Según el departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM se debe a fallas geológicas.
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Jueves 26 de julio de 2018
Luis Quintanar, investigador del departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM afirmó que “Es normal que ocurran sismos con epicentros en las delegaciones capitalinas y municipios mexiquenses, esto debido a pequeñas fallas geológicas que atraviesan el Valle de México”.
Explicó “Las fallas que atraviesan el Valle de México no son muy grandes, no son de varias decenas o centenas de kilómetros, sino que son fallas más pequeñas y cuando son activadas producen sismos de una magnitud proporcional, que son de magnitudes de 2.8 hasta 3, cuando mucho”.
En 2017, según el Servicio Sismológico, en la Ciudad de México se han registrado 10 temblores de magnitudes de entre 1.9 y 2.8, con epicentros en las demarcaciones Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Coyoacán, Miguel Hidalgo, Benito Juárez y Magdalena Contreras.
A su vez en el Estado de México se produjeron 17, los cuales fueron de 1.2 a 3.4 y se localizaron en los municipios de Amecameca, Zumpango, Ozumba, Nicolás Romero, Tlalmanalco (San Rafael), Chalco (Huitzilzingo), Amecameca, Naucalpan, Juchitepec y Tejupilco.
De acuerdo con Quintanar, en el Valle de México las zonas más vulnerables a los sismos, debido a esas fallas, son, en primer lugar, el Oriente y, después, el Poniente.
Apuntó el investigador que en el Oriente, entre los más propensos a ser epicentros de los sismos son Ixtapaluca, Texcoco y Chalco, así como las delegaciones Milpa Alta, Tláhuac e Iztapalapa; en el Poniente se cuentan Magdalena Contreras, Miguel Hidalgo, Álvaro Obregón y Naucalpan.
“El Valle de México también es lugar de ocurrencia de sismos, existen mapas de sismicidad desde hace varios años y se ve que es una zona donde ocurren temblores en ciertas zonas preponderantes, una de ellas es la zona poniente y, la de mayor sismicidad, es la parte Oriente”, detalló.
No obstante, aseveró que también ocurren movimientos telúricos con epicentros en otros puntos, por ejemplo, después de los sismos de septiembre ocurrieron algunos temblores en el sur de la Ciudad de México.
Quintanar señaló que las magnitudes de los sismos que ocurren en el Valle de México promedian entre 3 y 3.2 y no son muy profundos, por lo que solo son percibidos por las personas que se encuentran en la zona epicentral.
Explicó que cuanto más fangoso sea el subsuelo donde se registren los temblores, éstos se sentirán con más intensidad y mayor duración, contrario a la que pasa en terrenos firmes.
Asimismo agregó que después de los sismos de septiembre se observó un aumento en la sismicidad en el Valle de México, sobre todo en la parte Sur (El Ajusco y Coyoacán); “entre septiembre y diciembre hubo un aumento de los epicentros de sismos que se detectaron en esa parte de la Ciudad”.
El investigador de la UNAM planteó que hasta la fecha no ha ocurrido un sismo de gran magnitud en el Valle de México, pues, de acuerdo con el registro que se tiene, se deduce que el mayor fue de alrededor de magnitud 4, en el año de 1974.
Luis Quintanar, investigador del departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM
Por su parte, el Servicio Sismológico Nacional (SSN) señala que en la Cuenca de México, donde están el Estado de México y la capital del país, la actividad sísmica es poco numerosa y de baja magnitud.
Señala, no obstante, que sí se llegan a registrar varios temblores al año y con base en los eventos registrados se tienen indicios que la mayor parte de la actividad sísmica local se concentra en los márgenes de la Cuenca de México, aunque se han llegado a registrar eventos importantes en las cercanías de la misma, como el ocurrido en Acambay, Estado de México, en 1912 (magnitud 7.0).
Explica que respecto al origen de los sismos en la región, se piensa que son generados por el reactivamiento de antiguas fallas y también existe la hipótesis de que los grandes sismos generados en la costa pudieran dar lugar a condiciones de desequilibrio y desencadenar sismos locales.
“La Cuenca de México tiene una geología y tectónica compleja, por lo cual no es de extrañarse la ocurrencia de sismos de pequeñas magnitudes en la zona”, apunta el SSN en su portal.
Resalta que cuando ocurre un sismo de magnitud considerable las rocas que se encuentran cerca de la zona de ruptura sufren un reacomodo, lo que genera una serie de temblores en la zona que reciben el nombre de réplicas.
Añade que el número de las réplicas puede variar desde unos cuantos hasta cientos de eventos en los próximos días o semanas de ocurrido el temblor principal, sin embargo, los sismos que tienen su epicentro en la zona geográfica que comprende la Cuenca de México, por su tamaño mismo, rara vez presentan réplicas.
Luis Quintanar, ante los riesgos que presentan estos fenómenos naturales, resaltó que vivimos en una zona sísmica no solo a nivel regional, que provocan sismos grandes en la Costa del Pacífico, sino también a nivel local (Valle de México) con baja magnitud.
“Estos sismos no por ser de magnitud pequeña deben de dejar de quitar la atención de la población; es importante que revisen continuamente los lugares donde viven, las construcciones: cuando aparece un grieta hay que reforzar para que puedan resistir estos pequeños sismos”, aconsejó.
Con información de Notimex