A continuación presentamos a nuestros lectores la ponencia del Dr. Ariel Rodríguez Kuri expuesta el 21 de marzo de 2018 en el marco de las Jornadas Académicas de la Licenciatura en Historia en la Universidad Iberoamericana con motivo del 50 aniversario del Movimiento de 1968.
Muchísimas gracias por la invitación a la Universidad Iberoamericana, a los alumnos de Historia que me han convocado el día de hoy; eso me da una oportunidad de regresar después de muchísimos años. Alguna vez, ahorita lo recordaba, impartí un curso aquí de historia de Europa hace como dos décadas y me da la oportunidad también de ver a muy queridos amigos como el Dr. Ilán Semo y bueno, en fin, es un placer estar aquí con ustedes. Decía yo en broma hace unos minutos que con el tema del 68 anda uno como palenqueando, ¿no? Como Alejandra Guzmán, de Palenque en Palenque, porque ahora se va como de moda y va a haber muchísimas convocatorias para hablar. De hecho, ya las hay. Esta que está en Hermosillo, en la Universidad de Sonora, de aquí hasta noviembre más o menos hay cinco, seis reuniones importantes académicas sobre 1968.
Hay muchas cosas se juntan, no solamente los 50 años. Tiene algo de mágico la cifra acabando en cero, pues, sino también una serie de circunstancias que había ir anotando, yo creo Yo creo que el 68 ha cumplido un ciclo muy importante, más relacionado con la memoria que con la historiografía. Tenemos muchas memorias que se han recogido, muchos testimonios impresos, videograbados…
Y curiosamente están en un desfase, intuyo yo, con la capacidad que tenemos para reflexionar sobre el hecho utilizando esa fuente en la frontera memoria; utilizando esa dimensión de la sociedad en la memoria respecto a un trabajo no diría yo más objetivo ni más preciso ni mejor, simplemente que sigue otras técnicas que es plasmar con mayor objetividad lo que acaeció en 1968 porque ya se va imponiendo para nuestra propia reflexión.
Yo utilizo aquí una imagen que me parece que puede ser de utilidad para que ustedes ubiquen de que estamos hablando a los 50 años de 1968. A los chicos que se manifestaron, pelearon, se mojaron, sufrieron y algunos fueron asesinados en 1968 los separaba del fin de la guerra mundial la mitad del tiempo de lo que a nosotros nos separa de 1968. A ellos los separaba un cuarto de siglo, a nosotros nos separa medio siglo.
En algunos trabajos he aumentado que uno de los actores ocultos de 1968 son los padres de los muchachos, no solamente los muchachos que salieron a la calle. Tanto en Europa como en Estados Unidos han existido los padres de esos muchachos; esos veteranos del 68 nacieron poco más o menos hacia 1940, poquito años después, quizás. Recordemos que una de las de las memorias de John Lennon es precisamente ir de la mano con su madre por un bombardeo de la fuerza aérea alemana sobre Liverpool.
Los padres de los sesentayocheros son veteranos de algunas de las experiencias más trágicas del siglo XX: son veteranos probablemente de la Primera Guerra Mundial; son veteranos del ascenso de los totalitarismos —el estalinismo, los fascismos en sus múltiples modalidades— y son veteranos de la Segunda Guerra Mundial y luego de la inauguración de la Guerra Fría. Esos son los padres de los sesentayocheros.
Por eso algunos autores, Arthur Marwick, que tiene uno de los más comprensivos sobre el 1968, argumenta que el 68 también es de los padres de los muchachos. Es un ajuste de cuentas diferido sobre el sufrimiento de una o dos generaciones europeas, sobre todo europeas, en las décadas canarias, digamos, del siglo XX. Sobre todo la década de 1930. Son veteranos los padres. Eso hay que recordarlo porque vamos encontrar —esta es una hipótesis que desarrollé en algún trabajo que va a formar para un libro que efectivamente se llegó a coleccionar realmente en el Museo del Universum— que es una historia política del movimiento estudiantil y de los Juegos Olímpicos, de ambas cosas. No solamente de los Juegos Olímpicos, sino las dos cosas porque me parece que hay que mostrarlos a la limonde, digamos, en el caso mexicano, por una serie de razones que voy a dar ahorita.
Pero para volver al argumento de Marwick, hay que decir que quizá los padres estaban difiriendo su rebelión porque no la pudieron ejercer en su momento. “Es que Stalin, es que la guerra, es que la Gestapo, es que la policía nacional en España”, o lo que sea, los mataban.
Usualmente en los países europeos, en Estados Unidos, la amenaza de la disidencia es una amenaza de muerte en la posguerra. Recuerden que el Mayo de París tiene un muerto: quizá haya sido un accidente, probablemente; un chico que cae de un puente. Otra cosa es el caso mexicano, ciertamente. No estoy comparando. Otra cosa es Estados Unidos, donde hay una violencia donde se mezcla en los 60 raza, clase y pobreza. Es muy violento los 60 en Estados Unidos. Mucho muy violento. Este es el marco, digamos, para irnos aproximando a entender lo que es específico del 68 mexicano.
