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Red Internacional
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CRISIS MIGRATORIA EN ALEMANIA. La violencia racista en Alemania y el papel de la izquierda

Actualmente, en medio de la crisis migratoria en Europa, cada día se produce más de un ataque xenófobo a centros de refugiados en Alemania. ¿Cómo llegamos a esta situación y cómo podemos enfrentarla? El papel de la izquierda frente a la xenofobia y el racismo.

Miércoles 2 de septiembre de 2015

Ventanas rotas, edificios, o gimnasios quemados, manifestaciones furiosas contra inmigrantes, violencia física contra refugiados, activistas y médicos solidarios. Estas escenas se han podido observar en toda Alemania en las últimas semanas y meses. Diariamente hay noticias sobre actos de violencia contra inmigrantes.

Vale preguntarse si Alemania, como a principios de los 90, se hunde en una ola racista.

La “crisis migratoria” polariza a la sociedad. En una encuesta reciente el 77 % eligió el tema “inmigrante” como principal preocupación en la situación actual. La canciller Ángela Merkel (CDU) en la tradicional “entrevista de verano” dijo que “en los próximos años los flujos migratorios nos ocuparán más que Grecia”. De hecho hay más personas que nunca buscando refugio frente a las hambrunas, la guerra y la persecución y arriesgando su vida. Mientras que en 2008 solo 28.000 personas solicitaron asilo en Alemania, en 2014 eran 202.800 y en la primera mitad de 2015 ya 179.500. El Ministro del Interior espera 800.000 solicitudes de asilo en todo el año. A estas cifras se suman decenas de miles que llegan sin registro a Alemania. Mientras tanto, el Estado gasta miles de millones de euros en el ejército que solo agudiza las razones de huida.

En los últimos años miles de refugiados y activistas solidarios se movilizaron en todo el país y protestaron contra las leyes antiinmigrantes de Alemania y la Unión Europea (UE) con ocupaciones de plazas, huelgas de hambre y manifestaciones masivas. Sin embargo, el año pasado el movimiento tuvo un reflujo importante. Primero, por la intransigencia del gobierno y segundo, por la falta de una estrategia que pudiera unificar al movimiento de los refugiados y sus activistas solidarios y establecer una alianza social con la clase obrera nativa. Como consecuencia aumentó el clima reaccionario en las calles con las manifestaciones derechistas violentas como HoGeSa (“Hooligans contra salafistas”) y el movimiento antiinmigrantes y antieuropeo Pegida que juntó a miles de seguidores.

Y mientras la cifra de asaltos racistas a refugiados y sus centros alcanza los niveles más altos desde hace 23 años, la campaña de odio de los partidos burgueses contra los inmigrantes de los Balcanes occidentales sigue. Ya se acordaron nuevas restricciones del derecho al asilo y otras se están discutiendo, tal como la creación de una “ley migratoria”.

Pero ¿qué alternativa tiene que levantar el movimiento de los refugiados, los trabajadores y estudiantes combativos y la izquierda revolucionaria frente a la radicalización reaccionaria en las calles y el parlamento, para superar las leyes racistas y satisfacer las demandas históricas del movimiento de los refugiados y la población migrante?

Clima reaccionario y catástrofe humanitaria

En los últimos meses, la ya habitual campaña de difamación del gobierno contra los inmigrantes fue acompañada con una ola de ataques directos. Entre 2013 hasta 2014 estos ataques se triplicaron, llegando a 203 el año pasado. En el 2015 solo en los primeros seis meses hubo 202 ataques documentados contra inmigrantes y la violencia de derecha también se multiplicó hasta llegar a un caso cada día. Eso sin contar la cifra “no oficial” que será mucho más alta teniendo en cuenta la complicidad entre policías, servicios de inteligencia y grupos de ultraderecha.

