Con el arranque de la invasión rusa a Ucrania y la escalada bélica alimentada por los intereses imperialistas de la OTAN y las potencias europeas, no debemos olvidar que parte de los oligopolios y grandes empresas que se enriquecen con el negocio de la guerra están presentes en las universidades públicas. Por una juventud y un movimiento estudiantil contra la guerra.
Lunes 7 de marzo de 2022
Ante este conflicto, las y los estudiantes debemos decir no a la guerra porque Putin y los oligarcas rusos han comenzado esta invasión por intereses geopolíticos y económicos, a parte de las aspiraciones expansivas con supuestas bases históricas. Pero el estudiantado debemos responder también contra la OTAN puesto que está llevada por sus propias intenciones imperialistas y los intereses de grandes empresas.
Pues bien, estas grandes empresas están también presentes en las universidades. Tomemos como ejemplo las tres grandes universidades de Madrid. Para empezar, por experiencia propia, el banco Santander es la empresa más presente en la Universidad Complutense de Madrid. Esta empresa obliga a los alumnos a través de los acuerdos con la universidad a abrir una cuenta bancaria con ingresos para poder poseer un carnet universitario de la UCM, por tanto también para acceder a las bibliotecas como la Zambrano, que deberían ser públicas totalmente y que su acceso no dependa de uno de los bancos más ricos del mundo.
Por otro lado, en la Universidad Autónoma de Madrid no solo vemos empresas como el Santander o el grupo Acciona dentro de los órganos de gobierno universitarios, sino que el propio director de Ciencia, Universidades e Innovación es Eduardo Sicilia Cavanillas, exsubdirector general adjunto del BBVA y exmiembro del partido casi extinto Ciudadanos.
Con este panorama poco nos debería sorprender que pasaran sucesos como el del pasado 23 de febrero cuando se realizó un acto en el que se invitó a un comité de empresas y a portavoces del partido de extrema derecha de VOX a la universidad, acto contra el que protestaron varios estudiantes, entre ellos compañeros de contracorriente y a los que se les ha amenazado con aplicar la ley mordaza universitaria aprobada por el gobierno “más progresista de la historia”.
En el caso de la Carlos III, entre las empresas que gestionan nuestros estudios y las inversiones que hacemos para poder estudiar se encuentran Iberdrola y Repsol, dos de las más grandes empresas en España cuando se trata de energías. Recordemos que este verano Iberdrola participó en el vaciado de pantanos para conseguir un mayor beneficio económico del que ya estaba consiguiendo con el aumento de los precios de la electricidad en España. A su vez Repsol es una de las empresas más contaminantes, como pudimos ver con el suceso del derrame de petróleo en Perú el pasado febrero.
Que grandes empresas se encuentren en los órganos de gobierno universitarios como el consejo social de la UAM sienta los precedentes perfectos para que la universidad, presentada falsamente como un espacio de libertad y creatividad, se convierta en un lugar en el que se implanten los modelos de empresa o que se opte por modelos mixtos de enseñanza en los que se obligue a los alumnos a trabajar como becarios para estas empresas para poderles conceder el título.
Pero volvamos a su relación con el negocio de la guerra. Aunque a priori pueda parecer que poco o nada tienen que ver las grandes empresas y bancos en la cuestión de la guerra en Ucrania deberíamos atender a la siguiente gráfica:
En esta gráfica vemos como grandes empresas presentes en nuestras universidades públicas están invirtiendo en el negocio de la guerra para sacar rédito económico de desgracias como la que sufren hoy los obreros, las mujeres y el pueblo ucraniano mientras, por cierto, son rescatadas con dinero público.
Esta cuestión nos deja una conclusión bastante clara: los estudiantes debemos involucrarnos en el asunto y no permitir que empresas que se enriquecen a costa de guerras, la miseria de la clase obrera y de la destrucción del planeta tomen decisiones directas sobre qué estudiamos y como lo hacemos, para empezar.
Con este doble objetivo, luchar por una universidad que fomente el espíritu crítico y esté al servicio de la transformación social en vez de a los pies de las empresas con beneficios manchados de sangre, e impulsar un movimiento contra la invasión rusa y la intervención imperialista de la OTAN, de la UE y del propio gobierno español que manda armas a Ucrania, tenemos que organizarnos.
Para ello los estudiantes debemos unirnos a los trabajadores más precarios de las universidades, como las limpiadoras, los conserjes o los profesores adjuntos para conseguir una universidad libre de grandes empresas, libre de burocracias sindicales que se relacionan con la patronal y libre para que el trabajo de nuestros compañeros sea digno y tengamos acceso a educación de calidad sin que esté manipulada para convertirnos en esclavos del capital que, como se muestra actualmente con dureza, nos lleva a la barbarie.
Las asociaciones y agrupaciones estudiantiles tenemos que dar un paso adelante y organizar movilizaciones en nuestros centros de estudio contra la guerra, y trabajar para construir una gran huelga donde podamos confluir con otros sectores de trabajadores y movimientos contra esta guerra.
Es por ello que desde Pan y Rosas marcharemos este 8M contra la guerra desde una perspectiva antiimperialista y contra las oligarquías rusas; así como junto a nuestros compañeros de Contracorriente estamos poniendo en pie campañas, charlas y asambleas para organizar al estudiantado sobre la situación en Ucrania y como las grandes empresas presentes en las universidades son también responsables de esta situación. Lo tenemos claro: ¡guerra a la guerra!