Y yo voy a empezar con un tema que luego no me hace muy popular, que es el de los Juegos Olímpicos —el día que lo presenté casi me linchan porque empecé a hablar de los Juegos Olímpicos y no del 68 y no de los estudiantes— porque parece un tema banal o superficial o frívolo, digamos, pero es fundamental para entender nuestro 68. Están viendo ustedes una foto que Life y Time consideran como una de las 20 fotos icónicas del siglo XX. ¡Del siglo XX!
Estamos hablando de las fotografías de la Primera Guerra Mundial, estamos hablando de las fotografías de la Segunda Guerra Mundial, estamos hablando de las fotografías de los totalitarismos, estamos hablando incluso de las fotografías de la Guerra de Vietnam, lo que ustedes quieran. Esta foto tomada en el Estado Universitario México 68 el 16 de octubre de 1968 al anochecer puede ser considerada como una de las 20 fotos más trascendentes en término de lo que expresa, pero también, y esto es muy importante metodológicamente para el 68, en términos de lo que oculta.
Aquí usted ven a Smith y Carlos levantando el puño en la premiación de los 200m planos. Supongo que todos los identifican. Izan el puño en alto, uno el puño izquierdo, otro el puño derecho, en su caso porque además llevaron un par de guantes, entonces uno se quedó con uno y otro con otro. Se pusieron muy nerviosos. Muy muy nerviosos. Los testimonios son desgarradores. Hay algo que desaparece en esta fotografía y es ese chico blanco que se llama Peter Norman, australiano. Tiene actualmente el récord australiano en los 200m el 16 de octubre de 1968; no ha sido roto por ningún otro australiano.
Y nos olvidamos de él con mucha facilidad. De hecho, en la Universidad de California en San José, de donde provienen los dos afroamericanos estadounidenses, hay un podio donde aparecen los dos atletas afroamericanos y el segundo lugar está vacío para que el turista se suba y se tome una selfie. A ese grado desaparecieron a Peter Norman de la premiación. [1]
En un artículo que publiqué en el Instituto de Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de la UNAM muestro que Peter Norman tiene un papel fundamental en esta premiación: cuando los otros se estaban asustando ante la agresión mediática tremenda, Norman les dice: “ustedes tienen razón, hagan el saludo. ¿Qué hacemos? Estoy de acuerdo? Muestren el afiche de una organización que se formó de atletas afroamericanos. Lo traen aquí. Muéstrenlo. Yo los apoyo. Yo estoy con ustedes. Yo no voy a saludar porque sería un acto de oportunismo. Soy blanco, soy australiano; no voy a posar para lo que no soy. Y yo estoy con ustedes”. Cuando murió Peter Norman en 2006, los dos atletas afroamericanos fueron a Australia, cargaron su féretro y le dijeron a todo mundo —la BBC, El País, a todos los periódicos lo que hicieron— que este saludo se le debe en buena medida también a Peter Norman. Un muchacho con una formación en términos de valores, etcétera, digamos, muy simple. Estaba formado en el Ejército de Salvación, en este cristianismo básico de ayudar a los demás nada más, pero se solidarizó en 1968 con sus compañeros. Si ustedes ven la película de México 68, la película oficial, van a ver una bellísima prueba, que es una de las más bellas del atletismo, que es la de los 200m planos.
Entonces recordémoslo. Tiene todo para formar lo que yo he llamado héroes modernos. Estos que están subidos en el podio son héroes modernos. ¿Por qué subrayo esto? Porque el discurso del olimpismo es muy importante para entender el 68 mexicano. Yo postulo dos o tres cosas en mi investigación. Una: el olimpismo es nuestra última gran conexión, la menos sólida, quizás, con el paganismo. La tradición de los Juegos Olímpicos es una tradición pagana. No monoteísta. El héroe que forman los Juegos Olímpicos es un héroe a la griega, como todos sabemos. ¿Pero qué es un héroe a la griega? Es un héroe que tiene atributos divinos, pero que peca como los hombres. Ese es el héroe griego. Hace cosas maravillosas: ir a trabajarle la chamba al prójimo, anda matando acá, puede hacer todo lo que somos. Ese es el héroe olímpico. Por eso el mensaje es tan fuerte también. Ese es un punto para entender el 68 también: que se reactualizan valores del mundo clásico en sociedades de masas del siglo XX. Esto me parece que es fundamental.
