En Cuba las movilizaciones populares por el agravamiento de las penurias sociales a partir del COVID, quieren ser utilizadas por la derecha proimperialista. La gravedad de la situación plantea un debate sobre cómo luchar contra el bloqueo y el imperialismo en defensa de las conquistas de la revolución de 1959.
Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Domingo 25 de julio de 2021 15:39
Protestas en Cuba (Alexandre Meneghini - Reuters)
Las movilizaciones populares en Cuba son el producto de las enormes penurias sociales agravadas a partir de la pandemia. El criminal bloqueo imperialista empeora enormemente la situación, impidiéndole a Cuba el acceso a insumos básicos para la alimentación y producción de medicamentos, así como al petróleo, provocando el desabastecimiento.
En estas movilizaciones se manifiestan centralmente las fuerzas sociales sobre las que se apoya el castrismo y las tendencias hostiles creadas por las políticas restauracionistas llevadas adelante los últimos 25 años. El propio presidente de Cuba, Miguel Diaz-Canel tiene que reconocer la realidad del movimiento social cuando afirma que en las movilizaciones “no todos son contrarrevolucionarios. Hay una minoría de contrarrevolucionarios que trató de liderar estas acciones, pero aquí tenemos personas, revolucionarias o no, insatisfechas, con confusiones, incomprensiones, con falta de información y también con deseo de manifestar alguna situación en particular”.
Sobre el descontento popular se monta la oposición proimperialista y la derecha continental para provocar el debilitamiento del régimen.
El bloqueo criminal
El bloqueo imperialista que tiene 60 años de existencia, es un factor fundamental para explicar muchas de las penurias del pueblo cubano. Joe Biden ha continuado con la política de Donald Trump hacia la isla, quien endureció el bloqueo y las sanciones económicas dando fin a la política de negociaciones bilaterales que llevó a Barak Obama a visitar Cuba en marzo del 2016. En aquel entonces el gobierno cubano no puso el levantamiento del bloqueo como condición indispensable para iniciar negociaciones. En cambio, presentaba como una victoria el cambio en la política exterior de Washington aunque se mantuviera el bloqueo criminal. Olvidaron el principio planteado por Ernesto Che Guevara de que “no se puede confiar en el imperialismo, ni tantito así, nada”.
La hipocresía de la derecha y el imperialismo
La palabra “democracia” en boca de los representantes del imperialismo y la derecha cipaya es expresión del más podrido cinismo e hipocresía. Fue el propio imperialismo quien, para frenar en la década del 60 y 70 del siglo XX el impacto de la Revolución cubana, impulsó golpes militares y dictaduras genocidas en nombre de la Doctrina de la Seguridad Nacional.
Lo mismo se puede decir de la derecha cipaya y arrastrada latinoamericana. Para tomar solo un ejemplo, el lamebotas Mauricio Macri (gran definición que en pleno debate presidencial del 2019 le enrostrará el candidato del FITU, Nicolás Del Caño) llamo a la “solidaridad” con Cuba diciendo que “Quiero apoyar al pueblo cubano que salió a las calles para reclamar el fin de la dictadura y que mejoren con urgencia sus condiciones de vida...”.
Mauricio Macri habla de mejorar las condiciones de vida cubanas cuando fue quien con el endeudamiento entregó el país al FMI y el imperialismo, condenando a las mayorías populares a la miseria. Habla de democracia cuando acaba de ser denunciado por el envío de armamento y pertrechos para reprimir al pueblo boliviano, al gobierno golpista de Añez y los militares que llevaron adelante crímenes contra el pueblo en El Alto y Senkata.
El objetivo del imperialismo y la derecha cipaya no es otro que el de provocar una contrarrevolución que devuelva a Cuba a su estatus de semicolonia de los Estasdos Unidos y le permita a la oligarquía expulsada por la revolución de 1959 retomar las propiedades expropiadas.
