"Haré un recorte para rescatar el Lenin que me hace más sentido para la coyuntura mexicana y latinoamericana actual, lo cual no quiere decir que se reniegue de toda una serie de otros momentos, actos e ideas. Siempre hay que posicionarse en cada situación, diríamos incluso un poco parafraseando el propio Lenin: colocarse a través del análisis concreto de cada situación concreta".
Me da mucho gusto que se realicen esas jornadas del marxismo 2024, en particular a 100 años de la muerte de Lenin, agradezco a los compañeros de La Izquierda Diario, con quien he compartido y comparto muchas posturas y muchos análisis, no solo aquí, sino en otras partes del mundo. Lamentablemente no puedo asistir al evento personalmente, pero no quiero dejar de participar de una u otra manera, entonces les envío estas breves reflexiones, unas consideraciones que ojalá sirvan para el debate respecto de la temática que nos convoca, que es “Lenin para pensar América Latina”.
Lo primero que quisiera plantear, o por lo menos, la premisa a partir de la cual quiero partir es ¿qué Lenin nos puede servir? Siempre con esos autores, esos actores, revolucionarios y pensadores que tienen una trayectoria larga, compleja de obras y de actos no es tan fácil pensarlos de conjunto y hacerse realmente cargo del total de las implicaciones que tienen sus obras y sus actos.
Por lo tanto, haré un recorte para rescatar el Lenin que me hace más sentido para la coyuntura mexicana y latinoamericana actual, lo cual no quiere decir que se reniegue de toda una serie de otros momentos, actos e ideas. Siempre hay que posicionarse en cada situación, diríamos incluso un poco parafraseando el propio Lenin: colocarse a través del análisis concreto de cada situación concreta.
En ese sentido, también habría que hacer un análisis concreto de cada planteamiento de Lenin en función de su tiempo, y ver qué traslado podemos hacer hasta el presente. A nivel metodológico es una operación compleja y delicada y, por lo tanto, es muy difícil tomar a Lenin en su totalidad y pensar que podemos aplicar un leninismo hoy a través de una reproducción mecánica, como nos alertaba Mariátegui hace un siglo en relación al socialismo, no funciona el metodo del calco y copia sino creaciones heroicas.
El Lenin que nos puede hacer más sentido, o por lo menos desde el cual yo traigo inspiración para pensar el contexto mexicano y latinoamericano, es obviamente el Lenin de la acción política revolucionaria, del movimiento, del sujeto político, del partido.
El Lenin que nos puede hacer más sentido, o por lo menos desde el cual yo traigo inspiración para pensar el contexto mexicano y latinoamericano, es obviamente el Lenin de la acción política revolucionaria, del movimiento, del sujeto político, del partido.
No tanto el Lenin estadista, el Lenin que se plantea el problema de la transición al socialismo, la construcción de un Estado revolucionario, que incluso tiene que ir construyendo sin dejar de pensar en la extinción del Estado pero operando, aunque sea transitoriamente, en sentido contrario. Ese es un Lenin problemático, con problemas concretos, tomas de decisiones, posicionamientos muy dífíciles.
Por eso no lo quiero menospreciar, pero, creo que hoy en día lamentablemente estamos lejos de esas preocupaciones inmediatas, trenzadas con problemáticas concretas que probablemente le impidieron desplegar plenamente su pensamiento, de diseñar con mayor libertad y con mayor capacidad de incidencia el proceso histórico político. La guerra civil, la crisis económica, la burocratización, una serie de elementos concretos de la historia de la Rusia bolchevique que constriñeron un pensamiento que era muy concreto y capaz de adaptarse a las circunstancias. Pero si las circunstancias no te favorecen, obviamente el margen de maniobra del pensamiento se va restringiendo.
Creo que estamos lejos de ese momento. Ojalá que volvamos ahí, que volvamos a tener la urgencia de pensar la transición, de pensar los momentos posteriores a la toma del poder y la construcción de un Estado que sirva de transición del capitalismo a una sociedad post capitalista, socialista. No hay que menospreciar eso y, sin embargo, no es lo que tenemos en el orden del día en América Latina lamentablemente; las tareas son más defensivas que ofensivas en muchos terrenos y, por lo tanto, aquí voy al meollo de lo que quiero plantear.
