Las y los trabajadores de la educación llegamos a este 15 de mayo cargando el peso de la reforma educativa sobre nuestras espaldas: evaluaciones punitivas, incertidumbre laboral, directivos déspotas, hostigamiento en las escuelas, reducción de la plantilla, desaparición de puestos, mayor carga de trabajo, retraso en los pagos y un largo etcétera.
Viernes 15 de mayo de 2015
A ello se suman, por un lado, el avance de los planes para la liquidación del normalismo y por otro, las medidas privatizadoras y de abandono del sistema educativo público, que dejan a los padres de familia la carga de mantener las escuelas mientras se empobrecen los planes y programas de estudio, introduciendo criterios de eficiencia empresarial con el objetivo de que las futuras generaciones de trabajadores se formen para obedecer al patrón a cambio de un salario miserable.
Encima, la respuesta del gobierno ante la caída de los precios del petróleo es un recorte millonario al gasto social, afectando principalmente a la educación, la salud y el campo.
Imponer nuestras demandas a los charros
Como es sabido, todo este ataque cuenta con la complicidad de los charros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que no sólo avalaron la reforma educativa sino que son parte activa de su implementación.
Sin embargo, la reforma no sólo golpeó a los trabajadores de la educación, sino que también le restó poder a los charros en sus disputas con el gobierno. Por eso en su momento Elba Esther Gordillo tuvo enfrentamientos con el gobierno de Peña Nieto, lo que le valió su encarcelamiento. Con esta medida ejemplar el gobierno arrodilló a la burocracia del SNTE, amenazada con correr la misma suerte que la “Maestra”, pues comparte con ella un largo historial de corrupción.
Así, los dirigentes charros se encuentran en una situación de debilidad no sólo frente al gobierno, sino también ante la base magisterial. Por eso se han visto obligados a maniobrar para mantenerse a flote, como en Baja California y Baja California Sur, en donde los paros impulsados por la disidencia los obligaron a ponerse al frente del proceso y a “luchar” –aunque lo más tibiamente posible- por las demandas de sus agremiados. Ahí, la presión de las bases ha impedido que los charros de la Sección 3 levanten el paro a cambio de migajas.
Este proceso muestra el potencial de una política para imponer a las direcciones charras la defensa de los intereses de los trabajadores, al tiempo que señala un camino concreto para impulsar la lucha por la democratización del SNTE.
Los paros y movilizaciones de trabajadores de la educación durante los primeros meses del año en Guerrero, Oaxaca y más recientemente en la Península de Baja California, representan lo más avanzado de la resistencia frente a la implementación de la reforma educativa. El descontento, sin embargo, va mucho más allá, y se mantiene latente frente a la magnitud del ataque.
En estas condiciones, una política dirigida a concentrar las fuerzas en imponerle a la burocracia sindical la defensa de los trabajadores de la educación y la lucha por sus intereses, y a organizar esta lucha desde las bases como la única forma de garantizarlo, no sólo metería en aprietos a los charros, sino que plantearía una vía concreta para la expresión activa del descontento, ayudando a superar las tendencias a la desmoralización, la resignación y la pasividad que se generaron luego de la derrota de la gran lucha del 2013 contra la reforma educativa y sus leyes secundarias.
Frente a las innumerables afectaciones cotidianas de la reforma educativa, se trata de no dejar descansar a los charros -que viven de nuestras cuotas sindicales-, de exigirles en todo momento y a todos niveles –desde las delegaciones en las escuelas hasta la dirección nacional- que hagan valer la fuerza de la organización sindical, de ir generando las condiciones para imponerles la convocatoria a asambleas en las escuelas, en donde se pueda discutir democráticamente cómo enfrentar el ataque, de hacernos presentes en los actos públicos y en las reuniones de los charros con las autoridades y de desplegar toda clase de iniciativas que abonen al fortalecimiento de la lucha, todo ello acompañado de una denuncia incesante de su rol pasivo y cómplice con las autoridades.
Fortaleciendo las propias filas y con una política de independencia de clase, el magisterio puede contribuir enormemente y hacer avanzar al movimiento obrero-popular, que con muchas dificultades se viene configurando a partir de Ayotzinapa. En ese camino, es fundamental rodear de solidaridad a los combativos jornaleros de San Quintín, brutalmente reprimidos por la policía estatal de Baja California el pasado
9 de mayo.
La CNTE debe retomar sus consignas fundacionales
En un proceso de alejamiento cada vez mayor de sus planteamientos fundacionales, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) ha ido dejando de lado dos de sus consignas más importantes: la lucha por la democratización y por la independencia política del SNTE.
A la vez, en íntima relación con lo anterior, la táctica de movilización-negociación-movilización ha llevado a una profunda adaptación al diálogo con el gobierno, en donde los planes de acción y la acumulación de fuerzas no se piensan en función de ganar batallas, sino como medios para abrir mesas de negociación.
Como lo mostró la lucha del 2013, la dinámica de adaptación a las mesas de negociación, al crear expectativas estériles en la buena voluntad de las autoridades, lleva al desgaste de la lucha, y con la disminución de las fuerzas se terminan negociando las consignas no negociables, como la propia abrogación de la reforma educativa, aceptando en cambio las condiciones impuestas por la nueva correlación de fuerzas, como las mesas de negociación por separado.
Una consecuencia natural de la búsqueda de la negociación a toda costa ha sido, salvo excepciones coyunturales, la coexistencia pacífica con lo la burocracia del SNTE: mientras la CNTE pueda abrir mesas de negociación, no es necesaria la lucha antiburocrática para democratizar el sindicato. Mientras, los charros actúan sin ser molestados.
La adaptación ha llegado a tal grado, que en el pliego petitorio entregado a gobernación el 1° de mayo, la CNTE plantea abiertamente como parte de las exigencias “la formalización de la relación bilateral entre la CNTE y los diferentes órganos de gobierno, secretarías y dependencias”. Consideramos que este es un paso hacia el abandono de la lucha por recuperar el SNTE.
Como referente histórico de la lucha magisterial, la CNTE debe impulsar la apertura de un gran debate que cuestione profundamente el rumbo que ha tomado los últimos años. En lo inmediato, llamamos a las y los maestros combativos de la Coordinadora a discutir e impulsar el programa de presión in extremis a los charros que planteamos líneas arriba, con el cual, consideramos, la CNTE puede retomar el camino y ganarse la simpatía de amplios sectores del magisterio nacional.