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Red Internacional
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TESTIMONIO ANTE LA PANDEMIA. La vida de nuestras madres vale más que sus ganancias

Mi madre, que trabaja en el Servicio de Administración Tributaria (SAT), sigue asistiendo a laborar todos los días, a pesar de que el Gobierno ha anunciado la suspensión de las actividades no esenciales en la fase 2 de la crisis sanitaria por la pandemia del Covid-19.

Jueves 2 de abril de 2020

Reproducimos el testimonio de un joven que, como muchos millones en el país, forma parte de una familia trabajadora en la que no todos sus miembros han podido integrarse a la cuarentena.

Ella me cuenta que entre los trabajadores hay preocupación por la situación, incluso algunos jefes de área no entienden por qué se sigue asistiendo. Parece que las ordenes vienen de más arriba, algo contradictorio después de que el subsecretario de salud, Hugo López-Gattell, anunciara que estamos en "la última oportunidad".

Uno podría decir que lo que hace el SAT para el país es de mucha importancia. Algunas áreas pueden trabajar de manera remota y sin plazo límite, mientras que otras son consideradas esenciales, como los que administran recursos para aduanas. Sin embargo, todos son tratados con la misma indolencia por los jefes.

Si, como se dijo, estamos en la última oportunidad, cabe preguntarse ante esta situación quiénes podrán aprovechar esa oportunidad para cuidar su salud y la de sus familias. ¿No tendrían que ser los trabajadores quienes definan turnos y horarios diferenciados de acuerdo con las labores por ejecutar?

Quizá lo más preocupante es que quienes ordenan que los trabajadores sigan asistiendo, actúen como si no pasara nada, inclusive siguen poniendo fechas de entrega e informes para la siguiente semana. Eso sin hablar de las medidas sanitarias, que se reducen a que por cada área no deben haber más de cinco personas.

No les dan cubrebocas a los trabajadores, son ellos mismos los que tienen que llevar el suyo desde casa. En cuanto a jabón, lo mismo. Y se tienen que conformar con el litro de alcohol que está en la entrada del edificio.

Por si fuera poco, mi madre forma parte fundamental de las labores de cuidado de mi abuela de 85 años, para quien las consecuencias de esta exposición pueden ser mortales.

Hace unos días una trabajadora presentó síntomas, le dieron 7 días de incapacidad y la registraron como un posible portador, sin hacerle ninguna prueba para saber si es coronavirus. Y me he quedado pensando en la gente que labora con ella, en su piso, ¿no estará preocupada? ¿y sus familias? Tan solo yo me preocupo porque mi madre se transporte en el metro.

Esta situación es más apremiante para los trabajadores que trabajan por honorarios o algún tipo de convenio que no reconoce la relación laboral. No les queda otra más que asistir a trabajar. Y si llega el momento de decirles que vayan a sus casas por que la situación es insostenible ¿cómo recibirán su salario? o si se enferman ¿qué tipo de salud está garantizada para ellos?

La realidad es que éstas y más preguntas son parte de la cotidianeidad de millones hoy por hoy.