En un contexto marcado por un desastre social sin precedentes, los chalecos amarillos están pidiendo que la gente salga a las calles ante la crisis. Para el 12 de septiembre, junto con el regreso de las vacaciones, varios colectivos que integran el movimiento están pidiendo salir a las calles por un “retorno a las bases” de sus demandas.
Martes 8 de septiembre de 2020 12:52
Un primer llamado a volver a las demandas iniciales del movimiento
Los chalecos amarillos de Francia piden un "retorno a las bases", en referencia a los métodos y las demandas que impulsaron el movimiento disparado por la crisis económica. La convocatoria promovida por Jérôme Rodrigues, figura del movimiento, para salir a las calles el 12 de septiembre se publicó a principios de agosto y rápidamente se unieron a muchos colectivos de chalecos amarillos de toda Francia.
En ese momento, Jérôme Rodrigues pidió un retorno a las fuentes, no sólo volviendo a los Campos Elíseos, escenario de los primeros actos masivos del movimiento, sino también recordando sus demandas. Entrevistado por RT France, el referente de los chalecos amarillos recordó los grandes ejes programáticos del movimiento en torno a "una vida mejor, una democracia directa y participativa, el fin de los privilegios de nuestros gobernantes y en contra de la violencia policial".
Esta movilización se producirá en un contexto social explosivo, marcado por una profunda crisis económica y el ataque directo a las condiciones laborales de muchos trabajadores. “Hay una ola de despidos, 700.000 jóvenes que llegan a un mercado laboral casi inexistente. (…) El descontento y la rabia que veremos en septiembre no será sólo de los chalecos amarillos: será de todos los ciudadanos”, dijo Rodrigues. "Estamos aquí para restaurar no la economía de Francia, sino la economía de nuestras casas. Porque los que hacemos vivir a Francia somos nosotros, los Chalecos Amarillos, los ciudadanos enojados, los que trabajan todos los días, los que dieron la vida durante la pandemia de coronavirus”, señaló durante un vivo de Facebook.
📢🧔🏻 Plus de 25 groupes ont rejoint l’appel du #12Septembre ...@DidierMaisto @PeupleRevolte @Poulin2012 @FlyRiderGj @collCartonJaune @NRamphft @ChibracNathalie @BMasques @BenoitLeCam https://t.co/NAmgCe0IGo
— Jerome Rodrigues Officiel (@J_Rodrigues_Off) August 3, 2020
Para los chalecos amarillos, esta fecha es una oportunidad para salir a la calle de forma visible. El movimiento ha ido evolucionado en sus formas tras el primer aniversario de su existencia en noviembre de 2019. Si las manifestaciones de los sábados fueron mucho más pequeñas en 2020, incluso en París, esto no impidió que los chalecos amarillos estuvieran presentes en los piquetes y en las manifestaciones del movimiento contra la reforma previsional, sino también que hayan influido en este movimiento mediante sus métodos. Esta primera fecha de movilización, el próximo sábado, servirá también de puntapié inicial para el “retorno social” luego de las vacaciones.
La cuestión de la unidad surge de manera contundente
Ante un regreso marcado por la crisis sanitaria y económica, la cuestión de la unidad es un tema importante para las próximas movilizaciones. Consultado por RT France sobre la cuestión de la "convergencia", Jérôme Rodrigues volvió a llamar a todos los que luchan por otra sociedad y contra el Gobierno a "unirse". Un llamado que corresponde al estado de ánimo de todos los que participaron en las últimas movilizaciones.
En este sentido, podemos ver cierta confusión en el texto de la convocatoria de manifestaciones antirracistas, que que parte diciendo “¡No nos dividirás! El único racismo sistémico que existe en Francia es el del bloque de élite, de la burguesía, frente al resto de la población, de ‘los que no tienen nada’”. Esta formulación da la impresión de negar la existencia de un racismo sistémico en Francia, contra el que decenas de miles de jóvenes se levantaron en junio. Movilizaciones antirracistas en las que también han participado Jérôme Rodrigues y otros Chalecos Amarillos.
