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Red Internacional
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Universidad. La toma del Consejo Universitario de la UCV: recuento y rescate de un espíritu necesario para la juventud de hoy (II)

36 días de toma que sacudieron el letargo de la universidad, generando debates, asambleas, movilizaciones. El arco opositor fue desde la Iglesia a Fedecámaras, pasando por AD. Los momentos de mayor tensión y el declive.

Ángel Arias

Ángel Arias Sociólogo y trabajador del MinTrabajo @angelariaslts

Sábado 8 de abril de 2017

Ángel Arias y Fausto Domínguez son ex tomistas

En la primera nota repasamos los antecedentes de la toma del 28 de marzo de 2001, los orígenes políticos –grosso modo– de los grupos y activistas, y el cómo se llegó a la misma. Continuamos acá con el proceso mismo y sus momentos de desenlace.

Un intenso y extendido proceso de debates, cuestionamientos, movilizaciones

La ocupación del salón de sesiones dio paso a un momento precioso en la universidad, donde lo más meritorio quizá haya sido el permitir poner en cuestión todo lo existente, así fuera por breve tiempo: la forma de gobierno de la universidad, las jerarquías dadas como “naturales”, el propio quehacer académico, la “búsqueda del conocimiento”, los mecanismos de ingreso y su relación con las desigualdades de la sociedad de clases.

Las autoridades reducían todo al hecho mismo de la toma, si no había desalojo del Salón de Sesiones no habría discusión de ningún tipo. Otros profesores e intelectuales de dilatada trayectoria respondían que, si bien no habían sido parte de la acción y podrían tener diferencias con el método, era indiscutible que este hecho estaba haciendo posible poner en debate muchas cuestiones que la comunidad universitaria se debía debatir hace mucho tiempo, y con urgencia, por lo tanto el asunto no pasaba por “toma sí o toma no”, sino por aprovechar el escenario para dar paso a ese proceso profundo de revisión de la universidad.

Asambleas en las escuelas y facultades, debates en los organismos de cogobierno, proliferación de documentos, manifiestos, comunicados, tanto de profesores como de estudiantes, tanto de corrientes como de individualidades, movilizaciones a favor y en contra, resurgimiento de instancias olvidadas como el “Parlamento Universitario”. Un verdadero estado de debate y movilización permanente, se fue configurando un movimiento que no se agotaba en modo alguno en quienes protagonizamos la acción del 28-M sino que se extendió a muchos otros grupos estudiantiles y profesores que pugnaban por cuestionar por izquierda la universidad existente. “La universidad de los privilegios se tambalea, haz peso para que se hunda”, eran algunos de los mensaje que iban de mano en mano expresando el movimiento.

Un amplio frente reaccionario, adelanto de la polarización y derechización de las clases medias

La situación y debate nacional cruzaban las discusiones en la universidad, todo lo que olía a izquierda era relacionado por las autoridades universitarias y la derecha como chavismo y veían en la toma un intento del gobierno por hacerse con el control de las universidades. La verdad, no era sino una excusa para defender su status quo, para negar cualquier posibilidad de democratización de la universidad y superación de su carácter elitista: ninguna, ni una sola de las reivindicaciones, implicaba que el gobierno se hiciera con el control de la universidad.

Obviamente había una mayoría de compañeros identificados con el gobierno nacional, así como otros no, y el movimiento no estaba en modo alguno digitado por el gobierno, dentro del cual habían de hecho diferentes posiciones públicas al respecto, desde los ministros y diputados que apoyaron al rector –es decir, estaban en nuestra contra– hasta los que consideraban necesario apoyar el movimiento.

Lo cierto es que tanto el debate nacional como las reivindicaciones mismas del movimiento produjeron una suerte de adelanto en la universidad de la polarización que viviría el país hacia finales de ese año y los siguientes, así como la movilización por derecha de la mayoría de las clases medias. Defendiendo el orden universitario, su carácter elitista, la “democracia” y la “autonomía”, se activó un amplio arco anti-tomista en la universidad y fuera de ella. En la universidad, de un lado estábamos los tomistas, algunos Centros de Estudiantes y cargos de la Federación de Centros Universitarios (FCU) dirigidos por grupos de izquierda, la amplia mayoría de los trabajadores universitarios y sus sindicatos, destacados intelectuales y profesores de la universidad, muchos de los profesores instructores, del otro, las autoridades universitarias, la burocracia estudiantil de la FCU, la mayoría de Centros de Estudiantes dirigidos por la derecha o la “izquierda” de Bandera Roja, y la amplia mayoría de la casta profesoral.