El segundo punto del olimpismo que es muy importante para 68 es que un discurso para jóvenes, es un homenaje al cuerpo de los jóvenes. Digo, esto queda claro desde la refundación de los Juegos Olímpicos modernos en 1896, pero va a adquirir una dimensión extraordinaria sobre todo en los juegos de Berlín de 1936 con esta cinematografía extraordinaria, muy dirigida, enfocada, digamos, a subrayar las virtudes del joven alemán, pero en el fondo, el discurso respecto al homenaje la juventud que significa el olimpismo va a permanecer, ya sea que ese discurso sea directo, obvio, o ya sea que ese discurso sea un poco más velado, subliminal.
Yo digo que en los Juegos Olímpicos de 1968 la sede se obtuvo a pesar de la Guerra Fría, gracias a la Guerra Fría y en medio de la Guerra Fría. Hay que recordar que la ciudad de México derrota en la primera ronda de votaciones a Detroit, en Estados Unidos, que traía todo el apoyo de las automotrices, y a Lyon en Francia, que no traía el apoyo de De Gaulle —De Gaulle no estaba muy entusiasmado por los Juegos Olímpicos en Lyon, por eso perdió también— y el tercer contrincante de México era Buenos Aires, que había tenido una serie de problemas políticos inmediatos y los sacó de la boral.
Subrayo que los Juegos Olímpicos de la Ciudad de México se obtienen en 1963 en la primera ronda de votaciones. Se necesitaban mayoría más uno de los votos del Comité Olímpico Internacional. Digo, yo nada más les recuerdo que Río derrotó a Madrid en 22 rondas de votación. Veintidós. Acá llegaron estos amigos y con cosas derechas y cosas no tan derechas ganan una mayoría. ¿Por qué gana la Ciudad de México los Juegos Olímpicos de 1968? La gana por dos razones fundamentales: 1) prometen, ofrecen unos juegos baratos, cosa que van a cumplir. Los Juegos Olímpicos de 1968 son muy baratos en comparación, por ejemplo, con los de Tokio 64, cuyos costos son astronómicos. En dólares de 1982, los Juegos Olímpicos de Tokio costaron alrededor de 4,500 millones de dólares.
La Ciudad de México como 250 o 300. [2] En segundo lugar, la Ciudad de México es premiada con la sede por otra razón, no sé si geopolítica: estaba a punto de haber una escisión dentro del movimiento olímpico internacional muy importante con los famosos juegos de los Países No Alineados. Los 50 y los 60 es la gran época de la descolonización, aparecen nuevos actores en el escenario internacional, incluyendo los escenarios olímpicos ejecutivos, los países independientes forman comités olímpicos, etc., y están a punto de secesionarse del Comité Olímpico Internacional diciendo que solamente se beneficia a los países ricos con la sede. Llegan los mexicanos, dicen: “vamos a hacer unos juegos baratos y además pues somos bien tercermundistas, no estamos alineados con la Unión Soviética, no estamos alineados con Estados Unidos”, puros cuentos, ¿no? Pero es una idea que vende y que en la experiencia del servicio exterior mexicano y la imagen internacional de México funciona. El Comité Olímpico dice: “para evitar una escisión vamos a darle los Juegos a un país de habla española, a un país que está en América Latina. ¿Qué más para contrarrestar las tendencias secesionistas dentro del Comité Olímpico Internacional?”. Y hay que entender una cuestión que es fundamental: el Comité Olímpico Internacional es un monopolio. Monopoliza una marca, que son los Juegos Olímpicos, y pretendidamente un discurso.
Ustedes no pueden salir ahorita y ponerse una camiseta con "Juegos Olímpicos” y los aros olímpicos porque les cae un inspector. Tiene un precio la imagen de los Juegos Olímpicos. Eso es una cuestión muy importante, eso es tan maleable del Comité Olímpico Internacional, tan adaptable.
La segunda virtud o ventaja que tiene el Comité Olímpico Internacional es que no está formado por delegaciones nacionales. Es un organismo internacional privado al cual sus miembros son convocados por cooptación. Uno es miembro del Comité Olímpico Internacional porque lo invitan como persona, no porque representa a México, etc. Esto no es tan cierto a la hora del funcionamiento políticamente del Comité Olímpico Internacional pero suficientemente cierto como para decir “nosotros no somos la ONU, no somos ningún organismo internacional. Aquí vienen los invitados que comparten ciertos valores que son los del olimpismo”.
México gana la sede, tienen muchos problemas los organizadores mexicanos para implementar el desarrollo de los juegos, de hecho se tardan buenos dos años. No es sino hasta el verano del 66 cuando empiezan la obra olímpica en serio y hay una particularidad que me interesa subrayar de los Juegos Olímpicos de la Ciudad de México: al contrario de otras experiencias previas y de muchas posteriores —no de todas, pero sí de muchas posteriores—, los organizadores de los Juegos de 1968 no optan por crear un complejo olímpico.
