Lautaro Jimenez, senador provincial y quien encabezó las listas del Frente de Izquierda Unidad en la provincia, dialogó sobre el resultado electoral, los límites del triunfo radical y la crisis del peronismo: "Nuestro objetivo estratégico fue ayudar desarrollar una identidad de izquierda más fuerte, no sólo a través de la agitación sino también con la construcción de un partido más orgánico de clase trabajadora".
Domingo 28 de noviembre de 2021 00:00
Foto: Daniela Higa
- ¿Cómo pensás que Cambia Mendoza, con Cornejo, Suárez y Cobos como candidatos, logró sumar casi el 50% de los votos?
En comparación con el 2013, última elección legislativa en la que el radicalismo era oposición al gobierno nacional y la cual fue un punto de inflexión definitivo hacia el fin del ciclo kirchnerista, los candidatos del radicalismo lograron dos puntos y medio más. La alianza de derecha motorizada por el PD, que en el 2013 había sacado un 5%, ahora quedó con poco menos de 4, explicando parte del volumen que suma. En las legislativas de 2017, bajo la presidencia de Macri, habían tenido 4 puntos menos. En las PASO presidenciales de 2019 Cornejo hizo su peor elección del ciclo, quedando por debajo de la candidata del Frente de Todos por 12mil votos en torno al 39%. Pero en la remontada hacia las elecciones generales, la polarización y la movilización de una amplia base macrista dio vuelta esos resultados alcanzando el 52% contra el 38% del Frente de Todos. Una diferencia parecida a la registrada este año.
Hace cuatro años, aquel volumen acarreaba una trayectoria mucho más agresiva de la que puede verse ahora. Bajo la sombra propia del macrismo, el volumen de fuerzas radical venía para imponer reformas y contrarreformas políticas y sociales profundas en la provincia. Algunas logró. Pero este curso se topó a nivel nacional con las protestas de diciembre contra la reforma provisional, y dos años después con las jornadas contra la reforma de la Ley 7722. Los resultados de este año parecen más asociados al desprestigio del gobierno nacional. En el discurso de campaña del radicalismo, se buscó contraponerle “el modelo Mendoza”, pero no tenían logros resonantes para mostrar. Sin embargo, se buscó que la provincia defendiera con su voto al gobernador que había rechazado “volver a fase uno”, que dispuso la apertura de las escuelas, y acusó al gobierno nacional de haberlo “discriminado” en el reparto presupuestario.
Podría resultar un tanto excesivo, en cambio, considerarlo también como un apoyo político social a otras cosas que forman parte de la agenda del establishment, como la reforma laboral, provisional, etc. Sobre la megaminería y la Ley 7722, por ejemplo, el propio Suárez salió a aclarar que para su gobierno se trataba de un “tema cerrado”, buscando separarse del fallo de la Corte Suprema de la Nación. Sabemos que es un tema que nunca puede darse por cerrado, tiene demasiados intereses económicos detrás. Pero las expresiones del gobernador demuestran que pedir un voto para avalar ese tipo de cosas, como sí había hecho en el 2019, podrían haber afectado los resultados después de la experiencia de estos dos años.
En cambio, optó por una estrategia defensiva y le resultó efectiva. El Frente de Todos intentó algo parecido en las PASO en referencia al gobierno nacional, y no tuvo los mismos resultados. Cuál va a ser la orientación del gobierno provincial hacia adelante, no es algo que se pueda prever con facilidad. Va a depender centralmente de lo que haga el gobierno nacional, el curso de la economía, el acuerdo con el FMI, etc. Y en buena medida también de lo que suceda en Chile, que es el segundo centro de gravitación que afecta la órbita política provincial.
- ¿A diferencia de lo que puede suceder en el centro del país y otras provincias, puede afirmarse que estos resultados representan hegemonía radical en la provincia?