Mientras los tomistas recibimos muestras de solidaridad de sectores populares, incluso con alimentos para sostener la toma, las autoridades universitarias recibieron el respaldo de la Conferencia Episcopal, Fedecámaras y los partidos de derecha. En una declaración a la salida de su Comité Ejecutivo Nacional –el famoso y nefasto “CEN de Acción Democrática”–, los adecos declaraban que elaborarían documento con instrucción a su militancia en las universidades para enfrentar el movimiento.

El allanamiento que no fue

Uno de los episodios de alta tensión –no el único ni el mayor– lo vivimos el 26 de abril, a casi un mes del conflicto. Las autoridades universitarias habían introducido un amparo y la “Justicia” falló a su favor, debíamos ser desalojados con el uso de la fuerza pública si no accedíamos por las buenas. Quien ordenó el allanamiento fue la juez 39 de control, Mónica Fernández… sí, la misma que es ahora una celebridad con su programa “Se ha dicho” –ese refrito reaccionario para reafirmar a las masas trabajadoras su lugar en la sociedad capitalista donde la juez ordena, regaña y da clases de moral y justicia siempre a los pobres, los obreros, el buhonero, nunca a un terrateniente, empresario, banquero, juez, o alguien de la “alta sociedad”.

Después de tantas décadas, la universidad podía ser de nuevo objeto de un allanamiento a gran escala… ¿terminaríamos igual que la Renovación del ’69? Las alarmas se prendieron. El plazo expiraba a las 10 de la noche. Toda esa tarde fue febril, discursos improvisados, llamados a sumar fuerzas para enfrentar el posible allanamiento, discusiones tensas dentro del propio movimiento sobre cuál era la mejor manera de hacerle frente, si resistencia pacífica o enfrentamiento directo –en todo caso, lo que no estaba en discusión era acatar la orden del tribunal, en lo que sí teníamos acuerdo era que no saldríamos por nuestra propia cuenta. Por si acaso, se preparaba la defensa, ¿dónde atravesar los autobuses que pudieran servir de defensa o barricada en el peor de los casos?, ¿dónde esperar a la policía, si en la entrada de la universidad o mejor cerca del Salón de Sesiones?, ¿realmente podríamos parar a los tipos?, etcétera.

En el medio, una fuerte confrontación con la dirigencia estudiantil de la FCU que apoyaba al tribunal, “¡traidores!”, ¡¿cómo iban a apoyar el allanamiento de la universidad?!, algo realmente sagrado para el movimiento estudiantil (o por lo menos hasta esos años…). Por su parte Alfredo Peña, alcalde –y golpista el año siguiente–, afirmó que haría cumplir la orden judicial con la Policía Metropolitana.

Cabe recordar que la actual rectora y el secretario de la universidad, Cecilia García Arocha y Amalio Belmonte, respectivamente, eran parte activa de la oposición a la toma y, en el caso de la primera, parte de la solicitud de allanamiento, desde su puesto como Decana de la Facultad de Odontología.

Había caído la noche, la incertidumbre y las ansias rondaban, tanto entre los tomistas como entre los periodistas que cubrían el hecho. Sin embargo, también se movían las cosas por arriba. El ministro de educación Navarro declaró que renunciaba si era allanada la universidad, también se opusieron otros miembros del gobierno, como Adina Bastidas, Vicepresidenta en ese entonces, y quien fuera la funcionaria de más alto rango que se pronunció abiertamente a favor de la toma. El gobierno nacional evitó lo que hubiese sido un hecho vergonzoso y completamente reaccionario, el allanamiento de la principal universidad del país: cuando faltaba poco para cumplirse el plazo el Fiscal General se apareció en la universidad, declaró que no permitirían un allanamiento, que su presencia allí era la garantía de que eso no ocurriera. En efecto, así fue.