Si ustedes miran el mapa de la distribución de la obra olímpica van a notar que está dispersa por toda la Ciudad de México. Ustedes han visto estas tomas a vuelo de pájaro desde helicópteros, desde drones ahora, donde se ve una panorámica de buena parte de las instalaciones olímpicas en una distancia más o menos cercana, ¿no? Eso es a lo que nos tiene acostumbrados la televisión ahora. En 68 esto no hubiera sido posible. No en la Ciudad de México. Está el estadio en Ciudad Universitaria, está el Palacio de los Deportes por el aeropuerto, la Sala de Armas de la Unidad Mixiuhca también por el aeropuerto, está un eje, digamos, de instalaciones olímpicas que va del Teatro de los Insurgentes al Auditorio Nacional, al Campo Militar Número 1 para muchos de los otros deportes olímpicos, etc. Tenemos una gran dispersión. ¿Por qué tenemos esta dispersión? Porque los organizadores mexicanos ofrecieron —y más o menos cumplieron— aprovechar la capacidad instalada de la ciudad. Y esa capacidad instalada ya estaba definida. Entonces se construyó donde se pudo construir, porque la Alberca Olímpica, entre otras, que fue construida por División del Norte, era un lugar donde se guardaban los camiones de la basura. Era un terreno del gobierno de la ciudad y pues ahí hicieron la Alberca Olímpica porque pues ahí estaba. No sé si me explico.
Esta dispersión de la obra olímpica obligó a una experiencia de diseño de imagen de comunicación muy importante porque había que generar la ficción de la ciudad olímpica. ¿Cómo se generaba esa ficción? Con una señalización muy afortunada, que es lo que conocemos de la historia —donde la Universidad Iberoamericana es fundamental, por cierto—. Eduardo Terrazas sale de aquí, en fin… Y le da un toque único: el diseño gráfico de 1968 está en los libros de texto de la historia del diseño internacional. Sí es un quiebre en la manera de comunicar y más aún porque hay que crear, insisto, la ficción de que es una ciudad olímpica cuando todas las instalaciones están por todas partes.
¿Cómo señalan la ciudad olímpica? Bueno, pintaron unas entradas de las instalaciones olímpicas color de rosa, por ejemplo; pintando una serie de postes en las veredas que llevan a las instalaciones olímpicas también color de rosa, colocando toda la gráfica olímpica en postes, esquinas, etc. Es decir, saturando el horizonte urbano con la idea de Juegos Olímpicos.
No vamos a encontrar las instalaciones olímpicas, nos vamos a tener que dispersar, casi difuminar por la ciudad para encontrar una u otra instalación. Eso es importante porque en un extremo de esta política, digamos, de comunicación de los Juegos Olímpicos, se crea algo que es muy conocido: la Ruta de la Amistad de Mathias Goeritz, etc., que está sobre Periférico y en las entrevistas tanto de Goeritz como de Ramírez Vázquez, a excepción del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos, lo que van a decir es que esos son espectáculos, son monumentos para mirarse desde los automóviles. Si ustedes van y suben Periférico Sur, los volúmenes, los colores, la disposición están pensados para que desde el auto voltee uno y diga: “ay, mira: la contribución de Italia; la contribución de Checoslovaquia”. No son, digamos, obras de arte para ver a pie. ¿Por qué? Porque el periférico en ese momento está más o menos despoblado, no hay grandes ideas de agrupación del territorio y permite entonces un espectáculo desde el automóvil. Y así lo dicen. La otra cosa que dicen entre broma y veras es que tanto Mathias Goeritz como Ramírez Vázquez dijeron que las obras tienen que ser: 1) abstractas, como lo son, y 2) de dimensiones X porque como les iban a pedir colaboraciones a varios países de Europa del Este, pues no querían que les mandaran puros Marx y Engels. “Tienen que ser abstractos para que no vayan a…”; o decía Ramírez Vázquez: “o algunos otros que nos manden un vía crucis“. Yo no sé hasta qué punto es cierto; ciertas formas de abstracción culminan en la década de los 60, pero así está pensado.
Eso generó lo que tanto Lance Wyman —que vino aquí a la Ibero poco antes de morir, por cierto— como otros hablaran de una kinética o cinética, o sea, son unos Juegos Olímpicos que por la distribución de la obra olímpica tienen que pensarse en movimiento, lo que importa el movimiento. Si además imaginamos una saturación —porque hay una saturación— de todo el horizonte urbano con la propaganda olímpica, que además, directa y subliminalmente va dirigido a los jóvenes, y además, todo esto respaldado en una experiencia cultural muy importante que es la Olimpiada Cultural brutal, que saturó todos los espacios culturales de la Ciudad de México entre enero y diciembre y sobre todo entre enero y octubre del 68, febrero y octubre del 68, vamos a entender que la ciudad donde empieza el movimiento estudiantil es una ciudad que no está vuelta sobre sí. No es una ciudad ni melancólica, ni muchísimo menos, por lo menos en ese período, sino es una ciudad en efervescencia, es una ciudad excitada y muy probablemente sobreexcitada.
