Recorrida por el asentamiento El Olimpo con Marcelo "Cucha" González, trabajador de Trenes Argentinos jubilado que atravesó el barrio como maquinista del ramal Haedo-Temperley entre 2003 y 2015.
Juana Galarraga @Juana_Galarraga
Sábado 27 de agosto de 2022
Fotos: Mariana Nedelcu
Subimos por el terraplén atrás del barrio, por el costado de un puente ferroviario. El Cucha cuenta que las casas de material que acabamos de ver, años atrás eran de chapa y la gente las fue transformando. Señala el horizonte neblinoso de la vía, contrario al sentido por donde venimos.
Mayormente casillas de chapa, madera y plástico. Hay otras con algo de material. Están muy al lado de la vía del ramal Haedo - Temperley del ferrocarril Roca, a la altura de la estación P. Turner, partido de Lomas de Zamora. El Cucha, militante del Partido de los Trabajadores Socialistas, lo atravesó como maquinista, entre los años 2003 y 2015.
Martín Insaurralde fue intendente de Lomas entre 2009 y 2021. El año pasado cedió el cargo a Marina Lesci, cuando el gobernador Axel Kicillof lo designó como jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires.
El Cucha vuelve a señalar dos puntos en el horizonte.
Hay vecinas y vecinos que miran desde sus casillas. Saludamos. Se ven muchos perros. Algunos carros de cartoneo. Caminamos.
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Está lleno de carteles que dicen “se vende casa”. Más adelante, hay dos mujeres jóvenes y un pibe que habla por celular, sentado en el riel. Nos acercamos.
El viento cala. Las casillas acompañan la vista al lado de los durmientes, hasta que se difuminan en el blanco húmedo de la cumbre nebulosa de “El Olimpo”.
“Desde que vinimos acá nunca pudimos salir adelante”
El pibe se aleja. Responde Ayelén de 24 años. Mayra, de 16, acompaña en silencio. Un bebé en remera manga larga y pañal se arrastra por el piso de tierra mojada. Tiene barro en las piernas. Llora. Está descalzo. Mayra tiene un chaleco y manga corta. Ayelén anda en remera y short. Es pleno julio.
¿Hace cuánto que viven acá?
Hace meses.
¿Antes dónde vivían?
En la calle.
¿Cómo se las están arreglando para vivir?
Salgo a pedir, te dan los vecinos para cocinar si tienen.
¿Y cómo viene la mano, consiguen ayuda?
A veces sí, a veces no.
¿Qué opinan de la gente que dice que no deberían recibir planes sociales?
Que está mal.
¿Por qué está mal?
Porque sí, porque los que dicen que no podemos recibir ayuda de los planes sociales tienen plata ¿y nosotros que no tenemos plata? eso es una ayuda para nosotros.
¿Viene alguna vez el municipio?
Sí, viene.
¿A qué viene?
De chusmas. No hacen nada, vienen a chusmear, a ver cuánta gente vive, cuántos chicos hay pero nunca ayudaron acá.
¿Cómo fue pasar la pandemia?
Feo porque nos cagamos de hambre.
¿Dónde estaban en ese momento?
Yo estaba con mis hijos en la calle.
¿Hace cuánto que estás en la calle?
¿Yo? Desde los 15 años. Me empecé a drogar con pasta base y hace un año dejé que nació mi último hijo.
¿Cuántos hijos tenés?
3, de 1, 4 y 5 años.
¿Asignación Universal te dan?
Sí.
¿Alcanza?
No, no alcanza. Empecé a cobrar hace dos, tres meses, porque el papá de ellos dejó de cobrar en blanco. Antes cobraba él y a mí no me pasaba nada.
O sea que en lo peor de la pandemia no tenías ni eso…
Salía con mis hijos a pedir, íbamos a vender pañuelitos, íbamos a repartir tarjetitas arriba del tren.
¿Vos querrías estudiar si tuvieras la posibilidad?
Terminar los estudios, sí, porque dejé cuando me embaracé. Quiero terminar los estudios y empezar la carrera que quiero.
¿Qué te gustaría hacer?
Maestra jardinera pero para chicos con discapacidad.
¿Por qué te gustaría estudiar eso?
Porque mi hija, la más grande, iba a nacer con ese problema y yo fui a hacer un curso pero gracias a Dios nació bien. Y me gustó. Aparte yo andaba en hogares y me mandaban a ayudar a colegios así, con chicos especiales.
