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Red Internacional
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Juventud. La rebaja de tasas universitarias sigue dejando fuera a los hijos e hijas de la clase trabajadora

El acuerdo entre ministerio de Universidades y Comunidades Autónomas haría bajar los precios de másteres y grados para el curso próximo ¿Garantiza esto que los y las estudiantes de clase trabajadora puedan acceder a la universidad? Hoy lo discutimos.

Jueves 20 de enero de 2022

Casi diez años después de la subida de las tasas universitarias, el curso que viene podrían recuperarse los niveles previos a los cambios introducidos por el exministro Wert en 2012. Todas las comunidades autónomas excepto Asturias deberán reducir el precio de los másteres habilitantes y siete de ellas deberán hacer lo mismo para los grados.

En virtud del acuerdo alcanzado con el Ministerio de Universidades del dimitido Manuel Castells, los gobiernos autonómicos deberán cumplir con el objetivo de abaratar y armonizar los costes para los estudiantes en todo el Estado. Según datos publicados por eldiario.es, los precios madrileños bajarían de media hasta 290€ por matrícula para los grados mientras que en Catalunya deberían reducir unos 200 tras la rebaja aprobada el curso pasado. Precisamente, los gobiernos de ambas comunidades fueron los que más subieron sus precios con el “tasazo” de 2012. El tope por crédito se fija en 18,46€, aunque las regiones con un coste inferior no podrán elevarlo ahora.

Asimismo, los másteres obligatorios para desempeñar una profesión (másteres habilitantes) deberán equipar su importe a los grados. En este caso, Catalunya vuelve a situarse entre las comunidades que más tendrán que rebajar (600€) el estándar mínimo. Por su parte, la Comunidad de Madrid deberá hacerlo en una cantidad de 347€.

Las tasas y los otros muros

Sin duda, la rebaja de las tasas va a suponer un alivio para muchos y muchas estudiantes con dificultades para pagar la universidad. Ahora bien, la medida queda lejos de acabar con las barreras de entrada a la universidad para los hijos e hijas de la clase trabajadora.

Por un lado, el coste de los estudios va más allá de la matrícula universitaria. Solamente por mencionar algunos aspectos a tener cuenta, se deben contabilizar los materiales (impresiones, libros, ordenador...), el transporte, la conexión a internet – no olvidemos la brecha digital – y, en caso de tener que estudiar y vivir fuera, el alquiler.

La ayuda familiar para cubrir los gastos tampoco es la misma en todos los casos. Según datos de Via Universitària, la contribución de los ingresos familiares para cubrir estos gastos supone de media dos terceras partes de la financiación de los estudios para quienes catalogados como provenientes de clase alta. Mientras, para los de clase baja es casi un 25% menos.

Ello explica que la presión y la necesidad de trabajar es mayor sobre quienes tienen menos recursos. Según datos del mismo estudio, el 22% de los estudiantes universitarios de clase baja trabajaban de forma ocasional durante el periodo 2017-2019. Si tenemos en cuenta que gran parte de este trabajo se daba durante el verano en el sector turístico o la hostelería, la situación de la covid ha hecho que esta fuente de ingresos sea ahora mucho menos segura.

También hay quien se ve obligado a tener que trabajar y estudiar a la vez para poder costearse la carrera. Tal y como recoge Via Universitària, el 20,6% de los estudiantes de clase baja trabajan menos de 35 horas a la semana y aproximadamente un 10% lo hace por más de 35. Sin embargo, compatibilizar trabajo y estudios es cada vez más difícil entre evaluaciones continuas, horarios, seminarios y otras modalidades crecientes desde la introducción del Plan Bolonia.

El acuerdo deja intactas muchas de las barreras que nos cortan o dificultan el paso a los hijos e hijas de la clase trabajadora. Se mantienen las diferencias entre los precios de las carreras a través de la horquilla de precios, lo cual permite que los grados de ciencias suelan ser sensiblemente más caros y su acceso aún más elitizado.

Asimismo, el 90% de los másteres quedan fuera del acuerdo. Precisamente, el elevado coste de esta titulación nos perjudica sobre todo al estudiantado de origen trabajador, dada la devaluación del valor de los grados con la llegada de Bolonia y el modelo 4+1.

Además, tal y como señala el Observatorio del Sistema Universitario, “repetir asignaturas no es para pobres” y parece que seguirá siendo así. Dejar de inflar el precio de las segundas, terceras y cuartas matrículas está fuera del acuerdo y continuará siendo un mecanismo que pesa más sobre quienes no pueden permitirse ese coste extra y lleva a muchos a abandonar los estudios.

A su vez, el lugar de residencia se mantiene como elemento de desigualdad. No costará estudiar lo mismo en un sitio que en otro, sin tener en cuenta la realidad específica de paro, precariedad, coste de la vida...

No son solo las tasas ¿Qué medidas necesitamos para revertir la elitización de la universidad?

Ante esta situación, la gratuidad en todos los niveles universitarios es la única vía para garantizar que los hijos e hijas de la clase trabajadora podamos estudiar. La financiación no debe ser a costa nuestra, pero tampoco debe ser a cambio de abrir la puerta al capital privado a través de mecanismos institucionales y económicos como ha hecho hasta ahora la LOU y pretende la Ley Castells. Contrariamente, debemos pelear por impuestos a las grandes fortunas y los beneficios empresariales para sufragar el gasto.

Dado que la posibilidad de estudiar va más allá de las tasas, hacen falta medidas complementarias con tal de responder a la realidad del estudiantado. Tener la posibilidad de escoger la evaluación única y disponer de más de una recuperación es urgente para que aquellos y aquellas que tengan que trabajar y estudiar a la vez no se vean perjudicados por horarios o evaluaciones continuas. También hay que acabar con todas las penalizaciones económicas a los suspensos y a las asignaturas no presentadas.

Por supuesto, no solo de estudios vivimos las y los estudiantes. Es urgente la implementación de becas-salarios para no tener que trabajar en condiciones precarias para pagarnos la carrera, así como una remuneración digna de las prácticas que no nos obliguen a tener que optar entre hacerlas y dejar de percibir ingresos por trabajar.

Por último, la elitización de la universidad comienza mucho antes: en la infrafinanciación de la educación pública en todos los niveles que perjudica especialmente a los estudiantes de familias obreras y rentas más humildes. Llegar a la universidad es todo un logro en muchos de nuestros barrios y poder alcanzar la nota de corte de los estudios deseados aún más. No puede ser que el criterio de la oferta y demanda siga fijando quien entra y quien no a la universidad a través de procesos como las PAU y las notas de corte. La lucha por una universidad para las hijas e hijos de la clase trabajadora pasa también por pelear por un aumento de presupuesto y plazas en todos los grados hasta cubrir la demanda total de estudios.