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Red Internacional
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DERECHO A MOVILIZACIÓN. Los barrios obreros de Madrid también se movilizan: “Menos cacerolas y más sanidad pública”

Comienzan las manifestaciones en barrios obreros y populares como Vallecas, Usera o Carabanchel. Contra las multas, por la sanidad pública y para disputarle la calle a la derecha.

Viernes 22 de mayo de 2020 19:00

Siempre ha habido, como decía Machado, "una España que muere y otra España que bosteza”. Lo interesante es cuando ese bostezo es más noticia que la muerte. Y tal es el caso del eco mediático que han tenido las caceroladas convocadas en los barrios ricos, alentadas por la extrema derecha, como respuesta contra las medidas sanitarias del gobierno. Sus gritos contra un supuesto gobierno comunista en defensa de sus privilegios han copado toda noticia respecto de la capital, ignorando por completo la situación de los barrios obreros y periféricos, en los cuales hay colas interminables para recoger alimentos y un aumento alarmante del nivel de pobreza. Sólo hay que apuntar que en estos meses de pandemia ha aumentado un 30% la gente que debe recurrir al Banco de Alimentos y más de un 40% de la población ha reducido sus ingresos hasta el umbral de pobreza).

Madrid siempre fue una ciudad de extremos, con una brecha imposible de encubrir entre los barrios obreros y los ricos. Los primeros, sufren la explotación, la precarización, una cada vez mayor pérdida de servicios públicos, y muchas familias trabajadoras apenas subsisten con una renta media de 9.500 euros, según un baremo del año pasado. Por otro lado, los barrios ricos, con mayor acceso a los servicios públicos… y a los privados, dado que su renta media supera los 24.000 euros. Y no es baladí que estas diferencias en las condiciones materiales favorezcan el contagio en los barrios humildes más que en los ricos.

La diferencia es abismal si pensamos que sólo Puente de Vallecas tiene casi 3 veces más contagiados que el distrito Centro; y si atendemos a los estudios hechos por el Ministerio, en estos barrios los grupos más afectados son los inmigrantes y las mujeres, los cuales, advertían, tienen una situación económica más precaria.

Dejando de lado el absurdo que supone ver a un puñado de señoritingos coger cazuelas por primera vez en su vida, las protestas de los Cayetanos son la expresión de un avance de la derecha y de las clases privilegiadas para que la resolución de la crisis del coronavirus vuelva a recaer sobre los sectores empobrecidos. Son dos realidades enfrentadas, no por opinión, sino por hechos materiales.

Resulta contradictorio que se queje el mismo sector que goza de riqueza y protección sanitaria, los mismos que bajaban los salarios y llamaban a los obreros “avariciosos” por querer unos ingresos mínimos en tiempos de crisis, los mismos que saqueaban y sacaban rédito de la pauperización del sector público; al tiempo que se prohíbe y se manda callar a los grupos más desfavorecidos. Es ilustrativo que Juan Roig, dueño de Mercadona, haya asistido a estas concentraciones en Valencia.

Esto adquiere un carácter más político cuando escuchamos en estas manifestaciones los cánticos racistas y antinmigración propios de la ultraderecha, o cuando vemos cómo desfilan delante de la policía sin que apenas les pidan la documentación al tiempo que en los suburbios de Madrid multan y hacen controles para sacarse una comisión. Y con todo, aunque lo hicieran, ¿tiene el mismo impacto una multa en Carabanchel que en el Centro?

La derecha, además, ha pretendido que estas manifestaciones del barrio Salamanca o las caceroladas de las 21 horas representan a la mayoría de los madrileños, y esto ha generado una respuesta contundente en los barrios obreros. De forma espontánea, vecinos de distintos barrios han respondido a la provocación de la derecha y sus votantes para recordarles quién está en verdad pagando los platos rotos y la diferencia que hay entre luchar por derechos o hacerlo por privilegios.

Así en Vallecas se organizó un “Paseo Popular Antifascista”, y en otros barrios como Carabanchel, Usera o Moratalaz se han convocado concentraciones (respetando en todo momento las medidas de seguridad), a grito de “Menos cacerolas, más sanidad”. En ciudades de la periferia de Madrid, como Alcorcón, se han organizado también protestas como forma de repudiar a los grupos de derecha. En estas movilizaciones protestaban contra aquellos que se han enriquecido a costa de empobrecer sus barrios.

La diferencia entre ambos fenómenos es tan radical como la diferencia de las condiciones de vida de los barrios y ciudades. Mientras unos velan por sus privilegios, contra la inmigración y contra las medidas sociales del gobierno (por muy pobres que sean), los otros gritan por la sanidad pública, por el abastecimiento de los necesitados y contra la política racista y machista que esgrimen los agitadores de los Cayetanos.

Prácticamente, sólo los medios más alternativos han dado importancia a este movimiento en los barrios obreros y populares. Los medios más oficiales han conservado su atención en el barrio de Salamanca. Sólo resaltaron una hipotética agresión en Moratalaz por parte de unos jóvenes a un hombre que llevaba una bandera rojigualda; agresión que fue precedido por otra realizada por este hombre a los jóvenes, lo que convierte su cobertura mediática en un intento más de criminalizar a la juventud.

Estas convocatorias van dirigidas centralmente a contrarrestar la aparición de grupos activos por derecha, para impedir que sean ellos los que toman las calles. Sin embargo, aún no han desplegado un cuestionamiento más claro hacia el Gobierno, cuya forma de gestionar esta crisis ha abierto aún más la brecha entre ricos y pobres, y ha sido una causa del mayor empobrecimiento de los barrios.

Cierto que muchos de esos ricos del Barrio de Salamanca son quienes nos explotan sin escrúpulo alguno, pero no es menos cierto que el Gobierno conformado por el PSOE y UP ha favorecido los ERTEs que no tenían otro objetivo que proteger los beneficios y las fortunas de las grandes empresas. Y ya lo hemos visto “aclarar” muy rápido que no va a derogar la reforma laboral después del “tirón de orejas” de la CEOE.

Las primeras manifestaciones en los barrios obreros y populares son la expresión de la situación social crítica que se vive en una capital azotada por la pandemia y por las políticas neoliberales de gobiernos precedentes (incluido el de Manuela Carmena, quien tampoco puso interés en los barrios pobres periféricos) y sus gritos van contra la extrema derecha, pero también deberían apuntar a ese falso progresismo del gobierno que solo pone parches a la crisis social mientras rescata a las grandes empresas.