¿Vos tuviste alguna vez un trabajo en condiciones, con algún derecho?
Siempre trabajé en negro.
¿A qué edad empezaste?
A los 14.
¿Qué sería para vos un buen trabajo?
Trabajar en algo bien digno, a lo que yo trabajo… porque yo ando de limpieza, ando de vendedora, trabajé en fábrica pero en negro.
¿En qué fábrica?
En la de Oralí, trabajé en otra alimenticia siempre en negro y de ahí me echaron porque el patrón quería tener cosas conmigo y yo no quise y me echó. Después agarré un carrito en mano y empecé a juntar cartones, cosas en la calle.
Y esos 18 meses que estuvo cortado el tren en la pandemia ¿vos no vivías acá?
Estaba en Km 34, una estación más para allá. Agarrábamos entre todos los que teníamos carrito y le pagábamos a una camioneta y nos llevaba hasta Haedo o nos dejaba en Brian. Le pagábamos el gas y nos llevaba. Después nos iban a buscar. Hace cuatro meses más o menos me compré acá a pagar.
Todavía estás pagando
Sí, pero no me gusta. Esto no es vida para ellos, de un lado tengo la vía y del otro el arroyo, es peligroso para ellos. No pueden salir para ningún lado, si quiero hacer algo los tengo que tener a los tres arriba de la cama, si quiero hacer la cama los tengo que correr. Pasa muy seguido el tren. A mi nena casi la atropellan dos veces, porque ella es sorda de un oído y no lo escucha, ella así como sale, sale.
¿Qué es lo que más necesitás?
Una casa para mis hijos, porque acá mirá, no tengo techo, tengo un toldo nomás, no tengo pared, de aquel lado tengo todos colchones parados, no tengo piso, tengo alfombra… no es vida para ellos, viven enfermos los chicos, yo, porque somos los cuatro asmáticos y vivimos enfermos y no podemos salir adelante. Desde que vinimos acá nunca pudimos salir adelante. Lo poquito que tenía me afanaron todo. No quiero estar acá, estoy pagando algo para… por pagar nomás.
Para zafar
Sí, para no estar en la calle con este frío con ellos; bueno hacé de cuenta que estoy en la calle porque hace un frío ahí adentro… Hace mucho frío ahí adentro.
El tren de los pobres no sale sin policías
Tomamos el tren Constitución - Ezeiza a las 9:13. A las 9:45 llamamos al Cucha y le avisamos que ya estamos en Temperley.
Un guarda joven va y viene desde el furgón de cola hasta la locomotora. Habla con el maquinista. "La chanchita’’ ya hace ruido sobre las vías. En una de esas pasadas le preguntamos si ya sale o si se demora un poco:
9:59 entra a la estación un tren en el que suponemos llega el Cucha. Dos policías aparecen a paso calmo, por la misma punta del andén desde donde tiene que llegar él. Caminan y hablan con el guarda joven. La máquina que suponemos viene de Ardigó ya está quieta y abrió sus puertas. Parece que la única forma de que el Cucha llegue a tiempo es que salga eyectado del vagón, vuele por arriba de todos los andenes y aterrice 10 en punto donde estamos. Si no llega hay que esperar el que sale tipo 12 del mediodía. El guarda se adelanta unos pasos de los policías y sube a la escalera del furgón de cola.
El Cucha corre con cara de preocupado desde atrás de los policías. Le rebotan los rulos canosos a los costados de la cara. La campera azul de Trenes Argentinos desprendida le flamea sobre el suéter bordó, como una capa.
Mucha gente cartoneando y pocas cosas
Lo llaman “el tren de los pobres” o “el tren de los cartoneros”. Es el único tramo ferroviario del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) que une dos puntos del Conurbano Bonaerense: Haedo, zona Oeste y Temperley, zona Sur. Los demás trazan una trama radioconvergente, desde el conurbano a la Capital Federal.
En un informe de mayo de 2022, TN dice que las autoridades estarían pensando en cerrar ese ramal porque las casas están muy cerca de la vía.
Es de día. El equipo periodístico sube con los cartoneros, tras registrar el trabajoso tetris de carros cargados de chatarra y materiales reciclables que arman en el furgón.
Llegan al Km 34. Una mujer de unos cuarenta años le cuenta al notero que está siempre parada atrás de su casa para vigilar a su nieto de dos años.
El youtuber Pablo Martín Krenz hizo el recorrido para su canal en junio de 2022. Conversa con varios cartoneros en la estación, mientras esperan el anteúltimo tren, el de las 17.
