“El Frente Amplio hace que los sueños vivan de nuevo” dijo Mayol en el debate presidencial, refiriéndose al fracaso de la Nueva Mayoría y a la posibilidad de darle respuesta al “malestar social”. Sánchez habló de “derechos sociales universales”. Pero ¿cuál sería la reacción de los sectores dominantes de la sociedad -de los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros que controlan la economía si de pronto se incrementaran los impuestos o se les expropiara un 20% de alguna rama estratégica?

Juan Valenzuela Profesor de filosofía. PTR.
Viernes 26 de mayo de 2017
Existe algo así como un desplazamiento del horizonte de lo posible en la conciencia de cientos de miles de personas, producto del ciclo de lucha de clases abierto el 2011, y ya no se acepta esta sociedad como “el mejor de los mundos posibles”.
Por otro lado, los sectores más conservadores se atrincheran. Piñera, recientemente, hizo una verdadera declaración de guerra a la gratuidad de la educación. Repetir los gestos de la política de los consensos va cayendo en desuso. Ricardo Lagos -que intentó mostrarse más acorde a los nuevos tiempos y que evidentemente fracasó- lo sabe. La Nueva Mayoría lo sabe.
El Frente Amplio emerge en estas coordenadas. Genera cada vez más adhesiones, aunque el debate televisado evidentemente no tuvo toda la fuerza que muchos esperaban.
Aun así, quienes hemos visto debates presidenciales pasados, probablemente no recordemos que los contendores tengan acuerdo con el matrimonio homosexual y la adopción de hijas o hijos -uno de ellos, incluso, con prioridad para las parejas homosexuales-; o que una de ellas se declare abiertamente “feminista” mientras el otro afirma estar de acuerdo con esa declaración. Probablemente tampoco recordemos que terminar con las AFP aparezca como algo obvio. O que se cuestione el sueldo mínimo actual.
¿Cuál sería la primera medida de gobierno? Mayol contestó que sería terminar con las AFP, porque es terminar con el neoliberalismo, y poner en pie un sistema de reparto, y Sánchez una Asamblea Constituyente para una nueva Constitución. Según la candidata periodista “buscamos una democracia real, participativa; un modelo de desarrollo distinto; buscamos que haya derechos sociales universales”.
En relación al financiamiento de sus programas de gobierno, Sánchez planteó que sería a través de impuestos y Mayol a través de la expropiación del 20% de las empresas estratégicas -forestales, mineras, energéticas y pesqueras, más los servicios básicos-. Es con estas medidas que buscarían brindar un soporte económico a sus agendas de reformas.
Conviene que nos detengamos en este último punto porque es determinante para la relación que ambos candidatos conciben de un futuro gobierno frenteamplista con el empresariado. Es un punto que no podemos perder de vista, porque en Chile el empresariado está muy acostumbrado a la impunidad total.
Creemos que en ambos casos se produciría una resistencia. Ya vimos como actuó el empresariado en acuerdo con gente como Zaldívar para limitar la reforma tributaria proyectada por Bachelet. En el caso de la expropiación del 20% de una empresa estratégica -supongamos, de CMPC del grupo Matte que se coludió con el papel tissue o de Escondida- los empresarios pondrían el grito en el cielo, resistirían, se negarían. Por eso, resultaría bastante utópico creer seriamente que los empresarios simplemente van a dejar que el Estado pase a ser el dueño del 20% de una empresa como CMPC, que Eliodoro Matte va a “recibir con alfombra roja” a los representantes del Estado, o que Bernardo Larraín Matte que aspira a dirigir la SOFOFA va a otorgar el 20% de Colbún a un “gobierno de izquierda”.
Por eso la propuesta de “tener un 20% en cada empresa estratégica” tiene en sí misma una contradicción. Si se habla sólo del 20% es porque se quiere un “equilibrio” entre propiedad privada, propiedad estatal y derechos sociales. Por ejemplo, el cobre, en un 70% está en manos de empresarios privados. Con la propuesta de Mayol el 56% del cobre quedaría en manos privadas. ¿Por qué no nacionalizar el cobre y los recursos naturales? Porque eso sería ir más allá, a un programa de izquierda más tradicional incluso. Pero el problema es que el empresariado tampoco tolerará un 20% de expropiación. Entonces la pregunta que se abre es la siguiente: cómo derrotar la voluntad empresarial.
Eso será posible con un programa claramente anticapitalista. Expropiar las ramas estratégicas y ponerlas a funcionar bajo gestión de los trabajadores y las comunidades es una necesidad para detener la colusión y el financiamiento de los políticos empresariales. Pero un programa así es un programa basado en la lucha de clases. Y decir gestión de los trabajadores y las comunidades es depositar confianza en la fuerza creativa de los cientos de miles que nos hemos puesto en movimiento durante los últimos 6 años. Creemos que es el único programa realista en un Chile para enfrentar a una derecha que buscará golpear como parte de una ofensiva en Latinoamérica que también la vemos en la Argentina de Macri y en el Brasil de Temer. Si las fronteras de lo posible no se piensan en ruptura con el capitalismo, el resultado será terminar jugando al equilibrista entre intereses contrapuestos, para tarde o temprano ceder. Miremos a Grecia.

Juan Valenzuela
Santiago de Chile