De hecho, los Chalecos Amarillos y los habitantes de los barrios obreros enfrentan los mismos problemas de precariedad y desempleo, como lo demostraron las convergencias logradas en 2018-2019, en particular con el Comité Adama (en referencia a Adama Touré, jóven afrodescenciente asesinada por la policía). Asimismo, la violencia policial que sobrevino al movimiento de los Chalecos Amarillos se despliega regularmente en los barrios obreros, un verdadero campo de pruebas para "mantener el orden" como lo fueron las colonias en su época.
Este tema es muy importante, en un momento en que, siguiendo los pasos de la extrema derecha, el Gobierno ha lanzado una ofensiva racista y de seguridad, tratando de polarizar el debate público sobre el tema de la inseguridad y contrarrestar la importante dinámica de movilización abierta contra el racismo y la violencia estatal a raíz de las revueltas en Estados Unidos. Una ola de movilización que ha puesto en primer plano el racismo de Estado, que ahora el Gobierno busca utilizar para dividir a la clase trabajadora. En este sentido, más que querer dejar de lado esta cuestión, la unidad implica por el contrario luchar y denunciar el racismo y la violencia policial que se despliegan a diario en los barrios obreros, señalando al enemigo común de quienes luchan contra el racismo, por unas condiciones de vida dignas y por otra sociedad.
La unificación de la bronca
De manera más amplia, este debate plantea la cuestión de la unidad de la bronca que se necesita para el regreso del período vacacional. De hecho, estará marcado por el desastre social generado por la crisis con la eliminación de 800.000 puestos de trabajo bajo el creciente número de Planes Sociales que indican el aumento de la pobreza, pero también los ataques a las condiciones laborales en el marco de los Convenios Colectivos de Trabajo. Ataques contra trabajadores llevados a cabo después de que el Gobierno anunciara un plan de $100 mil millones de euros dirigidos centralmente a grandes corporaciones.
En este contexto, un plan de lucha real será fundamental, para ir más allá de la simple jornada interprofesional [de distintos sectores laborales] llamada para el 17 de septiembre por los sindicatos. Este plan de lucha tendrá que articularse en torno a demandas que rechacen que los trabajadores y la mayoría de la población paguen la crisis. Un objetivo en linea con el de los chalecos amarillos. Como subraya Sabine, un chaleco amarillo entrevistado por el medio francés Slate: “El descontento se ha ampliado con la exposición de las mentiras del Gobierno y sus aliados mediáticos, farmacéuticos o financieros, de su implacable criminalidad para seguir eliminando camas y saqueando nuestro sistema de salud. Y a pesar de las ganancias y los miles de millones otorgados a grandes grupos, ¡los despidos se han acelerado!".
Por tanto, un programa contra la crisis debería incluir el rechazo absoluto de los despidos y su prohibición, la nacionalización bajo el control de los trabajadores de las empresas amenazadas de cierre, el reparto del tiempo de trabajo como respuesta al desempleo que ya afecta a más de 6 millones de personas en Francia, pero también el fin de los contratos precarios que constituyen un método de ajuste de los empresarios ante la crisis. Un programa de este tipo, articulado con un plan de lucha para imponerlo en la calle y por la huelga, sería central para unificar a los Chalecos Amarillos y al movimiento obrero en torno a demandas comunes contra el Gobierno, pero también los grandes patrones que dictan a Macron su política económica. Finalmente, mientras Gérald Darmanin, Ministro del Interior, prepara una larga ofensiva racista con las fuerzas represivas, esta lucha tendrá que ir de la mano de una clara denuncia de la política gubernamental que intensificará la represión contra las clases populares y el racismo.
Si los chalecos amarillos continúan mostrando su aspiración a la unidad, las direcciones sindicales deberían como mínimo iniciar la ruptura del diálogo social. Desde el inicio de la crisis, el Gobierno ha tratado de recuperar el liderazgo del movimiento obrero aumentando el número de reuniones con las direcciones sindicales. Estas obviamente no permitieron obtener concesiones e incluso jugaron un papel traidor en un momento en que muchos sindicatos locales luchaban para cerrar sus negociaciones y obtener condiciones sanitarias dignas. En el mismo sentido, el “diálogo social” constituye un verdadero obstáculo para el surgimiento de demandas y un plan de lucha que esté a la altura, y por ende a la unidad de todos los sectores a los que el Gobierno pretende hacer pagar la crisis.