La imposición de una nueva ley de seguridad en Hong Kong confirma que la absorción de la ciudad-estado por China continental plantea desafíos internos y externos. ¿Esta maniobra de Beijing revela su fuerza o sus debilidades en un contexto internacional cada vez más hostil?
Martes 14 de julio de 2020 15:32
Hace una semana, el Gobierno chino reveló los esquemas más precisos de la nueva ley de seguridad que impuso a Hong Kong. Esta maniobra del poder central chino le permite avanzar hacia un control más estricto de la antigua colonia británica que regresó a China en 1997. Es vista como una amenaza a las libertades democráticas mucho más amplias, de las que disfrutan los hongkoneses en comparación con los habitantes de China continental. Es por eso que el 1 de julio, se organizaron manifestaciones para protestar contra el fortalecimiento del control de Beijing.
De hecho, entre los detalles de la nueva ley de seguridad podemos ver que el crimen de "secesionismo" (cuya definición es muy amplia) ahora puede ser castigado con cadena perpetua, y aquellos que son cómplices o que desempeñan papeles clave en estas actividades corren el riesgo de tener entre tres y diez años de prisión. Los intentos de derrocar al sistema chino o al gobierno de Hong Kong serán penados con el mismo tipo de castigo. La definición de "actos terroristas" incluida en la ley es tan amplia que podría incluir simplemente bloquear el tráfico o "poner en peligro la salud pública", que hoy, en medio de la pandemia de Covid-19, podría entenderse como no acatar las restricciones. Esta ley también habla de lo que las autoridades consideran injerencia extranjera, lo que permite atacar instituciones, medios de comunicación e individuos extranjeros que operan en Hong Kong, e incluso si se encuentran fuera de China y Hong Kong. A todo esto hay que agregar los dispositivos que ya conocíamos, como la posibilidad de que el Gobierno chino despliegue sus fuerzas de seguridad en Hong Kong y que pueda transferir a los tribunales los casos de China continental relacionados con personas de Hong Kong (N.d.T. la Ley de Extradición que desató las protestas en 2019).
A todo esto le teme la población hongkonesa, especialmente los jóvenes: que el régimen chino termine gradualmente con algunas de sus libertades democráticas, como las de reunión, asociación, manifestación, prensa, entre otras. Por su parte, las potencias imperialistas occidentales están aprovechando esta situación para desplegar toda su hipocresía y vomitar declaraciones sobre la "democracia", con el único objetivo de presionar a China para lograr sus propios objetivos económicos y geopolíticos.
¿Por qué Beijing decide ir a la ofensiva ahora?
Uno puede preguntarse por qué el régimen chino decidió ir a la ofensiva ahora. De hecho, desde que Hong Kong fue devuelto a China por el Reino Unido, Beijing ha estado tratando de fortalecer su control sobre territorio semi-autónomo. Pero en cada ocasión, las autoridades chinas encontraron resistencia de la población local. Sin embargo, las condiciones han cambiado, tanto a nivel local como internacional.
Durante el año pasado, Hong Kong ha sido atravesado por movilizaciones muy hostiles al gobierno central chino, precisamente ante el intento de Beijing de avanzar hacia un control más estricto de la ciudad autónoma. Pero hay factores externos e internos que se han desarrollado en los últimos meses y que han empujado al gobierno de Xi Jinping a dar este paso. Entre los elementos internos, debemos mencionar la preocupación de los líderes chinos ante un aumento del descontento social a raíz de las consecuencias económicas de la crisis de Covid-19, que repercutió en el empleo y empobreció a una parte considerable de la gran clase obrera y los sectores populares.
En este sentido, en abril pasado el Partido Comunista Chino estableció un "grupo de trabajo" para defender la "seguridad política" del país y "resolver los conflictos relacionados con el Coronavirus". Controlar el descontento de la clase trabajadora es un tema central para la estabilidad política del régimen.
