El proyecto Manhattan ha vuelto al imaginario colectivo mundial con el estreno de “Oppenheimer”.
Lunes 4 de septiembre de 2023
“La carrera militar con armas nucleares es como dos enemigos frente a frente con bidones de gasolina y fuego”
Carl Sagan
La película gira en torno al debate ético que surgió con la invención del arma atómica, cuya tecnología y poder de destrucción nunca antes fueron imaginados por la humanidad. Un grupo de científicos americanos participantes en el proyecto, entre ellos Leo Szilard, se opuso tajantemente a su detonación por considerarlo desproporcionado a las condiciones reales.
“Oppenheimer” es un metraje que según CNN ha recaudado más de 500 millones de dólares en taquilla. Es un filme que oscila entre entre la justificación y la condena del Proyecto Manhattan que causó la muerte de “200 mil personas” con los ataques nucleares a las ciudades niponas de Hiroshima y Nagasaki, según afirmó el biólogo partícipe de dicho proyecto Eugene Rabinowitch en su nota Before Hiroshima, publicada en el Bulletin of the Atomic Scientists en 1946; un año después de la explosión de estas bombas que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial.
Charles D. Ferguson, director de la Junta de Estudios Nucleares y de Radiación en la división de Estudios de la Tierra y de la Vida; dependencia de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, comentó: “Oppenheimer [la película] muestra a los científicos que no podemos volver a un mundo donde la investigación es pura y conciente de sus consecuencias. Necesitan participar en el espacio público”. Su declaración apareció en el artículo Physicist and other experts react to Oppenheimer, de Francois Diaz.Maurin en el Bulletin of Atomic Scientists.
Dirigida por el afamado Christopher Nolan y protagonizada por el consolidado actor Cillian Murphy, el filme se centra en las discusiones éticas que generó el desarrollo de este armamento, que rondan entre el beneficio del gigante norteamericano y el costo en vidas humanas que traería consigo. Se maneja una dialéctica en la que, por un lado se expresa un nacionalismo que afirmaba que paradójicamente la bomba salvaría vidas americanas, que equipara a Oppenheimer con Prometeo —que robó el fuego a los dioses para dárselo la humanidad— además del carácter demostrativo y terrorista del poder de destrucción norteamericano y la idea de una bomba de destrucción masiva cuyos fines serían defensivos.
Estos argumentos se contraponen a los que señalan que el saldo de vidas civiles era estratosférico, que no se conocía de facto la letalidad de la bomba, que "Japón se encontraba prácticamente derrotado" —y que eso hacía innecesaria la exhibición de fuerza— sumado a que el armamento nuclear se reproduciría en todas partes del mundo; un mérito del guión, ya que estas fueron discusiones que realmente tuvieron lugar en el proceso histórico.
Si bien, hay muchos personajes importantes en la trama como Isidor Rabi, el coronel Groves o Katherine Oppenheimer, hay uno que aparentemente es secundario pero cuyos aportes a la humanidad han sido más que sustanciales: Leo Szilard, interpretado por Máté Haumann. Szilard, según el sitio Atomic Heritage Foundation, fue un físico húngaro-americano, fue miembro del ejército húngaro durante la Primera Guerra Mundial aunque no participó activamente en ella. Posteriormente estudió ingeniería y física en el Instituto Tecnológico de Berlín y en la Universidad de Berlín, mismas que tuvo que abandonar tras la consolidación del Nacional Socialismo, motivo que le hizo huir hacia Inglaterra y posteriormente establecerse en Estados Unidos. Ya en Estados Unidos participó activamente en el Proyecto Manhattan, sin embargo, fue el primero en oponerse al uso de la bomba en Japón después de la derrota de la Alemania Nazi.
Formó parte del Committee of Social and Political Implications del proyecto Manhattan desde el Metallurgical Laboratory de la Universidad de Chicago, conformado por James Franck (presidente de la junta y premio Nobel de Física en 1925), Eugene Rabinowitch (biofísico y activista, fundador de Bulletin of the Atomic Scientists), Glenn T. Seaborg (premio Nobel de Química en 1951 y descubridor de diez elementos químicos de la tabla periódica) y Leo Szilard, entre otros científicos notables.
