Los contornos de la ofensiva terrestre anunciada por Israel siguen sin estar claros pero este lunes los tanques llegaron a las afueras de la ciudad de Gaza, la más grande de la Franja. Las batallas en un paisaje urbano sugieren la masacre que se avecina, pero también las dificultades que podría enfrentar el Ejército de Israel.
Lunes 30 de octubre de 2023 11:47
"¿Ocupar Gaza? Es una locura. Una misión casi imposible. Recuerden que la reconquista de Mosul en Irak que se encontraba en manos de Daesh [Estado Islámico], con el apoyo de la coalición internacional, duró nueve meses y desplazó a más de medio millón de personas", advirtió un alto oficial del ejército francés en el diario Les Ecos el 13 de octubre. Mientras que el Ejército israelí comenzó a ampliar sus operaciones terrestres sobre la Franja de Gaza desde el viernes pasado, junto a bombardeos criminales que llevaron el número de palestinos asesinados a más de 8.000, y este lunes anunciaban estar a las afueras de la ciudad de Gaza, se han comenzado a develar algunos elementos de análisis sobre las contradicciones militares y políticas de tal operación.
Una ofensiva arriesgada para Israel
El Ejército israelí tiene un equilibrio de poder que le es claramente favorable. Las estimaciones de tropas de Hamás varían entre 15.000 y 20.000, hasta 40.000 para los más optimistas, frente a 169.000 para Israel (a lo que hay que sumar 465.000 reservistas). Sin embargo, la situación de una ofensiva terrestre promete ser mucho más compleja. En primer lugar, porque Israel debe mantener fuerzas en el Norte, en la frontera con Líbano, y en Cisjordania donde la ocupación enfrenta una resistencia creciente. En segundo lugar, porque la doctrina militar cataloga el combate urbano como uno de los más difíciles y mortíferos. Así, se estima que el atacante debe ser al menos tres contra uno en terreno abierto, pero al menos diez contra uno en un entorno urbano.
Además, la ventaja numérica, tecnológica y militar del ejército israelí podría verse socavada en un entorno urbano. "El entorno urbano es favorable a la defensa y requiere batallas muy largas para obtener resultados", explica a Les Echos Thibault Fouillet, investigador de la Fundación para la Investigación Estratégica. Y añade “Espacios restringidos, amenazas omnidireccionales - francotiradores escondidos, minas terrestres, artefactos explosivos escondidos en edificios civiles, trampas subterráneas, todo está hecho para frenar cualquier avance de la infantería".
El ejemplo más relevante para ilustrar esta situación es la campaña llevada a cabo en 2016-2017 para recuperar Mosul, la segunda ciudad de Irak, de manos del Estado Islámico. La primera gran campaña urbana a largo plazo de Estados Unidos desde la batalla de Hue, en Vietnam, en 1968, se prolongó durante más de nueve meses y provocó innumerables destrucciones materiales y numerosas víctimas. El relato de Feras Kilani, un periodista árabe de la BBC que ha cubierto varias guerras en el Medio Oriente, es desde este punto de vista muy esclarecedor sobre las dificultades que le esperan a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
“En 2016, estaba con las fuerzas especiales iraquíes cuando se preparaban para asaltar la ciudad de Mosul. Las autoridades habían decidido rodear a los militantes islamistas y asegurarse de que no tuvieran posibilidad de retirada. Esta política puso a la ciudad en el camino de una confrontación brutal y mortal. El día que entramos en el primer distrito de Mosul, la resistencia de los combatientes fue increíble. Todos dispararon contra nuestro convoy de Humvees, incluidos rifles, granadas y misiles lanzados desde el hombro. Se colocaron trampas dentro o encima de todo lo imaginable: refrigeradores y televisores en las casas de las personas, así como piezas de oro y armas de fuego abandonadas en el suelo. Agarrar alguno de estos elementos o pararse sobre el objeto equivocado significaba la muerte".
