Cada cierto tiempo los personeros de gobierno dan declaraciones erráticas, dignas de rutina humorística, para referirse a la principal movilización en décadas. Muchas y muchos se preguntan si es posible que tantas barbaridades de la derecha sean algo genuino e inocente y no una estrategia mediática.
Martes 24 de diciembre de 2019
22 de octubre: la primera dama acusa a alienígenas de estar detrás de las movilizaciones. 9 de noviembre: el Presidente señala a un medio internacional que en la revuelta habría intervención de gobiernos extranjeros. 22 de noviembre: Karla Rubilar apunta a barras bravas y narcotraficantes como financistas de “los actos violentos”. 25 de noviembre: Marcela Cubillos, la displicente, señala a profesores como responsables de adoctrinar a la juventud, a raíz de una supuesta denuncia de pre-escolares que llegaron a sus casas cantando consignas alusivas al estallido social. 19 de diciembre: se entrega un informe de big data a fiscalía que el gobierno da a conocer, donde se señala como influencia de la movilización el género musical K-Pop.
Este último hecho, al que el Subsecretario del Interior le quitó el piso y Karla Rubilar volvió a reivindicar, buscaba "probar la evidencia de intervención extranjera" en la revuelta, usando datos públicos de las redes sociales. Nuevamente el gobierno con sus informes y declaraciones, por burdas que parezcan, intenta caminar hacia la posibilidad de amedrentar a la población en el ejercicio de su libre expresión.
Esta revelación, más que hablarnos de las verdaderas motivaciones de la protesta social, muestra que el gobierno está dispuesto a mentir de forma descarada con la intención de distraer y no enfrentar los problemas de fondo, criminalizando la protesta social y con ello desviar la atención de materias como las trampas del proceso constituyente.
Piñera, el presidente peor evaluado desde el fin de la dictadura, no ha podido revertir su mala aprobación y menos recuperar la agenda, así que han utilizado una de sus principales herramientas: los medios de comunicación al servicio de los ricos de este país, para desinformar, generar pánico colectivo y criminalizar la protesta popular.
K-Pop y los enviados extranjeros
El K-Pop es un anglicismo para un estilo musical, que corresponde a la abreviación de “Música popular coreana”, originaria de Corea del Sur; es un producto del mercado del entretenimiento coreano que ha encontrado numerosos fans a lo largo del mundo.
Más allá del género musical, lo cierto es que sectores importantes de la juventud chilena tienen una inclinación a la producción musical y audiovisual asiática. Sin embargo, es cuestión de haber mirado las calles durante las últimas semanas, para darse cuenta que las referencias son múltiples: desde personajes del animé o los Simpsons, pasando por la revuelta en Hong-Kong, hasta llegar a los idols k-pop.
Esto, por ninguna razón significa que la influencia extranjera sea el principal elemento motor en la revuelta chilena: es solamente expresión de una generación que se ha encontrado, vía masificación del acceso a Internet, con diferentes fuentes de información y productos culturales de diversas regiones del mundo, por lo tanto también experiencias de lucha como las que se desarrollan en Francia, las protestas en varios países de nuestra América Latina o en Asia
La oleada de memes que ha acompañado las movilizaciones, cuya producción se complejiza cada vez más en términos políticos, hacen gala de una generación que está dispuesta utilizar también como trinchera la libre expresión el internet desde el humor político, con el que hemos respondido también frente a un gobierno criminal e impune. Por eso fue inevitable que surgieran memes del tipo “salí a marchar y Maduro aún no deposita” o “K-POP: Komando Obrero Proletario Popular”. O que hoy cientos de jóvenes pongan asistiré a la Marcha K-Pop más grande de Chile. Y es que ya es vergonzoso cómo la derecha y los empresarios de este país se burlan de nosotros y nosotras. Tenemos derecho (también) a burlarnos de los opresores.
No todo es risa y resistencia
No solamente nos queda reír frente al gobierno y su reacción al estallido social. La revuelta hoy se encuentra en una encruciajada y con cierto desgaste impuesto por el gobierno y las dirigencias de los partidos políticos tradicionales que juntos fraguaron las trampas del Acuerdo por la Paz social y Nueva Constitución, que le entrega a la derecha un enorme poder de veto con el quorum de 2/3, un proceso constituyente a su medida que cambie algo para que nada de fondo cambie.
Sin embargo, no han logrado derrotarnos, y aunque busquen instaurar la normalidad, ya nada será lo mismo: Chile Despertó, y lo podemos decir en ruso, coreano o chino mandarín. No va a cambiar el hecho que millones decidieron no volver a soportar los abusos de un Chile neoliberal y autoritario que se vio en cuestion frente a la enorme movilizacion de millones en las calles.
Además, la avanzada represiva del gobierno no ha terminado: es inaceptable el accionar de la intendencia de Santiago, que con mil policías sitió Plaza Dignidad para impedir la concentración de todos los viernes, atropellando a Oscar Pérez. Con su represión y la farsa constituyente, intentan apaciguar el ímpetu de un pueblo que al ritmo del K-Pop, Los Prisioneros, batucadas y cacerolazos se levantó con una potencia que aún es posible desplegar. Las victorias que ha conquistado el gobierno, con la venia de sectores de la oposición, son todavía profundamente frágiles.
Frente a estos intentos criminalizadores del gobierno, las centrales sindicales y la Mesa de Unidad Social tienen que terminar con la tregua, convocando a una gran movilización nacional para que este viernes volvamos a ser miles en Plaza de la Dignidad y en todas las ciudades del país, para enfrentar la represión del gobierno, su criminalización y denunciar el intento de desvío institucional que tratan de fraguar en las alturas.