Es una ciudad donde más o menos todo mundo está consciente de que se está jugando la reunión internacional más importante del siglo XX mexicano. Porque eso son los Juegos Olímpicos. No hay ni antes ni después una reunión internacional tan importante para México. Ni el centenario de 1910, ni las reuniones de en los patios de Chapultepec al final de la Guerra Fría, ni siquiera el TLC en 94 se equiparan a lo que significan unos Juegos Olímpicos para una ciudad que además es una ciudad de jóvenes.
Es ahí donde conecta también —no sólo y no explica exhaustivamente— la capacidad reactiva de muchos de los estudiantes en el 68: han estado siendo objeto de un proceso de (vamos a decirlo así) adoctrinamiento muy intenso respecto al compromiso que significaban los Juegos Olímpicos. De hecho, la primera propaganda que se elabora en el comité organizador respecto a los Juegos Olímpicos es malísima. Por ejemplo, había volantes y carteles que decían “pórtate bien porque vienen los Juegos Olímpicos”. Fíjense qué cosa más chabacana, espantosa, bueno, no voy a decir de qué, pero bohemia.
Con la llegada de Ramírez Vázquez esto cambia dramáticamente. Yo manejo una idea según la cual el lenguaje de la primera propaganda olímpica —que utiliza la noción de pueblo, por cierto— evoluciona, se hace más sofisticada y convierte al sujeto de ese adoctrinamiento en otra cosa que es un público.
Dijeron: “bueno, vamos a darle algunas cualidades a éstos que van a ver los Juegos Olímpicos y a lo mejor no es una masa amorfa que no saben ni qué son los Juegos y si van a aportar y podemos cumplir con los términos de hoy, sino que vamos a pensar que es un público con algún grado de sofisticación”. Ese es el cambio en la propagada. Y es un cambio muy exitoso. Por eso abstraen. Por eso suprimen prácticamente las palabras, por así decirlo. La propaganda de los Juegos Olímpicos es una propaganda muda, es una propaganda de imágenes porque asumen otra cosa. Asume que hay que convertir eso que está ahí, eso que somos todos, en un público. Eso le funciona más o menos bien.
Es decir, la Olimpiada Cultural fue un éxito rotundo. Se registran llenos en todas partes, hay escenas hasta bizarras, como por ejemplo a Juan José Arreola presentando al poeta Evtuchenko, un poeta soviético en la Arena México, pero lo presenta como boxeador: “en esta esquina, el poeta Evtuchenko…”, pero Arreola, que era un poco histriónico, hace como presentador de una función de box. Y resulta que es un éxito la presentación de un poeta soviético que lee en ruso: hay 4,000 personas viéndolo y luego se salían traducciones de lo que está diciendo, pero es un poco raro ir a ver a un cuate que está hablando en ruso y menos 4,000 personas. Bueno, así es. Así es. Estuvo el Bolshoi, [3] estuvo Martha Graham y estuvo Duke Ellington y estuvo… Lo que ustedes digan… El Ballet Nacional SEDENA, en fin… Creó un ambiente importante, insisto, en una ciudad que sabía que tenía que moverse. Entonces la calle ocupa un lugar muy importante desde antes del movimiento estudiantil. Se ha construido un escenario. Son unos juegos en buena medida que tienen que ser callejeros para darle sentido a esto.
Otra cosa que interpreto a partir de esta tensión, una tensión que casi nadie tiene consciente, me atrevo a decir, en 68 —casi nadie tiene consciente—, [es que] entonces también los comportamientos en la calle son importantes. Y aquí sí quiero señalar algunas cuestiones que he disfrutado en esta investigación. Primero: los actores fundamentales de la explosión de protesta estudiantil a partir del 22 y 23 de julio, no son universitarios, digamos, y por eso entendemos, por ejemplo, ustedes que están aquí. Los actores fundamentales de esa situación de enojo con la bellaquería policiaca son adolescentes. Lo muestran las fotografías, lo muestra el tipo de escuelas en las que tienen lugar esta explosión, por ejemplo, la vocacional de la Ciudadela, etcétera. Son muchachitos que tienen entre 14 y 16 años.
Y al respecto hay que decir dos cosas: 1) que la respuesta de esos muchachos en la calle es lo suficientemente fúrica, violenta, hay que decirlo, como para aislar y derrotar a la policía. Esos muchachos de las vocas primero y luego de las prepas van a obligar a que la policía muestre su incapacidad, es una policía bastante mala, y en buena medida nos ha dado por qué razones exactas hay un llamado al ejército el 30 de julio.
