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Red Internacional
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IZQUIERDA A DEBATE. La necesidad de un Frente de Izquierda Anticapitalista

Hay que vertebrar la izquierda social y anticapitalista existente, para oponerse a la explotación y a la alienación cotidianas y poner en el tablero político la estrategia de conquistar el poder.

Domingo 28 de enero de 2018

El derrumbe de la URSS y de los países de “socialismo (ir)real” trajo que la conciencia política de la clase trabajadora bajase a mínimos históricos. La Unión Soviética se empezó a convertir en un Estado socialista deformado a partir de 1924 pero en la década de los 80, y a pesar de su deformación plena, seguía siendo aún un punto de referencia para la inmensa mayoría de la clase trabajadora planetaria. La razón de esto era que allí es donde se había dado la primera revolución socialista de la Historia Universal, que el Ejército Soviético había derrotado al ejército nazi, que Cuba y Vietnam no hubiesen podido sobrevivir al ataque de los Estado Unidos sin la ayuda soviética y que el proceder imperialista de los EEUU tenía que contar con el dique soviético. Su derrumbe fue producto de dejar en el trastero de la Historia la lucha por el socialismo planetario con la excusa “teórica” del “socialismo en un solo país” de Stalin y continuado después en la versión de la “coexistencia pacífica”. El derrumbe de la Unión Soviética y de todo su entorno posibilitó que el sector dirigente de la casta política pasase de usufructuaria de la riqueza a propietaria de parte de ella –otra porción pasó directamente a las manos de multinacionales a través de compras a precios de saldo- y que otra parte (los servicios de seguridad, sobre todo) pasase a ingresar las redes del tráfico de armas, de la prostitución y del cobro gansteril del impuesto de “protección”.

El derrumbe de la URSS subió al neoliberalismo a la cresta de la ola y su tsunami sepultó la subjetividad de la clase trabajadora. Ahora, decían las voces “democráticas”, ya se había demostrado que el socialismo era una quimera y por lo tanto era el Fin de la Historia ya que el capitalismo era el sistema menos malo posible. Punto. Fuera de esta estulticia de considerar la mayor derrota política de la clase trabajadora como un hecho históricamente definitivo, los EEUU se convirtieron en la potencia hegemónica, ya no sólo eran el guardián del “mundo libre” sino de todo el planeta. Fue su gran momento de gloria. Pero la Historia no se detiene y al cabo de poco tiempo a los EEUU le salieron en China y en Rusia unos competidores que desafiaban su hegemonía económica, militar y política y una crisis económica en 2007-2008 que hizo palidecer la Gran Depresión de 1929 y que forzó a la burguesía “democrática” a meter la tijera más a saco en las prestaciones sociales y en los recortes de salarios en el “mundo libre” lo que trajo una contestación social no articulada -sin la estrategia política de conquistar el poder- pero que sacó a la superficie la obviedad de que a los regímenes políticos burgueses le “llaman democracia y no lo es”.

Producto de un caminar sin alternativa para la mayoría social, hoy la democracia burguesa en el mundo occidental está de capa caída aunque sobrevive mal que bien porque la izquierda en sentido estricto está aún en gestación. Por otra parte, la hegemonía de los EEUU ya no impera porque si bien sigue siendo el Estado más poderoso del planeta ya China le disputa el primer puesto del ranking mientras la Unión Europea, Rusia y la India pelean en su propio espacio euroasiático –y no sólo- lo que hace que Eurasia esté perdida estratégicamente para los EEUU lo que le obliga a concentrar buena parte de sus energías en la frontera euroasiática de Oriente Medio para no perder la influencia sobre sus aliados actuales, lo que le llevaría a perder el control del tráfico del oro negro de la zona.