El 14 de Noviembre ganaron un aval como contrapeso al gobierno nacional, un apoyo para su administración provincial. Lo van a usar también para medidas impopulares, por supuesto. Ahora vienen tarifazos en todos los servicios que dependen de la provincia: luz, agua y transporte. Pero para imponer medidas de fondo, las interpretaciones y la relación de fuerzas probablemente se diriman a futuro de la misma forma que en los últimos años, con un protagonismo importante de las calles. La experiencia de diciembre del 2019, el rechazo a la ley de educación, las luchas de las mujeres, la defensa de La Terre contra los intentos de desalojo, el histórico paro vitivinícola, son precedentes todavía cercanos que a su vez expresan contradicciones más profundas que desgarran a la sociedad y crean brechas con el régimen de representación política.
Cambia Mendoza condensó una construcción electoral diversa: continuidad del orden, candidatos probados (justamente tres gobernadores en la boleta), una coalición de amplio espectro: desde Libres del Sur y el PS hasta el PRO y una buena fracción de sectores liberales, empresariales y del PD, un sentido del voto concreto como oposición al gobierno nacional, etc. Lograron una base de apoyo amplia, una diferencia histórica con el peronismo, su principal competidor, y un escenario hacia el 2023 en el que es muy probable que retengan la gobernación. Pero estamos en una etapa de la política internacional y nacional en la que es muy difícil encontrar hegemonías. Y Mendoza está demasiado abierta, expuesta, a las tendencias generales de la economía y la política nacional e internacional.
La base social núcleo del radicalismo, ligada al comercio exterior, la administración financiera e inmobiliaria, y el amplio complejo comercial creado alrededor del turismo, tiene un momento excepcionalmente expansivo de su influencia sobre sectores de masas más amplios, especialmente en el Gran Mendoza. Hay una buena parte de los sectores populares en los que se ve a estos sectores económicos más dinámicos como los únicos que pueden crear empleos y proveer cierta expectativa de, sino es asenso al menos estabilidad, social. Mientras la vieja industria, agroindustria y los servicios tradicionales arrastran una decadencia atribuida también a sus gerentes políticos, el peronismo.
¿Alcanza esa influencia para ganar consensos sociales amplios para emprender las reformas que el radicalismo quisiera hacer? El gobierno de Suárez ha sido hasta ahora, una colección de respuestas negativas. Y en última instancia, no se trata de una falta de atributos personales de “gestión”, es un reflejo distorsionado de la hegemonía imposible del modelo macrista y la propia experiencia del gobierno de Cambiemos.
Marcelo Zentil de Los Andes, ha escrito sobre estos resultados como un anticipo de lo que podrían ser los próximos seis años como parte de un ciclo de gobiernos bajo una hegemonía radical. Lo compara razonablemente, con el último ciclo de tres gobernadores de un mismo signo, que fue con el PJ en los años 90 (Bordón, Gabrielli y Lafalla). Es un enfoque interesante y abarcativo, te permite pensar tanto los resultados del oficialismo como el retroceso del peronismo y las terceras fuerzas desde una perspectiva más amplia. Pero de la misma comparación pueden contrastarse las diferencias entre uno y otro ciclo, aunque estemos parados todavía en la primera mitad de ese hipotético río a cruzar.
Los gobiernos peronistas de los 90´ se dieron bajo la derrota del movimiento de masas y la hegemonía del menemismo y el neoliberalismo y sus propias antinomias (recordemos que Bordón en el medio se convirtió, en un opositor al mismo como candidato del Frente Grande), impusieron una serie de reformas estructurales impensadas como el vaciamiento y la privatización de los bancos provinciales, Obras Sanitarias (hoy Aysam), Emse (ahora Edemsa), toda la reforma constitucional con el traspaso de la propiedad del Petróleo y la privatización de YPF, la privatización de GIOL, la coparticipación, entre muchas otras.
