Dos importantes movilizaciones mostraron en las calles la creciente polarización política en Brasil: el "tsunami educativo" del 15M y las manifestaciones bolsonaristas del 26M. Comparar cantidades no alcanza para entender cómo queda Bolsonaro.
Martes 28 de mayo de 2019 02:04
Los análisis sobre el significado de las manifestaciones del domingo pasado son turbios, si el criterio de comparación con el 15M se resume a la cantidad: el 15M fue mucho mayor. En un primer análisis, lo que es importante remarcar es que, en el mes de mayo, la polarización creciente en Brasil, con sus flujos y reflujos, tomó las calles.
Lo fundamental, que se pierde cuando se analiza desde el ángulo meramente cuantitativo, es que los contenidos, objetivos y significados de ambas movilizaciones son completamente distintos. Lo que desde el punto de vista de la cantidad podría leerse como una derrota de Bolsonaro y que necesariamente lo debilita, no es así cuando se analiza que el presidente brasileño convocó a las calles en el marco de un aislamiento en la superestructura del espectro de la derecha golpista, es decir, se trata de tropas propias.
El éxito de Bolsonaro estuvo en mostrar que las demandas de las movilizaciones eran "positivas". Incluso logró con esto cierto apoyo de los medios tradicionales, supuestamente opositores, que aprovecharon para enfatizar la importancia de la reforma jubilatoria en particular. De esta manera, dejó aislados a los sectores que levantaban banderas como el cierre de la Corte Suprema y del Congreso, y le permitió ganar sectores de la opinión pública que no fueron a las movilizaciones, con el apoyo a la figura más popular del gobierno, el ministro de Justicia Sérgio Moro, líder de la operación judicial Lava Jato que encarceló arbitrariamente al expresidente Lula da Silva.
Sin embargo, hay que mirar el ángulo paralelo y complementario de esta cuestión. Dos cosas fueron respondidas por el 26M. La primera, la existencia o no de capacidad de movilización bolsonarista, que se vio que sí la hay, y que a pesar de estar herido políticamente Bolsonaro no está liquidado. La segunda, si lo perjudicó la ruptura del "frente único" con las demás fuerzas golpistas que constituyeron todas las etapas anteriores del golpe: categóricamente sí, y Bolsonaro acusó recibo.
El discurso de Bolsonaro en la entrevista que concedió tras las manifestaciones, viene de su propia lectura de la relación de fuerzas y del valor que tuvo el 26M: estuvo lejos de ser un fiasco, y por eso ganó capital político para negociar, pero estuvo lejos de lo que el gobierno esperaba, no generó energía suficiente para imponer los métodos del "bonapartismo imperial" sobre el "bonapartismo institucional".
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Basado en esta lectura es que Bolsonaro hace política. En toda la entrevista, se dedica a volver a la mesa de negociación con lo que le dió el 26M, y con el detalle de que él mismo consideró necesario retroceder en dos puntos clave. En primer lugar, retrocedió de la agresión contra los manifestantes del 15M, a quienes había llamado "idiotas útiles", aun que mantenga el ataque a los docentes. En segundo lugar, se incluye entre los responsables por la falta de coordinación entre los tres poderes para el avance de la agenda económica, para complementar el efecto del 26M.
- PRESIDENTE JAIR BOLSONARO CONCEDE ENTREVISTA EXCLUSIVA APÓS AS MANIFESTAÇÕES DE 26 DE MAIO. Confira:https://t.co/3YgxfUqOkI
— Jair M. Bolsonaro (@jairbolsonaro) 27 de mayo de 2019
Son fuertes señales del presidente brasileño, que indican que no exagera los efectos de las movilizaciones propias y se esfuerza en subirles el precio, combinando esta operación con concesiones discursivas más que simbólicas a las instituciones del régimen político
O sea, que según su evaluación, sin estos gestos importantes y no característicos de Bolsonaro hacia las fuerzas del "bonapartismo institucional", la negociación todavía lo desfavorece, lo que nos lleva a concluir que las calles le dieron capital político, pero no suficiente, no fue un "triunfo taxativo" del gobierno. ¿Y por qué no lo fue?
Quedó claro que el bolsonarismo perdió al rajar la coalición golpista con la llamada "derecha dura liberal" (el movimiento Brasil Livre, el movimiento Vem Pra Rua, la figura joven de la derecha Kim Kataguiri, la líder de su partido en San Pablo Janaína Pascoal, entre otros), incluso habiendo sido un éxito para el bolsonarismo mostrar que tiene capacidad de movilización propia, y haya sacado a sus "defensores duros" a la calles.
Un análisis dialéctico de los hechos tiene que captar estos vectores aparentemente opuestos, pero que conviven en un mismo fenómeno. De lo contrario, no se puede entender la entrevista de Bolsonaro y sus retrocesos, y los insistentes (¡tres!) tuits diciendo que "no se puede menospreciar o disminuir lo que pasó el 26". Si no fuese así, si el 26M alcanzara para negociar, ¿cómo se explicaría el retroceso de Bolsonaro de los anteriores ataques al presidente de Diputados Rodrigo Maia y al Congreso? ¿Por qué retrocedió de los ataques a los manifestantes del 15M?
