El pasado sábado se certificó de forma oficial la abstención del PSOE en la investidura de Rajoy. La victoria, aunque holgada, dejó a la luz una profunda división.
Ivan Vela @Ivan_Borvba
Lunes 24 de octubre de 2016
Foto: EFE
El PSOE va a permitir, mediante la fórmula de la abstención, que Mariano Rajoy vuelva a ser el inquilino de la Moncloa. En una votación que certificó la división interna -135 votos a favor de la abstención frente a 96- el PSOE hizo su penúltimo favor al Régimen del 78.
Bajo la citada fórmula, Mariano Rajoy saldrá investido de nuevo presidente del Gobierno. Desde Ferraz, no cansados del "teatro", han asegurado que sus 84 parlamentarios votarán "no" en la primera ronda, para escenificar su rechazo al líder popular, y será ya en la segunda votación cuando hagan el "sacrificio de Estado" y con la abstención, cedan la Moncloa a Rajoy y al Partido Popular.
Desde que el 1 de octubre el "golpe en la mesa" de la federación andaluza del partido, junto a otros sectores, impusiera su voluntad y forzara la dimisión de Pedro Sánchez como Secretario General del partido, la gestora y los diferentes barones regionales, con Vara a la cabeza, han ido buscando los mecanismos léxicos para imponer de la forma más suave posible, este acto sin precedentes del partido socialista.
Pero ni los tiempos institucionales ni las brechas internas permitían medias tintas, y a menos de un mes de la dimisión de Sánchez el PSOE ha tenido tiempo de dar la espalda a sus bases, saludar al Ibex 35 y señalarle el camino de la Moncloa a Rajoy.
Pero si este pareciera el final de un tortuoso camino, nada más lejos de la realidad. En el propio Comité Federal que certificó la abstención el pasado domingo fueron varias las voces críticas que definieron las próximas nubes sobre Ferraz.
Fue Iceta, el líder del PSC, quién planteó la diferencia que más hace temblar de nuevo al PSOE. El líder de los socialistas catalanes aseguró que piensa "mantener su "no" a Rajoy", mientras que aclara sin dudas que "no se busca una ruptura con el PSOE", al cual le pide "compresión, debido a la encrucijada de la política catalana".
A este llamado de "compresión" se sumaron otros líderes regionales como Francina Armengol, presidenta del gobierno Balear, quien aseguró que "votar la abstención a Rajoy es un error gravísimo, pero obligar a votar en bloque, sería el doble de grave".
El nuevo campo de batalla está definido y no dudaron en enfrentar los golpes el presidente de la gestora, Javier Fernández y su portavoz, Mario Jiménez, al afirmar que la decisión del Comité Federal "es vinculante a todo el grupo parlamentario (los socialistas baleares aportan dos diputados a las Cortes Generales) y no se plantean fórmulas alternativas".
El partido socialista tiene ante sí un escenario que invita al presagio de la "pasokización", pero aun así los sectores que ahora comandan el PSOE, con la federación andaluza a la cabeza, no quieren dejar grietas por el camino y buscan una victoria absoluta aún entre las posibles cenizas.
El PSOE no fue baluarte de la democracia
Ni Pedro Sánchez sufrió un "golpe de estado", ni el PSOE se ha convertido en una casta de mafiosos que desechan la democracia.
Pedro Sánchez y el tándem Díaz-González planteaban distintas salidas tácticas a la crisis del partido socialista. Uno abogaba por la negativa a Rajoy y pactar con la derecha cool de Ciudadanos, mientras que para el "sector" de Díaz lo vital era una recomposición del aparato del partido tras la experiencia con Sánchez.
Pero estas alternativas tácticas jamás plantearon alternativas al Régimen del 78, sencillamente porque el PSOE es pieza fundamental de este régimen.
Antes del estallido de la crisis y la reforma laboral de Zapatero, del "boom" de los casos de corrupción, o de la modificación del artículo 135, el PSOE había tenido tiempo de sumar reformas laborales durísimas, de implementar las ETT’s, de votar a favor de la OTAN, de mancharse las manos de cal.
El partido socialista ha vivido al amparo del modus operandi del sistema que el mismo ayudó a fraguar. Puertas giratorias, consejos de dirección de empresas, etcétera. Y de este PSOE era heredero Sánchez y por supuesto lo es (o será) Susana Díaz.
El Régimen del 78 no tiene posibilidades de reforma democrática, ni menos será ésta impulsada por actores clave en su nacimiento, configuración y mantenimiento. Desde sectores de la izquierda reformista, especialmente Podemos e Izquierda Unida, se definió la batalla interna del PSOE como una batalla entre dos modelos, entre un sector más reformista y democrático, y otro más ligado al Ibex 35.
Pero hacer esta definición es obviar de un plumazo, y por intereses electorales, el rol del PSOE en el Régimen del 78. Ninguna alternativa hubiera llegado de un gobierno con el partido socialista de Sánchez.
La nueva legislatura empezará a andar más débil que nunca, pero qué duda cabe que todas las instituciones de este antidemocrático régimen se pondrán en el mismo bando a la hora de seguir aplicando los recortes y reprimiendo.
Es por ello que la respuesta ante los ataques que están por venir se debe forjar en la calle, entre los sectores populares, la clase trabajadora, las mujeres, la juventud e inmigrantes.
Un movimiento que pelee por un proceso constituyente, que permita frenar los planes de ajustes, que permita decidir a las nacionalidades, que elimine el Senado y la Corona, en definitiva, que permita discutir y decidir sobre las ruinas de las instituciones y políticas de este régimen.