionan al movimiento democrático catalán y a George Soros, Abascal ha hablado de la Europa soñada por Hitler, en referencia a la teoría de que Alemania estaría impulsando una gran federalización de la Unión Europea que haga estallar los Estados-nación existentes para imponer de forma más sencilla su hegemonía.
Lo más interesante quizás ha sido la mención al concepto de Iberosfera, que habrían lanzado anteriormente con la fundación de un periódico propio de la formación el pasado 12 de octubre, “La Gaceta de la Iberosfera”. La idea se centraría en mantener contactos y un frente común de estas corrientes a ambos lados del Atlántico y en todo el mundo hispano.
Esta política claramente ha sufrido un revés recientemente con la derrota de los golpistas en las elecciones de Bolivia. No sabemos si este fracaso habría aumentado el número de insultos de Abascal a las corrientes posneoliberales y populistas latinoamericanas, pero está claro que no estará contento teniendo en cuenta que les ha acusado de narcotráfico y pederastia. Ambas acusaciones se comparten desde los mismos altavoces conservadores estadounidenses desde donde admiten inspirarse, en especial para la construcción de su periódico, pero que vemos que también incluyen más firmemente en su discurso. Aunque en realidad, acusar de narcotráfico suele ser una acusación clásica (y racista) de la derecha española a quienes se ven relacionados con Latinoamérica, a pesar de que quien tiene una foto con un narcotraficante es Alberto Feijoo, actual presidente autonómico de Galicia por el Partido Popular.
En resumen, Vox ha aprovechado la moción de censura como escenario mediático para actualizar su línea política a nivel ideológico y discursivo, incorporando elementos de falangismo con trumpismo que lo alejan de quienes esperaban que la ultraderecha española se acercase más a sus homólogos franceses. Estados Unidos se mantiene como faro de la extrema derecha a nivel global. A efectos inmediatos la táctica de Vox parece más dirigida a ganar la batalla electoral dentro del bloque de derechas que a conseguir un cambio sustancial en el Ejecutivo. Aunque hayan rechazado la hipótesis de que buscan hacerle una OPA hostil al PP, la realidad es que parece ser la única ganancia que actualmente pueden lograr los ultraderechistas.
Sánchez aprovecha la ocasión para erigirse como paladín antifascista
Pedro Sánchez en su turno de réplica ha visto la oportunidad de cubrir el flanco izquierdo de su Gobierno gracias a este movimiento de Vox. Así el líder del gobierno de los ERTEs, de los salvatajes a las grandes empresas, de la mantención de las Reformas laborales y la Ley Mordaza, de la represión en Catalunya y el aval a los confinamientos de clase en Madrid, o visto en perspectiva histórica, el líder del partido sostén de la monarquía y el Régimen del 78, creador de las bandas asesinas de los GAL y partero de la entrada de España en la OTAN, ha aprovechado para erigirse en “héroe antifascista” y defensor de las libertades democráticas y de los trabajadores.
Y para hacerlo Sánchez ha centrado gran parte de su primera réplica en demostrar cómo es su partido, el PSOE, quien mejor ha gestionado los intereses del capitalismo español, no sólo este último periodo sino históricamente desde la Transición. De forma simple ha podido colocar políticas como los ERTES, las grandes ayudas a las empresas, la represión en Catalunya y el engaño del Ingreso Mínimo Vital como grandes políticas sociales que habrían salvado a las clases trabajadoras del país.
En respuesta a Abascal y su denuncia de la “inmigración ilegal”, Sánchez ha hablado en términos progresistas de la igualdad y de acabar con la xenofobia, denunciando la islamofobia del discurso de la ultraderecha. Un discurso completamente hipócrita cuando se siguen manteniendo los CIES, las devoluciones en caliente y el racismo institucional sigue siendo una política de estado. Del mismo modo, Sánchez ha defendido la pluralidad del Estado español y la posibilidad de democracia, al mismo tiempo que ha avalado la represión al movimiento democrático catalán, con presos políticos gracias entre otros al PSOE y al silencio cómplice de Unidas Podemos.