Hoy en día la alternativa parece reducirse a que los EEUU y China se disputen el rol del liderazgo económico en un mundo capitalista multipolar. En realidad lo que se está gestando es algo mucho más peligroso, que en la ya vieja disputa entre las grandes potencias capitalistas del momento por materias primas y mercados se llegue a un enfrentamiento directo. Ver las imágenes del poderío y de la capacidad de destrucción de los ejércitos actuales de los EEUU, China y Rusia quita el sueño. La Historia nos enseña que en el momento que una parte del mundo ya no sea suficiente para dos superpotencias la guerra directa entre ellas está servida. La cuestión hoy es que una guerra entre EEUU y China, con sus correspondientes aliados, no se podría decidir en una guerra convencional porque ninguno la podría ganar lo que pone la utilidad del armamento nuclear en el tablero político lo que supone jugar con el destino de toda la Humanidad.

Y aquí es donde interviene la clase trabajadora planetaria, que no puede permitir que siga gobernando en los países centrales del planeta la burguesía si no quiere vivir en la explotación y en la alienación cotidiana y con un futuro exclusivo de la soga nuclear al cuello. La lucha por el socialismo es, pues, planetaria pero, al mismo tiempo, cada clase trabajadora la tiene que empezar en el Estado en el que le ha tocado vivir.

El chute que se metió el neoliberalismo con el derrumbe de la URSS trajo en la Europa occidental la desaparición de los Partidos comunistas, la transformación de la socialdemocracia en social-liberalismo y, con el estallido de la crisis del 2007-2008, el resurgir de partidos de la ultraderecha y la llegada del neorreformismo. El modelo por excelencia del neorreformismo europeo es Syriza y a estas alturas cronológicas todos sabemos que no es una alternativa para la clase trabajadora ya que a pesar de que el pueblo trabajador griego le dijo en un referéndum que no aceptase la opresión de la Troika la aceptó y la implementó.

Como sabemos, en el caso del Estado español el modelo del neorreformismo es Podemos. Se presentaron como la alternativa al Régimen del 78 empleando un lenguaje aparentemente radical donde, por ejemplo, se postulaba ir a un Proceso Constituyente y se le otorgaba la denominación de “casta” a los partidos sustentadores del régimen político (PP-PSOE). Fue tal su rebaja programática que el Proceso Constituyente se cambio por regalarle a Felipe VI un estuche de “Juego de Tronos” y la categoría “casta” se olvidó del todo para pasar a hacer lo imposible para gobernar con el PSOE. Esto tuvo una repercusión en los resultados electorales, tanto que pasaron de ser “una máquina electoral nacida para ganar” a tener una sangría constante de votos lo que les llevó a juntarse con el cadáver de Izquierda Unida para conformar Unidos Podemos que no es otra cosa que la fusión del tardoestalinismo con el tardomodernismo. A esto se ha añadido su sí pero no en el “Derecho a decidir” de Cataluña lo que ha incrementado su no utilidad a derecha e izquierda. Este proceder sería para chotearse si no fuese que después de las expectativas que generó entre buena parte de la clase trabajadora, la mujer y la juventud vino el desánimo social.

Hoy en el Estado español la izquierda en sentido estricto, es decir, la izquierda revolucionaria, la extrema izquierda o la izquierda social existe, desunida pero existe. También existen infinidad de núcleos anticapitalistas en diferentes sectores, que van desde los anti-desahucio, el feminismo a las plataformas en defensa de la sanidad y la educación, y que en general se visualizan en las Marchas por la Dignidad. En este bloque social izquierda revolucionaria/colectivos anticapitalistas militan miles –y digo miles- de mujeres y hombres, de adultos y jóvenes. Son la conciencia crítica social como ponen en evidencia, por ejemplo, los medios alternativos que gestionan, algunos de ellos con miles y miles de lectores y lectoras ¿Dónde está el problema? En la catástrofe inorgánica que impera. Desde este bloque social se da la batalla al capitalismo de una manera tan cotidiana como inorgánica, tan permanente como sin estrategia política común. A esto hay que ponerle fin si se quiere que la lucha de esos miles de activistas se pueda aprovechar socialmente, esto es, que no sólo le pongan parches al proceder socialmente abrasivo del sistema sino que su lucha cotidiana pase de un ejercicio voluntarioso de resistencia a una escuela político-social alternativa.

