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HISTORIA DEL MOVIMIENTO OBRERO ARGENTINO. Las leonas de la Alimentación tienen su historia

Las trabajadoras de la Alimentación tienen décadas de historias, de lucha, resistencia y organización. Rescatamos sus tradiciones, que son parte de las tradiciones de toda la clase obrera.

Sábado 22 de julio de 2017

Imagen Boletín del PST en 1977 en Fundación Pluma.

Estas últimas semanas vimos incontables veces las imágenes de esas leonas de PepsiCo, luchando por su trabajo, por sus derechos. Desde la madrugada y hasta la mañana del jueves 13 las vimos en primera línea enfrentando el desalojo, que incluía palos, gases y balas de goma. También las vimos encabezando la enorme marcha del 18 de julio donde, detrás de ellas, miles las acompañaron para decir: basta de familias en la calle. Fue una enorme muestra de cómo se enfrentan los despidos y el ajuste.

Pero esta no es la primera vez que vemos a las mujeres de la alimentación salir aguerridamente a luchar por lo que les corresponde. En los últimos años las vimos en el 2009 en Kraft (hoy Mondelez) donde fueron las trabajadoras el motor fundamental del conflicto que comenzó con la rebelión por la gripe A y continuó luego del despido de más de 150 trabajadores. En aquella ocasión el paro duró 38 días y se enfrentaron a la empresa, la Justicia, la burocracia sindical, a la policía y al gobierno de Cristina y Scioli. También vimos a las trabajadoras de FelFort en la Ciudad de Buenos Aires luchando contra los despidos y los atropellos de los Fort. O a las mismas trabajadoras de PepsiCo quienes desde hace años vienen peleando contra la tercerización y los despidos.

La leonas de Pepsico enfrentan los despidos

Con todas ellas nos encontramos los 3 de junio, en las calles gritando ¡Ni Una Menos! También nos organizamos juntas el 19 de octubre, bajo una lluvia torrencial, cuando las mujeres le hicimos el primer paro a Macri; o el 8 de marzo último con el Paro Internacional de mujeres.

Las mujeres trabajadoras son una amplia mayoría en el gremio de la Alimentación que sin embargo, como ocurre en casi todos los gremios, está dirigido desde siempre por varones. Son una amplia mayoría que tiene una gran tradición combativa no siempre recordada; que como toda historia de lucha y protagonismo de la clase obrera se intenta ocultar y olvidar. Pero esta tradición de lucha está presente hoy en estas trabajadoras de zona norte. Aunque muchas de ellas no la conozcan, la llevan consigo. Por eso queremos traer a la memoria de todos, estas historias de combatividad y organización, porque las trabajadoras (y los trabajadores) no partimos desde cero cada vez. Nuestros combates actuales se nutren de las tradiciones de la clase obrera.

Las mejores tradiciones de los 70 en la sangre de las obreras

Como decíamos antes, el gremio de la Alimentación está compuesto en su mayoría por mujeres, muchas son sostén de hogar que llevan en el cuerpo las marcas de los ritmos de producción y las condiciones de trabajo: tendinitis, hernias, túnel carpiano.

Pero esas marcas también expresan lucha y resistencia en experiencias acumuladas por décadas.

Mientras luchaban por sus condiciones de trabajo, por el salario, por los puestos de trabajo, también se organizaban en sus fábricas, contra las patronales y al mismo tiempo contra la burocracia sindical. Lo hicieron junto a sus compañeros varones creando agrupaciones combativas que traspasaban las fronteras de cada fábrica e incluso de cada gremio.

En los setenta, cuando se produjo el mayor ascenso obrero de la historia argentina, las fábricas alimenticias fueron testigos de grandes luchas. Las fábricas de la Zona Norte el Gran Buenos Aires –región industrial más importante del país- fueron parte del proceso de tomas y de rebeliones antiburocráticas entre los años 1973 y 1974 durante la presidencia de Perón, de las jornadas de junio y julio de 1975 y de las Coordinadoras Interfabriles, de la lucha contra el Plan Mondelli y también de la resistencia obrera durante la dictadura militar.

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Durante el gobierno camporista (el 8 de junio) la CGT, los empresarios aliados a Perón (nucleados en la Confederación General Económica o CGE), la FAA y la Sociedad Rural habían firmado con el gobierno el llamado Pacto Social donde las empresas se comprometían a no aumentar los precios mientras que la CGT y las direcciones de los gremios no debían abrir la discusión salarial por dos años (los salarios serían revisados anualmente, el 1 de junio de 1974 y de 1975). Pero la crisis económica junto con el ascenso de la lucha de clases lo hicieron peligrar y estallará finalmente en junio de 1975. El sostenimiento del Pacto Social dependía de que la burocracia sindical mantuviera la tregua y la desmovilización de los trabajadores. Así y todo, la clase obrera cuestionará la continuidad del pacto con huelgas y tomas de fábrica.

Las experiencias de Terrabusi y Bagley

En diciembre de 1973, Terrabusi (luego Kraft hoy Mondelez), protagonizó una toma con rehenes, que dura 5 días en su planta de Pacheco. La empresa tenía además una planta en Capital. En el gremio de la alimentación se destacaba la influencia política del peronismo combativo, el PRT y el trotskismo nucleado en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST).