Más recientemente, desde un punto de vista puramente táctico, el asedio ruso a Mariupol también puso de relieve las formidables dificultades que Israel podría enfrentar en Gaza. A pesar de la evidente superioridad aérea del ejército ruso, que le permitió bombardear la ciudad durante varios meses, bombardeos que provocaron decenas de miles de muertos según las autoridades ucranianas, las pérdidas fueron enormes en el lado ruso, incluidos al menos dos generales. A diferencia de las fuerzas ucranianas en Mariupol, que no habían anticipado la invasión rusa y tenían pocas armas, municiones y combustible, Hamás se preparó para la guerra con Israel. Una realidad que ya había ilustrado la última operación terrestre a gran escala de las FDI en Gaza en 2014, cuando la brigada de élite israelí Golani sufrió grandes pérdidas al intentar tomar el barrio de Shujaiya y sólo pudo avanzar tras ataques aéreos y un intenso bombardeo de artillería que provocó la muertes de muchos civiles. Desde entonces, Irán ha suministrado a Hamás armas más sofisticadas, incluidos modernos misiles guiados antitanques.
Además, Gaza es un campo de batalla urbano que promete ser excepcionalmente complejo. La ciudad de Gaza tiene alrededor de sesenta edificios de seis pisos o más, frente a casi ninguno en Mosul en 2016-2017 y en Raqqa en 2017. En la Franja de Gaza, Hamás tiene diferentes tipos de túneles que utiliza, en particular, para llevar a cabo ataques, transporte de productos y centros operativos de refugio, así como posibles campos minados, artefactos explosivos, etc. El líder de Hamás, Yehya al Sinwar, declaró al respecto, tras el anterior ciclo de enfrentamientos de 2021, que la superficie de los túneles sería de "más de 500 kilómetros". Además, dada la clara superioridad militar de Israel, los túneles podrían permitir a Hamás reequilibrar parcialmente el equilibrio de poder. En otras palabras, como explica Michel Knight, especialista en conflictos militares en Irak e Irán, en un artículo para The Washington Institute: "tomar el control de todo el conglomerado urbano de la ciudad de Gaza implicaría una operación equivalente a una lucha del tamaño de Mosul-Oeste más una o dos batallas del tamaño de Raqqa" (sic).
Otra complicación importante para Israel: Hamás todavía retiene a casi doscientos rehenes israelíes y extranjeros. En los bombardeos masivos y el asalto militar terrestre, muchos podrían perder la vida, incluidos ciudadanos estadounidenses, franceses y británicos. Una situación que da a Hamás una ventaja significativa. En 2011, para obtener la liberación del soldado Gilad Shalit, tras cinco años de detención, el Estado sionista tuvo que liberar a más de 1.000 prisioneros palestinos, entre ellos muchos directivos de la organización. Además, las FDI tendrán que contar con la opinión pública israelí. El Gobierno de Netanyahu ya ha sido duramente criticado por "su falta de empatía" y varias familias de rehenes han exigido "explicaciones" y expresado sus "preocupaciones" tras los intensos bombardeos del viernes por la tarde. Una dificultad que podría ampliarse y multiplicarse en caso de pérdidas demasiado grandes para las FDI durante la ofensiva terrestre. Si la opinión pública israelí hoy es unánime sobre la necesidad de una respuesta terrible en Gaza, el ejército israelí está formado por muchos reservistas y las FDI no pueden permitirse demasiadas bajas en sus filas.
Las lecciones de Mosul y Raqqa
Si bien cada batalla urbana es única, porque está determinada por el paisaje urbano, el factor humano y las fuerzas presentes, es posible extraer algunas lecciones de las recientes batallas urbanas en Oriente Medio. La propia Casa Blanca también decidió recientemente enviar varios asesores militares a Israel, entre ellos un general que luchó en Mosul. Desde este punto de vista, la experiencia reciente presagia una verdadera masacre. En el oeste de Mosul, la ONU estimó que cerca de 13.000 estructuras de viviendas fueron destruidas. En Raqqa, la cifra es 11.000 (o el 80% de la ciudad). Las primeras tres semanas de la ofensiva israelí y los ataques de las FDI ya han demostrado que el Estado sionista estaba dispuesto a convertir a Gaza en un baño de sangre para lograr sus objetivos militares y políticos.