¿Pero por qué atacar a Hong Kong entonces? Un movimiento de insatisfacción social en China continental podría verse reforzado por un movimiento de protesta contra el régimen del Partido Comunista Chino (PCCh) que ha durado un año. En este sentido, poner fin al movimiento pero logrando un control estructural más estricto de Hong Kong se ha convertido en un problema cada vez más estratégico para el mantenimiento de la estabilidad política y social en todo el territorio chino. Y este estricto control obviamente irá acompañado de una limitación de las libertades democráticas en Hong Kong.
No fue una decisión fácil para Beijing. Debido a que Hong Kong y China continental se han beneficiado de la política de "un país, dos sistemas" establecidos en 1997. Si bien este funcionamiento permitió a Hong Kong, en particular a sus élites y clases dominantes, permanecer integrado en los circuitos internacionales del comercio, las finanzas, pero también en la política, al tiempo que preserva las ventajas en términos de derechos en comparación con el resto de la población china, para Beijing, Hong Kong apareció como una "salida" que le permitió inspirar confianza en el resto del mundo, y en particular a los inversores. Como podemos leer en un reciente artículo de Geopolitical Futures sobre el tema: "China, por supuesto, podría haberlo hecho hace unos años [aumentar su control sobre Hong Kong]. La razón principal por la que esto no se ha hecho es que se beneficia enormemente de la reputación de Hong Kong como un centro financiero estable basado en el estado de derecho, una reputación adquirida a través de la autonomía. y las libertades políticas de la ciudad. La ley de seguridad nacional, sin duda, pondrá en peligro la posición y la capacidad de Hong Kong para satisfacer las necesidades financieras de China continental, lo que representa enormes peligros para la economía china, que ya se tambalea. Pero Beijing está apostando fuertemente por su capacidad para mitigar los riesgos y no cruzar la línea entre la eliminación de las amenazas políticas de la ciudad y la destrucción de todo el sistema ".
Un mundo cada vez más hostil al empuje chino
Pero las contradicciones y los peligros internos no son suficientes para explicar la actitud de Beijing hacia Hong Kong (como así también hacia Taiwán). Como dijimos anteriormente, hay factores externos que presionan al gobierno chino empujándolo a ejercer un control más fuerte sobre sus "territorios periféricos", lo que correría el riesgo de convertirse en un punto de apoyo para las potencias extranjeras competidoras.
De hecho, la pandemia de coronavirus ha acentuado las tendencias que ya están funcionando a nivel internacional. La economía capitalista está entrando en una fase de crisis, que las medidas implementadas para combatir la propagación del nuevo virus solo han acelerado. Esta crisis económica y sanitaria ha revelado el nivel de dependencia de ciertos productos de China. En otras palabras, expuso el monopolio de China sobre ciertas cadenas de producción mundiales. Esto empuja a varias potencias imperialistas, incluida Francia, a plantearse la cuestión de reubicar parte de la producción para reducir su "dependencia" de Beijing.
La actitud de los Estados Unidos hacia China merece una mención especial. De hecho, mucho antes de que estallara la pandemia, el gobierno de Trump participó en un enfrentamiento comercial con China. El objetivo de Washington es obligar a China a abrir aún más su mercado de consumo a las multinacionales norteamericanas, lo que podría representar un peligro para la economía nacional china. Y para lograr sus objetivos, Washington utiliza todos los medios a su alcance, incluido el apoyo hipócrita al movimiento en Hong Kong.
Pero Trump no está solo. Como se señaló anteriormente, todas las potencias imperialistas y sus aliados están tratando de presionar a China creando un clima internacional claramente hostil a Beijing. Japón y Australia, que son socios de competencia directa de China en la región, se encuentran entre los más agresivos junto con Estados Unidos. Pero los países europeos también se muestran cada vez más hostiles. Así, Jean-Yves Le Drian, ministro francés de Asuntos Exteriores, dijo esta semana que Francia planeaba tomar "medidas que difundiré cuando llegue el momento".
