En el escenario político de la Argentina se debate minuto a minuto sobre negociaciones con buitres, con el FMI, se discute sobre solidaridades y otras yerbas ¿Pero quién discute el detrás de escena de un país en decadencia? La letra (no tan) chica que nadie quiere mencionar.
Octavio Crivaro @OctavioCrivaro
Patricio del Corro @Patriciodc
Jueves 27 de febrero de 2020 14:52
Ajuste a los jubilados, honrar las deudas y otros productos típicos del macrismo
Luego del ajuste que ya venía realizando Macri a los jubilados, que recordemos llevó a dos enormes movilizaciones en diciembre de 2017 que enfrentaron las fuertes represiones macristas, el gobierno de Fernández asumió y decidió sumar un nuevo ataque a las jubilaciones. Se discutirá si fue más o menos “solidario” ajustar a un/a trabajador/a que cobra $17.000 pero, aún si esto pudiera discutirse, hay un ajuste en el presupuesto destinado a quienes está acostumbrados a ser la primera variable de ajuste de todos los gobiernos.
Parafraseando al relato falsamente atribuido a Bertolt Brecht, “luego anunciaron nuevos aumentos de tarifas y que no habría clausula gatillo para los salarios, pero yo no dije nada porque al menos ya no están Aranguren y el Gato”. Entre los gremios y los formadores de opinión oficialistas nadie cuestiona que se adopten concepciones como que el salario es inflacionario o que no se discuta el esquema de servicios públicos que, poco más o poco menos, “tienen” que dar ganancia. Las privatizadas, el FMI y los grandes empresarios que se quejan del “costo” laboral festejan la austeridad tomando champán desde Cancún o la Quinta Avenida de Nueva York, mientras en el conurbano siguen los medidores que cortan la luz cuando se supera un nivel X de consumo. Robin Hood pero al revés. ¿Cuestionar esto será hacerle el juego a la derecha?
La herencia no se toca, se administra
Todas las medidas económicas y negociaciones que parecen un juego de malabares con once pelotas en el aire tiene un hilo conductor: en ningún caso se cuestionan las reglas de juego básicas que nos trajeron hasta acá. El odio al macrismo se expresa más en los chistes sobre las interminables vacaciones de Macri que sobre las políticas estructurales que representa.
Se discuten las mil y una maneras de generar dólares y ajustar, pero nadie discute por qué el Estado no puede tener el monopolio del comercio exterior, el control de los puertos y el dominio sobre la actividad cerealera para poder regular, nada más y nada menos, que los precios de los alimentos para la población (¡y el valor del peso!), para poder planificar mínimamente a dónde va la economía.
Mucho menos se discute cómo la banca sigue siendo fundamentalmente privada en un país líder mundial en fuga de capitales, fuga que garantizan los bancos que en 2019 ganaron un 166% más que el año anterior. Los mismos que liquidan el sueño de la casa propia con los créditos UVA.
Se discute el flagelo de la fuga en abstracto, el modelo de banca privada que permite la fuga, eso no, no existe ni como discusión teórica.
Esa rara, rara solidaridad
Los grandes laboratorios, los terratenientes, las petroleras. Así podríamos seguir hurgando en los dueños del país, siempre ligados a los problemas estructurales pero a los cuales la luz escénica de los debate políticos casi nunca ilumina. El pobre le presta al descosido. Y arriba los ricachones aplauden emocionados tanta solidaridad. Ajena, claro. Algo no cierra, ¿no?
El silencio y la resignación cómplice trasuntan no solamente los temas económicos, donde se congela la herencia macrista y se considera intocable e incuestionable. También penetra las discusiones políticas, culturales y de impunidad. Ahí está Alberto tirando que los militares de la dictadura fueron unos pocos inadaptados puntuales, todo lo contrario que lo conquistado por los organismos de DDHH: que se trató de un genocidio organizado por los grandes grupos económicos, la Iglesia y el conjunto de las Fuerzas Armadas y de seguridad. El silencio por parte del oficialismo sobre esta frase fue atronador. Fueron las críticas de Nora Cortiñas, numerosos organismos de DDHH como la APDH y de la izquierda las que mostraron el malestar y Alberto se “autocriticó”. Ahí sí, aplaudieron todos “la capacidad de autocrítica”, pero si pasaba, pasaba. Y muchos estuvieron dispuestos a dejarlo pasar.
No da la relación de fuerzas. ¿No?
¿Es utópico, volviendo a las múltiples discusiones económicas, cortar con esa pesada herencia? ¿A quién le conviene que se rotule así a las alternativas estructurales que desde hace algunas décadas sí estaban sobre la mesa y no solo por quienes somos socialistas?
¿No da la relación de fuerzas? La idea de acumular fuerzas con un proyecto que ajusta en jubilaciones y dice que los trabajadores no pueden asegurarse que sus salarios le van a ganar a la inflación es de mínima un poco ingenua.
La ecuación es clara: se le tiene más temor a la fuerza desplegada de los trabajadores, la juventud y el movimiento de mujeres, que la bronca que algunos dirigentes peronistas y sindicales tienen contra la herencia social, económica y de pobreza que legó el macrismo. Eso se pudo ver en la discusión de la reforma previsional macrista. El enorme odio popular pudo palparse de manera incuestionable en las batallas del 14 y el 18 de diciembre del 2017. Todos los analistas señalan esta fecha como él punto de inflexión del macrismo, que venia de una elección triunfal. Pero si se abría un cuestionamiento a las políticas macristas con las masas en las calles, eso posibilitaba poner en discusión todo, como se puede ver con la rebelión popular en Chile. Pero si los Divididos cambian gajo por infusión, el peronismo cambió la posibilidad de liquidar el plan de Macri por una consigna electoral (“hay 2019”) que planteaba el objetivo de ganarle a Macri en las urnas, a condición de no cuestionar las crisis estructurales. Menos que eso, no se discute ni recuperar lo perdido los pasados cuatro años.
¿Qué serían los sojeros en la ruta frente al enorme peso social de los millones de trabajadores y trabajadoras argentinas poniendo por delante los intereses de las mayorías populares? Una clase trabajadora que se fortalece cruzada por la fuerza y la frescura del movimiento de mujeres y que enamore a toda una juventud a la que hoy se le dice que va a vivir peor que sus padres, que se la quiere como sujeto aplaudidor pero jamás cuestionador. El “no da la relación de fuerzas” es el himno nacional de los que creen que a la derecha y a los grandes empresarios no se los enfrenta: de máxima se les negocia un poquito.
Hace algunos años cuando a Margaret Thatcher le preguntaron sobre su mayor logro político ella dio una respuesta tan inesperada como contundentemente consciente de sus logros: «Tony Blair y el nuevo laborismo. Obligamos a nuestros oponentes a cambiar su forma de pensar». La idea de progresistas que piensan como conservadores, es la mejor conquista de la derecha y los sectores concentrados. ¿Y si estamos viendo un proceso similar?
Octavio Crivaro
Sociólogo, dirigente del PTS y candidato nacional por el Frente de Izquierda-Unidad en Santa Fe.