Hay que vertebrar la izquierda social y anticapitalista existente. Es vital tanto para oponerse con más éxito a la explotación y a la alienación cotidianas como para poner en el tablero político la estrategia de conquistar el poder para empezar a construir un mundo sustentado en la justicia social. Entiendo que la mejor manera de vertebrar el proceder social y político de la izquierda social y anticapitalista hoy en el Estado español es crear un Frente de Izquierda Anticapitalista. Su ventaja radicaría en que organiza la lucha social de colectivos revolucionarios y anticapitalistas al mismo tiempo que no los fusiona orgánicamente. El Frente de Izquierda Anticapitalista sería como un Parlamento de la clase trabajadora y los movimientos sociales donde se discute tanto la acción cotidiana como el programa político como la alternativa electoral.

Un Frente de Izquierda Anticapitalista no puede, no debe ser visto como un impedimento a la vida propia de los colectivos políticos revolucionarios y anticapitalistas sino como todo lo contrario, un dinamizador de su proceder. Los jóvenes activistas para hacer crecer socialmente su lucha social tienen que acostumbrarse al debate, a la pelea política en su propio seno y a presentarse socialmente como alternativa real. Ninguna alternativa política digna de este nombre se puede alcanzar sin debates, sin una pelea política por el programa que se estime más adecuado para la coyuntura en la que se vive. Partiendo del axioma político de que el capitalismo es irreformable, la juventud trabajadora debe militar con la conciencia de que la lucha de resistencia tiene que ser una escuela para plantear una alternativa política al capitalismo, tanto a su régimen político como a su régimen económico, tanto a los privilegios de la casta política como a la explotación asalariada.

En este momento concreto los colectivos políticos revolucionarios IZAR, Corriente Roja y CRT tienen una responsabilidad política enorme ya que en sus manos está dar el primer paso para poner los mimbres de un Frente de Izquierda Anticapitalista. Entiendo que la CRT ya ha asumido esa responsabilidad política llamando al debate para tratar de organizar a la izquierda revolucionaria y anticapitalista -debate al que me he incorporado al instante porque considero que es vital para poder enfrentar al Capital en el Estado español. Tengo la esperanza fundada de que esta iniciativa no caiga en saco roto porque conozco personalmente a bastantes de los militantes que integran la CRT, IZAR y Corriente Roja. Puedo afirmar que todas sus mujeres y sus hombres, todos sus adultos y sus jóvenes que conozco tienen la determinación de luchar contra el Capital. Sin esto no hay posibilidad de organizar la lucha social pero esto por si sólo no basta ya que hay que aglutinar las fuerzas. Esto no significa un totum revolutum militante sino todo lo contrario, pelear desde cada colectivo revolucionario por tener más fuerza social y política. El “patriotismo de partido” no sólo no es malo sino que es bueno. Un militante que no estime que su organización es una buena herramienta política no es digno de tal nombre ya que querría decir que está en esa organización como podría estar en una asociación de mus. Pero si el “patriotismo de partido” es bueno para la lucha social porque el militante cree en lo que hace el sectarismo es el cáncer para esa lucha porque la única iluminación útil socialmente es la eléctrica. Cada organización debe tener como indicador de su quehacer el incremento de su grado de influencia social en los sectores más dinámicos del pueblo trabajador, este debe ser el indicador de si la política que se hace es correcta o incorrecta.

La creación hoy de un Frente de Izquierda Anticapitalista con un programa para enfrentar el capitalismo con el objetivo de derribarlo, se convertiría en una masa gravitatoria que iría atrayendo de forma directamente proporcional al buen quehacer político-social del Frente a buena parte de los militantes sociales existentes y a los que, por generación, están saliendo de la oruga. No se olvide que la realidad se puede transformar ya que nada es eterno bajo el sol.