El ciclo que le siguió, luego de la crisis del 2001 y del gobierno de Iglesias, estuvo marcado por el desvío del proceso del 2001-2002 y la hegemonía posneoliberal del kirchnerismo y sus propias antinomias. Puede parecer una anomalía que este ciclo se inicie con un gobierno radical, Cobos, que el kirchnerismo coopta luego de favorecerlo durante su mandato. En cierta medida Cobos repetirá a su manera la conversión opositora de Bordón, esta vez contra CFK, pero antes de hacerlo el PJ le había ganado la Casa de Gobierno con Celso Jaque, el PJ atravesó las crisis de 2008-2009 y llegó al 2011 logrando que Cristina arrastre a Paco Pérez como su último gobernador.
En ambos ciclos, la hegemonía podía explicarse por el fuerte crecimiento económico del país en sus primeras etapas, por un respectivo proyecto de país en los que se encuadraba la gestión provincial y el imaginario colectivo con fuertes tendencias internacionales (gobiernos neoliberales, posneoliberales). Y su característica hegemónica no se anclaba solo en su propio volumen de fuerzas, sino en la capacidad de moldear los términos en los que pensaban sus propios opositores en el régimen. Marcaban el horizonte de lo que sus propios adversarios del régimen político y la mayoría de la “sociedad civil” pensaban como “posible”, “inevitable” o “resignable”. En 1999 y el 2013 el declive de ambos ciclos se hace evidentes.
Entre el 2015 y el 2017 la alianza de Macri y Cornejo parecía iniciar un nuevo ciclo similar. El PJ en Mendoza, como dijo Emilio Monzó sobre los gobernadores peronistas de ese periodo, estaba “pintado de amarillo”. El endeudamiento que ahora le recriminan a Cornejo se lo votaron a dos manos, al igual que la reforma laboral de las OCLO y los nombramientos de Valerio y Garay en la Corte, entre otras. Las elecciones de Juani Jofré en las PASO del 2017 y el triunfo de Anabel Fernández Sagasti en las del 2019 fueron una reacción contra eso, preservando el discurso kirchnerista como un imaginario de un nivel de vida anhelado. Pero las propias contradicciones de la economía nacional e internacional, junto a las desastrosas políticas del macrismo, interrumpieron ese proceso entre diciembre del 2017 y la crisis del 2019 en la que los mercados se devoraron a su mejor alumno.
Cornejo y Suárez logran retener la provincia por un buen margen electoral. Pero el clima nacional anti macrista revitalizaría el imaginario discursivo del kirchnerismo y, luego, el del Frente de Todos. En paralelo se da también la rebelión chilena que abrirían el imaginario de importantes sectores de la juventud y el pueblo trabajador. Rodolfo Suárez asume teniendo como primera respuesta, las protestas masivas de diciembre de 2019 contra el intento de modificación de la 7722, incluso cuando contaba con el apoyo total del peronismo. Luego, por la pandemia y una profundización de la crisis económica de la que todavía no se logra recuperar, lejos de favorecer una hegemonía, tienen lugar procesos que abren brechas y dinámicas extrañas en la sociedad, sus formas de pensar y la representación política.
La posibilidad -más bien la probabilidad- de giros bruscos hacia derecha e izquierda, de conflictos y luchas que se amplifiquen o radicalicen, la aparición de fenómenos reaccionarios y pero también defensivos entre los trabajadores y la juventud, está inscripta en el panorama y el horizonte político de Mendoza por más que quieran pintar el mapa de cualquier color.
- ¿Los resultados del Frente de Todos también se explican por esa relación conflictiva de la provincia con el gobierno nacional o hay un problema más profundo en el propio peronismo provincial?
La decepción con el gobierno nacional es muy grande y eso explica en gran medida que quedaran muy lejos de los resultados que esperaban. Al principio expresaban expectativas de quedar entre los 40 y 35 puntos. Después, que buscarían una “derrota digna”, con una diferencia menor a los diez puntos. Terminaron en 26 y ante una diferencia histórica de casi 25 puntos. La dispersión de las terceras fuerzas les permitió quedarse igualmente con tres bancas en el Congreso, una más que en el 2017. Pero su proyecto de disputar la gobernación en el 2023 quedó absolutamente golpeado. Eso favorece, objetivamente, cualquier análisis que los presente como un partido en crisis total.