Varios indicadores sugieren que la masacre podría ser aún peor en Gaza. La pequeña superficie de la Franja de Gaza (365 km2) y sus numerosas zonas semiurbanas (véase gráfico 1) presagian un campo de batalla múltiple dividido en varias zonas (entre cuatro y seis). La mayor es la ciudad de Gaza, con una superficie de 45 km2, más una serie de zonas de unos 10 km2 (incluidas Khan Yunis, Rafah, etc.). El próximo campo de batalla es, por tanto, más pequeño que los antiguos campos de batalla urbanos iraquíes del este y el oeste de Mosul (alrededor de 50 km2) y casi tan grande como Raqqa, Siria, la antigua capital del Estado Islámico. Pero la población de Gaza, de alrededor de dos millones de personas, equivale a la de Mosul en 2014. En otras palabras, la ciudad de Gaza está mucho más densamente poblada (ver gráfico 2), aunque es difícil saber con precisión qué proporción de la población permaneció allí después de la invasión de Israel y las múltiples órdenes de evacuación.
Fuente: Inter de Francia
Una diferencia numérica que podría tener tres consecuencias principales. A nivel humanitario, es innegable que una operación terrestre israelí constituirá un abominable baño de sangre, probablemente sin precedentes de ofensivas anteriores de este tipo. En Mosul, más de 600.000 personas han sido desplazadas, mientras que los ataques de las fuerzas iraquíes y de la coalición liderada por Estados Unidos han matado a más de 6.000 civiles, a lo que hay que añadir cientos, si no miles, de ejecuciones por parte del Estado Islámico, según un recuento por Amnistía Internacional. Una investigación de Associated Press, basada en registros de cementerios y datos recopilados por organizaciones no gubernamentales, estimó incluso el número de muertes en Mosul entre 9.000 y 11.000. En Gaza, la densidad de población sugiere una cifra de muertos elevada, aún más terrible cuando ya se cuentan en más de 8.000 los palestinos asesinados hasta ahora por los ataques de Israel y más de medio millón los desplazados.
A nivel militar, esta densidad de población también podría constituir un problema grave para las FDI. En Irak y Siria, la mayoría de los residentes habían tratado de huir de ISIS y los bombardeos, pero se les impidió hacerlo antes de ser utilizados como escudos humanos. En Gaza, la memoria de la Nakba sigue viva, los crímenes de colonización y las humillaciones cotidianas han dejado su huella y la respuesta de la población podría ser radicalmente diferente, mientras que un gran número de habitantes de Gaza ya han decidido quedarse en Gaza, una parte podría incluso intentar apoyar activa o pasivamente a Hamás en los combates venideros. Además, es posible que el ejército israelí no tenga a Hamás como único adversario, y puede que tenga que enfrentarse a la resistencia civil.
Y tanto más cuanto que, como señaló Philippe Alcoy en una de nuestras columnas: "Políticamente, como señala en particular el periodista israelí Larry Derfner, Hamás es muy diferente de estas organizaciones [Daesh]. Hamás llegó al poder tras un proceso electoral y su base popular es muy real. No se trata en modo alguno de un pequeño grupo aislado de todo vínculo con la población". Además, como explica la historiadora Stéphanie Latte Abdallah, los últimos años también han estado marcados por la aparición de grupos armados autónomos, especialmente en el norte de Cisjordania, así como por tendencias a enfrentamientos entre palestinos y colonos que a veces alcanzan una intensidad equivalente a la última “intifada”. Desde este punto de vista, la reacción de los palestinos en Cisjordania preocupa también a Israel, que ha tenido que afrontar fenómenos de intensa resistencia, como en Sheikh Jarrah o con la huelga general que atravesó Palestina en 2021. Con un ejército totalmente asimétrico, Israel podría enfrentar importantes fenómenos de resistencia. El viernes por la tarde estallaron las primeras manifestaciones en Nablus, en Cisjordania.
