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Red Internacional
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Tribuna Abierta. Las elecciones mexicanas como imposición de una realidad falsa

Un principio fundamental de toda filosofía materialista es sostener que existe un mundo material fuera de la esfera del pensamiento e independiente de ésta. Las ideas no pueden existir sin la existencia de este mundo material.

Martes 29 de mayo de 2018

El mundo real, pues, no es el que cada individuo o grupo de individuos crea que es, no es el que cada quien quiera que sea; no es el que a cada quien le convenga que sea. El mundo real es como es, independientemente de creencias, deseos o conveniencias, particulares o de grupo. A veces la realidad puede, desde luego, confluir, coincidir con alguno de esos deseos, creencias o conveniencias, pero en ningún caso esa coincidencia es debida a la fuerza de aquellas.

Las clases dominantes, sin embargo, han elaborado su visión particular del mundo no de acuerdo con un conocimiento riguroso y preciso de éste, sino en primer lugar con arreglo a la idea particular que tienen de cómo es e imponiéndosela a la realidad; imaginando que el mundo está hecho de acuerdo con sus intereses.

Karl Marx y Friedrich Engels hicieron un profundo análisis de este proceso y una demoledora crítica a la burguesía y sus intelectuales, por imponer su visión particular del mundo a toda la sociedad. Por imaginar, falsamente, que las categorías, instituciones y estructuras del capitalismo son eternos, e inmutables, cuando en realidad son fenómenos históricos y transitorios; por tomar los conceptos, términos, valores y prácticas dominantes propios de un período de la historia, como si estuvieran puestos por la naturaleza y fueran perdurables por siempre, válidos para todo tiempo y lugar. En suma, por construir un mundo en el que la realidad está subsumida y sometida a las creencias, deseos o conveniencias de la burguesía.

Con esta imposición ideológica, la burguesía obliga a la sociedad a pensar y sentir el mundo de acuerdo con sus ideas, esa ofensiva se dirige especialmente a los explotados; ellos deben pensar el mundo de acuerdo con las ideas burguesas, a tomar como real y verdadero el mundo ficticio e ilusorio que esa clase social ha construido; a hacer de las vidas humanas, de sus problemas, deseos, necesidades, tristezas y alegrías, aquellas que son convenientes para sostener el conjunto, el total del poder capitalista, no sólo las relaciones económicas de producción.

En ese encarcelamiento que la burguesía y el capitalismo hacen del ser humano, se busca desde luego hacer pensar a este último que no existe ni es posible la existencia de otras concepciones del mundo. Los invisibles hilos de la ideología se filtran por todos los poros de la sociedad y del individuo, forzándolo a vivir en ese estrecho mundo; a realizar sus prácticas y aceptar su modo de vida.

La adopción de esa forma de ver la realidad lleva a la aceptación de un pragmatismo y un inmediatismo crecientes, a la fragmentación del Universo en pedazos inconexos, a la imposibilización de la palabra y la acción independientes. A la legitimación de todas las instancias del poder burgués.

Exactamente eso es lo que ocurre en el México de este período electoral. El conjunto de la clase político-empresarial, sus partidos, sus candidatos y los aparatos de dominación todos, están impunemente obligando a que el pueblo entero piense y sienta a la manera que esta clase quiere que lo hagan, a que acepten sin reserva esta visión del mundo y más aun, que necesiten de ella para seguir sobreviviendo. Todo en estas campañas se inscribe a problemas del lucro, del negocio, de la producción mercantil; todo es buscarle al otro candidato alguna transa o acto de corrupción.

Todo es conseguir que el pueblo caiga ante su propia admiración a los líderes, que desarrolle una profunda dependencia emocional con respeto a ellos. Siempre predomina en los discursos la palabrería hueca y los conceptos vacíos, desprovistos de contendido. Todo es la incuestionada prevalencia del mercado y de las jerarquías sociales fijas e indelebles.

Ni una palabra o una tesis acerca del impulso a la cultura, a la ciencia, al arte y las humanidades, a la filosofía; ningún referente histórico, cero visión de futuro, nada acerca de los derechos humanos, de las libertades; nada en contra de las opresiones de clase, género, etnia; ninguna concepción acerca de la defensa de la naturaleza y el ambiente en general. Todo es de una ramplonería y vulgaridad exasperantes, de una ignorancia y una incultura patéticas. Y ese es el ejemplo que se pone.

La intención es la de hacer que cada persona reproduzca en su vida cotidiana, la miseria espiritual e intelectual del sistema, personificada en sus candidatos, es eso lo que se impone como meta a seguir.

Se busca, con éxito, que el pueblo se entusiasme por las campañas electorales con todo lo que ello implica, que se desviva por alguna de sus versiones, en realidad mucho más cercanas entre sí de lo que parecen en un examen superficial, derivado de la corriente pantomima de los candidatos. El pueblo está obligado a entrar de lleno en ese espectáculo, en ese juego de mentiras, ocultamientos, ficciones, espejismos. Puede silbar, aplaudir, gritar tal o cual cosa, alabar, insultar, entristecerse, indignarse o alegrarse frente a uno u otro resultado, encuesta o expectativa. Lo que nunca puede hacer mientras acepte esas reglas del juego es alterar el curso general del proceso, el cual le es ajeno.

Bajo esas condiciones nunca podrá salir de ese mundo de irrealidad y de ficción. Debe adaptarse a él. Mucho menos puede imaginar siquiera que hay alguna otra forma de vivir y conducir sus vidas y destino; de elaborar su propio pensamiento, palabra, actividad. Eso le está vedado. Para eso la burguesía ha desatado una ardua, contante y eficaz labor de enajenación de las conciencias.

Unos pueden optar por el joven, el ágil, carismático y emprendedor hombre de negocios (Anaya), por el rudo, y hasta grosero pero decidido y valiente (El Bronco), por el adalid de la tradición de gobierno y garantía de estabilidad (Meade), por el bondadoso, sonriente siempre, amoroso, comprensivo y mesiánico (López Obrador) e incluso hubieran podido optar –si no hubiera declinado- por la mujer tesonera e independizada, firme ante las adversidades (Margarita). ¡Hay para todos los gustos! ¡Justo como en un supermercado! ¡Es el ofrecimiento de meras mercancías, como coches, chicles o papel del baño! Es la reificación de los procesos y la cosificación de los humanos.

Lo que se requiere para salir de esta situación es buscar las maneras para encontrar vías de expresión propia, de buscar el conocimiento totalizador del mundo. De independizar las conciencias de las ataduras del Estado y de la clase dominante. Se trata de negar la enajenación de esas conciencias, de promover el reencuentro de los seres humanos consigo mismos.

Empecemos denunciando la farsa, el circo de las campañas electorales. Comencemos por negarnos a avalarla y legitimarla. ¡NO VOTES, LUCHA!