El pasado jueves 19 de enero, Netflix estrenó la serie francobelga "Las combatientes" que ya bate récord de reproducciones. Son ocho capítulos que narran las historias de cuatro mujeres que viven en un pueblo al noreste de Francia en el que, a los inicios de la Primera Guerra Mundial, avanza el ejército prusiano.
Andrea D’Atri @andreadatri
Lunes 23 de enero de 2023 08:00
Aunque se trata de una ficción, la serie se basa esencialmente en hechos reales y en otros que, aunque no hayan quedado registrados en los libros de Historia, tranquilamente podrían haber sucedido. El destacado vestuario de época, la brillante fotografía de los sangrientos combates librados por la infantería y la cuidadosa y esmerada selección de las locaciones dotan a Las combatientes de un intenso realismo.
En el afán de que solo cuatro personajes concentren las múltiples experiencias femeninas durante la guerra, las historias de sus protagonistas bordean la irrealidad y el melodrama. En más de una ocasión, el público pensará que no es posible que les sucedan tantas cosas a estas pobres mujeres, en tan poco tiempo. Sin embargo, el objetivo de presentar pinceladas de la diversidad de las vidas femeninas que transcurrían detrás de la línea de combate, se cumple con creces.
Estas cuatro mujeres son Marguerite, una prostituta de la que se sospecha que es una espía alemana, protagonizada magistralmente por Audrey Flerot; Caroline, esposa de un ingeniero propietario de una fábrica de camiones, a quien le da vida la actriz Sofia Essaïdi; Agnes, la madre superiora del convento transformado en hospital de campaña, que protagoniza Julie de Bona y Suzanne, la enfermera feminista que representa Camille Lou.
Detrás de la línea de batalla, al frente de sus propias vidas
Las mujeres que destinaron sus vidas al encierro y la oración en un convento, ¿cómo habrán vivido la transformación de sus claustros en un hospital de campaña, atestado de hombres jóvenes a quienes debían cuidar, lavar, curar, atender? ¿Habrán tenido crisis de fe en el incensante ir y venir de las ambulancias cargadas de heridos? Las otras mujeres que vivieron encerradas en los burdeles ¿cómo habrán soportado el ajetreo incesante de esos cuerpos deseantes de sexo, caricias y distracción de los soldados? ¿Habrán buscado el matrimonio o la seguridad económica entre las sábanas, la sífilis, los miembros impotentes y amputados por los bombardeos?
Las mujeres que permanecían, hasta entonces, encerradas en sus tareas hogareñas, ¿cómo habrán resuelto la ocupación de los puestos de trabajo en las fábricas, talleres y comercios que sus maridos abandonaron cuando fueron reclutados por el ejército? Solo en Rusia sabemos que, durante la guerra, "cuando fueron movilizados al frente casi 10 millones de varones –en su mayoría campesinos–, las mujeres se convirtieron en obreras agrícolas alcanzando a representar el 72% de los trabajadores rurales. En las fábricas, pasaron de ser el 33% de la fuerza de trabajo en 1914, al 50% en 1917." (1) Y las que se habían librado, voluntaria y concientemente, de ese encierro y suscribían posturas feministas sobre los derechos de las mujeres, ¿cómo habrán hecho uso de su independencia y su libertad al servicio de sus prójimos en medio de tanto dolor y tanta muerte?
La acción de Las combatientes comienza en setiembre de 1914. Sabemos que, en la vida real, apenas dos meses antes, una gran movilización había reclamado en París por los derechos políticos de las mujeres. Pero ese movimiento que se extendía en las principales capitales europeas fue bloqueado por la declaración de la guerra. Y, en los años siguientes, quienes protagonizaron masivas manifestaciones, fueron las mujeres trabajadoras y del pueblo pobre que, con sabotajes, incendios, saqueos y huelgas, reclamaron por los precios de los alimentos y por el cese de la contienda bélica en Berlín, París, Viena, San Petersburgo… incluso dieron el puntapié inicial de grandes procesos revolucionarios como el que se abrió paso en Rusia en 1917.
Es por esta situación que, ya a inicios de 1915, la dirigente alemana Clara Zetkin lanzaba un llamamiento a las mujeres socialistas y convocaba a una conferencia internacional, en la que setenta delegadas alemanas, francesas, inglesas, holandesas, rusas, italianas y suizas discutieron sobre la traición de su propio partido que había decidido participar de la contienda. Fueron las mujeres socialistas las que resolvieron condenarla bajo la consigna de "guerra a la guerra".
No por casualidad, cuando finaliza la Primera Guerra Mundial, la desmovilización de las mujeres del frente y de las fábricas "va acompañada de una fuerte campaña de propaganda contra la mujer liberada y el feminismo, reforzándose desde los discursos oficiales los elogios a las madres y las amas de casa" (2). Varios países europeos instauran la celebración del Día de la Madre y, al mismo tiempo, conceden el derecho al voto femenino en un intento de apaciguar al movimiento que se radicalizaba y que, en la Revolución Rusa encontraba un modelo al que aspirar.
A las mujeres desconocidas de los soldados desconocidos
Las combatientes no aborda estos hechos históricos que aquí mencionamos. Pero nos muestra de manera íntima y conmovedora, cómo se trastocaron las vidas de millones de mujeres que, contradictoriamente, perdiendo a sus maridos, sus hijos, sus hermanos y sus padres en la batalla, encontraron retazos de libertad para desarrollar sus vocaciones, desplegar sus deseos y tomar las riendas de sus vidas. A esas heroínas anónimas, rinde expreso homenaje Cécile Lorne, la creadora de Las combatientes.
Aunque todavía no está confirmado si habrá segunda temporada, el público que devoró los ocho capítulos en estos pocos días que transcurrieron desde su estreno, ya reclama saber qué pasó con estas mujeres después de estas primeras batallas que dieron inicio a la guerra y a las vertiginosas transformaciones de sus vidas. Una ficción de época, un melodrama con elementos feministas, una serie de las que valen la pena para comenzar este 2023.
(1) y (2) A. D’Atri, Pan y rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo, Ediciones IPS, Buenos Aires, 2013
Andrea D’Atri
Nació en Buenos Aires. Se especializó en Estudios de la Mujer, dedicándose a la docencia, la investigación y la comunicación. Es dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Con una reconocida militancia en el movimiento de mujeres, en 2003 fundó la agrupación Pan y Rosas de Argentina, que también tiene presencia en Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, EE.UU., Estado Español, Francia, Alemania e Italia. Ha dictado conferencias y seminarios en América Latina y Europa. Es autora de Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en (…)