A nivel geopolítico e internacional, una masacre y una invasión terrestre de Gaza podrían acelerar la perspectiva de una conflagración regional. Si Irán y Hezbollah parecen por el momento intentar evitar el escenario de una entrada en guerra, no se puede descartar una escalada. Este riesgo aumenta a medida que se acerca la invasión terrestre. Por lo tanto, en caso de un baño de sangre en Gaza, Hezbolá tal vez no tenga otra opción que intervenir. Desde este punto de vista esa organización, a través de la voz de su líder Hassan Nasrallah, ya ha expuesto tres líneas rojas que podrían significar la entrada de Hezbolá en la guerra: "si Israel invade Gaza y descabeza a Hamas o aniquila a la población; si se produjera un nuevo éxodo forzado de palestinos de sus tierras; y si los sitios religiosos sagrados en Palestina se ven afectados".
Por lo tanto, en las próximas horas o días, la ofensiva israelí podría conducir a una invasión profunda en la Franja de Gaza. Un camino que parece confirmado por los acontecimientos del viernes por la noche y del fin de semana, y los primeros combates en Gaza, aunque por el momento los contornos de esta operación siguen sin estar claros. Esta arriesgada opción para el Estado sionista, refleja sobre todo, más allá de las cuestiones militares, la profundización de las contradicciones internas del apartheid y del régimen colonial de Israel. Por lo tanto, los objetivos de una operación terrestre de este tipo en la Franja de Gaza tampoco están claros, señala el Financial Times: "Quizás la pregunta más importante es qué haría Israel después de llevar a cabo su invasión". Excepto entre los más fanáticos de línea dura, el apetito por reocupar el territorio del que Israel se retiró en 2005 es limitado. Los funcionarios también son conscientes de que incluso si Israel aplastara a Hamás, dejar un vacío de poder en esta empobrecida franja no es una receta para la estabilidad. El debilitado gobierno de extrema derecha en el poder, sin embargo, no tiene otra opción que dar una respuesta suficientemente severa para satisfacer el sentimiento de revanchismo que recorre a las clases dominantes y a una parte de la sociedad israelí tras la humillación del 7 de octubre pasado.
La brutalidad de los ataques llevados adelante por el Estado de Israel, a pesar del apoyo incondicional de las grandes potencias imperialistas, ya se enfrenta a protestas muy significativas, particularmente en los países árabes y de Oriente Medio, incluidos los principales aliados de Estados Unidos, como Jordania, que canceló la visita del presidente Biden, o incluso Arabia Saudita, que condenó enérgicamente el ataque del 7 de octubre. Esta contradicción se vio profundizada tras el bombardeo al hospital en Gaza y sus cientos de muertes, que provocaron varias manifestaciones de las clases populares y trabajadoras en el mundo árabe.
Esta presión política podría volverse cada vez más fuerte hacia las burguesías nacionales árabes e imponer limitaciones de calendario a la ofensiva de Israel: cuanto más dure la ofensiva, más difícil será para el Estado de Israel justificar la masacre entre sus aliados imperialistas, que también están sujetos a presión interna. El hecho es que el Estado sionista, armado y financiado por las potencias imperialistas, si bien parece demasiado superior para ser derrotado por motivos puramente militares, encuentra contradicciones en cuanto a los objetivos políticos que prometen ser mucho más complejos. La anterior operación israelí de este tipo, en 2006 en el Líbano para “destruir” a Hezbolá, también se había saldado con una importante derrota que no cumplió ninguno de los objetivos anunciados.
El presente artíuclo fue publicado originalmente en francés en el sirio Révolution Permanente.