Pero ese enfoque no nos ayuda para ningún tipo de preparación estratégica. El PJ sigue siendo un partido fuerte también en Mendoza, su influencia política supera ampliamente los votos que obtuvieron y subestimarles sería un error. Ser oposición al gobierno de Macri les dio un relato que hoy puede estar opacado por el pésimo desempeño de su gobierno nacional, pero todavía alcanza para cohesionar internamente a los sectores más jóvenes que llevaron adelante la renovación de Anabel Fernández Sagasti y el amplio abanico de sectores ortodoxos del PJ territorial que no tienen nada mejor para ofrecer.
Esa unidad del peronismo, detrás de un discurso cargado de consignas progresistas, puede ya no ser eficaz para convencer a un electorado amplio que le permita revertir sus largos años de retroceso electoral. Pero sigue siendo eficaz para desarrollar una “ampliación del estado” a través de burocracias sindicales, estudiantiles y de los movimientos sociales, que luchan incansablemente contra cualquier organización y desarrollo independiente en el movimiento obrero, la juventud y el movimiento de mujeres. En particular llevan adelante una campaña sistemática contra el crecimiento de la izquierda en esos sectores.
El PJ de Sagasti aparece entonces como inútil para debilitar el crecimiento del oficialismo radical y la derecha, pero eficaz como maquinaria de cooptación y fragmentación de una oposición social y política independiente. Su apoyo incondicional a la burocracia sindical vitivinícola, los juicios millonarios y el boicot sistemático contra el SUTE independiente, han ido de la mano con la cooptación de sectores de los movimientos sociales y hasta de fuerzas políticas “ciudadanas” que en 2017 habían sido un boom, como la Protectora de José Luis Ramón. El hecho de ser oposición a nivel provincial, probablemente preserva el sentido de sus discursos demagógicos. Por cuanto tiempo puedan sostenerse en ese rol, dependerá también de la suerte que corra el gobierno nacional.
El PJ de Sagasti aparece entonces como inútil para debilitar el crecimiento del oficialismo radical y la derecha
- ¿Si el peronismo retrocedió electoralmente por qué no emergió una “tercera fuerza”? Es la primera elección legislativa desde 1987 en la que no ingresa un diputado nacional por un tercer partido.
No sé si existe una explicación sencilla o mecánica. Desde la crisis del 2001, ese espacio que antes ocupaba el PD como un partido conservador orgánico de la burguesía vitivinícola, fue sucesivamente ocupado por fuerzas políticas completamente distintas. Bajo los primeros gobiernos kirchneristas el PD recuperó ese lugar como aliado de fuerzas de cualquier clase, desde el PRO a los Rodríguez Saa, pasando por López Murphi. Hasta el 2013 y 2015 en el que emerge el FIT. En el 2017 y 2019 Protectora. Entre medio de esas elecciones también hubo elecciones en las que ese lugar lo ocupó el Frente Renovador de Massa o el PRO con Senetiner. Por eso podemos ver que, en el “sistema de partidos” que siguió al 2001, el lugar de terceras y cuartas fuerzas, tienen que ver más con una dinámica particular de voto útil como mensaje o instrumento, y no con desarrollo de partidos orgánicos análogos a la UCR o el PJ. Entre todos, el PRO es el partido que más logró constituirse, heredando el grueso de los sectores y cuadros políticos que estaban antes con el PD.
Mucho de lo sucedido este año puede explicarlo la dispersión en 8 listas. Una buena parte del espacio de Protectora logró contenerlo el Partido Verde, que llevaba a los socios de Ramón como candidatos, pero con un volumen que sumó sólo la mitad de lo que habían sacado en el 2017. En el sur provincial la tercera fuerza fue el peronismo de Consenso Federal, que en las generales le fue mejor. Además a nivel provincial había otra lista similar, encabezada por el candidato del Frente Renovador de Massa en 2015, Jorge Pujol y la derecha del PD quedó más lejos del tercer lugar todavía, pero logró mantener algunos puntos de esos espacios.