¿Qué es lo que nos deja el Lenin que piensa, más bien, la construcción de la acción revolucionaria, de un movimiento revolucionario en condiciones de dificultad? Porque creo que ese es nuestro momento: condiciones de dificultad y de repliegue, la emergencia de fuerzas capitalistas muy potentes que han ido dominando el escenario mundial, latinoamericano y mexicano en las últimas décadas.
¿Qué es lo que nos deja el Lenin que piensa, más bien, la construcción de la acción revolucionaria, de un movimiento revolucionario en condiciones de dificultad? Porque creo que ese es nuestro momento: condiciones de dificultad y de repliegue, la emergencia de fuerzas capitalistas muy potentes que han ido dominando el escenario mundial, latinoamericano y mexicano en las últimas décadas.
Que incluso se están desdoblando y están incluso utilizando una fracción extrema, una facción neofascista o formas parafascistas de acción política. Finalmente, la fuerza del capitalismo y de las clases dominantes les permite jugar a dos bandas, entre conservadores y reaccionarios, que pueden tener contradicciones, como tienen contradicciones internas las clases dominantes y, sin embargo, que pueden tener al mismo tiempo una división de tareas, una división de papeles complementarios.
Así como en el momento de mayor fuerza del movimiento socialista había un desdoble entre reformistas y revolucionarios que tenía, digamos, sus momentos de encuentros y desencuentros, pero respondían a un momento de auge, a un momento de fuerza de la historia del movimiento obrero. Bueno, yo creo que el momento de fuerza, de auge de las clases dominantes se demuestra también a partir de esa ramificación de derecha. Incluso uno podría decir, siendo más polémicos, que incluso tienen una fracción reformista que se dan el lujo hasta de tener su socialdemocracia reformista que es parte de todo el arco de posturas conservadoras, unas más reaccionarias, otras más estrictamente conservadoras y unas que se condimentan de progresismo.
Entonces, frente a eso, sin duda el lugar de los movimientos de lucha, de resistencia desde abajo, con mayor o menor grado de conciencia social y socialista, con mayor o menor perfil político-ideológico, no deja de ser un lugar particularmente problemático, particularmente difícil. Habrá que ver, y lo dirá el tiempo más que nuestra capacidad analítica, si estamos viendo solo una coyuntura de repliegue, de reflujo o es parte de un largo proceso de repliegue que estamos viviendo desde hace décadas, que está situado en una inercia epocal más difícil de revertir.
Posiblemente las dos cosas se combinen: yo creo que puede haber un elemento coyuntural. Hemos vivido momentos de sobresaltos en México y América Latina muy potentes hace poco tiempo atrás y hemos vivido experiencias de levantamiento y de rebeliones latinoamericanas que nos demuestran que cierta capacidad reactiva y ciertos recursos antagonistas y desde abajo siguen vivos. Y, sin embargo, también sabemos cuáles son los límites de los levantamientos, que a veces son válvulas de escape de la acumulación de malestares, tensiones, pero no forzosamente implican acumulaciones de fuerzas a mediano y largo plazo.
Posiblemente las dos cosas se combinen: yo creo que puede haber un elemento coyuntural. Hemos vivido momentos de sobresaltos en México y América Latina muy potentes hace poco tiempo atrás y hemos vivido experiencias de levantamiento y de rebeliones latinoamericanas que nos demuestran que cierta capacidad reactiva y ciertos recursos antagonistas y desde abajo siguen vivos. Y, sin embargo, también sabemos cuáles son los límites de los levantamientos, que a veces son válvulas de escape de la acumulación de malestares, tensiones, pero no forzosamente implican acumulaciones de fuerzas a mediano y largo plazo.
Bueno, toda esa problemática me parece que puede ser enfocada desde una perspectiva leninista, del Lenin que pensaba, yo creo, dos cosas fundamentalmente y que lograba, con una extraordinaria habilidad y elasticidad mental, distinguir, combinar y articular dos planos. Una dialéctica entre espontaneidad y dirección, que es un clásico del pensamiento de Lenin y un clásico del debate sobre Lenin.
Claro que está la hipótesis de un Lenin hiper dirigista, un Lenin un poco caricaturizado, tanto por una lectura limitada que podía tener Rosa Luxemburgo, como por una lectura sesgada, justo en relación con las coyunturas, a los momentos y al tipo de intervenciones que tuvo respecto de la insistencia del partido como una vanguardia, del partido como una entidad que, desde el exterior, lleva la conciencia a la clase. Y al mismo tiempo una lectura fina y profunda de Lenin nos ha demostrado que su atención a la cuestión de la espontaneidad de la lucha de clase era mucho mayor.
