A tres semanas del aplastante triunfo del plebiscito por el apruebo y la convención constitucional, desde el día siguiente hasta ahora, representantes de los grandes empresarios se han pronunciado en torno al actual proceso constituyente. Con descaro buscan ser parte del proceso de la nueva Constitución, se hacen los desentendidos de las responsabilidades que tienen del Chile de los 30 años de miseria para el pueblo trabajador y el pueblo pobre, incluso se pronuncian para ser parte activa del proceso. ¿Qué es lo que buscan estos grupos que se beneficiaron del Chile heredado de la dictadura? ¿Realmente será la Convención Constituyente la que resolverá todas nuestras demandas?
Viernes 13 de noviembre de 2020
El plebiscito del 25 de octubre que se tradujo en un aplastante triunfo del apruebo y la convención constituyente, fue un golpe para la derecha, Piñera y los empresarios, aunque estos quieran subirse al carro de entender las penurias que por 30 años ha vivido el pueblo trabajador, pobre, la juventud, las mujeres, la diversidad sexual y los pueblos originarios.
Este descaro no tiene límites, es más, aparte de la demagogia que aquellos políticos dinosaurios de la vieja Concertación, personajes de la derecha como Lavín o el deslegitimado Longueira; esta vez representantes del gran empresariado, los capitales nacionales y extranjeros buscan sumarse y tener posiciones ante la muestra de las aspiraciones y expectativas de un sector de masas que representó el casi 80% de los votos por el apruebo y la convención constituyente (CC).
Empresarios como Juan Sutil, presidente de la Confederación de Producción y Comercio (CPC), uno de los gremios más influyentes e importantes de los empresarios a nivel nacional, al día siguiente del apruebo declaró algo que no era un secreto para nadie de que él estaba por la opción del rechazo y que la salida a los problemas que aquejan a las masas, eran las vías legales-las mismas que durante 30 años han engordado sus bolsillos-, pero además viendo la voluntad de la mayoría que el triunfo del apruebo y la CC, abre una nueva oportunidad de cambio.
Un cambio que, según Sutil, dejando de lado el pensamiento “ideológico”, se puede buscar un equilibrio entre el libre mercado y la socialdemocracia, como si los ataques a las masas trabajadoras y pobres a través de la imposición del neoliberalismo no hubiesen traído consigo una ofensiva ideológica que no sólo liquidó a lo más avanzado del movimiento obrero chileno, sino que además alejo y destruyó el vínculo de la clase obrera con la organización y la política.
Bajo esta premisa, quien preside la CPC, resalta que los factores fundamentales en una nueva Constitución es el respeto irrestricto a la democracia-contra los grupos “violentistas” de la rebelión popular-, el fortalecimiento de los tratados internacionales, partiendo por los DD. HH, pasando por el libre comercio, la protección a la inversión extranjera, la protección al derecho de la propiedad privada y el pago oportuno. Además, posando como entendedor de lo que siente el pueblo trabajador y las demandas sociales, condena la “violencia” que según este no tiene relación con lo demandando en las calles durante meses y que la salida a estos hechos -de violencia-es la mano dura.
Por su parte, Bernardo Larraín, presidente de la SOFOFA, lo primero que declaró fue que el triunfo del apruebo y la CC, no fue una derrota para los empresarios, sino, que las empresas no pueden quedar al margen del actual proceso, y que ellos como gremios son muy conscientes que deben participar del debate. Queriendo posar como empresario de buen corazón, plantea que los desafíos ante una economía muy golpeada, hay que mirar de frente el problema del desempleo y la desigualdad social que se vive en el país de mano de la “paz” social. Pero, nada dice que la SOFOFA primero que todo fue parte de los gremios que apoyó financieramente, por un lado, el estudio de los famosos “Chicago Boys”-quienes estuvieron detrás de la ofensiva económica neoliberal de la dictadura- y, por otro lado, apoyando económicamente el Golpe de Estado de Pinochet, aportando además a la desestabilización económica del país y el paro patronal en los 70’.