Podríamos decir también que sin el 26M, este retroceso discursivo sería casi fatal para los planes del "bonapartismo imperial", porque vendrían sin cualquier contrapartida material que mostrase que a Bolsonaro todavía le quedan cartuchos y fuerza de movilización propia. De ahí la importancia de la jornada para él.
Quando imaginaríamos uma manifestação expressiva a favor de reformas consideradas impopulares? A população mostrou-se extremamente consciente. A peculiaridade deste evento torna injustificável qualquer tentativa de minimizá-lo.
— Jair M. Bolsonaro (@jairbolsonaro) 27 de mayo de 2019
Las manifestaciones del 26 se tratan en este marco de una conquista relativa de Bolsonaro para fortalecerlo en las negociaciones por arriba sobre qué tipo de régimen bonapartista (autoritario) se configurará para pasar los ataques económicos que todas las alas de los de arriba tienen acuerdo, pero que necesitan del auxilio indispensable del retroceso discursivo en varios frentes de batalla.
Si un "bonapartismo imperial", centrado en la figura de Bolsonaro con poderes extraordinarios sobre todas las instituciones, o si un "bonapartismo institucional", donde la figura del presidente tiene poco peso y el Parlamento, la Corte Suprema y los militares actúan como factores de tutela del poder presidencial, manteniendo una "faceta democrática" en el marco de un régimen crecientemente autoritario, controlando los elementos más exaltados de Bolsonaro. Todo esto siempre en el marco de que si bien ambas alas tienen sus diferencias de qué tipo de régimen político establecer, tienen acuerdo en el programa económico de imponer la quita de derechos y empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores. La diferencia reside en qué régimen sería más funcional para hacerlo.
Bolsonaro echó mano de una jugada arriesgada al polarizar con la convocatoria a las movilizaciones, pero por ahora lo que indica es que su objetivo fue apoyarse en esta fuerza para fortalecerse como actor político para negociar con el Poder Legislativo y el Judicial un "nuevo pacto", com defendió en la entrevista, un pacto que le sea favorable. Aun que no logró una fuerza contundente de las calles, le alcanzó para golpear y negociar un nuevo pacto que imponga más sus objetivos. Para ello, debió bajar los decibeles de su propia polarización con las instituciones e incluso realizar la cínica autocrítica de que "exageró" al decirles "idiotas útiles" a los estudiantes.
Si bien no se puede pensar que con la jornada del 26 Bolsonaro consolidó sus bases para su "bonapartismo imperial", él la usa para negociar en mejores condiciones su programa y busca retomar protagonismo después de un momento en el que parecía estar arrinconado. En ese sentido, su discurso y el del clan familiar cambió, pasó a hablar en nombre "de la democracia", pasó a hablar de "nosotros, políticos", y no de forma tan enfrentada a la casta política. Bolsonaro golpea para negociar sin cederle tanto al "bonapartismo institucional", y en la entrevista convocó abiertamente a negociar a los "jefes" de las mayores instituciones: Rodrigo Maia, presidente de Diputados, Davi Alcolumbre, presidente del Senado, y Dias Toffoli, presidente de la Corte Suprema.
En el marco de una persistente crisis económica que día a día desgasta las bases del bolsonarismo, de la posibilidad del regreso del movimiento de masas de forma más o menos contundente, y de que los actores del "bonapartismo institucional" todavía tienen muchos recursos y margen para contra atacar, no es posible decir el resultado final de las disputas en curso. Son varios los escenarios abiertos, incluyendo la posibilidad de nuevos giros bruscos como el que significó el millón de personas en las calles el 15M. O el que podría significar una escalada en las denuncias contra Flavio Bolsonaro que debiliten cualitativamente al clan. Incluso, si distintos sectores del régimen resolviesen seguir golpeando los objetivos "imperiales" de Bolsonaro. Estos posibles escenarios, entre otros, pueden hacer persistir el panorama de inestabilidad para Bolsonaro y su proyecto "imperial".
Este conflicto "entre bonapartismos" tiende a extenderse por un período, y tendrá como momento fundamental la votación de la reforma previsional. Si es o no aprobada, si el resultado se da con la aguda resistencia en la lucha de clases o no, y con qué magnitud del ataque al movimiento de masas y su contracara de satisfacción al capital financiero se da, son cuestiones que van a redefinir la correlación de fuerzas de conjunto.
Un alerta importante al movimiento de masas y a la izquierda es que no necesariamente la aparente "moderación" del discurso de Bolsonaro y sus señales de que busca pactos con otras instituciones y actores del régimen favorece al movimiento de masas. Esto puede significar un avance en la unidad de los de arriba, la disminución de las tensiones entre ellos, y el ataque más unificado hacia el movimiento de masas con su programa económico común. Pueden querer hacerlo y después de derrotar al movimiento de masas volver a la disputa entre los "botines" del poder en un régimen bonapartista.