Según la nota Before Hiroshima de Eugine Rabinowitch del 1 de mayo de 1946, la totalidad del comité compartía la misma preocupación sobre la necesidad de impedir el uso innecesario de la bomba. De tal forma que el 11 de junio de 1945 (un mes antes de la primera prueba nuclear, Trinity) el comité emitió un reporte a la Casa Blanca que contenía tres ejes de preocupación. El primero señalaba que el uso de la bomba debía considerarse exclusivamente como una decisión fatídica y no como una táctica militar. El segundo argumentaba que si se usaba deliberadamente, sería cuestión de tiempo para que otros países desarrollaran su propia bomba y, por ende, la superioridad de Estados Unidos desaparecería. Por último, que la política estadounidense debía enfocar sus esfuerzos a evitar futuras guerras nucleares. Tal declaración sería conocida como The Franck Report.
El gobierno estadounidense hizo caso omiso de estas consideraciones, ya que sólo dos meses después fue arrojada la bomba sobre Hiroshima con 50 mil muertos al instante el 6 de agosto de 1945, seguida de la bomba en Nagasaki tres días después, el 9 de agosto. Las consecuencias que tuvieron estos acontecimientos tampoco son novedad para nadie. A estos hechos les siguieron 50 años de la posibilidad de una guerra nuclear entre el bloque americano y el soviético con momentos álgidos como la llamada Crisis de los Misiles de Cuba en 1962. Según el sitio web de las Naciones Unidas, se han realizado más de 2 mil ensayos nucleares en el mundo: Estados Unidos realizó 1032, la Unión Soviética realizó 715, Reino Unido 45, Francia 210, China 45 e India 1 hasta el momento de la firma del Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (TPCEN) en 1996.
La condición de los armamentos nucleares en el mundo no se ha resuelto a pesar de estos enormes esfuerzos. Según el informe Nuclear Weapons Ban Monitor mencionó que “a principios del 2023, las nueve potencias nucleares oficiales y oficiosas poseían 9,576 ojivas listas para usar, 136 más que el año anterior [...]”. Rusia, China, India, Norcorea, Pakistán, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Canadá concentran un poder de fuego equivalente a más de 135 mil bombas de Hiroshima, según el informe.
¿Conclusión? El poder de armamento nuclear sigue en incremento después de 80 años de su invención y de que científicos como Szilard dimensionaran sus implicaciones. Ejemplo de ello es la actual invasión rusa a Ucrania, donde la posibilidad de una guerra nuclear ha sido nuevamente abordada por los respectivos mandatarios de la OTAN y de Rusia. La coyuntura actual se caracteriza por una tendencia al rearme de las potencias imperialistas, llamando particular atención el caso de Alemania. Elena G. Sevillano, corresponsal de El país, escribió en su artículo Alemania confirma un giro histórico al aprobar su mayor operación de rearme desde la II Guerra Mundial que Olaf Scholz implementó una serie de reformas a la constitución alemana en las que se autorizó destinar el 2% del PIB a la defensa nacional. Ésta, es sólo una prueba más de cómo la ciencia y la tecnología se han instrumentalizado para fortalecer los mecanismos de conservación del dominio geopolítico a costa del trabajo y de recortes a sectores como la salud y la educación de la clase trabajadora.
La necesidad de establecer políticas que respondan a los intereses de las masas y que apelen al control y al desarme nuclear sigue tan vigente como en 1945. No obstante, es imposible pensar en el establecimiento de esta clase de decretos si no se enmarcan en la lucha antiimperialista que surja al interior de los mismos países imperialistas y que enfrente la política de la burguesía. No puede existir un ganador en una guerra nuclear. En las guerras entre potencias es el proletariado quien paga el precio real del beneficio de las oligarquías.