Hace unos días, AMLO presentó un paquete de reformas constitucionales que despertaron esperanzas entre amplios sectores de la población por su orientación social, sin embargo, es válido preguntarnos qué más hay detrás de esta iniciativa del presidente de la república.
Lunes 12 de febrero
Faltando unos pocos meses para la elección presidencial en México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) hizo un llamado a continuar con la llamada 4T, que él encabeza, por medio de un paquete de 18 reformas constitucionales y dos leyes que acaba de enviar a la Cámara de Diputados.
En la mañanera se le preguntó sobre sus iniciativas y contestó: “viene la elección, es una oportunidad. ¿Qué pasaría si la gente dice: ‘vámonos a que continúe la transformación’? Si se podrían conseguir las dos terceras partes de los votos, la mayoría calificada (en el Congreso) para reformar la Constitución y devolverle su espíritu, su letra, lo que le dio su razón de ser después de un movimiento revolucionario que hicieron los campesinos, los obreros, las mayorías, en contra de la oligarquía, en contra de las minorías corruptas del porfiriato”.
Luego, cuando se le cuestionó sobre la posibilidad de presentar una reforma fiscal muy a su estilo dijo que “basta con evitar que vuelvan los rateros”. Si bien es cierto que la ofensiva neoliberal que inició Miguel de la Madrid y continuaron los gobiernos panistas y del PRI es la piedra angular de la pobreza estructural de amplios sectores de las clases populares en México, también es verdad que la evasiva de AMLO de una reforma fiscal refiere a mantener su política de no aumentar los impuestos a los grandes empresarios y que simplemente éstos evadan menos contribuciones.
Construcción de hegemonía
El mensaje dado en la mañanera sobre la necesidad de recuperar el sentido público de la Constitución de 1917 es un golpe para la campaña del bloque derechista. Estos últimos apelan a un discurso individualista y de un “México ganador” y otro tipo de ambigüedades que no convencen a la mayoría de la población, debido a que la gente relaciona estas ideas con las políticas neoliberales que representaron un verdadero desastre para la mayoría de los trabajadores y demás sectores populares.
Por otra parte AMLO, al presentar un paquete de reformas en el trayecto final de su sexenio, tiene como objetivo dar una base política al próximo gobierno de Morena, pues es poco probable que se aprueben en los meses que le quedan en el cargo debido a que no cuenta con los dos tercios de los diputados necesarios para modificar la Constitución.
Pero lo anterior no es el principal objetivo de AMLO, sino tratar de aprovechar la confianza que goza entre sectores amplios de la población para consolidar el consenso para su proyecto político. Sólo tomemos el ejemplo de las reformas al sistema de pensiones. Al prometer que los jubilados cobrarán el 100 % de su último sueldo, crea enormes expectativas (lo cual es completamente legitimo), ya que la reforma a la seguridad social de 1997 causó que muchos laborantes reciban entre el 50 y el 80 % de su salario, lo que a todas luces es insuficiente y deja en la pobreza a los adultos mayores, o en el mejor de los casos los obliga a trabajar hasta el día de su muerte para cubrir los gastos de la vida cotidiana.
Lo que el presidente omite decir es que no piensa tocar las Afores y las ganancias de los grandes empresarios, que fueron los más beneficiados a partir de la privatización de los fondos de ahorro. Por ende, el dinero para cubrir las jubilaciones provendrá de las arcas estatales. El problema con esto, como ya lo demostró la experiencia con el actual gobierno, es que se recortan otras áreas del gasto social, como por ejemplo a las universidades públicas o a la investigación científica para financiar los proyectos públicos.
Lo anterior no quita que es un movimiento hábil, pues se consolida mayor apoyo popular ya que las iniciativas son vistas como una alternativa a la precariedad prevaleciente en nuestra sociedad. Aunque esta táctica tiene varios puntos débiles, en donde se destaca que todo se sigue concentrado en la figura personal de AMLO y él lo sabe; por lo mismo, estas reformas también tratan de “heredar” parte de su legitimidad a la próxima administración. La cuestión es que, aun suponiendo que se logren aprobar, estas reformas no resuelven los grandes problemas de las clases populares, pues solo administran la pobreza y la crisis capitalista.
Las limitaciones que marcamos son consecuencia del mismo proyecto político y económico de la Cuarta Transformación, que no puso en cuestión los intereses de los capitalistas nacionales y extranjeros. Lograr un aumento salarial de emergencia mínimamente al nivel de la canasta básica, que se incremente de acuerdo con la inflación y que se extienda al conjunto de los trabajadores, o acabar con la contrarreforma neoliberal y poner en pie un sistema de jubilaciones y pensiones garantizado por el Estado bajo control de los trabajadores, requiere atacar las ganancias capitalistas, nacionales y extranjeras, que se incrementan a partir de la precarización laboral, los topes salariales, el extractivismo y el despojo de territorios, así como de las grandes empresas que lucran con los ahorros de toda una vida de trabajo de millones de trabajadores.
Pensamos que es necesario asumir una perspectiva de independencia de clase para poner en pie una organización revolucionaria superior, que combata en todos los terrenos las consecuencias de las políticas capitalistas: el político, el sindical, el ideológico. Una organización revolucionaria que forje tribunos del pueblo que puedan enfrentar las políticas de conciliación de clase de las corrientes reformistas y de las que quieren constreñir nuestra lucha por todos los derechos y por la transformación radical de la sociedad a meros cambios graduales, a migajas dentro de los marcos de la legalidad y el respeto al status quo y al orden social existente.
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