La “delación del fin del mundo” es la serie de confesiones claves del Caso Odebrecht que componen la declaración premiada que deja de estar oculta por la justicia brasileña a partir del mes de junio, piden prórrogas.
Kevin Wright @kevouv
Miércoles 31 de mayo de 2017
Marcelo Odebrecth. Foto: Especial
Según lo acordado el diciembre pasado, para efectuar la “delación del fin del mundo” -una serie de confesiones realizadas por ejecutivos de la empresa constructora y su mandamás, Marcelo Odebrecht-, las declaraciones permanecen ocultas por la justicia brasileña hasta el día 1° de junio. A pocos días de que se cumplan los plazos, el fiscal Rodrigo Janot solicitó al Supremo Tribunal Federal de Brasil mantener el silencio más allá de lo acordado, con la excusa de no entorpecer investigaciones en otros países. ¿No sería al revés, a más información mejores investigaciones? Su real objetivo: dilatar los procesos y seguir ocultando documentos con la información que revela los pagos de sobornos a funcionarios estatales ocurridos, además de Brasil, en otros 11 países de Latinoamérica, entre ellos el Perú.
Ahora bien, Perú sólo puede acceder a dichas declaraciones vía “cooperación judicial” que implicaría el acuerdo escrito en el que se compromete a no iniciar un procesamiento, ni penal ni civil, a los “colaboradores”. La “translatina de la corrupción” continúa por muchas aristas a la vez, mientras que Petrobras pone en venta sus activos, se suma un ministro y diez involucrados más en República Dominicana, Alejandro Toledo se pasea por las calles de Estados Unidos a pesar de su orden internacional de captura. Se ríen en nuestras caras.
¿Qué es la delación premiada?
En las raíces del Caso Odebrecht se encuentra el famoso acuerdo entre Brasil, Estados Unidos y Suiza, que pretende acceder a información vital para el operativo Lava Jato mediante la premiación -por contrato- para aquellos que confiesen. Se busca que “renuncien a su derecho del silencio” a cambio de concesiones como la rebaja en las penas o protección de ciertos activos capitales.
Entre los 78 empresarios que aceptaron esta modalidad, se encuentra el ex director de Odebrecht en Perú, Jorge Barata, que incriminó al expresidente Toledo por haber recibido coimas por más de 20 millones de dólares a través de la empresa Interoceánica Sur. En este contexto, todavía permanecen en secreto 25 declaraciones.
Las indagaciones sobre la operación auto lavado, en portugués “lava Jato”, buscan comprobar si el ex presidente de la compañía constructora, Marcelo Odebrecht, sobornó a los funcionarios más altos, de al menos tres gobiernos, para beneficiar los negocios de su propia empresa, con la concesión de proyectos y mega obras.
En las declaraciones mencionadas se señalan a Toledo, a Alan García y Jorge Acurio, como culpables. Así como también a funcionarios de la segunda gestión de Alan García (APRA) investigados por el Metro de Lima. Por su parte, el gobierno de Ollanta Humala está en la mira de la fiscalía por un presunto aporte de la constructora para su campaña del 2011.
“Desde el primero de junio se escribirá un nuevo capítulo en la investigación que realiza nuestro país por los sobornos que pagó la constructora brasileña Odebrecht”, afirmaba con convicción el titular del Ministerio Público Fiscal, Pablo W. Sánchez, quien además se jactaba del avance de las investigaciones, destacando la consideración de Perú como el segundo territorio de la región en obtener resultados inmediatos en el caso Odebrecht.
“Disculpe, Odebrecht se equivocó”
El área de comunicación de la empresa constructora publicó en diciembre de 2016 (Disculpe, Odebrecht se equivocó) un comunicado reconociendo que Odebrecht había participado en prácticas inapropiadas en su actividad empresarial:
No importa si cedimos a presiones externas. Tampoco importa si hay vicios que deben ser combatidos o corregidos en las relaciones entre empresas privadas y el sector público. Lo que más importa es que reconocemos nuestra participación, fuimos conniventes con dichas prácticas y no las combatimos como deberíamos.
Reiteramos, se ríen en nuestras caras. El “tigre” Odebrecht está haciendo historia. Una gran empresa estuvo negociando durante décadas con la mayoría de los dirigentes de la clase política, con diversos Estados republicanos de América Latina y otros. ¿El acuerdo?, simple: “yo financio tu campaña política, que parece no ser un soborno, soy tu amigo y te quiero ayudar, a cambio me otorgan los permisos para construir este puente, aquella ciudad, aquella carretera y toda las vías del metro”... Seguramente esa noche bebieron un buen vino y sonrieron por los acuerdos realizados sobre las espaldas de la clase trabajadora.
Confesiones con premios, declaraciones ocultas, contratos, delincuentes de guante blanco refugiados en Estados Unidos. ¿Corrupción o privilegios planificados para unos pocos? Basta de mentirnos con la igualdad ante la justicia. ¡Hay una subordinación de clases sancionada por leyes!
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