Recibimos y publicamos nota de opinión sobre la campaña "vivir sin miedo", la seguridad y el papel que viene desempeñando el Frente Amplio
Domingo 20 de octubre de 2019
Si bien no es noticia que el tópico seguridad ocupe un lugar privilegiado en las charlas de los uruguayos en estos días, las condiciones que lo vuelven un motín electoral debería de preocuparnos.
Los discursos que problematizaban los elementos puestos en juego en la producción de los llamados “delincuentes”, así como los argumentos esgrimidos desde la izquierda, en relación a la necesaria funcionalidad del crimen en una sociedad que promueve el capitalismo como relación social, brillan por su ausencia en el debate electoral actual, y son campo fértil para iniciativas como la reforma “Vivir sin miedo”. Esta iniciativa está claro que no cae del cielo.
Frente Amplio que viene aplicando el endurecimiento de las penas desde que gobierna, sin poder complejizar la mirada sobre la realidad de una población que solamente a través de la violencia, puede mostrar que el verso del contrato social es por momentos insostenible.
Un ministro del interior que quedará en la historia, debido a como ha fortalecimiento el aparato represivo en su gestión, el presupuesto asignado al ministerio del interior cuadriplica al de los gobiernos de derecha; la creación de la policía de alta dedicación operativa (PADO) en los barrios con funciones represivas, debido a que la comunitaria era “muy blanda” para ocuparse del orden; la aprobación de una ley de faltas, que establece un marco jurídico propicio para ejercer violencia a personas en situación de calle; los tratos crueles y degradantes a los que están expuestas las personas privadas de libertad en las cárceles uruguayas; represiones en marchas ambientalistas a las que hemos sido testigos últimamente.
Politicas de gobierno, que entonaron a una derecha que se vio en espejo, y que si asumía la tarea de radicalizar lo que se venía haciendo, además de poder ser fiel a sus convicciones, podían capitalizarlo electoralmente. Coalición antifrentista con posibilidades de gobierno, según el aire electoralista de las últimas encuestas.
Conformada por un herrerista como Lacalle Pou que afirma categóricamente: “en mi gobierno la policia va a ir sólo para adelante” [1]; un armador de gobernabilidad, Julio María Sanguinetti, tan hábil como pocos, que supo montar su primera presidencia en la transición “democrática”, con todos sus posibles competidores prescriptos, y en estos momentos dando un viraje a su posición inicial para apoyar la reforma constitucional; un general, Guido Manini Ríos, cesado del cargo por desacreditar al poder judicial y con un pedido de procesamiento por omitir confesiones en un tribunal militar sobre el asesinato de Roberto Gomensoro. Bloque opositor tácticamente dividido en relación a la reforma “Vivir sin miedo”, y con diferencias con el partido de gobierno. Aunque estratégicamente presentan similitudes.
Partido de gobierno con un Daniel Martínez presentándose al electorado de centro como buen gestor (exitoso en el ámbito privado y público), para evitar fuga de votos al economista de Chicago Ernesto Talvi, Giro cada vez más hacia la derecha, dado la necesidad de recuperar al histórico votante de centro que pide orden y sustentabilidad para hacer posible el libre mercado y la llegada de inversiones extranjeras. Políticas que presupone además de reformas en las prestaciones sociales, consecuentes con la lógica de achicar el Estado, funcionarios convencidos en utilizar la fuerza del aparato represivo para socavar cualquier reclamo popular.
Candidato del partido de gobierno que además de la tan conocida frase del “vamo arriba”, últimamente no para de repetir “yo soy pragmático”, aludiendo a que su posible gobierno tendrá un énfasis en la gestión. Y ese es el problema… Eso es lo que vienen haciendo. Solo gestión, poco debate de ideas, postura sostenida cuando no existen grandes diferencias que se ponen en juego.
En relación a la seguridad pública, el oficialismo ya tiene su alfil, Leal. Sociólogo de profesión, que supo tomarle el gustito a entrar con chaleco antibalas a los barrios periféricos para poner orden, y sentirse cómodo bajo la denominación de “antichorro”. Cada vez con más participación en los medios, tomando el lugar de la testimonial candidata a vicepresidenta Graciela Villar, Leal arremete contra toda visión que pretenda contextualizar las condiciones mediante las que necesariamente se produce la delincuencia, su axioma parte de la lógica de la irrecuperabilidad de algunas personas y el endurecimiento de las penas para poner orden. Fiel a su nombre, representa una posición sin ambigüedades en relación a la seguridad pública, en el marco de una nota periodística sobre el tema dice claramente ”yo no estoy de acuerdo que aumentar las penas no sirve” [2] . Declaración consecuente con la política de Estado que ha ejercido este gobierno y marca una continuidad con los gobiernos de derecha. Como dirá Deleuze “los hombres políticos nunca mienten” [3], no hay un secreto o ocultamiento, no podemos decir que nos mienten cuando en el debate presidencial Daniel Martinez y Lacalle Pou, se rasgan las vestiduras acerca de quien de los dos, tiene más eficacia al momento de detener personas y pedirles documentos en la vía pública.
Leal, el encargado en estos momentos de demostrar que un cuarto gobierno frentista no defraudará. Expresión de un frente popular que lo carcome la burocracia y su vocación de partido del poder; si bien existen sectores que todavía dialogan con una visión crítica, cercanas a las ideas fundantes del FA en los 70 (énfasis en la desigualdad para explicar la inseguridad). No supera el plano de la retórica, dado que sin reparos se encolumnan tras el pragmatismo de Daniel Martinez, y un Leal cada vez más comprometido con recurrir a la mano dura si el problema de la inseguridad reduce el caudal de votos al partido de gobierno. La desigualdad y el capital en esta campaña electoral ya no parecerían temáticas rentables al FA, la seguridad aparece como principal prioridad. Con una derecha con sed de más mano dura y que leyó los límites del gobierno, la aparición de una reforma reaccionaria como “Vivir sin miedo”, parecería ser una deriva de este escenario electoral.
Algún lector en este momento, puede sentirse ofuscado y bajo sospecha de posible “juego a la derecha” vociferar:¡Otro radical idealista! Objeción verosímil que compartirán tanto conservadores como pragmáticos.
La reforma “Vivir sin miedo” es el corolario de un proceso sintomático. Proceso político que muestra, esconde y establece perversos compromisos. Muestra cada vez mayor adherencia por parte de la población a medidas de orden represivo aunque esto implique la pérdida de libertades individuales, militares en las calles que podrán detener a quién consideren necesario, institucionalización de un Estado con fuerte presencia militar. Esconde, la perdida de una práctica que a la izquierda la ha caracterizado como tal: tener una mirada contextualizada y crítica sobre los fenómenos sociales, en este caso la inseguridad. Nos comprometimos por cansancio o falta de convicción, a que nos representen los pragmáticos, o en el peor de los casos, aquellos que hacen del miedo su principal arma para poner orden. Es en este sentido que el próximo martes debemos poblar las calles, sacar nuestras pancartas, crear un terreno en donde gritar con otros “La reforma no es la forma”.
Porque no hay soberanía si el pueblo no está movilizado