Además, había otras listas que captaron parte del voto bronca, como las del Partido de los Jubilados que no tienen referentes ni candidatos conocidos, pero el nombre de su partido fue atractivo en el cuarto oscuro para ese sector de votantes. Un fenómeno particular que tiene ciertas semejanzas al de “el partido de la gente”, que vimos este fin de semana en las elecciones chilenas.
El Frente de Izquierda logró crecer en comparación a las elecciones ejecutivas del 2019, llegando ahora al 5%, pero no volvimos a recuperar el espacio electoral más amplio que nos había acompañado hasta el 2017, ni el tercer lugar en las PASO -aunque quedamos muy cerca-, un lugar clave para el fenómeno de voto útil que se suele dar entre las PASO y las generales legislativas, que algunos analistas locales han llamado el “efecto espuma” y en este caso benefició a los Verdes.
Entre todas las listas, el Partido Verde y el Partido de los Jubilados, como marcas relativamente nuevas, fueron los que lograron agarrar el voto más volátil de las llamadas terceras fuerzas. Pero al mismo tiempo eran los partidos que menos base propia tenían. Eso fue determinante también para que sus techos fueran mucho más bajos y, prácticamente, no consiguieran bancas en comparación a lo que tenían hasta ahora las terceras fuerzas.
La figura más conocida del partido Verde es Mario Vadillo, socio de José Luis Ramón en la fundación de Protectora y quien esperaban sea su reemplazo en el Congreso de la Nación. Iba asociado con radicales enfrentados al oficialismo, como Manzur y Romano, que tuvieron votaciones muy altas en sus propios departamentos, San Carlos y Rivadavia en los que centran también su carrera política a futuro. También llevaban progresistas que no habían conseguido lugares en las listas del Frente de Todos, Andrea Blandini (ex candidata a Intendente en Godoy Cruz en el 2019) y Emanuel Fugazzoto que es el verdadero dueño del Partido Verde y único legislador que ingresó por esta fuerza. Según evolucione la posición de este partido con el gobierno nacional, del que fueron parte hasta que se enfrentaron con Solá por el acuerdo con China sobre las factorías porcinas, puede apostar a volver al Frente de Todos en el 2023 o ir nuevamente a competir como tercera fuerza teniendo en cuenta que le quedarán dos años más de mandato.
Algo similar sucede con Ramón, aunque haya ido por adentro del Frente de Todos, también consiguió una banca en la Legislatura y buscará recuperar parte de su identidad propia aprovechando su banca, no se puede descartar que en el futuro quiera volver a jugar por fuera o en otras alianzas. Tanto Ramón como Fugazzotto responden a viejos operadores del PJ, Mauricio Guzmán y Fugazzotto padre, que según la ocasión los hacen jugar por adentro o por afuera de las alianzas del PJ. En qué medida las bancas que consiguieron les permiten construir sus propios espacios o siguen siendo las figuritas aleatorias del peronismo que han sido hasta ahora, se verá en los próximos años.
En este panorama lo único que queda bastante claro es que ese errático lugar de “tercera fuerza” en el tablero político provincial sigue siendo muy volátil, y es difícil prever si se reabrirá y cómo una disputa en torno al mismo próximamente.
En contraste con el panorama provincial, la política nacional tiene un curso distinto en donde a la izquierda y a la derecha de las grandes coaliciones emergen fuerzas polarizadas. El Frente de Izquierda, por un lado, haciendo la mayor elección desde su conformación en el 2011 y logrando el ingreso de cuatro diputados nacionales. Y los libertarios de extrema derecha por el otro con elecciones muy altas en CABA y PBA, y nuevos referentes como Milei y Espert. Ese contraste entre los lugares de las “terceras fuerzas” entre la nación y la provincia, también dinamizan mucho la discusión política y expresa las agudas contradicciones para las que nos tenemos que preparar.