Otra cosa era tratar de orientarla, dirigirla, educarla, de darle otro sentido, pero no se trataba de un menosprecio. No se trataba de una falta de atención hacia el momento espontáneo, el momento de las luchas, el reconocimiento, por ejemplo, de los soviets como espacios importantes en un momento dado y, sin embargo, una capacidad de ver también sus insuficiencias en momentos donde la toma de decisiones requería cierto impulso, cierta orientación.
Tampoco quiero idealizar al Lenin estratega y táctico que siempre atinaba la combinación entre reconocimiento de aquello que germinaba abajo y la clara intencionalidad de ir orientando, de ir canalizando, de irlo dirigiendo. Y sin embargo ahí tenemos una enseñanza fundamental en cómo calibrar el respeto, la valoración de lo espontáneo, de los movimientos desde abajo, del instinto de clase y de la lucha que brota de esas condiciones subjetivas, que no son puras, que no están forzosamente plenamente orientadas por una lógica de la conciencia y una lógica de la organización, que son los dos pilares fundamentales de esa tradición bolchevique que nace con Lenin, pero también se desarrolla en otros autores como Gramsci. Quien siempre ha considerado fundamental.
Finalmente, las clases subalternas o las masas que requieren, a través de los vectores de conciencia y organización, estructurarse y conquistar una autonomía, una capacidad de autoconstituirse, autodeterminarse. Y las palabras claves son autoorganización y autoconciencia, aunque efectivamente sobre el prefijo auto, se abre el debate.
Quién sabe si se puede hablar estrictamente de autoconciencia en Lenin que, como otros pensadores de la época, insisten que la conciencia venía de lo teórico, del conocimiento de la realidad social que pasaba por el marxismo como herramienta de un despertar de la conciencia de clase y no tanto de la experiencia desde abajo. Lenin se coloca más de este lado del debate, en una vereda más fría y más racional que otros autores que insistieron en la dimensión más experiencial que implica ese salto catártico cualitativo, de la adquisición de la conciencia y de la capacidad organizacional.
Bueno, ese es un primer elemento, yo creo que, fundamental porque hoy en día ─y, justo regreso a América Latina y México-, estamos frente a una dificultad de estructurar movimientos organizados. Y al mismo tiempo, de cara a situaciones de ebullición y de efervescencia, de protestas poco organizadas, poco estructuradas, o sea, un potencial de malestar muy potente pero con la dificultad de construir organismos y direcciones, de orientar las luchas desde núcleos políticos consolidados, etcétera. Eso obviamente nos lleva a pensar en el Lenin que, desde una lógica de construcción de grupos minoritarios, pero bien estructurados, con ideas claras, lograba combinar esos dos planos. Entonces obviamente hay que referirnos a la experiencia y a la historia, la trayectoria, a esa combinación entre pensamiento y acción que Lenin logró cuadrar, que logró hacer florecer y que le permitió tener una eficacia política que quisiéramos tener en nuestros tiempos y en nuestro espacio, en el tiempo-espacio que nos corresponden actualmente en América Latina y en México.
Esa es una primera cuestión. La segunda cuestión donde me parece que Lenin sin duda muestra su maestría es la capacidad de tener una perspectiva radical, no sectaria, de saber cuándo es el momento de cerrar filas hacia dentro y de abrirse hacia afuera en términos de alianzas, de convergencias, de construcción de frentes.
Yo creo que ahí también se ha construido una imagen algo demonizada de un Lenin sectario, cuando se sabe perfectamente que Lenin no era rígido sino que tenía muy claro que de repente había que tener momentos de cierre identitarios y de posturas que, para no perder justo la radicalidad y el impacto radical que querían tener sobre las coyunturas, no se podían diluir.
Yo creo que ahí también se ha construido una imagen algo demonizada de un Lenin sectario, cuando se sabe perfectamente que Lenin no era rígido sino que tenía muy claro que de repente había que tener momentos de cierre identitarios y de posturas que, para no perder justo la radicalidad y el impacto radical que querían tener sobre las coyunturas, no se podían diluir.
