Las revelaciones sobre las actividades de Astesiano involucran de manera contundente a la policía en actividades ilícitas, tráfico de influencias y corrupción. No se trata de conductas individuales, es una trama organizada que atraviesa toda la institución y desmiente el discurso oficial de confianza y apoyo a las fuerzas represivas. Es un aparato al servicio de los ricos y poderosos, en convivencia con el crimen organizado y la corrupción.
Viernes 30 de diciembre de 2022
Foto: FocoUy
La revelación y difusión de los chats y comunicaciones del exjefe de seguridad del presidente Lacalle, Alejandro Astesiano, están causando una profunda conmoción en el sistema político.
Como dijo la propia fiscal Gabriela Fosatti se trata nada menos que de la mano derecha del presidente, es decir de una figura que se movía en las altas esferas del poder y que desde esa posición que ocupaba, montó toda una estructura delictiva con ramificaciones en todo el Estado.
Difícilmente se llegue a conocer en profundidad toda la verdad sobre las actividades de este personaje, pero sin duda ha puesto sobre la mesa el grado de descomposición estructural del régimen político. Un aceitado mecanismo de corrupción, tráfico de influencias, acomodos, actividades ilícitas al servicio de distintos sectores de poder.
¿“De tu lado”?
El eslogan que instauró Larrañaga a pocos meses de asumir sobre la policía cae por su propio peso cuando vemos la realidad de la función y las actividades del cuerpo policial.
Todos los gobiernos, incluso los del el Frente Amplio se han empeñado en buscar la legitimación y el prestigio de la policía. El discurso de la “seguridad” promueve un aparato represivo activo, fuerte y con capacidad de acción para hacer frente a la “delincuencia”.
Casualmente es este mismo gobierno el que le dio vida a varios de los involucrados en los chats de Astesiano. La “vieja guardia policial” señalada ya desde antes por sus procedimientos espurios y sus lazos mafiosos recuperó protagonismo con la llegada de Lacalle y sus socios al gobierno.
A la luz de la difusión que han tomado las actividades de Astesiano, y también los procedimientos para la expedición del pasaporte del narcotraficante Marset, podemos ver el verdadero rol de la institución policial y de las fuerzas represivas más en general.
Son innumerables las denuncias que se han acumulado en este tiempo sobre la actuación de la policía:
Desde la propia detención de Astesiano, cuando aparentemente fue advertido del procedimiento y le dio tiempo para borrar chats, pasando por pedidos de favores, agilización de trámites y autorizaciones, pedidos de actuaciones policiales irregulares, espionaje e ingreso a registros e información reservada sobre actividades de distintos ciudadanos, aprietes varios, son solo algunos de los procedimientos donde aparecen involucradas altas jerarquías policiales.
En estos últimos días han surgido nuevos chats, en donde se puede ver que Lacalle (vía Astesiano) hizo espionaje hacia su propia exesposa a través del subdirector ejecutivo de la Policía, Jorge Berriel.
El ministro Heber además tiene el descaro de decir que es una cuestión de la vida privada. Si fuera así (además del grado de violencia y control que implica hacia la mujer) no puede dejar de lado que todo esto se hace con recursos del propio Estado; o sea un ministro reconoce que un presidente pone a disposición la maquinaria estatal para seguir y espiar a su expareja.
Otros chats conocidos también en estos días muestran que desde Presidencia se buscó información reservada de una denuncia que había hecho una mujer menor de edad sobre haber sido víctima de violación en una fiesta del partido Nacional. Otra vez el involucrado es el número dos de la jerarquía policial el mismo Jorge Berriel. Las más altas autoridades hacen uso de sus poderes y privilegios para involucrarse en una cuestión que está investigando la Justicia, un hecho muy grave de por sí, que otra vez el ministro Heber vuelve a justificar.
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¿Que función cumple la policía?
En relación a la función de la policía y al rol que cumple en nuestra sociedad, se hace evidente el choque entre el discurso que se promueve desde el sistema político y la realidad de todos los días.
La supuesta defensa de la ley y el promover la convivencia en paz en la sociedad son los supuestos objetivos de los “servidores públicos” (como se los quiere presentar), al menos para los políticos (en especial de la derecha, pero también es un discurso que permea al Frente Amplio). Estos políticos intentan hacernos creer que la policía “nos defiende” de la delincuencia, y por eso redactan leyes para darles más potestades o las fortalecen con presupuesto, equipamiento y aumentos de sueldos.
Los escándalos que se suceden a diario con las revelaciones de los chats de Astesiano revelan más bien que la policía está para facilitarles las cosas a los poderosos.
Mientras los pobres sufren a diario el hostigamiento y violencia policial, se hace evidente que existe todo una estructura paralela que actúa por fuera de los circuitos oficiales para colaborar con las clases altas. Favores, protección, encubrimiento, privilegios, trato diferencial según la clase social; son la forma en que funcionan el sistema, Astesiano en todo caso lo hizo más visible, pero no es una excepción sino más bien un ejemplo de un funcionamiento general.
Las leyes en realidad no son iguales para todos, no somos todos iguales, Lacalle parece que “tiene coronita”; pero no solo él; hay todo una casta que goza de privilegios, protección e impunidad.
Bien lejos está el discurso de la realidad: en Uruguay y en todo el mundo existe una connivencia entre las fuerzas represivas (y en general de todo el Estado) con el crimen organizado y las mafias, hay complicidad con su accionar, hay negocios en conjunto al margen de la legalidad.
No se pueden seguir tapando y justificando los hechos, todos los integrantes del gobierno y del Estado involucrados en estas graves acciones ilegales se tienen que ir ya.
La policía no se puede reformar
No se trata de tal o cual persona, sino de una lógica de funcionamiento; la policía (y las fuerzas represivas en general, en Uruguay y en el mundo) son el aparato armado que garantiza el poder de la clase capitalista; y no es reformable como parecen alentar algunos sectores de izquierda; sino algo estructural e inherente a las sociedades de clase como el sistema capitalista.
En el propio PIT-CNT sabemos que hay una concepción oficial que intenta hacernos creer que los/as policías son trabajadores. El discurso hace agua, cuando se da alguna represión en una manifestación, cuando se sabe de alguna violencia contra los pobres o cuando como ahora, se hacen públicas las andanzas de Astesiano y compañía. Se hace necesario entonces volver a plantear con fuerza y contundencia “fuera la policía del PIT-CNT”.
Como una cuestión de fondo se trata de luchar por la abolición del aparato policial, en conjunto con la lucha contra los propios capitalistas y en la perspectiva de terminar con el propio Estado y el dominio de clase que este de por si implica.