Burocracia y represión
Las movilizaciones populares no se pueden explicar solamente por las penurias del bloqueo, sino que también hay que poner en primer plano las políticas pro-capitalistas de la burocracia. La brutal devaluación de la moneda y la liberalización de áreas enteras de las actividades económicas para la actividad privada, son las últimas medidas en este sentido, alentando aún más la desigualdad social y el malestar creciente.
Hace un poco más de dos décadas que la burocracia castrista viene impulsando una política de apertura económica de carácter restauracionista de las relaciones capitalistas que ha llevado al desarrollo de fuerzas internas hostiles a la revolución, particularmente en las filas de la propia burocracia que controla los sectores más rentables de la economía. Son estas fuerzas sociales de pequeños propietarios, sobre las que busca influir el gusanaje proimperialista para montarse sobre el movimiento social. A la vez que el imperialismo espera influir sobre los burócratas enriquecidos para quebrar la unidad del régimen.
La respuesta represiva de la burocracia castrista no está orientada a combatir las amenazas contra la revolución, sino que usa a la derecha proimperialista, que el mismo Diaz-Canel define como minoritaria, como excusa para defender sus privilegios de casta y el monopolio del poder por un partido único: el Partido Comunista Cubano (PCC), que ahoga las libertades del pueblo cubano.
Defensa de la revolución o defensa de la burocracia
Los defensores internacionales de la burocracia castrista, como el kirchnerismo en Argentina o los restos del estalinismo, consideran que hay que limitarse a exigir el final del bloqueo y denunciar las movilizaciones por gusanas. Para estos defensores del régimen cualquier crítica a la burocracia, fundamentalmente por izquierda, es considerada funcional al imperialismo.
Combatir a las fuerzas proimperialistas apoyando la represión al pueblo y la política procapitalista del PCC, es un error que no defiende a la revolución. La descalificación de las críticas por izquierda, es una reiteración del chantaje estalinista para acallar todo oposicionismo en el terreno de la defensa de la revolución. En el pasado, el silencio frente a las dictaduras estalinistas del este europeo, la URSS y China, no evitó su caída en 1989. Lo que hizo fue impedir que la clase obrera pudiera contar con un punto de apoyo para oponer su propia política contra una burocracia que lejos de defender las bases materiales de la expropiación de la burguesía y los terratenientes se pasó al campo de la restauración capitalista.
Los defensores del castrismo silencian a la vez que en Cuba las fuerzas restauracionistas tienen aliados en la Iglesia católica y las distintas religiones que desde la visita del Papa Juan Pablo II, en 1997, tienen existencia legal, mientras que las fuerzas y partidos socialistas o antiimperialistas que se colocan en el terreno de la revolución están prohibidos. Pero además estos partidarios del régimen que lanzan invectivas contra las críticas de izquierda, se callan la boca ante la diplomacia progresista que se limita a criticar el bloqueo, pero no ha enviado ningún barco cargado de medicinas, alimentos o petróleo para ayudar al pueblo cubano en estas horas dramáticas.
El pecado original de la revolución
El régimen burocrático tiene su origen en el carácter excepcional de la Revolución cubana donde una dirección pequeñoburguesa y guerrillera como la del M26, llegó al poder empujado por las masas armadas y sometido a la doble presión de éstas y el imperialismo, lo que produjo una revolución de contragolpe que expropia a la burguesía y los terratenientes, como definía el Che Guevara. Esto dio origen a un Estado obrero deformado donde el poder en lugar de ser ejercido por las masas autoorganizadas, fue copado por una burocracia que defiende sus bases materiales, en tanto y en cuanto, esto implicaba la defensa de sus intereses y privilegios de casta.
El ahogo de todas las formas de autoorganización y de democracia para las masas es una de las características del régimen que se terminará imponiendo bajo la influencia estalinista y de la Unión Soviética en la Revolución cubana. Un ejemplo es el famoso debate económico sobre la industrialización que enfrenta al Che Guevara con los estalinistas cubanos.