“Civilización vs. barbarie”

La derecha se mostró como siempre: reaccionaria, antipopular, doble discurso, despreciativa y supremacista. En aquellas facultades donde tenían mayoría abrumadora –Arquitectura, Odontología, Medicina, etc.– se destacaron por violentar los más elementales derechos democráticos de nuestros compañeros, como poder expresarse libremente en las asambleas sin que los apabullaran, los hicieron objeto de descalificaciones y burlas… hasta las agresiones físicas.

Como suele suceder, intentaron presentar a los tomistas como ignorantes, malos estudiantes, “violentos” por supuesto. “Civilización vs. barbarie”, titularon una de sus proclamas, lo que no impidió que pocos días después montaran un operativo para patotear y golpear tomistas. Iba un mes de la toma y el conflicto no se destrababa, Chávez, que nunca se había pronunciado al respecto, le dedicó unas pocas palabras en el Aló Presidente del domingo 29 de abril, cerró diciendo, “yo creo que hay que escuchar a los muchachos”. Bastó y sobró para desatar la furia bárbara de la civilización.

El lunes 30 era día de asambleas programadas en las escuelas y facultades, nuestra línea era estar en todas dando la pelea, sin embargo, el plan de la reacción era otro… apoyándose en las facultades donde tenían mayoría sólida e indiscutible, hicieron “asambleas” express que no duraron más que unos pocos minutos en los que “decidieron” ir a desalojar a los tomistas… ciertamente nos madrugaron, mientras el grueso de los compañeros y compañeras estábamos cada cual en su escuela o facultad disputando las asambleas, estudiantes y profesores de Medicina, Odontología, Arquitectura, los profesores que venían de la asamblea de la APUCV (Asociación de Profesores Universitarios), bien coordinados, le cayeron en masa a los pocos compañeros que hacían guardia en la toma: allí pudimos ver a profesores eméritos golpear compañeras y destrozar carpas, incluso el bastón de algún anciano filósofo le sirvió para descargar su sapiencia contra los cuerpos de algunos cuantos tomistas, los “batas blancas”, los estudiantes de medicina y odontología –casi todos de extracción de clase media acomodada y alta–, se entretuvieron golpeando compañeros, hasta un corredor humano hicieron para irlos sacando y golpeando uno a uno. Así mostraba su “coraje” la reacción.

Pero allí no acaba la cosa. Al correr la noticia abandonamos todas las asambleas y corrimos a reforzar a nuestros compañeros. Los empleados y obreros estuvieron en la primera línea de la pelea defendiendo la toma a nuestros compañeros. Camaradas solidarios de radios comunitarias y sectores populares al enterarse atravesaron velozmente la ciudad para ir a poner el cuerpo también. Fue una verdadera batalla campal. El plan de las autoridades y “la academia” incluía también una incursión armada hasta el Salón, sí, así mismo, le facilitaron a un equipo de choque el acceso a pasillos internos del edifico que daban al Salón de Sesiones: las cámaras de televisión no pudieron ocultarlo, en vivo el país vio cómo habíamos capturado a un miembro de la patota que intentó entrar al Salón pistola en mano.

No está demás resaltar que batallamos juntos tanto compañeros como compañeras. Resistimos con verdadero coraje, luego de ser tomados desprevenidos y estar casi desalojados, al cabo de varias horas retomamos nuestra posición y aguantamos el embate. ¡No nos desalojaron! Quedamos con un saldo de muchos compañeros y compañeras golpeadas, heridos de mediana gravedad, pero con la alegría de haber frenado a la reacción.

Fue el momento de mayor tensión en esos 36 días, salimos airosos del combate físico, sin embargo, la situación cambiaba, y no necesariamente a nuestro favor.

En la próxima y última entrega abordaremos la difícil decisión de abandonar la toma, las tensiones internas, la derrota y lo que puede rescatarse para las luchas juveniles del presente.


Ángel Arias

Sociólogo venezolano, nacido en 1983, ex dirigente estudiantil de la UCV, militante de la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) y columnista de La Izquierda Diario Venezuela.

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