A esa hora vuelven al barrio quienes no quieren arriesgarse a esperar el que sale a las 18. El gran temor es que les cancelen ese último servicio o que su carga no entre en el furgón, ambos problemas frecuentes. Según un entrevistado, en ese furgón chico entran 11 o 12 carros bien acomodados.
En caso de cancelación de servicio o de falta de espacio, las opciones son volverse pateando con el carro a cuestas por camino de cintura o pasar la noche en la estación. El problema de dormir ahí es que a veces salen de sus casas sin suficiente abrigo.
Algunos entrevistados dicen que sus demandas son un mejor tren, una mejor estación, un furgón más grande y que estaría bueno poner en pie “una buena cooperativa”, para trabajar en condiciones, con “pilcha”. Uno de los más jóvenes asegura que prefiere trabajar así, en la calle, con sus horarios, a su ritmo, sabiendo que cada día más o menos junta algunas lucas, que ir a un puesto de trabajo en el que lo superexplotan por dos mangos.
El notero entrevista a los cartoneros que se ayudan entre ellos para subir los carros al furgón de las 17. Se despide y los filma irse.
Filma otra espera y la llegada del tren de las 18. Entrevista a más cartoneros y sube.
Pregunta a pasajeros y pasajeras sobre lo que se dice de ese tren y la “inseguridad”.
Casi todos los testimonios dicen que pasa lo que pasa en todos lados, que pungas te pueden llegar a sacar el celular y que te tiran piedras desde los barrios.
Un hombre cuenta que antes había un servicio que salía más temprano, a las 4 y pico de la madrugada, pero lo sacaron después de un accidente. Él tuvo que empezar a tomarse dos colectivos para llegar a su trabajo.
Domingo al mediodía
Mientras recupera el aire, el Cucha cuenta que sin los policías no sale el tren.
Vamos de pie, con la puerta del vagón abierta. La máquina avanza despacio. Es domingo. El vagón va casi vacío. Mar saca fotos. Pasamos la estación Juan XXIII, la reserva Santa Catalina. Algunos descampados y terrenos cubiertos de cañaveral. Otros predios vacíos cercados por paredones. Más adelante, empiezan a aparecer casillas entre zanjas cubiertas de verdín, tipo ciénagas. Kilómetros de guirnaldas de ropa que cuelga y basura desparramada que salpican el día gris con colores. Bolsones llenos de material reciclable. Carros. Chatarra arriba de los techos. Madera, chapa, plástico, ladrillo, revoque. Perros, muchos perros. Gatos, gallinas, chanchos.
Tiene razón. Lo pobre no quita lo íntimo. Mar apoya la cámara en el pecho y se repliega para adentro del vagón.
En Km 34, suben dos carros de cartoneros. Un hombre de entre 30 y 40 años va con una mujer y tres niños. También van dos pibes que saludan desde el vagón cuando bajamos una estación más adelante, en P Turner.
Empezamos a caminar por el costado de la vía hasta la intersección de la avenida El Olimpo, que es donde los sábados y los miércoles se hace una feria enorme.
Doblamos a la izquierda, caminamos una cuadra. Mar le saca una foto a una mujer que viene con mercadería en la cabeza. El Cucha le dice que le saque fotos al camión de recolección de residuos, que levanta una palada de basura en la mano de enfrente.
Doblamos a la derecha y nos metemos a una calle que corre paralelo a la vía, junto a una hilera de casas de material. De cada una salen puentes en su mayoría de madera, muy precarios, que las conectan con la calle por arriba de la cuneta, donde corre un arroyo.
El agua tiene unos 20 centímetros de profundidad. Parece verde de lejos, pero de cerca es transparente y se ve todo lo que hay debajo, piedras, musgo, mugre. Hay basura flotando.
Caminamos un poco más. Las casas están construidas sobre la pendiente que baja desde la vía hacia la cuneta. Tuvieron que rellenar mucho el terreno del lado del arroyo para construir.
Una familia hizo el relleno con piedras grises, que no están pegadas con cemento, sino amontonadas. De la pared inferior de las casas, a la altura del relleno, sobresalen caños que cuelgan sobre el agua.
Un hombre de menos de 40 años está parado en el borde del arroyo, medio hundido en el barro. Tiene botas de goma. Hace palanca con una pala para tratar de desenterrar un caño que sale de su casa y se incrusta en la orilla. Una mujer y niños lo miran desde un balcón. Es domingo al mediodía.