Aquí salió en la mesa anterior, con Ricardo, [4] una cuestión fundamental: hay muchísima violencia en julio, muchísima violencia en las calles. No solamente de parte de la policía, sino de parte de los estudiantes de los bachilleratos y de las prepas. Hay secuestro masivo de camiones, incendio de camiones, aislamiento consciente de las escuelas por parte de los estudiantes. Muy común durante todo el 68 en julio y luego en septiembre: secuestrar los camiones de transporte público, colocarlos a manera de barricadas —se hizo en San Ildefonso, por ejemplo, en la Justo Sierra, se hizo en la Voca 5, se hizo en la Voca 7, se hizo en Prepa 5—, aislando la escuela, rociarlos de gasolina y en su caso incendiándolos. Hay cientos de autobuses destruidos tanto en julio como, sobre todo después, en septiembre.
Trato de subrayar esto: el encono de los primeros enfrentamientos, que luego se recuperan en septiembre, son de lucha callejera. Tendemos mucho a imaginar el 68 como las cinco grandes manifestaciones: la del [26] julio, la del 1ro de agosto, la del 13 de agosto, 27 de agosto, 13 de septiembre... Esa es una parte de la historia.
Esa es la parte de la historia que se desarrolla en las grandes avenidas. Esa es la parte cívica de la historia y política, digamos, en el sentido más preciso. Hay una parte de enorme violencia callejera, pero que tiene una lógica. La lógica es que los muchachos de bachillerato quieren conservar sus escuelas porque es su base de operaciones para poder salir y contestar contra la brutalidad policiaca. Hay una defensa de las escuelas. En septiembre el gobierno se da cuenta de eso y por eso empieza a atacar, no digamos quirúrgicamente, pero con algún criterio de selectividad, las escuelas de bachillerato primero y luego las grandes concentraciones como Ciudad Universitaria, el Casco de Tomás, etc., porque saben que si no controlan las escuelas por dentro, no pueden controlar el comportamiento de los estudiantes en las calles.
Es decir, hay una dialéctica entre la escuela a la que pertenezco y la calle y el barrio que controlo. Por más que no hemos podido mostrarlo enfáticamente o con el suficiente énfasis, hay un hecho que yo creo que ya se puede adelantar como una línea de investigación: sí hay una alianza entre los chicos de las, sobre todo, las vocacionales y las prepas, como por ejemplo también pasa en el Casco de Santo Tomás, entre los estudiantes que están en las escuelas y los barrios adyacentes. Es clarísimo en Tlatelolco, es clarísimo en el Casco [de Santo Tomás] y es clarísimo en la coordinación de brigadas que se organizó en Ciudad Universitaria, donde un día organizan, dicen ellos, una reunión con 200 jefes de pandillas (de pandillas de los barrios) para apoyar el movimiento.
Los testimonios nos llegan de muchas partes, pero es como si en la implantación de las escuelas se fuera cobrando una factura, porque curiosamente, el proyecto de esparsión de las preparatorias de la UNAM y las propias vocacionales están colocadas, muy cerca, con el corazón de los barrios. Prepa 4 está en Tacubaya, Voca 5 está en la Ciudadela, Voca 7 está en Tlatelolco, Prepa 9 está en Insurgentes Norte, Prepa 5 está en Coapa.
Entonces hay esta, vamos a decir, connivencia entre vecinos, estudiantes y muy probablemente, sobre todo en julio —a finales de julio—, hay también una alianza momentánea entre los chicos que son estudiantes, que están inscritos en las escuelas, que se están defendiendo de la policía, con los porros. Hay muchos testimonios de que los porros al principio se comportaron como estudiantes. Se pusieron del lado de los estudiantes. Por eso algunos líderes del 68 han llamado mucho la atención de que la noción de “porro” se varía como descomponiendo porque hay muchas variedades. Hay un muy buen libro dejando pensado, Los estudiantes, pero se varía descomponiendo para saber de qué estamos hablando.
Hay una escena maravillosa donde el MURO, [5] una organización de extrema derecha, contraria al movimiento estudiantil, trata de asaltar la Facultad de Ingeniería en la UNAM. [6] Entonces los de Ingeniería se resguardan en la la facultad, resisten y luego echan como contraofensiva a los miembros del equipo de fútbol americano. Jeje. Es una carga ahí.
Es decir, esa tierra de nadie: de estudiantes que son apenitas estudiantes, de porros que no son completamente porros… Esa zona gris de los jóvenes urbanos está también muy enojada, está participando y está muy excitada, no solamente por el comportamiento policiaco que fue bellaco, torpe, en julio, sino porque llevan al menos un año y medio bombardeados por una gran novedad que viene a casa, que son esas cosas que se llaman Juegos Olímpicos.
Otro criterio que me parece muy importante para entender lo que significa no la gran avenida, no Reforma, no Av. Juárez, no Madero en el Zócalo, no el Zócalo, incluso como tal, es el lugar de las grandes avenidas y de las grandes manifestaciones, sino las pequeñas calles, las calles que van a dar a los mercados, las calles que van a dar a los centros de distracción de personas que no están comprometidas con el movimiento. Es un vehículo de propaganda muy importante.
