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Red Internacional
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OPINIÓN // ÓPERA. La valijita de Nedda

Hace poco, tras haber visto mi puesta en escena de la ópera Pagliacci de Ruggero Leoncavallo, un amigo me preguntó por qué Nedda está tanto tiempo sosteniendo la valija cuando llegan a ese pueblo perdido de Calabria en donde se lleva a cabo la acción.

Viernes 23 de agosto de 2019 20:36

Literalmente, la pregunta fue: - ¿Quién en su sano juicio estaría con la valija colgando y no la apoyaría en el suelo todo ese rato? (“todo ese rato” son diez minutos de música y escena).

No había sido un hecho azaroso el que le pidiera a la soprano Fiorella Spadone que se agarrara de su pequeña valija hasta que se quedase sola para cantar su aria intimista. Es algo que me vino naturalmente a la mente: Nedda es pobre, tiene muy pocas cosas, un solo vestido de domingo, algunos pañuelos, una muñeca de trapo de su infancia, un espejito y un frasco de agua colonia. Oscila entre los zapatos de todo andar y las sandalias con las que llega a cada lugar, un sombrero de paja con flores, sus recuerdos, fantasías y anhelos.

Todo cabe en esa maletita que nunca llega a ser pesada; una, por el tamaño, otra, porque las pertenencias son escasas.

Ahora viene la respuesta que le di a mi amigo, que comprendió de inmediato que tenía un sentido escénico el ver a Nedda como una estampa a la derecha del proscenio, con su vestido azul y blanco, el sombrero y la valijita conteniendo su mundo entero y su pasado.

Ante la pregunta de “¿Quién en su sano juicio (…)?”, yo le respondí con otra pregunta: - ¿Y Nedda está en su sano juicio? ¿Puede estar en su sano juicio quien fue recogida de la calle por un hombre al que no ama y al que tiene que soportar en la cama porque precisamente la sacó de la intemperie y le dio de comer? Y, en el caso de que la acción de Canio haya tenido la mejor de las intenciones, que tenga la razón nublada por el amor, que no haya operado en él ningún instinto teñido de perversión (que es posible también)… en ese caso aún, y considerando que Nedda sea el ser más lúcido del planeta, ¿no es lógico que quiera cuidar de sus pocas pertenencias y no exponerlas a que la multitud pise su valija, la patee sin querer, la robe quizás?

Hace poco, cuando escribí sobre la gente que vive en situación de calle, recordé la valijita de Nedda y me di cuenta de que siempre estuve preocupada por las pertenencias de quienes tienen poco.

Algo parecido me había sucedido cuando dirigí La Bohème por primera vez: le di a Mimí una carterita en la que llevaba un diario íntimo y un pañuelo, un pastillero y un frasquito mínimo de perfume. Años más tarde, cuando dirigí Madama Butterfly, en el obi (cinturón) del kimono, hice que la protagonista llevara una daga, un abanico, un pañuelo y un muñequito japonés de la suerte.

En común, ellas tienen que todas son mujeres de clase baja. Esos personajes operísticos que vienen de vidas frágiles y sufridas, luego, cuando aparece el amor y parece que la vida les sonríe… les dura tan poco que parece una burla del destino porque todo termina en tragedia.

Y esos personajes tienen para mí su universo metido en una carterita, en el bolsillo, en una maleta austera o dentro de la pechera del vestido. Es como si todo aquello que les ha sido vedado pudiera contrarrestarse con esos escasos, aunque valiosos objetos que ayudan a vivir la sórdida vida que les ha tocado.

Yo, si fuera Nedda, tendría mi valija pegada a mí con mis objetos más preciados, con mi única ropa, con lo poco que me ha quedado de la infancia, y es eso lo que elegí para la cantante-actriz que interpreta este rol en esta producción que venimos haciendo desde el año pasado y que ahora se encuentra de cara—al menos por el momento— a su última función.

¿Cómo se trabaja un rol como el de Nedda?

Es una pregunta enorme como el rol de la soprano en esta obra. Primeramente, hay que olvidarse de lo secundario en la vida de las personas e ir a la esencia, a lo primordial, a lo básico: techo, comida, ropa y una red de contención, aunque esa red de contención sea al mismo tiempo la red que la enreda y la consume: un marido alcohólico, celoso, obsesivo, triste en la vida, histriónico hacia el afuera, hacia su público de circo que lo admira… un hombre que sufre porque no se siente querido, porque fuerza situaciones y termina matando al objeto de su amor por impotencia, y no gana nada más que mayor desesperación y el oprobio del resto.