Uno de los factores que va a ser decisivo en el curso de estos enfrentamientos es la ubicación de los distintos actores del "gran centro" político, esa miríada de partidos regionales que componen el "toma y daca" característico del régimen brasileño, qué nivel de división tendrán y hacia qué lado actuarán como factor en las disputas en curso.
Bolsonaro cambió la linea luego del 26M para alimentar esa división, que ya se verificó cuando se votó si el órgano de control de actividades financieras, COAF, bajo la égida del ministerio de Hacienda, pasaría a la órbita del ministerio de Justicia, es decir, a manos de Sergio Moro. También alrededor del decreto que reorganizó el ejecutivo y bajó de 29 a 22 las carteras ministeriales. Ahora Bolsonaro dice que tampoco ayuda decirles "gran centro", intentando evitar las calificaciones de que solo quieren hacer negocios, pidiendo un acuerdo para "evitar esa imagen negativa". Quiere dividir al "gran centro" con halagos. También pesará si la base aliada en el parlamento se va a centrar en la búsqueda de acuerdos para los ataques económicos y evitar mayores conflictos y cuestiones que dividen más a los parlamentarios.
Por otro lado, la "oposición declarada" al gobierno de Bolsonaro sigue siendo un factor de poco peso en la realidad política producto de su estrategia de dejar que Bolsonaro se desgaste para capitalizarlo en las próximas elecciones de 2020 y luego de 2022, mientras la crisis va siendo descargada sobre las espaldas de los trabajadores. En esta postura está no solo el ala más derechista abierta del PDT de Ciro Gomes y Tábata Amaral, o los gobernadores del PT, que directamente se plantean como conciliadores con el bolsonarismo, negocian abiertamente la reforma previsional e incluso algunos llegan a defender el arancelamiento de las universidades, como el gobernador de Bahia Rui Costa, del PT, sino todos los que de palabra hablan en contra de los ataques, pero apoyan al verdugo Rodrigo Maia para la presidencia de la cámara, como el PCdoB, y siguen controlando las organizaciones del movimiento de masas, como el PT en especial y también el PCdoB, sin hacer asambleas desde las bases en todo el país para organizar la jornada de paro nacional del 14 de junio, convocado por ellos mismos.
No faltan motivos para que los trabajadores y el pueblo de Brasil se movilice y tome en sus manos el paro educativo del 30 de mayo y la huelga general del 14 de junio. El factor decisivo en última instancia de hacia dónde van estas disputas por arriba entre los dos tipos de bonapartismos, es cuánto va a pesar el factor de la lucha de clases y del movimiento de masas. En este sentido, cumplen un papel nefasto las distintas burocracias políticas, sindicales y estudiantiles, que han dividido el paro estudiantil contra los recortes a la educación y la huelga nacional contra la reforma previsional. Pero sobre todo, que no estén preparando para que el 30 de mayo sea contundente y mayor. En lugar de eso, incluso en las universidades federales, vanguardia de la movilización en el 15M, no han hecho prácticamente nada, en muchos casos no han siquiera convocado a asambleas.
Definitivamente, que el 30M supere al 15M está en las manos de las bases estudiantiles y de trabajadores que entienden la importancia de salir al combate a pesar del boicot de las direcciones.
Por esa perspectiva lucha el Movimiento Revolucionario de Trabajadores, grupo que impulsa Esquerda Diário en Brasil. Esta situación solo refuerza la necesidad de sacar de las manos de las burocracias el control de las movilizaciones. Por eso vienen insistiendo al PSOL a que ponga su proyección superestructural y las organizaciones que dirige, en especial las educativas, al servicio de esta batalla, en el terreno de la lucha de clases, en lugar de seguir apostando a buscar "frentes políticos", como está haciendo hasta con el neoliberal PSDB del expresidente Fernando Henrique Cardoso, y en la coexistencia pacífica con las burocracias sindicales y estudiantiles, especialmente la CUT, la CTB y la UNE.
La pelea urgente es organizar un Comando Nacional de Delegados elegidos y revocables en asambleas de base, que tengan puedan decidir los rumbos de la movilización, del plan de lucha y su programa, impidiendo que estas direcciones negocien nuestro futuro por intereses particulares suyos, garantizando que se fortalezca la única perspectiva que puede derrotar los ataques de Bolsonaro y sus aliados, así como esos distintos proyectos reaccionarios para el régimen político: llevar adelante UNA SOLA LUCHA, unificada contra los recortes a la educación y la reforma previsional, en un frente único que pueda frenar estos ataques y, a partir de ahí, avanzar en la lucha por nuestras demandas, avanzando en un programa para que sean los capitalistas los que paguen la crisis, con el no pago de la deuda pública y otras medidas de fondo que estén a la altura de una respuesta obrera y popular.