- ¿Cómo analizás la diferencia entre la elección nacional del Frente de izquierda que ha sido la más alta desde su formación, y el retroceso relativo en Mendoza?
En términos de desplazamientos, los espacios políticos que se abrieron fueron muy distintos. Mientras que en Buenos Aires y la CABA la votación estuvo determinada por una polarización entre Juntos y el Frente de Todos a nivel general y por el crecimiento de los espacios hacia la derecha y la izquierda de ambas coaliciones, con los libertarios y el FIT-U, algunos lo señalan como una expansión de la polarización hacia los extremos del arco político.
En Mendoza en cambio, el espacio que se abrió fue sobre todo en el centro de ambas coaliciones. Los verdes y federales sumaron un 15,6% de los votos entre sus tres listas. Además, se abrió un espacio out sider o antipolítica, menor, pero que logró sumar en promedio un 4,5%, que agarró el Partido de los Jubilados. Ahí tenés un 20% de los votos que no optaron por ninguna de las coaliciones mayoritarias, pero que tampoco fueron hacia la derecha o la izquierda. El desplazamiento de votos que tuvo el peronismo en comparación con el 2019, fue sobre todo hacia espacio ubicados a su derecha u out siders; mientras que por izquierda fue menor la pérdida de votos.
El discurso de centroizquierda y progresista demagógico del PJ mendocino que pasó a ser encabezado por Anabel Fernández Sagasti, luego de la experiencia con el gobierno macrista, es el principal cambio con respecto al ciclo anterior de la política provincial. Y todavía es efectivo para concentrar el grueso del electorado progresista y una buena parte de los sectores populares que ven con preocupación el posible retorno de un gobierno derechista. Así y todo, el FIT-U logró sumar más de 10mil votos en comparación con la elección del 2019. Lo que más expresaba ese sector de votantes decepcionado por izquierda con Anabel era su apoyo a Suárez en el intento de reformar la ley 7722. Y en sectores más puntuales del movimiento obrero, la bronca por el rol del peronismo político y sindical durante las luchas.
Por qué la decepción con el gobierno nacional se tradujo mayoritariamente hacia espacios ubicados en el centro del arco político u outsiders, en lugar desplazarse hacia la izquierda y/o la derecha, no es algo que pueda interpretarse sencillamente, y sólo con el tiempo podrá interpretarse el sentido general de esas expresiones políticas. Daniel Bensaïd decía que la política se estructura como un lenguaje, es decir como el inconsciente, a través de desplazamientos y condensaciones. Hasta cierto nivel, creo que eso es cierto. Eso no quita que haya todavía partidos y programas orgánicos, representativos de distintas clases sociales y fracciones de las mismas, y con influencia política consciente. Pero es un hecho, que la tendencia general e internacional es hacia la formación de coaliciones inestables, giros bruscos a derecha e izquierda, por factores y tiempos completamente diferentes amalgamados en formas mucho más volátiles que en los periodos de crecimiento relativamente orgánico de la economía. Y también que ambos niveles: la influencia política orgánica por un lado y la condensación de determinados desplazamientos hacia izquierda y derecha en los espacios políticos, tienen una autonomía relativa entre sí.
Para los marxistas, la intervención de los socialistas en las elecciones, que nos presentamos con un programa, un discurso claro y una identidad de clase concreta, siempre se considera como un “recuento globular de fuerzas”. Aunque es una definición que surge de una época en la que los volúmenes electorales estaban determinados por la capacidad de movilización electoral que tenía cada partido, el voto no era obligatorio, ni tenía la volatilidad que caracteriza los procesos electorales de hoy. Pero esa definición todavía mantiene su vigencia para explicar en buena medida los avances y retrocesos de la influencia política de la izquierda hasta cierto nivel. En algunos contextos adversos, la influencia política general de la izquierda puede quedar subrepresentada por los resultados electorales, lo vimos en el 2019 cuando incluso votantes de izquierda optaban por Fernández para evitar que ganase Macri. Expresa que muchas veces la influencia política también tiene un parte de identidad débil o susceptible a las presiones enormes del régimen y sus polarizaciones.