Yo pude ver una serie de bitácoras que se robó la policía política del Consejo Nacional de Huelga donde se programa la actividad de las famosas brigadas. Y las brigadas tienen una lógica direccional muy importante: van o a barrios de concentración muy popular, centros de trabajo que juzgan estratégicos y lugares de reunión, por ejemplo, el Teatro Blanquita. Es una ciudad sin metro. Hoy sería más lógico ir a muchas estaciones del metro a hacer propaganda. Es una ciudad que no tiene metro en ese momento. Entonces van siguiendo lo que suponen que son los flujos de movimiento de las personas comunes, de las personas que no están cerca del movimiento, porque es a los que hay que convencer.
Hay una anécdota que ustedes conocerán, según la cual llega una brigada al Teatro Blanquita con Pérez Prado, Pérez Prado les da chance de hablar, hablan, se queda todo mundo callado y dijeron los chavos “bueno, pues no nos pelaron” y en el momento que se están retirando del Teatro Blanquita, Pérez Prado toca el Mambo del Politécnico. Ese tipo de comunicación muy sutil de solidaridad con la protesta. Imagínense lo que es una persona de 40 o 50 años para hablar de la cultura del 68, ver a un imberbe de 16 años está en voca o en prepa. Es una sociedad muy vertical en muchos sentidos, muy la relación adulto-joven, y eso probablemente fue muy subversivo también para el propio movimiento es su favor y a veces en su contra, porque insisto: tendemos a pensar que el movimiento estudiantil del 68 son el Consejo Nacional de Huelga, las grandes manifestaciones, etc. Pero el movimiento se desparramó por las calles, por los barrios, por los mercados, por los teatros. De eso hay evidencia empírica muy fuerte. Eso incapacita a la policía para responder a todas las posibilidades de agitación.
No hay policía que pueda con eso. Por eso van a cambiar táctica en septiembre: en lugar de andarlos persiguiendo y haciendo el ridículo por toda la ciudad —porque lo hacían—, toman lastiman y generan pánico en las escuelas; atacan el corazón del movimiento, sobre todo de las de bachillerato. Claro, hay excepciones como la toma de Ciudad Universitaria el 18 de septiembre, con la toma del Casco de Santo Tomás el 23 de septiembre. Son grandes concentraciones escolares, grandes edificios y escuelas.
De las cinco grandes manifestaciones de 1968, me he tomado la libertad de apuntar las consignas contra a los Juegos Olímpicos según las reportaban o los agentes que la policía política o la Policía Judicial Federal; ambos tomaban nota de las mantas. Del universo como manifestación de 150, 130 consignas en las mantas, cuanto más hay una o dos consignas contra los Juegos Olímpicos. En los estribillos que se grita en una manifestación, la inmensa mayoría no tienen que ver con los Juegos Olímpicos.
Yo sé que se ha dicho mucho que también se constaban los olímpicos [y] eran muy onerosos para el gobierno, la ciudad, etcétera. Básicamente eso son. Los Juegos Olímpicos, el ambiente olímpico es una condición de posibilidad de la protesta, no es el objetivo de la protesta. El razonamiento de unos muchachos no politizados, pero con alguna conciencia de sus derechos en prepa o primeros años de facultad, es muy sencillo: “si somos tan maravillosos, somos capaces de organizar unos Juegos Olímpicos, a ver si controlan a estos policías que son capaces de meterse a una escuela, golpear a hombres y mujeres, golpear a los maestros, etc. Eso también es modernidad”, más o menos es el mensaje. Por eso es tan poco ideológico el 68 y es tan cívico en términos del programa del pliego petitorio. Es un pliego petitorio de derechos constitucionales básicos. Hay muy poca ideología en ese sentido y me parece que eso hay que subrayarlo. Siempre digo que si no fuera tan trágico, sería una broma, pero que al presidente más ranchero que hemos tenido, que es Díaz Ordaz, le tocó la reunión más cosmopolita del siglo XX. Así es la historia.
Si uno mira no solamente el informe de 68, que es el que más miramos, no solamente el informe de gobierno del 69, donde se inmola, ¿no? Y se echa culpa y dice que él es el responsable histórico, jurídico, político y quién sabe cuántas cosas, si vemos sus argumentos sobre la ciudad que vio el movimiento estudiantil, tenemos un presidente que se puso a interpretar los temores de esa propia sociedad.