El líder del PSOE ha acertado en que la moción de censura de Vox no es más que una plataforma mediática, pero sin embargo no ha admitido que no sólo lo es para la extrema derecha sino también para su propio gobierno. Sánchez ha tenido amplia libertad para promocionar las políticas de su Gobierno con Unidas Podemos tratando de disimular las sombras y efectos negativos de las mismas, es decir, ocultando que no representan los intereses de las clases trabajadoras sino de las grandes empresas. Pero la realidad es que las menciones del presidente del Gobierno a los Fondos Europeos, al Fondo Covid o pullas sobre el pasado de Abascal como parásito político en diferentes fundaciones, tienen como objeto presentarse como el mejor gestor del capitalismo español.
Esto se extiende también al imaginario político que se disputa, donde Sánchez no está en contra per se de la idea tradicional de nación de Vox, sino que contrapone una visión más progresista de la historia del país; donde unos quieren unirse a los Tercios, otros a las Cortes de Cádiz, pero en ningún caso se plantea un hilo de ruptura con el régimen burgués.
Sánchez ha tirado de políticas como las de la Memoria Histórica para adjudicarse un rol mucho más de izquierda del que realmente ejerce en una confrontación casi teatral contra un Abascal que ha representado el perfecto papel de reaccionario. De este modo, y en lo que quizá fue el mayor esfuerzo interpretativo de todo su discurso, el líder del PSOE ha llegado incluso a citar a Karl Marx para hacer un contrapunto entre la libertad de la que habla Vox y la que defiende su Gobierno. Así, mientras la ultraderecha defiende la libertad de esclavizar a la mayoría, el PSOE sería el campeón de los oprimidos. Un verdadero arrebato de impostura viniendo de un partido capitalista y proimperialista hecho y derecho como el PSOE (y como es el Gobierno con Unidas Podemos, por mucho que cacareen los neorreformistas), que en el mejor de los casos defiende la “libertad” en el sentido burgués clásico, del “libre contrato” entre el capitalista y el trabajador, del carácter “formal” de la democracia capitalista y la noción liberal de los derechos humanos. O sea, una visión opuesta a la concepción política y filosófica de libertad que tenía Marx.
Una moción que solo refleja mejor los bloques en el Parlamento
En su intervención principal Sánchez ha aprovechado el escenario para atacar al PP, exponiendo que Abascal y los suyos serían unos perros de presa para Casado y la llamada “derecha tradicional”, un sector que estaría utilizando a la ultraderecha para derribar al gobierno de coalición esperando después colocarse ellos fácilmente en el poder y dejando atrás a Vox.
Así, el presidente del Gobierno ha pedido a Casado que reconsidere esta hipótesis ya que afirmaría que estarían cayendo en la trampa de la ultraderecha como habría ocurrido en otros países y a lo largo de la historia. Es decir, estaría pidiendo al PP convertirse en una derecha democrática y “moderna” con la que poder pactar (algo que ha insinuado y ha dejado la puerta abierta en el futuro), una idea que Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida también ha lanzado en redes sociales, mostrando como el neorreformismo también ansía la posibilidad de pactar con la derecha. Esa búsqueda de una derecha moderada con la que pactar marca también que deseos y qué marcos se impone Unidas Podemos en sus estrategias de futuro.
La esencia del debate de la moción de censura ha sido la de escenificar mejor los bloques actuales del Parlamento. Siendo por ahora la única cuestión de relevancia la pelea entre el PP y Vox por disputarse entre ellos su electorado. Quién se beneficiará más de esta escenificación, si Sánchez o Abascal es algo que queda pendiente, pero sin duda es Casado quien tiene la pelota en su tejado para ver cómo afronta la sangría que Vox sigue ejerciendo sobre su formación política.
Roberto Bordón
Andalucía