Además, se acumulan los ataques a médicos solidarios o incluso políticos, como es el caso del concejal del partido Die Linke de Freital en Sajonia cuyo auto explotó. Aunque con retraso temporal, está clara la conexión entre esta violencia abierta y movimientos como Pegida o iniciativas locales contra centros de refugiados. En medio de esta situación el partido antieuro “Alternativa para Alemania” (AfD), que el año pasado pudo anotar importantes victorias electorales, se rompe. El ala “moderada-neoliberal” dirigida por el fundador de la AfD rompió y fundó un nuevo partido “Alfa”, mientras que el ala abiertamente racista y xenófobo tomó la dirección del partido. Es de esperar que ahora se presentará más abiertamente como expresión política de la ultraderecha.

Los partidos burgueses aprovechan el clima agitado para avanzar en su agenda reaccionaria contra los refugiados. Las nuevas leyes antiinmigrante aprobadas en junio posibilitan el encarcelamiento de casi todos los inmigrantes en cárceles de deportación. Ya existe un consenso entre los partidos burgueses para nuevas restricciones como la integración de países como Kosovo, Montenegro y Albania en la lista de los “países de origen seguros” para evitar que personas de esta región soliciten asilo en Alemania y facilitar su deportación.

Las dos caras de la política migratoria imperialista

Pero todas estas medidas xenófobas no impiden que miles, sobre todo los Rom que son oprimidos y perseguidos, busquen su futuro en Alemania. Como respuesta, la Oficina Federal para migración e inmigrantes (Bamf) plantea que habría que suprimir la ayuda estatal de 142 euros a los solicitantes de asilo. El jefe de gobierno regional del Land Bavaria, Horst Seehofer del partido regional democristiano CSU avanzó en la apertura de “campos” para refugiados del sureste de Europa cerca de la frontera para “impedir el abuso del asilo”.

La financiación de los centros de refugiados es completamente insuficiente por lo que cual en muchas ciudades se construyeron campamentos de carpas para los refugiados expuestos a condiciones de vida completamente precarias e inhumanas. Incluso el jefe del gobierno de Baden-Württemberg, Winfried Kretschmann, de los verdes plantea la necesidad de reducir la cantidad de refugiados de los Balcanes.

Distintos sectores de derecha exigen la intervención del ejército y la contratación de más policías lo que fomentaría su rol reaccionario contra los refugiados. Todo el espectro burgués tiene una sola respuesta contra la “crisis migratoria”: restricción de derechos democráticos e intimidación mediante la represión y la deportación. Es obvio que no solo ceden a la presión de los movimientos derechistas y a la violencia contra los inmigrantes sino que favorecen su crecimiento, lo que constituye otra parte de la política migratoria alemana para solidificar la miseria social de la privación de derechos, aislamiento y la incertidumbre.

Pero dentro de la clase dominante empezó un debate sobre la introducción de una “ley migratoria” empezada por la SPD que quiere combinar políticas de integración con “mano dura” agresiva.

Cada vez más voces se alzan a favor de separar a los inmigrantes “útiles” de los “inútiles” dándoles más oportunidades a algunos a cambio de deportar más rápido a los realmente necesitados y quitarles cualquier oportunidad o “motivación” de huir de sus países de origen.

En este sentido, la Federación de la Industria Alemana (BDI) y también la central sindical DGB exigen abrir las puertas del mercado laboral a los inmigrantes. El presidente de la Cámara Alemana de la Industria y el Comercio (DIHK) Eric Schweizer rechazó también los ataques contra los refugiados y abogó por una “cultura de bienvenida”: “Esto lo digo también en interés propio, porque las empresas dependen de expertos del exterior.”

Pero lejos de asegurar una vida segura a los refugiados en Alemania, este programa quiere apropiarse de su fuerza de trabajo para sacar las ganancias de trabajadores potencialmente baratos. Es decir, un programa de explotación burguesa con que una parte de la burguesía quiere sacar “provecho” de la situación actual mientras que apoyan a su vez cada restricción de la legislación del asilo.

Ofensiva militarista europea

En Europa está en marcha un cambio de la política migratoria, en el marco de que cada semana aumentan los titulares de los periódicos de todos los países sobre nuevas catástrofes humanitarias que padecen los inmigrantes.