Y esto me parece fundamental y voy terminando con esto: así como genera mucho entusiasmo el movimiento estudiantil, así como sus grandes marchas, sí genera la adhesión de otros grupos que en otras circunstancias no habrían estado de acuerdo con los estudiantes, el movimiento estudiantil también asusta. Muchas personas que no eran necesariamente autoritarias en términos de razonamiento o en términos políticos, se vieron en la necesidad —o eso creyeron— de decidir entre el movimiento estudiantil y sus banderas y los juegos. Yo he visto cartas, muchas cartas, de gente que dice “híjole estos cuates se empiezan a mover cuando vienen los Juegos Olímpicos. Ni modo, ya les pegó. Está bien”. Y hay otras que son peores. Después de la toma Ciudad Universitaria el 18 de septiembre hay muchas cartas [de gente que] no son gente ni del sistema ni que le estén pidiendo algo al presidente, nada. Es solidaridad burda, bruta. Están diciendo: “¿sabe qué? Agarre a todos ésos y métalos al ejército para que se disciplinen”. ¿Por qué? Porque no solamente el gobierno es autoritario. Hay una profunda vena autoritaria en la sociedad mexicana. Y mucha de esa rebelión es también contra esa estructura que no necesariamente es escolar o es la política, sino que es más amplia y está más difuminada. Y así como hay padres que son cómplices de sus hijos en la protesta, hay padres que son enemigos de sus hijos en la protesta. ¡Sin duda! Y Díaz Ordaz se da cuenta después de la toma de Ciudad Universitaria que, así como todo mundo está firmando desplegados contra la ocupación, le están llegando cartas de ciudadanos de a pie —¡muchas, ciertos!— diciéndole “qué bueno que les pegó”. Y no solamente de la derecha ideológica extrema, que también le escribe. Le escribe [Salvador] Abascal, Salvador Borrego… [7] Abascal escribe y le dice: “pues qué bueno que les pegó; todo lo de la Editorial Jus, para no herir su susceptibilidad, estamos aquí, puede ocuparnos para lo que se ofrezca”. Lo firman él, sus hijos y todos los pobres empleados de Jus apoyando a Díaz Ordaz por haber tomado Ciudad Universitaria.. Y esas cartas se reproducen también, ese tipo de mensaje, después del 2 de octubre porque llegamos a una situación límite.
Los Juegos Olímpicos fueron muy bien vendidos en México. Y hay importantes sectores de la sociedad que cree que es una oportunidad excepcional para algo; quién sabe para qué, pero para algo. Puestos a decidir, prefieren el 2 de octubre —lo voy a decir un poco fuerte; quizá no el 2 de octubre— prefieren la represión a que algo le pueda pasar a la imagen de México y a sus juegos.
Lo que quiero subrayar es que todo esto se está desarrollando en un ambiente que va de la calle a las escuelas, a los medios y perfectamente y que regresa. Pero insisto: no hablamos solamente de las grandes avenidas, sino de los callejones de los barrios populares y los mercados. Yo empecé esta investigación pensando que eso era más bien una cuestión, digamos, esa capacidad de, no sé si de arraigo, pero de expresión del movimiento en zonas populares, era más bien propaganda y no, me parece que sí hay mucho más de lo que yo mismo me hubiera imaginado al iniciar la investigación. También creo que no se puede hacer una narrativa del 68 si no se colocan analíticamente en la misma dimensión los Juegos Olímpicos y la protesta estudiantil. Van de la mano. Van de la mano. En tercer lugar, diría que los Juego Olímpicos hay que tomarlos muy en serio. Yo pude ver el archivo de Mausan para el caso mexicano —porque el archivo es muy grande— es como el otro archivo de la geopolítica internacional. Por ejemplo, es el otro archivo de la Guerra Fría, es el otro archivo de los totalitarismos. Hay que tomarla en serio. Y me hace pensar que es una cuestión extravagante que se le ocurrió a Pierre de Coubertin en algún momento dado, etcétera.
Es la única interrupción pagana que tenemos a nuestro tiempo. Cada cuatro años somos paganos. Eso no es broma. Ninguna religión monoteísta, por ejemplo, asume ese ciclo tan pronto. Sólo unos locos como los griegos que nos heredan eso nos dicen que para no aburrirnos hagamos un ciclo en cuatro años que interrumpe nuestra cotidianidad.
Y yo no sé ustedes, yo cuando empiezan los Juegos Olímpicos, conmigo no cuenten. Es algo que realmente me emociona, me gusta. Pero esa es la idea: romper lo cotidiano en un ciclo donde, insisto, el centro lo ocupa el héroe, el héroe en el sentido griego. El héroe que peca, el héroe que se equivoca, el héroe que es insoportable. Así son nuestros atletas olímpicos: de veras son insoportables, pero son héroes. A una sociedad masivamente joven como la del 68 mexicano donde, no obstante, apenas una proporción mínima asiste al bachillerato, a la universidad, seguramente estaba causando la conmoción una posibilidad de colapsar unos Juegos Olímpicos. Se expresó de muchas maneras, incluso de maneras tan extrañas, digamos, o tan explosivas como la propia protesta estudiantil del 68. Bueno, yo lo dejaría aquí, muchas gracias.
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