De la misma forma, la izquierda también puede crecer ante determinadas circunstancias mucho más allá de los que alcanza con su influencia orgánica o consiente. Entre el 2013 y el 2017 eso fue muy marcado en Mendoza, con Nicolás del Caño y Noelia Barbeito como candidatos que llegaron al 14% en 2013 y 12% en 2017. También se dieron fenómenos así en otras provincias como Salta y Jujuy. Son escenarios en las que, por determinados factores se produce una combinación entre la influencia política propia de la izquierda, las cualidades de los candidatos y el rol inmediato que puede tomar una “tercera fuerza” como instrumento político adquiere su propia dinámica.
Nuestro objetivo estratégico fue en uno y otro contexto, ayudar desarrollar una identidad más fuerte, amplificar nuestra influencia política no sólo a través de la agitación, sino también con la construcción de un partido más orgánico de clase trabajadora. En esta elección lo resultados de las zonas donde esa influencia política es más concreta se plasmaron también en los resultados de esos barrios y distrito. En los barrios de mayor composición trabajadora del Gran Mendoza, y los distritos vitivinícolas que fueron protagonistas del histórico paro nacional, logramos recuperar altos niveles de votación que fueron del 7 al 10%.
La campaña nos permitió desplegar aspectos muy importantes de nuestro programa contra la crisis y el régimen del FMI, la lucha por la jornada de 6 horas de trabajo, contra la precarización laboral, la defensa del agua y el ambiente contra el extractivismo, la reivindicación de la lucha en las calles, bodegas y lugares de trabajo como el camino para conquistar nuestros derechos, entre otras cosas.
Además, logramos que empiecen a emerger nuevas figuras, tanto del PTS como independientes, que fueron referentes de procesos. Edgardo Videla, obrero de la madera, que generó un importante movimiento de apoyo para llevar la voz de un trabajador a la legislatura. Vitivinícolas como Ana Maya, referente de Trabajadores de Viña Unidos, y delegados de Bodegas, como Gabriel y Fermín, que fueron protagonistas de la lucha. Nelly y Esther de la emblemática fábrica recuperada La Terre. Y la joven referente de la lucha socioambiental Carolina Álvarez, del sur provincial, entre otras y otros compañeros.
Los tiempos no coincidieron entre ese avance logrado desde abajo y la ventaja adquirir desde arriba una dinámica ascendente como tercera fuerza. Sería una especulación inútil tratar de anticipar que van a volver a abrirse escenarios y fenómenos electorales parecidos. Mendoza es una provincia muy compleja políticamente, es afectada por las tendencias de la política nacional, por sus propias tradiciones, y también por las de Chile por su cercanía y vinculación histórica. Tiene un régimen de partidos relativamente más estable que el nacional. La fortaleza histórica preservada de la UCR, y en gran medida también del PJ, es una expresión de eso. Espacio tradicional para terceras y cuartas fuerzas, etc. Una clase trabajadora fuerte, sindicatos que gravitan en la política, una juventud muy dinámica.
La diferencia importante entre una cosa y la otra, es que la construcción orgánica de un partido revolucionario de la clase trabajadora no es algo volátil. El momento electoral extraordinario que tuvimos entre 2013 y 2017 nos ayudó a dar fortalecer ese desarrollo, pero fue sólo una etapa más. Construir un partido arraigado en la clase obrera, los sindicatos y el movimiento estudiantil lleva tiempo y requiere superar muchas pruebas en la lucha de clases, política e ideológica. Tenemos que seguir en ese camino.