Para llegar a Nedda, hay que observar la vida de la mujer que alberga un sueño romántico, y que dicho sueño recién se le cumple cuando ya tiene un hombre al lado al que no quiere y no sabe qué hacer al respecto, porque haga lo que haga, dado el contexto, va a terminar mal.

El amor soñado le llega a Nedda de la mano del amante y no del marido, y no es fácil dejar a alguien e irse sin culpa como si el otro fuera un objeto, y dado que ahí opera el agradecimiento y cierta confusión sobre lo que está bien y lo que está mal—no siempre es tan clara la diferencia, sobre todo cuando de sentimientos se trata—Nedda asiente a fugarse con Silvio después de dudar bastante.

Es como si no se sintiera merecedora de la felicidad al lado de quien ama aquí y ahora. No está acostumbrada a tener lo que quiere sino lo que puede; es una sobreviviente.

Silvio representa todo lo contrario a Canio, porque Silvio es dulce y tierno y, ante todo, es un amor recíproco que se da entre los amantes. No es gritón ni alcohólico, no está dominado por la obsesión, sino que persigue el sueño de escaparse con la mujer a la que ama, a vivir su pasión, y lo hará esa misma noche después de que termine la función de circo.

Y Nedda duda porque siente pena por Canio. Ella le debe al esposo el tener el oficio de payasa (Colombina, personaje de la Commedia dell’Arte) y también gracias a él, tiene un pequeño grupo de pertenencia dentro de la troupe de payasos que integra y que viaja de pueblo en pueblo a brindar su espectáculo. Gracias a él tiene una vida que, sin él, habría sido quizás peor. Tal vez, habría muerto en la calle o la habría encontrado un ser abominable si Canio no la encontraba primero. Tal es la exposición de las niñas y adolescentes que viven en la calle y en esta ópera es menester tener todo esto en cuenta; no es un adorno sino el por qué de esta unión entre el capo de los payasos y su joven mujer.

Así que, olvidándonos de las ventajas de la vida citadina, de las comodidades del siglo XXI, dejando de lado todo afán burgués, nos encontramos con la vida de los proletarios en el sur de Italia, en algún momento entre 1870 y 1875, incomunicados del resto del mundo, cerrados en una mentalidad machista en donde una chica pordiosera tenía que acceder a irse con un señor si éste la elegía; tal es el caso de Nedda y Canio. Reitero: Existe la posibilidad de que él viviera con naturalidad este proceso por una cuestión cultural y que no exista en su intención, rasgo alguno de depravación. Yo creo que él no es un pervertido sino el producto de una cultura, alguien de quien ni siquiera conocemos la historia personal sino hasta que aparece del brazo de su esposa en escena al llegar al pueblo.

Pero volviendo a Nedda y a cómo se llega al personaje… hay que dejar todo prejuicio de lado. Ella es cruel también y se desquita con el payaso Tonio, un jorobado que está enamorado de ella y que, al confesárselo, sólo recibe risas burlonas y palabras humillantes además de pegarle con el cinto.

En mi concepción del personaje de Nedda, decidí que ella use a Tonio como catalizador del odio que lleva dentro por tener una vida que no era la que quería, por su pasado huérfano, por tener que salir cada noche a repetir una comedia en donde la Colombina engaña a Pagliaccio con Arlecchino, mientras el pobre Taddeo le lleva regalos que son despreciados casi tanto como su amor.

Si no fuera porque esta obra posee una música excelsa, es una pesadilla.
Y todo empieza por la precariedad material de ciertas vidas que son las de tantas personas.

Mi amigo nunca supo todo lo que desató dentro de mí con esa pregunta de “¿Quién en su sano juicio (…)?”. Sucede que, en mi profesión, se toma partido todo el tiempo; elegimos quién hará tal o cual cosa y el por qué, además de que cada cantante-actor aportará lo que tiene para dar, que en cada artista varía. Por eso es importante pararse a estudiar las circunstancias dadas de los personajes, a partir de las circunstancias dadas de las personas reales y de las sociedades, y más aún cuando la ópera pertenece al movimiento Verista.