Hong Kong se convierte así en un instrumento de presión internacional contra China. Obviamente, la preocupación de las potencias imperialistas no tiene nada que ver con las "libertades democráticas"; entre sus aliados se encuentran los regímenes más autoritarios, como las petro-monarquías del Golfo. Los capitalistas occidentales se han beneficiado (y aún se benefician) del régimen dictatorial chino que sofoca todos los intentos de organización y protesta de los trabajadores. Sin este régimen represivo, difícilmente podrían haber obtenido grandes ganancias al sobreexplotar a los trabajadores chinos. Estas potencias en realidad buscan limitar el ascenso de China y al mismo tiempo intentan resolver sus contradicciones económicas a espaldas de los capitalistas chinos, esperando ganar participación en el mercado interno chino.
Contra Beijing, contra los imperialistas y sus aliados
Podemos decir que la ofensiva del gobierno de Xi en Hong Kong responde a estas presiones internas y externas sobre China. Pero al mismo tiempo, el poder chino puede liderar esta ofensiva porque se siente lo suficientemente seguro como para controlar la situación, porque cree que puede sacrificar parcialmente el lugar financiero y comercial internacional de Hong Kong al compensar con la actividad de otros centros importantes como Shanghai.
Los imperialistas usan esta situación demagógicamente. Reclaman el acuerdo chino-británico firmado en 1984, que definió ciertas condiciones para la cesión de Hong Kong a China. Aunque este acuerdo garantiza las libertades democráticas a la población de Hong Kong que los chinos del "continente" no tienen, es necesario señalar ciertas verdades ocultas por los gobiernos y los medios de comunicación occidentales. Primero, la política de "un país, dos sistemas" es en gran parte engañosa. De hecho, China y Hong Kong no tienen "dos sistemas"; En los dos territorios, el capitalismo es el único sistema que existe (incluso si el capitalismo chino tiene muchas características específicas y particulares). Como dijimos antes, sin embargo, el régimen político del que goza Hong Kong tiene infinitamente más libertades democráticas que China continental; El avance del control de Beijing sobre Hong Kong representa una disminución de sus derechos democráticos, y el pueblo hongkones tiene razón al luchar contra esta ofensiva reaccionaria.
Sin embargo, no es de la mano de las potencias imperialistas que el pueblo de Hong Kong podrá obtener la preservación de sus libertades democráticas. Y aquí llegamos a otra verdad que se ha ocultado últimamente: el tratado chino-británico, que es del espíritu colonialista del imperialismo británico; hoy se presenta como una "garantía de libertad". No, no son los tratados redactados por los poderes colonialistas los que garantizan la libertad de los pueblos, al contrario. Este tratado, por ejemplo, estipula que el sistema capitalista no puede ser derrocado en Hong Kong durante 50 años a partir de 1997. China no es un país socialista y no tiene intención de establecer el socialismo en Hong Kong. Esta cláusula es completamente reaccionaria.
Aunque los comunistas revolucionarios defendemos la lucha contra la ofensiva antidemocrática de los diversos gobiernos capitalistas (y no sólo de China), también debemos hacernos las preguntas sobre las desigualdades sociales, la miseria, la explotación y la opresión. En este sentido, al tiempo que apoyamos por completo el movimiento de resistencia en Hong Kong, denunciamos la hipocresía de los gobiernos imperialistas que sólo buscan alcanzar sus propios fines. Los verdaderos aliados del movimiento en Hong Kong son los cientos de millones de trabajadores y campesinos pobres de China continental; estos son también trabajadores precarios en la propia Hong Kong. La lucha por los derechos democráticos y contra el control de Beijing plantea la cuestión del sistema capitalista y de la opresión imperialista. Convertir la pesadilla del gobierno central (pero también de los imperialistas) en realidad requiere la unidad de los trabajadores de China continental con los de Hong Kong.
Este artículo se publicó originalmente en francés en el semanario Revolution Permanente Dimanche del 11/07/20