La inmensa cantidad de refugiados que llegan a los países fronterizos como Grecia o Italia rompió en los hechos las “leyes Dublin”, que hicieron que la mayor carga de los refugiados recayera sobre los países del sur de Europa, hoy en crisis. El “sistema Dublin” establece que el primer país de la UE al que llegan los refugiados es responsable de tramitar la solicitud de asilo. Esto llevó a situaciones inhumanas en los centros de refugiados en Italia, Grecia, Bulgaria o España.

La nueva “repartición según cuotas” para cada país tiene como objetivo cambiar esta situación, pero ya se dibuja el fracaso de esta política. Ninguno de los países nórdicos que se aprovechan de las “Leyes Dublin” tiene un interés serio en promover el nuevo programa. Pero incluso si se aplicase seriamente este programa de “repartición igualitaria” de los inmigrantes no se mejorará su situación, como se ve actualmente en Alemania. Además que se los priva aún más del derecho elemental a la libertad de movimiento.

En el plano exterior la UE avanza en la militarización del mar mediterráneo para intimidar a los inmigrantes antes de iniciar su odisea, que muchas veces parte del corazón del continente africano. Incluso hay planes de intervención militar directa en los países del norte de África para dar golpes precisos contra las mafias traficantes. Estos planes solo reforzarán la militarización y la violencia contra los inmigrantes y aumentan las razones por las que huyen cientos de miles de personas. Las verdaderas “mafias de traficantes” son los capitalistas británicos, franceses y alemanes que explotan al continente africano, exportan armamento y están involucrados directamente en guerras de la región.

Una izquierda adaptada e inofensiva

Frente a semejante clima reaccionario, la izquierda y los movimientos sociales aparecen débiles e incapaces de brindar una respuesta a la altura de los ataques. El movimiento de los refugiados fue el movimiento democrático más dinámico de los últimos años. Integró a miles de activistas en la actividad política. El comité “Huelga estudiantil en solidaridad con los refugiados” de Berlín es solo un ejemplo de muchos: organizó a decenas de estudiantes secundarios y universitarios en comités de base en los colegios y facultades y llamó a concentraciones, charlas, acciones creativas y tres huelgas estudiantiles solidarias que reunieron entre 2.000 y 4.000 personas. Estos fueron importantes hitos, teniendo en cuenta además a la pasividad dominante entre la juventud alemana. Pero aunque el movimiento logró establecer las demandas, como el derecho a la permanencia para todos, retrocedió el año pasado, debido a la intransigencia y la relativa fortaleza del gobierno, el aislamiento impuesto, la separación interna y la falta de solidaridad. Esto se explica por varias razones.

La izquierda “antifascista” todavía atrae a muchos jóvenes, pero hace años se encuentra en una crisis profunda que ha llevado a rupturas y la disminución de militantes. Sobre todo su ala reformista está adaptada a la estabilidad del régimen alemán y/o está cooptada directamente por el estado. Die Linke deja de lado puntos programáticos clave como el “No a las intervenciones militares” o la prohibición a las exportaciones de armamento. Como ala izquierda del régimen intentan integrar algunas mejoras mínimas y parciales en la política migratoria por la vía parlamentaria, en vez de apostar a la movilización. Es que llevan años en puestos de responsabilidad de gobierno en varios de los Länder alemanes como Berlín o Brandenburgo que administran cárceles de deportación y siguen las mismas leyes anti-inmigrantes.

ONG’s reformistas o iniciativas antiracistas de base prestan un apoyo logístico constante e indispensable a los refugiados que logra minimizar temporalmente la situación desastrosa de los inmigrantes, pero su lucha no va hasta el fondo de los problemas del racismo estatal y social y muchos activistas se desmoralizan. Y la izquierda “antifascista” radical que entiende la lucha contra el racismo como una lucha contra el capitalismo está en una crisis estratégica: organizar semana tras semana cortes de calle contra manifestaciones nazis es importante pero a la luz de grandes movimientos derechistas como Pegida o del racismo estatal, esta práctica política se vuelve incapaz de organizar una fuerza social de magnitud, opuesta a la radicalización reaccionaria. Incluso si fuese más grande no tendría el programa social para unir a la clase obrera (con y sin pasaporte alemán), para lo que debería incluir demandas como la reducción de las horas de trabajo manteniendo el salario y el derecho a trabajo y la permanencia para todos. Finalmente, no se consideran claves los métodos de la clase obrera como la huelga política, que son imprescindibles en la lucha por los derechos de los explotados y oprimidos y no pueden ser sustituidos por un heroísmo individual.