El reclamo era por aumento de salario, posta médica las 24 horas junto con normas de higiene en la fabricación de galletitas y la reincorporación de 37 despedidos. Se tomaron las plantas de Capital y Pacheco de Terrabusi. El Ministerio de Trabajo dictó la conciliación obligatoria que es aceptada por la dirección del STIA y las comisiones internas, pero no fue aceptada por los más de dos mil trabajadores de Pacheco, su amplia mayoría mujeres, que mantenían la toma con rehenes gerentes de la empresa; una modalidad muy común en la época. Luego de cinco días donde recibieron la solidaridad de fábricas vecinas, se instalaron ollas populares y se les acercó comida a los ocupantes; fueron desalojados en un procedimiento que duró casi 5 horas con un operativo con camiones hidrantes y perros que lanzaron contra las obreras. Según el periódico Noticias, del 5 de diciembre, varias operarias que eran parte de la toma sufrieron desmayos y ataques convulsivos en esa jornada pero resistieron hasta el final.

Al año siguiente fue el turno de Bagley, donde comenzaron a reclamar varias reivindicaciones, como aumento de salario, media hora para comer, mejoras al jardín de infantes, guardapolvo para el personal administrativo y mayor porcentaje para los repartidores. Además decían “[…] solamente pedimos que las ganancias millonarias de Bagley vuelvan al pueblo en mejores salarios” (1). El reclamo fue llevado adelante por la comisión interna, ya que los dirigentes del gremio les plantearon que ellos no podían elevarlo ya que era violatorio del Pacto Social. Luego de un impasse tras la muerte de Perón, los 3.500 obreros de la planta del barrio de Constitución, desde el 6 de julio, reiniciaron medidas de lucha con paro por tiempo indeterminado y con permanencia en los lugares de trabajo por la reincorporación de 150 despedidos “por ilegal violación al Pacto Social”, según vemos en el boletín De Frente con las bases peronistas, del 18 de julio de 1974. La conducción del gremio, como lo vimos en el caso de Terrabusi, negó el apoyo a los trabajadores. En esta fábrica también vemos que la gran mayoría son trabajadoras, y el 80% de ellas tenían en promedio entre 20 y 25 años, desempeñándose en las líneas de producción. Los testimonios de militantes de la época afirman que las compañeras fueron las más combativas al principio y son las que arrastraron a sus compañeros al conflicto.

En el boletín La Solución de la agrupación Frente de Trabajadores Socialistas de trabajadores de la alimentación (impulsada por el PST) que data de agosto de 1975, luego de las históricas jornadas de junio y julio, se reproducen varias notas de trabajadoras de distintas fábricas: Bagley, Té Crysf, Canale, Noel, Stani. Uno de los reclamos más sentidos, y que hasta el día de hoy se mantiene en gran parte de las mujeres trabajadoras, es el de las guarderías en el lugar de trabajo.

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En ese entonces varias de las fábricas contaban con guarderías pero que sólo recibían a niños de hasta dos años (excepto en Bagley y Terrabusi, que los aceptaban hasta los cinco, conquistadas en otra lucha). Esto causaba que muchas compañeras debían gastar mucho dinero en el cuidado de sus hijos o directamente renunciar a sus trabajos. A esto se le sumaba otra situación, que también se mantiene hoy, y es la diferencia salarial con respecto a los trabajadores varones cuando son ellas también las que realizan tareas pesadas, y muchas veces calificadas, pero que no se las remuneraba como tal ni obtienen acceso a categorías.

Por último, se denuncia el poco espacio que ocupan las compañeras dentro del gremio en lugares de dirección del sindicato, que hoy sólo se cubren para cumplir con los cupos femeninos, siendo que -como ya mencionamos- el porcentaje de mujeres en esta rama superaba con creces al de los varones.

Otro boletín, ya del año 77 bajo la dictadura, sigue reiterando las mismas demandas. Una entrevista a trabajadoras de Canale, del barrio porteño de Barracas, denunciaba que las diferencias salariales con los varones seguían existiendo, el reclamo por las guarderías seguía sin avances, pero también nos transmiten como se organizaban (sin ser delegadas) y como trataban de convencer a sus compañeros en la necesidad de que levanten sus reclamos resistiendo desde la clandestinidad a la brutal represión y persecución del gobierno militar sostenido por la burguesía y las grandes empresas. Estos reclamos se daban al mismo tiempo que denunciaban el secuestro y desaparición de trabajadores del gremio.

Organización y lucha: hilos de continuidad

Pero estas demandas no quedaban solo en la denuncia. Las compañeras también entendían que para pelear por sus condiciones de trabajo debían organizarse y llamaban a través de las páginas de sus materiales a eso, incluso con secciones de la mujer en los boletines de las agrupaciones.

Como vemos, la mayoría de las reivindicaciones -que hoy siguen vigentes- eran las mismas en todas las fábricas de la rama. Junto con las demandas del conjunto de los trabajadores, se destacaban los reclamos específicos de las mujeres. Estas peleas combinaron la lucha antipatronal con la lucha antiburocrática. Esta tradición de lucha, es lo que nosotros rescatamos de nuestra clase obrera, que dio enormes peleas desde sus orígenes hasta la actualidad enfrentando enormes represiones como en la Patagonia rebelde o la semana trágica, poniendo en pie las primeras organizaciones asociaciones de trabajadores con la influencia de socialistas y anarquistas, enfrentando a la Libertadora y dando muestras de gran combatividad durante la Resistencia y luego en el Cordobazo. De esas experiencias se nutrían las trabajadoras de la Alimentación durante los setenta. Hoy las rescatamos porque también son parte de nuestra tradición, con la que se fue moldeando una vanguardia que nos muestra que se puede luchar, que se puede enfrentar al gobierno y a las patronales, aun en contra de la conducción del gremio. Estas leonas, como las de ayer, nos marcan el camino.

Notas.

1. Werner, Ruth y Facundo Aguirre, Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Ediciones IPS, 2007. Pág. 108.