“La respiración cavernaria” es un relato incluido en su libro Siete casas vacías que obtuvo el premio Narrativa Breve Rivera del Duero en 2015, ahora ilustrado por Duna Rolando.
Elizabeth Yang @Elizabeth_Yang_
Miércoles 27 de diciembre de 2017
“Siempre sentí La respiración cavernaria como una historia aislada, y creo que es ese tipo de historias que necesitan su espacio, que conforman un mundo y un clima al que es bueno llegar desde cierto silencio. Las ilustraciones de Duna Rolando le dan ahora la oportunidad de mostrarse y leerse de otra manera. Y, aunque he decidido no cambiar ni una sola coma del texto, estos meses de diálogo y trabajo con Duna me volvieron a acercar a este mundo, y a descubrir todo lo que todavía podía contarse al rededor de esta historia”, nos cuenta la misma Samanta Schweblin en un reportaje.
La pintora Duna Rolando confiesa que no se identificaba con ninguno de los textos de Samanta como para poder ilustrarlo, “hasta que leí La respiración cavernaria, descubrí el personaje de Lola y vi a mi abuela”, dijo en un reportaje la también escenógrafa y cantante de tango, y plasmó esos sentimientos en 45 óleos para la ilustración.
Es un cuento que a veces atemoriza y otras conmueve por la enfermedad de Lola, rodeada de abandonos y olvidos. La escritura tal vez fue una manera de conjurar varias historias de enfermos de alzhéimer en la familia, “es como un muerto vivo porque ya no estás ahí pero tu cuerpo se sigue levantando todas las malditas mañanas”, señaló Schweblin en la presentación de la edición en Madrid este año.
En la ilustración hay una predominancia de los colores azules, que dan lejanía, profundidad, también tranquilidad, “que poseen un poco más de luz y presencia de contrastes amarillos al principio del relato, pero que se van apagando a medida que avanza el texto”, explicó Duna Rolando.
Samanta Schweblin y Duna Rolando
Ambas nacieron en Buenos Aires pero hoy viven en Berlín
“La lista era parte de un plan: Lola sospechaba que su vida había sido demasiado larga, tan simple y liviana que ahora carecía del peso suficiente para desaparecer. Había concluido, al analizar la experiencia de algunos conocidos, que incluso en la vejez la muerte necesitaba de un golpe final. Un empujón emocional, o físico. Y ella no podía darle a su cuerpo nada de eso. Quería morirse, pero todas las mañanas, inevitablemente, volvía a despertarse.” Así comienza La respiración cavernaria hasta que un abismo abierto separa a la velocidad de la luz, las palabras y las cosas del cuerpo de Lola.
Elizabeth Yang
Profesora de Lengua y Cultura portuguesa. Fundadora del PTS y columnista de la sección Cultura de La Izquierda Diario.