La cumbre tuvo lugar en momentos que la crisis mundial tiende a agudizarse. América Latina enfrenta la desaceleración de su economía. En este contexto, sobrevuela en la región el fantasma de un nuevo consenso derechista para regresar a las recetas liberales. No serán los representantes políticos de las burguesías del Mercosur quienes lo enfrentarán.
Pablo Anino @PabloAnino
Jueves 18 de diciembre de 2014
La cumbre se desarrolló en un momento en que volvieron las tensiones a la economía mundial con la caída de los precios de las materias primas que exportan la mayoría de los países de la región, el derrumbe de la cotización del petróleo y la desvalorización de las monedas de los países emergentes.
Argentina y Brasil, las principales economías del Mercosur, enfrentan un fin de ciclo económico en un contexto de desaceleración generalizada de la economía latinoamericana.
Entre 2003 y 2013, Brasil creció 3,7% promedio y Argentina 5,9%. Este crecimiento es inédito en términos históricos. Pero en los últimos años se viene desacelerando fuertemente. En 2014 el país vecino terminará con estancamiento y Argentina en recesión.
Brasil y Argentina, más allá de las enormes diferencias de escalas favorables al primero, son los dos principales países “industrializados” de la región. La industria manufacturera en el vecino país retrocedió del 15% del PBI en 2003 al 13% en 2013. En Argentina se mantuvo en 19%. Mientras, avanzaron el agrobusiness, la mega minería y la principal industria, la automotriz, actuó como una gran armaduría de terminales imperialistas que se benefician de mano de obra barata y amplios beneficios otorgados por los Estados a ambos lados de la frontera. Las automotrices son las principales ganadoras de la integración del Mercosur.
Si la abundancia de dólares era la condición para el desarrollo industrializador planteada tanto por el “desarrollismo” de los años ’50 y ’60, como por el “neo desarrollismo” actual, pasada una década de generosas divisas pocos cambios estructurales están a la vista.
Las palabras de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sobre los fondos buitres tienen lugar a una semana que el gobierno ofreciera a los especuladores financieros la posibilidad de cobrar por adelantado el Boden 2015 que vence en octubre próximo y un canje de bonos. El resultado de la operación no fue el esperado por el equipo económico. No obstante, el oficialismo buscó presentar la medida como un éxito. El capital financiero internacional también hizo su “década ganada” en América Latina ganando miles de millones de dólares con la deuda externa y con el ingreso de enormes cantidades de Inversión Extranjera Directa (IED).
Esos dólares que llegaron por IED no fueron gratuitos. Los giros de utilidades de las empresas imperialistas fueron récord en Argentina y Brasil en la última década estableciendo límites claros a la ilusión de que la inversión extranjera promueve el desarrollo.
Detrás de las palabras sobre la unidad, los discursos de los presidentes encubren una disputa entre Argentina y Brasil. El país vecino es más proclive a un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, algo a lo que las autoridades argentinas vienen siendo reticentes. Más allá de esta disputa por las formas de llevar adelante ese acuerdo, ningún de los gobiernos rechaza la presencia predominante que tiene el capital proveniente del Viejo Continente en América Latina. Tampoco el dominio del resto de las potencias imperialistas como Estados Unidos de los principales resortes de la economía.
El discurso de la primera mandataria argentina sobre la unidad de los pueblos latinoamericanos suena a cinismo cuando hace unos días en el Congreso Nacional se votó la reforma del Código Procesal Penal de la Nación que estigmatiza a los inmigrantes, algo que apunta directamente sobre los hermanos de los países vecinos como Bolivia y Paraguay, pero también sobre los inmigrantes colombianos.
En momentos que se agudiza la crisis económica, en Latinoamérica sobrevuela el fantasma de un nuevo consenso derechista. Es lo que se planteó en la XXIV Cumbre Iberoamericana desarrollada hace pocas semana.
El establishment económico exige ajustes. Organismos multilaterales de crédito como el BID reclaman lo mismo. El FMI exige reformas estructurales. La mayoría de los gobiernos del Mercosur se presentan como los defensores de las conquistas logradas en los últimos diez años frente a proyectos derechistas.
Pero los discursos de los presidentes (excepto el de Paraguay que fue más librecambista) contra los “mercados” encubren sus propios giros a derecha, principalmente en Argentina y Brasil, con ajustes, entre ellos los de las tarifas de servicios públicos, aumentos de suspensiones y de despidos (por ahora moderados) y seducción a los capitales (la gran esperanza para la burguesía argentina es la explotación de Vaca Muerta por las petroleras imperialistas).
No serán los representantes políticos de las burguesías del Mercosur y de Latinoamérica quienes enfrenten el intento de un nuevo consenso derechista.
Es una tarea para la clase obrera enfrentar los planes ajustadores y conquistar la verdadera unidad latinoamericana junto con los campesinos, con los estudiantes, mediante un gobierno de los trabajadores y los Estados Unidos Socialistas de América Latina.
Pablo Anino
Nació en la provincia de Buenos Aires en 1974. Es Licenciado en Economía con Maestría en Historia Económica. Es docente en la UBA. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Es columnista de economía en el programa de radio El Círculo Rojo y en La Izquierda Diario.