La autora, hermana de uno de los fallecidos el 2 de marzo, les dirige una carta a los policías bonaerenses culpables del crimen de la Comisaría Primera de Pergamino del 2 de marzo.
Lunes 25 de diciembre de 2017 01:06
Esta vez mis palabras van dirigidas a ellos, a las únicas personas que tuvieron en sus manos la posibilidad de hacer algo, la posibilidad de cambiar el destino y ahorrarnos todos este sufrimiento pero no lo hicieron.
Esto va dedicado los asesinos de la persona que más amo en el mundo, a esas personas tan oscuras de alma que no tuvieron la intención de socorrerlo cuando escucharon sus gritos de ayuda y desesperación.
Imagínense por un maldito minuto ser despojados de lo que más aman en el mundo, imagínense perder al ser más importante en sus vida y no sólo eso sino de una forma tan brutal, inhumana y dolorosa, de una forma tan terrorífica que al llegar a la sala velatoria lo único que te digan es “nunca vi algo igual”. Imagínense lo que día a día nos toca vivir, lo que tenemos que aguantar, porque no sólo dejaron morir a los 7 chicos dentro de esa celda sino que también nos mataron a todos nosotros, su familia.
Carecen de amor a la vida, de ¡humanidad! Sus actitudes dejan a la vista lo que verdaderamente son, seres malignos, perversos, ¡asesinos! Dejaron con su cobarde inacción padres sin hijos, hijos sin padres, familiares y amistades sin la esperanza de volvernos a encontrar con esas personas que partieron con la esperanza de que en algún momento uno de ustedes se apiade y socorriera por ellos, se llevaron todos sus sueños, nos destrozaron a todos, como familia, como personas.
Son seres insensibles ante la vida del otro, ante las lágrimas y gritos desgarradores de familias completas.
Conozco la causa como la palma de mi mano, conozco todas sus estrategias de victimizarse, a mi nadie me contó nada, yo misma vi cómo se encontraban en perfectas condiciones intactos, sin siquiera marcas de humo, los vi asomándose por la puerta de entrada disfrutando del despliegue policial que había afuera de la comisaría. Los vi y los tengo bien guardados en mi memoria, con sus uniformes que de cierta manera les hicieron creer que podían jugar a ser Dios dejando a 7 chicos morir consumidos por el fuego.
La sangre de no uno sino siete seres humanos manchó sus vidas hasta que se vayan de este mundo en el que sólo supieron dejar dolor y muerte.
Espero que este 24 y 30 de diciembre más que nunca recuerden el pasado 2 de marzo, espero que los gritos desesperados de ¡ayuda! Y las súplicas de que por favor hagan algo les retumben una y otra vez en sus cabezas, no pido que sientan culpa ya que de seres tan despreciables como ustedes no espero nada.
Pero hay algo de lo que nunca podrán librarse y es del peso de haber dejado morir a 7 seres con tantos derechos como los suyos, del dolor que causaron y la memoria que tarde o temprano les hará recordar de una forma atroz todo el mal que causaron.
Particularmente espero que los gritos de Fernando no los dejen vivir en paz, espero que la imagen de su cuerpo calcinado se reproduzca una y otra vez, una y otra vez en sus mentes, ¡se que lo recuerdan! Al igual que yo cada día.
No pierdo la esperanza de que la vida se cobre todo el mal que hicieron y todo el daño que causaron a nuestras familias, tuvieron infinitas posibilidades de hacer algo, tuvieron las herramientas necesarias para salvar a cada una de las personas que se encontraban allí ese día sin siquiera poner en peligro las suyas.
Sepan que a la sociedad le pueden mentir, incluso a sus familias pero a nosotros no. Eligieron no hacer nada, eligieron cerrar los candados y dejar que el fuego creciera durante ¡40 minutos!, díganme qué estaban haciendo durante esos 40 minutos, cómo un ser puede estar tranquilo, solamente observando una situación tan desesperante. Hay muchas pruebas, los chicos hablan, sus cuerpos nos dicen a gritos que los abandonaron, los dejaron morirse calcinados y en la desesperación de querer sobrevivir, los mensajes quedaron como una prueba firme de lo que estaba sucediendo ese día.
Son claras cuáles fueron sus intenciones y espero sean claras cuáles son las nuestras.
No les deseo la muerte porque ni siquiera eso se merecen, pero sí espero que el resto de sus vidas sea lleno de dolor y si es posible de remordimientos, aunque vuelvo a repetir de personas tan miserables como ustedes es lo último que se puede esperar.
Sepan que dejaron a familias enteras destruidas. El mal que causaron es imperdonable y los modos que utilizaron hacen todo más turbio y desesperante. Sepan que iremos hasta las últimas consecuencias y que lo que me reste de vida seguiré haciéndole saber a todos que ustedes son unos asesinos, sus madres parieron asesinos, sus padres procrearon asesinos, sus hijos son hijos de asesinos y sus nietos serán nietos de asesinos, la “mancha” no va a desaparecer, nosotros nos encargaremos de que eso no sea así, aunque me lleve toda una vida.
Para concluir les deseo unas fiestas en el mismísimo infierno, tan inaguantable, doloroso y caótico como el que permitieron que se desate el pasado 2 de marzo en la celda número 1 de la Comisaría Primera.
Con mi mayor desprecio hacia ustedes.
La hermana de Fernando Emanuel Latorre.