Nosotros, desde de la Organización Internacionalista Revolucionaria (RIO), desde nuestras modestas fuerzas apoyamos todas las luchas de los refugiados en los últimos años. Al mismo tiempo insistimos constantemente en que solo la alianza con la clase obrera organizada puede construir la fuerza social necesaria para vencer al gobierno y su agenda reaccionaria. La clase obrera en Alemania viene en los últimos meses con experiencias de luchas enormes después de años de pasividad y derrotas. Pero todavía sigue atada a las cadenas de la burocracia sindical y su chauvinismo hacia los trabajadores de Europa y el mundo.

Esta burocracia es la razón fundamental por la cual el movimiento obrero aun no supera los límites de la lucha económica, para tomar las demandas de los refugiados como propias. En este marco, la izquierda sindical, a pesar de algunos ejemplos progresivos (como la indignación que suscitó el desalojo de los refugiados que el año pasado ocuparon la sede de la central sindical DGB en Berlín entre los jóvenes docentes), no logró desafiar efectivamente las posiciones nacionalistas de sus direcciones para que la clase trabajadora ocupe un rol “hegemónico” en la lucha democrática de los oprimidos.

Pero esto abre un problema de carácter estratégico: si la clase trabajadora no toma las demandas de los oprimidos como los refugiados en sus propios manos, sus luchas fácilmente son aplastadas y marginalizadas o cooptadas por las instituciones del estado capitalista.

Una respuesta clasista y combativa de los trabajadores y la izquierda

Es una gran tarea de la izquierda dar una respuesta revolucionaria al clima reaccionario, desde las fábricas y lugares de trabajo, los colegios y las facultades. Solo con la solidaridad orgánica de estudiantes y trabajadores jóvenes, de las mujeres y grupos LGBTI, con el conjunto del pueblo trabajador, el movimiento de los refugiados puede superar el callejón sin salida estratégico. Los refugiados y los activistas tienen que retomar las acciones radicales, junto con la movilización de miles desde sus lugares de trabajo y estudio. Solo la lucha de clases y la movilización intransigente pueden imponer las demandas y hacer retroceder a la derecha. Para esto es necesario que los refugiados junto a activistas solidarios se organicen en comités de autodefensa en las estructuras, barrios y ciudades como respuesta concreta a la violencia xenófoba y la incapacidad porque no va a ser la policía la que vaya a proteger a los inmigrantes.

Es necesario un programa que retoma las demandas históricas del movimiento de los refugiados: derechos democráticos como el derecho a permanencia para todos, derecho a trabajar y libertado de movimiento, cierre de todos los centros de refugiados y fin a las deportaciones, acabar con la militarización de las fronteras europeas a través de Frontex y cía., fin de las intervenciones militares del ejército alemán y de las exportaciones de armamento en todo el mundo, vivienda y trabajo digno para todos y fin de la precarización laboral.

Para lograr la unidad efectiva de toda la clase obrera en la lucha por sus derechos, los refugiados tienen que ser acogidos por los sindicatos, junto con sus compañeros legalizados. Esto no será posible sin una lucha antiburocrática y clasista contra las cúpulas nacionalistas y burocráticas de las organizaciones de masas de los trabajadores. Para lograr estas demandas es necesario un plan de lucha de las organizaciones de los trabajadores, la izquierda, la juventud y los refugiados. Pero todo esto no es suficiente si no se ataca la base del sistema capitalista: la propiedad privada de los medios de producción. Por eso, la lucha tiene que ser una lucha anticapitalista y antiimperialista, que plantea como horizonte estratégico la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa.