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Red Internacional
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Tribuna Abierta. La sonrisa del fantasma: de París a Buenos Aires

En París y en Buenos Aires hubo ayer intensas protestas por parte de trabajadores. Ambas reprimidas, pero algo se está moviendo en el mundo.

Miércoles 23 de mayo de 2018

Ayer los trabajadores del metro en Buenos Aires paralizaron la ciudad, deteniendo el servicio de transporte subterráneo en protesta por la ofensiva neoliberal del gobierno de Macri y el reajuste del Fondo Monetario Internacional. Exigen un aumento salarial y el respeto a la libertad sindical.

La respuesta del empresario que les gobierna, Mauricio Macri, fue la censura y la represión. Enviaron cuerpos policiacos a disolver la protesta a punta de balas de goma, y detuvieron a 16 trabajadores, entre ellos al dirigente sindical, acusándoles de los delitos de “interrupción del servicio” y “atentado y resistencia a la autoridad”.

Los medios de comunicación empresariales, o sea, del gobierno, no tardaron en criminalizar la protesta. Pero la gente no es tan ingenua -aunque haya votado a Macri- y en su mayoría han mostrado simpatía con las protestas de los trabajadores del metro. Se espera hoy un paro general para exigir la liberación de sus compañeros detenidos.

Ayer también, pero en París, las y los trabajadores del Estado paralizaron la ciudad, dejaron sus centros de trabajo y salieron a las calles a protestar por las pretensiones del actual gobierno de efectuar un recorte brutal a los empleos públicos y encima cambiarles a quienes queden, su relación laboral por contratos a corto plazo.

Hubo protestas masivas por parte de los trabajadores y los sindicatos de los funcionarios públicos de todo el país que, han respaldado el paro nacional en contra de las políticas económicas neoliberales y las reformas estructurales.

El paro se planeó originalmente como una iniciativa de los trabajadores ferroviarios, pero pronto se sumaron otros sectores públicos como los de transporte aéreo, educación, salud, y energía, declarándose en paro contra las reformas económicas propuestas por el empresario que hoy les gobierna, Emmanuel Macron.

Las protestas fueron igualmente reprimidas pero en este caso con golpes de macanas y cañones de agua para dispersar a la gente. El especialista en inversión bancaria, Emmanuel Macron, pretende suprimir 120 mil empleos públicos y recortar gastos estatales. Además, de afectar sus derechos laborales e implementar de forma masiva contratos a corto plazo.

Algo está ocurriendo en el mundo, algo que parecen meras resistencias aisladas, espontáneas o esporádicas, pero que son en realidad cada vez más constantes, y que muestran las fisuras de este mundo globalizado reinado bajo el yugo del capitalismo.

Entonces vuelve a sonreír, a sonreír el fantasma del comunismo que aunque quieran exorcizarlo y aventarlo a la tumba junto con Marx, regresa una y otra vez, y seguirá regresando mientras exista el capitalismo porque aún tiene mucho que explicarnos y sobre todo mucho que incitarnos a transformar.

Esto no significa de ninguna manera la añoranza trasnochada de retornar a los mismos caminos ya andados por los comunistas del siglo pasado. El horizonte sigue vigente pero el reto se incrementa porque hay que saber leer el mundo actual y hacerle frente a la realidad de muerte que hoy nos interpela. Hay que desandar algunos pasos y desaprender algunos vicios, hay que volver a Marx sin tantos prejuicios, acercarnos nuevamente a su obra y releerle, verdaderamente leerle. No para encontrar en su pensamiento la respuesta infalible a todo mal, sino la brújula potente que nos lleve a interpretar la realidad, a teorizarla hoy y a transformarla radicalmente.

Aunque hoy abunden en las universidades quienes pregonen la muerte del marxismo y se burlen de quienes siquiera lo enuncien, éste resucita a diario en los barrios, en las calles, de París, de Buenos Aires o de Mexicali, y ahí, es donde más cosas tiene que decir, y ahí, es donde se está gestando la nueva oleada revolucionaria y la fase embrionaria del comunismo del siglo XXI que no es de ninguna manera progresismo ni tampoco capitalismo redistributivo.

Tampoco es la réplica del pasado, aunque viejos militantes así lo añoraran, y para ser sinceros, sería arrogante y mentiroso caracterizarlo ahora, ahora tan temprano que apenas se muestra como forma de grietas, de grietas que las resistencias por la vida le van haciendo al sistema de la muerte.

Manuel Sacristán lo sabía, tan visionario como herético frente al comunismo dogmático, y hoy por desgracia casi olvidado, vaticinaba en México a inicios de los años 80 que en el siglo XXI se seguirá leyendo a Marx, luego del desprecio que se generó a su cuerpo teórico durante el ascenso del neoliberalismo a nivel global.

Pero Sacristán se pregunta, ¿Qué Marx se leerá en el Siglo XXI?, y respecto a ello, no se aventura a responder pero sí a sutilmente insinuar, tal vez como un deseo, la posibilidad de que se lea a un Marx no fetichizado, a un Marx no desarrollista creado por el sovietismo, a un Marx del que no se esperen las respuestas absolutas e infalibles para todo fenómeno existente y por existir, como a veces han pretendido algunos feligreses que traicionan al pensamiento antidogmático y revolucionario de Marx, y para ello, dice Sacristán, es necesario que sus lectores en el siglo XXI “hayan abandonado la fe progresista en la bondad supuestamente necesaria de toda reproducción ampliada, y hasta del mismo paso del tiempo. (…) El asunto real que anda por detrás de tanta lectura es la cuestión política de si la naturaleza del socialismo es hacer lo mismo que el capitalismo, aunque mejor, o consiste en vivir otra cosa.”