Entonces el cuidado de cierta autonomía de pensamiento y de cierta autonomía de acción, y del recorte que se requiere hacer en términos de grupos, organizacional, incluso de opinión, para no negociar ciertas ideas de fondo y ciertos principios básicos. Y al mismo tiempo, combinar este punto de repliegue con una agilidad y una elasticidad a la hora de pensar que, en determinadas coyunturas, no hay que escandalizarse en participar en las elecciones en un contexto de un Estado burgués y un Estado a través de lógicas liberales de participación política. Que no hay que escandalizarse, al contrario, hay que valorar la convergencia en luchas conjuntas, en luchas de base, que se dan con actores o fuerzas políticas con los cuales no se comparte el propósito final y, a veces, ni siquiera la táctica y la estrategia de corto periodo.
Y sin embargo son luchas defensivas o de acumulación de fuerzas, a partir de las cuales las masas se van educando y, por lo tanto, que no hay que anteponer ese cierre sectario que, a partir del principismo, impida tener un contacto, una presencia, una influencia. Incluso sobre las luchas realmente existentes que no siempre corresponden estrictamente a la orientación, al programa y a la intencionalidad que se puede producir desde un lugar radicalmente anticapitalista. En acciones que necesariamente son a veces puntuales, graduales que hay que ir sopesando puntualmente, para ir atinando una estrategia que permita acumular fuerzas sin perder de vista, repito, la radicalidad del objetivo.
Entonces creo que en eso Lenin resulta un maestro, a pesar de que no siempre se le reconoce esa elasticidad, esa capacidad de lectura, de situaciones y coyunturas. Ese es el segundo punto que quería compartir con ustedes: creo que en América Latina necesitamos afinar esa capacidad de combinar, de ser radicales y mantenernos firmes, en principio, los marxistas, socialistas, revolucionarios, sin aislarnos, sin dejar de estar presentes, sin perdernos en nuestras propias lógicas identitarias de autoidentificación, sino logrando conectarnos, en términos de ideas y en términos de acciones, con movimientos populares en esos espacios de lucha que no siempre, por cierto, abundan y se expanden pero que sí siempre existen como espacios de resistencia, que son las trincheras que actualmente existen en el contexto mexicano y latinoamericano.
A veces hay estridencias o disonancias entre el discurso que se puede enunciar desde cierto principismo ideológico y desde cierta radicalidad y ahí es donde hay que modular, hay que tener estrategias discursivas que permitan justamente no diluir principios, puntos cardinales de una matriz ideológica y al mismo tiempo, pero teniendo cierta capacidad de adaptación, de maniobra. A veces es discursiva, a veces es práctica también. Implica aprender también de la historia, aprender de los movimientos de masas, aprender de las formas emergentes de lucha y poderlas incorporar, lograr tener esa disposición, esa elasticidad, sin que eso lleve a la ruptura y sin que eso lleve a la pérdida de horizontes.
A veces hay estridencias o disonancias entre el discurso que se puede enunciar desde cierto principismo ideológico y desde cierta radicalidad y ahí es donde hay que modular, hay que tener estrategias discursivas que permitan justamente no diluir principios, puntos cardinales de una matriz ideológica y al mismo tiempo, pero teniendo cierta capacidad de adaptación, de maniobra. A veces es discursiva, a veces es práctica también. Implica aprender también de la historia, aprender de los movimientos de masas, aprender de las formas emergentes de lucha y poderlas incorporar, lograr tener esa disposición, esa elasticidad, sin que eso lleve a la ruptura y sin que eso lleve a la pérdida de horizontes.
Entonces creo que a través de esas dos enseñanzas que son fundamentalmente leninistas ─ya que toda la generación bolchevique que se formó en distintos países a la sombra de la experiencia de la de la Revolución rusa así las leyó-. El leninismo sigue siendo útil y fecundo. Gramsci decía que había, recuperando justamente una intuición de Lenin, que traducir país por país esas enseñanzas y aplicarlas, a través de una traducción que implicaba siempre una adaptación. Son enseñanzas fundamentales que nos llegan hasta el día de hoy, que creo que nos deberían inspirar y que yo sugiero que se haga una reflexión explícita y sistemática en esos términos, a partir de esos dos puntos fundamentales sin los cuales será todavía más difícil, de lo que ya es, sostener una lucha socialista en el México y en la América Latina de hoy.
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