El debate se realizó sin la más mínima participación de las masas en algo tan fundamental como era la política económica. Sin crear instituciones revolucionarias para que fueran los mismos trabajadores quienes decidieran el camino a seguir. Guevara, fue derrotado porque no reivindicaba la democracia obrera campesina y se ubicaba dentro de la defensa del partido único.
La victoria de la línea estalinista significó que Cuba se transformara en un país dependiente del monocultivo de azúcar, la cual se intercambiaba por petróleo y productos industriales a la URSS. De esta forma la revolución nunca logró sacar a Cuba de su atraso estructural que es una de las causas que explican la fragilidad de la economía cubana hoy.
Socialismo en un solo país
La alianza con el Kremlin implicó el apoyo de la burocracia castrista al aplastamiento sangriento por parte del Ejército Rojo de la Primavera de Praga en 1968, señalando como un alzamiento contrarrevolucionario, a lo que era una revolución política de los trabajadores y la juventud checoslovaca, quiénes se autoorganizaron democráticamente para regenerar al Estado obrero.
Pero también significó para la Revolución cubana aislarse dentro de los límites de la isla y abandonar toda perspectiva de impulso a las revoluciones sociales en América latina, siguiendo la lógica (imposible) de que haya socialismo en un solo país. Así Fidel Castro se alineó con la experiencia de la vía pacífica al socialismo y la conciliación de clases de la Unidad Popular en Chile y durante los años iniciales de la revolución sandinista llamó a que Nicaragua, no fuera una nueva Cuba que expropiara a la burguesía y los terratenientes.
Luego del llamado “periodo especial” de principios de los 90, ya con las políticas restauracionistas en marcha, el castrismo se alineó con el chavismo y los gobiernos progresistas de principios del siglo XXI, llamando a que los obreros y campesinos concilien con sus propias burguesías y renuncien a todo intento de transformación por vía revolucionaria. Muy lejos del Che Guevara que, como conclusión de la Revolución cubana, había planteado que las burguesías nacionales eran furgones de cola del imperialismo y que la alternativa era o revolución socialista o caricatura de revolución.
Defender las conquistas de la revolución de 1959
En Cuba obreros y campesinos, necesitan plantear una salida propia para derrotar al imperialismo y terminar con el régimen burocrático y sus políticas restauracionistas que los hunde en la miseria. Apoyar la represión del pueblo movilizado, es regalarle la dirección del mismo a las fuerzas restauracionistas proimperialistas, que levantan demagógicamente las banderas de la democracia para retornar al capitalismo y el viejo estatus de una Cuba semicolonial.
No hay que regalarle las banderas democráticas al imperialismo y sus agentes, sino que, por el contrario, hay que pelearlas exigiendo el fin de la represión, la libertad de los detenidos, fundamentalmente los militantes de izquierda, y levantar la libertad política y de organización para las masas cubanas.
Hay que luchar por la legalización de los partidos y fuerzas de izquierda antiimperialistas que defienden las conquistas de la revolución. Se trata de poner en pie a las grandes masas contra el bloqueo criminal, las políticas restauracionistas y contra los privilegios de la burocracia. Orientar la lucha a la defensa de las conquistas que quedan de la revolución de 1959, como el derecho a la vivienda, a la salud gratuita y de calidad, a la educación; defender el monopolio del comercio exterior y plantear un plan económico integral decidido por los trabajadores y campesinos autoorganizados.
Se trata de oponer una perspectiva de izquierda anticapitalista, antiimperialista y anti-burocrática de revolución política y social que instaure el gobierno de los consejos de obreros, campesinos y soldados, a las fuerzas de la democracia proimperialista y de la dictadura burocrática. La regeneración de la revolución cubana será un soplo liberador para las masas oprimidas de América latina.
Facundo Aguirre
Militante del PTS, colaborador de La Izquierda Diario. Co-autor junto a Ruth Werner de Insurgencia obrera en Argentina 1969/1976 sobre el proceso de lucha de clases y política de la clase obrera en el período setentista. Autor de numerosos artículos y polémicas sobre la revolución cubana, el guevarismo, el peronismo y otros tantos temas políticos e históricos.