Al igual que su par, el empresario Sutil, plantea la importancia de la defensa de la democracia y sus instituciones, para sentar las bases constitucionales de los próximos 30 años y para el galardón de la hipocresía dice que “estoy seguro de que los chilenos son orgullosos del proceso de los últimos 30 años”, como si el estallido en el país no fuese consecuencia de este exitoso desarrollo que sólo forjó el oasis para los empresarios.
Por último, el economista jefe del Banco de Chile del grupo Luksic, Rodrigo Aravena, planteó que es muy temprano aún el proceso de una nueva Constitución para afirmar algún cambio en la economía, y que además hay que esperar las aprobaciones por los dos tercios en el organismo que redactará la nueva Constitución y preservar los activos económicos que han sido el pilar del desarrollo en el país, es decir, todas las formas que tienen endeudadas a millones de familias para poder sobrevivir.
La posición de los empresarios en el proceso constituyente y las trampas de la CC
La voz de la burguesía, expresada en sus representantes, develan cada una de las trabajas que el proceso constituyente trae consigo. Y es que la defensa acérrima a la democracia a la que se refieren estos, no es más que la defensa de los métodos que han garantizado la degradación de la vida de millones de familias, el saqueo, privatización de los recursos y derechos básicos como la salud, educación, vivienda y el robo de nuestras vidas a través de los salarios y pensiones de hambre. Buscan defender bajo el discurso contra la “violencia”, la violencia contra nuestras condiciones durante estos 30 años, las que fueron la chispa que desató la rebelión de octubre del año pasado, y que se sigue expresando en el triunfo del plebiscito que demostró que las aspiraciones más sentidas de las masas obreras y populares no han sido resueltas.
Buscan defender la democracia de su Estado que le ha garantizado la defensa de sus intereses a través de la opresión y la represión a las grandes mayorías del país.
Los representantes del gran capital son conscientes de que en la CC y el actual proceso constituyente tiene margen de sobra para garantizar formalmente los pilares esenciales de la herencia de la dictadura que han llenado sus arcas a costa de nuestras vidas. Saben que la aprobación de los dos tercios que le da poder de veto a una minoría, el que no se puedan tocar los tratados internacionales que respaldan el saqueo de las AFP’s y los recursos naturales a los grandes capitales extranjeros no toca realmente sus intereses. Además, que a través de la ley de partidos con la cual saldrán electos los constituyentes, con sus recursos pueden financiar sus propios candidatos bajo una falsa independencia para defender y como dicen tomar decisiones del futuro del país para que nada cambie de fondo.
Los empresarios comienzan a mostrar sus cartas y posiciones, es por lo mismo que no podemos creer de manera ingenua que a través del actual proceso que respeta cada uno de los mecanismos e instituciones de los 30 años, se resolverán nuestras aspiraciones y demandas.
Por lo mismo, es necesario que toda esa fuerza demostrada en la votación del plebiscito, que demuestra el deseo de la mayoría de querer cambiar y terminar con las herencias de la dictadura responsable de los 30 años de miserias, y sostenida por los partidos del régimen como la derecha, la vieja Concertación y la ex Nueva Mayoría, a la cual se adaptaron abiertamente en este proceso que busca desviar la lucha de octubre, los partidos como el Frente Amplio y el Partido Comunista, se transforme en organización.
Sabemos que no hay otro camino más que la movilización y un plan de lucha que culmine en una gran huelga general, que saque a Piñera y sus ministros, tirando abajo cada uno de los pilares del régimen político del país, para resolver cada una de nuestras demandas por salud, pan y trabajo, imponiendo una verdadera Asamblea Constituyente Libre y Soberana, en la perspectiva de conquistar un Gobierno de las y los trabajadores, es decir, un Gobierno de las grandes mayorías que choque y rompa con los intereses de los capitalistas y el imperialismo, para conquistar una nueva sociedad.