
Carmela Torres Contraimagen
Jueves 18 de septiembre de 2014
Ya van ocho años sin Jorge Julio López. Democracia en la Argentina, y aún seguimos marchando y movilizándonos contra la impunidad. Julio esta desaparecido, y por segunda vez. En el día de hoy en todas las ciudades del país se harán movilizaciones para seguir exigiendo su aparición con vida, como desde el primer día.
La lucha contra la impunidad y por los derechos humanos en nuestro país tiene una importancia significativa. Está marcada a fuego por los últimos años de historia, debido a la dictadura militar y el accionar de las fuerzas represivas. Su función: aniquilar el ascenso obrero y popular que tuvo lugar en los 70.
Por otro lado, la creatividad para llevar adelante esta necesaria pelea contra la impunidad marcó camino. Hay una experiencia muy cercana entre "lo artístico" y los derechos humanos. La apropiación de las formas plásticas y recursos gráficos como dispositivos para la visibilización de la lucha por los derechos humanos viene de larga data.
A partir de los ´80 y como parte de la resistencia, la apropiación de las prácticas artísticas en las acciones políticas redefinieron nuevas formas tanto para las manifestaciones políticas como para el arte. Desde las siluetas que inundaron la Plaza de Mayo a la vuelta de la democracia para representar a los desaparecidos, hasta las fotos colgadas en los cuellos de las Madres que buscan a sus hijos, que piden justicia. En sus cientos de variantes, las siluetas representan la ausencia, la generalidad y a la vez la particularidad de a quién buscamos. Una nueva forma de manifestarse políticamente, y el arte demostró una vez más ser fruto de su propio momento histórico.
En los ’90, la unión entre el arte y la política pasó por el escrache a los represores en contra de las leyes de obediencia debida, punto final y los indultos a los genocidas. Acciones colectivas, muchas veces con una belleza poética enorme, que le dieron identidad y visibilidad social al reclamo de justicia. Desde 1995, la agrupación formada por hijos de desaparecidos y víctimas de la dictadura argentina, HIJOS (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), empezó a utilizar esta palabra “escrache”, en rechazo al indulto que Carlos Menem concedió a los genocidas, para nombrar a las manifestaciones sus casas. Por medio del escrache se le hacía notar a la sociedad que estaban viviendo junto a un genocida. Teatro callejero, pintadas, señalización de los lugares donde se encontraban, volanteadas, grafitis, etc. Una expresión de la condena social a los militares.
Desde el 2006 que el stencil de Julio López es el ícono actual de la lucha contra la impunidad. No porque se olviden otras peleas, sino porque representa lo más crudo de este sistema perverso. Un desaparecido en democracia, su segunda desaparición, cargada de un manto de impunidad y silencio. Hasta el día de hoy, no hay pruebas concretas de dónde está López, ni que pasó con él. Mientras, en las fuerzas represivas, en la bonaerense hay más de nueve mil policías en funciones que ejercieron en la dictadura.
Los iconos se resignifican. Quedan en el imaginario social de las masas. El Encuentro Memoria Verdad y Justicia, uno de los organismos de derechos humanos que se mantiene independiente del gobierno, en su página web ofrecía para descargar el stencil de Jorge Julio López, listo para recortar y pintar en las calles. Para ser usado en las movilizaciones.
Los stencils, las pintadas, las movilizaciones cargadas de imágenes, son la expresión del pedido de aparición con vida. Los rostros sin rostros, que marcan la ausencia y la particularidad de Julio. Las imágenes no necesitan palabras y se suman al reclamo aportando su estética a la movilización popular.