Otro hombre canoso, de entre 50 y 60, cava un pozo en la mano de enfrente, donde no hay cuneta. Dice que es para hacer una llave de paso de la conexión de agua. Una señora de la misma edad lo mira mientras conversan. Dice que el municipio no aparece. Un grupo de 7 u 8 hombres que hacen un pasamanos con materiales para construir una losa, nos miran pasar desde arriba.
Es domingo al mediodía. Ursulina baldea el patio trasero de su casa, desde donde sale el puente que la conecta con la calle. El escobillón empuja un hilo de agua que cae directo al arroyo. Cruzamos. Lo primero que piensa es que somos de Desarrollo Social.
El Cucha le pregunta si se inundan con las lluvias. Ursulina dice que no, que el agua sube hasta el puente nomás. Dice que hay servicio del municipio, gente que pasa con pinches y levanta la basura.
Cruzamos unas palabras desde el puente, a través de la reja de su patio. Nos hace pasar. Le pide a su hijo que traiga tres sillas. También está Benja, un nieto de dos años que saluda y hace caritas, con chupete.
Dice que dejó en tercer grado cuando su mamá murió. Va a un centro de fomento de jubilados, donde les dan ayuda por ir a la escuela. Además trabaja en un comedor comunitario y recibe un plan social.
Es paraguaya. 61 años. 13 hijos. No sabe cuántos nietos tiene. Dice que son más o menos tres por familia, aunque hay algunos de sus hijos que tienen dos.
Están en distintas partes, uno en Misiones, otro en Retiro y los demás están en barrios de la zona. Dos viven con ella. Barría porque los domingos “viene la visita”.
Primero llegó su marido desde Paraguay. En 2011 vino ella. Vivió en Laferrere pero no le convencía estar ahí porque tenía que tomar 4 transportes para llegar al Olimpo. Hace cuatro años compró una casita de chapa que ella fue haciendo de material. Tiene una conexión de agua clandestina, como el resto del barrio que no tiene servicios.
Adentro hay varios hombres. Salen dos e intercambian palabras con ella en guaraní. Ursulina dice que son parientes. En la pandemia su marido quedó varado en Paraguay y ella estuvo enferma acá con un hijo. Dice que del municipio no hay casi asistencia y que a la pandemia la pasaron sin ayuda.
Dice que los hombres del barrio salen a trabajar a la madrugada. Menciona un vecino que tiene carro y cartonea.
Mar le pide que nos muestre sus cuadernos de la escuela. Entra enseguida. Sale con una mochila verde y roja. Saca dos cuadernos. Todos los trabajos con caligrafía perfecta en lápiz capitán, están acompañados por un “excelente”, “muy bien”, “¡buen trabajo!”, “10”, en lapicera roja.
Seguimos camino. Volvemos a subir a la vía. El Cucha se para atrás nuestro y saca el celular.
Nos damos vuelta.
Nos reímos.
Seguimos camino. Llegamos hasta la casa de Ayelén. La entrevistamos. Pegamos la vuelta, hacia la estación de P. Turner.
Ferroviarios vs usuarios: postal de un callejón sin salida
Conversamos sobre hechos recientes. El jueves 18 de agosto los guarda trenes del Roca realizaron un paro tras la agresión a un trabajador en la estación Temperley. El miércoles 17 un compañero de la estación Ranelagh también fue atacado. El domingo 14 un grupo de personas agredió a un conductor, el guarda y el auxiliar de la estación Bosques, después del arrollamiento de una niña que murió en el lugar y un niño que quedó herido. El conductor no pudo frenar. Por este hecho fatal, el gremio de maquinistas, La Fraternidad, paró el día lunes.
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“La empresa (Trenes Argentinos ) y el Gobierno son responsables de estos hechos, donde los trabajadores somos la cara visible del mal servicio que se viene prestando diariamente y en el caso de Bosques, de la falta de infraestructura que permita funcionar al ferrocarril sin cruces de personas por sobre las vías”, sostuvo la agrupación Naranja Ferroviaria, en la que milita el Cucha. También denuncian que la Unión Ferroviaria se llamó a silencio.
El enfrentamiento entre trabajadores y usuarios es la postal de un callejón sin salida: las víctimas del sistema solo sufren más y los principales responsables del mal vivir de la población y de las pésimas condiciones laborales de los ferroviarios se perpetúan y quedan impunes.