Lunes 18 de julio de 2016
El 30 de agosto de 1912, Vladimir Ilitch Lenin escribe en Pravda sobre: “El Congreso Internacional de Jueces” discutiendo acerca de la incorporación de los juicios por jurado y la elección de los jueces: “Llevar la democracia consecuente al poder judicial seria en primer lugar, que la elección de jurados no esté condicionada a calificaciones, es decir, el derecho a ser elegido no debe estar restringido por razones de instrucción, propiedad, residencia, etc.”.
Continua Lenin: “Entre los jurados, debido a la exclusión de los obreros, predominan en la actualidad y muy a menudo los pequeño burgueses más reaccionarios. El remedio contra este mal consiste en desarrollar la democracia en su forma consecuente e íntegra, y de ningún modo repudiar la democracia. La segunda condición de una democracia consecuente en el poder judicial, es como sabemos la elección popular de los jueces por el pueblo”.
Discutiendo con las declaraciones del Dr. Ginsberg, juez de Dresde, quien manifestaba: “Quien crea que la participación de representantes del pueblo en el procedimiento legal suprime la justicia de clase se equivoca lastimosamente...”.
Lenin sostiene: "¡Tiene toda la razón señor juez! La democracia en general no elimina la lucha de clases, la hace más consciente, libre y abierta. Pero esto no es un argumento contra la democracia, sino a favor de su desarrollo consecuente hasta el final”.
Por último transcribe en su artículo el discurso del Dr. Grinsberg… quien sostenía “… No cabe duda que la justicia de clase existe en realidad –proseguía el juez de Sajonia (y los jueces de Sajonia son famosos en Alemania por sus feroces sentencias contra los obreros)–, pero no en el sentido en que lo hacen los socialdemócratas, no en el sentido que los ricos gocen de preferencias frente a los pobres. Al contrario la justicia de clase existe en un sentido opuesto. En una ocasión tuve el siguiente caso. Estábamos juzgando tres de nosotros: dos asesores y yo. Uno de ellos era era un socialdemócrata declarado y el otro algo por el estilo. El procesado era un huelguista que había golpeado a un rompehuelgas (’a un obrero que deseaba trabajar’, según se expresó literalmente el señor juez de Sajonia), agarrándolo por el cuello y gritando: ’Por fin te tenemos maldito canalla…’”.
“La pena que en estos casos se impone por lo general es de 4 a 6 meses de cárcel y este es el castigo mínimo con que se debe penar un acto tan salvaje. El asesor socialdemócrata me decía que yo no comprendía la psicología de los obreros. Pero yo le repliqué que conozco muy bien la psicología del apaleado…”.
Lenin sostiene: “Los periódicos alemanes que publicaron el discurso del Juez Ginsberg agregan la siguiente acotación ’Risas’. Los señores jueces y juristas se rieron. La verdad es que nosotros también nos habríamos reído con toda el alma si hubiésemos tenido ocasión de escuchar a este Juez de Sajonia”.
“La doctrina de la lucha de clases es algo contra lo cual uno puede concebir que se haga un esfuerzo para discutir en términos científicos (supuestamente científicos). Pero basta enfocar el asunto consentido practico, mirar de cerca las realidades cotidianas, para que- cuando menos lo espera uno- el más enconado enemigo de esta doctrina pueda resultar un propagandista tan talentoso de la lucha de clases como el Juez de Sajonia, señor Ginsberg”.
A más de cien años de este debate, y en medio de situaciones donde en toda Latinoamérica, “el partido judicial de los no elegidos” continúa tomando decisiones sobre diversas cuestiones que atañen al conjunto de la población y su “justicia de clase”, en conflictos obreros como Lear o Menoyo, o más lejano en el tiempo Kraft, se judicializan para perseguir e intimidar a los obreros que salen a luchar por sus derechos, la batalla de Lenin por una verdadera democratización del poder judicial, donde los jueces sean elegidos por el pueblo tiene más vigencia que nunca.