El título remite a un sentido común instalado para justificar el eterno conflicto entre israelíes y palestinos y la actual ofensiva en Gaza. Pera esa presunta ontología del odio es falsa.
Martes 15 de mayo de 2018
Árabes y judíos convivieron durante siglos bajo el dominio moro del Andaluz en el imperio español. Tras la Inquisición, los judíos sefaradíes fueron recibidos por el imperio otomano en Egipto, África del norte y el Levante y durante 500 años vivieron pacíficamente junto a árabes, turkomanos y cristianos. A principios del siglo XX, en Palestina los judíos constituían una pequeña minoría (5% de la población) integrada a una sociedad predominantemente árabe, con plena libertad de culto. Esa situación comenzó a cambiar tras la declinación del imperio otomano, cuando el imperialismo británico y francés firmaron el acuerdo de Sykes-Picot en 1915, repartiéndose entre si el Medio Oriente. En Palestina, los británicos impusieron un protectorado apoyado sobre un ejército de 500 mil soldados. Con la finalidad de mantener a raya los movimientos nacionalistas árabe palestinos, el gobierno británico lanzó en 1917 la Declaración Balfour, auspiciando la formación de “un hogar nacional judío en Palestina”, socio de los ingleses. Dicha declaración fue redactada por dirigentes sionistas demostrando así la unidad de propósitos entre la empresa colonialista y la potencia imperialista. A pesar de este curso, la historia del movimiento obrero palestino previa a la fundación del Estado de Israel demuestra los lazos reales de solidaridad entre los trabajadores árabes y judíos luchando por objetivos comunes.
Concentrados en puertos, comunicaciones, ferrocarriles, metalúrgicas, refinadoras de petróleo y grandes panaderías, cientos de miles de trabajadores árabes y judíos desempeñaban tareas en común. Esta clase obrera residía en los dos grandes centros urbanos: Jaffa (el barrio fundante de la futura Tel Aviv) y Haifa, el principal puerto y centro industrial. Las relaciones solidarias entre árabes y judíos se expresaban en el sindicato de panaderos, declarado de “carácter internacional” y “abierto a todos los trabajadores”.
Las tendencias unitarias preocuparon de tal modo a los sionistas que dieron lugar a la intervención de su máximo estratega. David Ben Gurión, líder de la Histadrut (la central obrera sionista) y futuro jefe del Estado de Israel, sostenía que los trabajadores judíos debían estar organizados en sindicatos “vinculados” aunque “separados” de los árabes, según “secciones nacionales”. Jaim Arlozoroff desarrollo esta orientación asimilando la experiencia de Sudáfrica, donde las tareas mas calificadas eran reservadas a los blancos, organizados en sindicatos separados de los negros. Así, la Histadrut terminó expulsando a los militantes comunistas de origen judío que bregaban por sindicatos comunes. La central obrera sionista puso todos sus esfuerzos en romper las huelgas protagonizadas conjuntamente por árabes y judíos, como el conflicto de abril y mayo de 1933 en la cantera Nesher. Bajo la consigna de kibush haavoda (conquista del trabajo), la Histadrut celebraba acuerdos con los empresarios para sustituir la fuerza de trabajo árabe, a cambio de disciplina laboral. Producto de esta política racista y propatronal, surgió el PAWS, el primer sindicato de trabajadores palestinos asentado en Haifa, Jaffa y Jerusalén, que se pronunció por la unidad, contra el sionismo y la independencia de Palestina.
1948 quebró los lazos solidarios
Alarmados, tanto los sionistas como los efendis (terratenientes palestinos) trazaron un rumbo para sabotear esa potencial unidad obrera. En 1929 el mufti de Jerusalén, Aj Amin al Husayni junto la elite nacionalista palestina más reaccionaria lanzaron un pogrom durante cuatro días. Cientos de trabajadores judíos indefensos salvaron su pellejo gracias a la colaboración de sus compañeros árabes, que expusieron sus propias vidas escondiéndolos en sus domicilios. Asimismo, durante la gran huelga general de 1936 que cuestionó el régimen, las tropas británicas instruyeron como unidades militares a las milicias sionistas de la Haganá (la “autodefensa judía” creada en 1920) para reprimir a los piquetes de trabajadores árabes, asistidos en varias ocasiones por sus compañeros judíos. Mientras, los esquiroles de la Histadrut ocupaban los puestos de trabajo con asalariados judíos en los puertos de Haifa, la gran cantera Majdal Yaba, las plantaciones de cítricos y las refinerías de la transnacional Irak Petroleum, quebrando el conflicto obrero mas largo en la historia de Medio Oriente.
A pesar de este curso divisionista, en abril de 1946 decenas de miles trabajadores árabes y judíos volvieron al ruedo organizados en el PAWS y el Sindicato Internacional Ferroviario, Postal y Telefónico lanzando una huelga que paralizó los servicios públicos y puso en jaque el funcionamiento de las bases militares británicas.
Sin embargo esos lazos solidarios ya habían comenzado a quebrarse después del asesinato del dirigente sindical Sami Taha y la resolución arbitraria de la ONU en noviembre de 1947 por la partición de Palestina a favor de la minoría judía, opuesta a la voluntad unitaria de las grandes masas, que desencadenó movilizaciones populares en disconformidad. Pero la gota que colmó el vaso fueron los atentados terroristas de diciembre de 1947, donde el Etzel (el desprendimiento mas derechista de la Haganá) hizo estallar un coche bomba entre cientos de trabajadores árabes de una refinería de Haifa, mientras el Palmaj (la brigada de elite de la izquierda sionista) tomó por asalto el pueblo de Balad al Shayk, asesinando decenas de mujeres y niños. La fundación del Estado de Israel en mayo de 1948 basado en la limpieza étnica de un millón de palestinos expulsados de sus tierras originarias cerro definitivamente este proceso, dando lugar a un Estado racista y colonialista, fuente de todas las penurias del pueblo palestino hasta nuestros días.
El general Itzjak Rabin solía comparar el Estado de Israel con el Reino Cruzado de Jerusalén del año 1099, asentado sobre la inmigración continua de combatientes que masacraron árabes y judíos durante 192 años. Por eso mismo los palestinos recuerdan a Saladino, el gran general kurdo que derrotó a los cruzados y restableció la paz entre árabes, judíos y cristianos, una perspectiva que hoy sólo puede ser encabezada por los trabajadores y los campesinos de Medio Oriente contra ese estado segregacionista, socio estratégico del imperialismo norteamericano.