A más de tres semanas del secuestro de cuatro dirigentes garífunas de la comunidad de Triunfo de la Cruz, continúan las manifestaciones por su aparición con vida. Conversamos con Edgardo Benedit, líder de la comunidad, sobre la lucha del pueblo garífuna por sus tierras y contra los ataques que ha sufrido en los últimos años.
Sábado 15 de agosto de 2020 11:14
“¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!” El reclamo sigue resonando por las calles de Honduras a más de tres semanas del secuestro de cuatro defensores de tierras y miembros de la comunidad garífuna del norte del país, Alberth Sneider Centeno, Milton Joel Martínez Álvarez, Suami Aparicio Mejía García y Gerardo Mizael Róchez Cálix, así como de Junior Rafael Juárez Mejía, allegado a la comunidad. El 18 de julio, a las 5:20, ingresó a la comunidad garífuna de Triunfo de la Cruz un grupo de 12 hombres fuertemente armados que llevaban uniformes de la DPI (Dirección Policial de Investigaciones). Se llevaron violentamente a los líderes comunitarios de sus casas y desde entonces el pueblo de Honduras sigue exigiendo respuestas.
Lamentablemente no es un caso aislado. Más de 25 garífunas defensores de tierras han sido asesinados desde 2015 y sus comunidades sufren agresiones constantes por parte de las autoridades estatales y de empresas privadas que han tenido en la mira el territorio garífuna para el establecimiento de grandes complejos turísticos y la explotación de sus recursos naturales. A lo largo de los años, los garífunas han llevado adelante una lucha heroica por la defensa de sus tierras. La Izquierda Diario conversó con Edgardo Benedit, líder y ex presidente del patronato (consejo comunitario) de Triunfo de la Cruz, quien nos habló de la historia del pueblo garífuna, de la violencia que ha sufrido y contra la que ha resistido, y de cómo sigue la lucha.
La lucha de la comunidad garífuna por sus tierras lleva muchos años. ¿Puedes contarnos sobre esa historia?
El pueblo garífuna ha sido desde un principio objeto de un despojo. Si revisamos nuestra historia desde la salida de nuestros ancestros de África, vinieron como esclavos. Hubo un naufragio de un barco con esclavos y aprovecharon eso para poder escaparse. Estuvieron mucho tiempo en Jamaica, hasta que posteriormente pudieron construir sus embarcaciones para salir de ahí y llegaron a la isla de San Vicente, donde se mezclaron con los indios arahuacas. En ese entonces pensaron que habían encontrado la tierra bendita, donde podían vivir de forma tranquila y pacífica con sus familias, pero no fue así. En 1797, llegaron los británicos para tomar posesión de esa isla y tratar de someter al pueblo garífuna una vez más. Pasaron por una situación bastante complicada, que fue la destrucción de sus cultivos, la yuca [mandioca] y el plátano. Finalmente hubo una batalla entre Joseph Chatoyer y John Bennett Baren, enviado por Inglaterra para que tomara posesión [de la isla]. Si los ingleses ganaban la batalla, se quedaban con la isla y la gente podía ser sometida. Lamentablemente en ese momento, nuestro jefe supremo, Joseph Chatoyer, fue asesinado. Entonces nos sometieron los ingleses, pero aún así los garífunas se resistieron a ser sometidos y a ser esclavos. Los ingleses, al no poder con ellos, porque se resistían, los prepararon para enviarlos a otro lugar. Entonces partieron sin rumbo, viajando por estos mares, hasta que llegamos a Honduras, precisamente a la isla de la Bahía, Roatán, que fue el primer lugar donde estuvieron los garífunas. Nos desplazamos por diferentes lugares y hoy en día formamos 37 comunidades garífunas en Honduras. La mayoría está en la orilla del mar, porque el mar ha sido siempre la vida del garífuna. El mar, la pesca y el cultivo.
En el año 1821, Honduras pelearía en contra de los españoles para poder conseguir su independencia. Francisco Morazán [militar hondureño que fue jefe de estado] le pide al ejército garífuna que se una a la lucha por la independencia. Si se lograba la independencia del país, les prometieron que ellos y sus próximas generaciones iban a poder vivir aquí en Honduras tranquilamente. Es así como Francisco Bulnes, que se llamaba Walúmugu en lengua garífuna, acompañó a Francisco Morazán en la campaña por la libertad en 1821. Ya en el año 1825, cuando se escribe la primera Constitución de la República de Honduras, se reconoce a los garífunas como hondureños por nacimiento por haber dado su vida y por haber ido a luchar por la independencia.
Ahora Honduras supuestamente nos garantiza eso. Son derechos constitucionales. De esa manera adquirimos títulos de dominio pleno sobre las tierras, para toda la comunidad, de uso colectivo. La Constitución de la República de Honduras, en su artículo 346 dicta claramente que es deber del estado dictar normas de protección a los pueblos indígenas y negros asentados en el país, para que estos pueblos puedan seguir conservando su cultura, su danza, su cosmovisión y espiritualidad y creencias. Posteriormente, el mismo estado de Honduras suscribe el Convenio 169 de la OIT que les orden a ellos cumplir con estas medidas de protección. Ya el 18 de mayo del año 2000, la misma UNESCO reconoce al pueblo garífuna como patrimonio cultural de la humanidad.
¿Y en qué época comenzaron los intentos más recientes por parte del gobierno para apropiarse de las tierras de la comunidad garífuna?
Eso comenzó en los años 90, en el gobierno de Rafael Leonardo Callejas. Por ejemplo, en el caso de Triunfo de la Cruz, en el sector de Tela donde nosotros vivimos, hay seis comunidades garífunas asentadas en este sector. La municipalidad de Tela extendió su casco urbano a las comunidades garífunas sin una consulta previa e informada, como lo dicta el mismo Convenio 169 [de la OIT]. Una vez que extendieron su casco urbano, se sintieron con derecho para poder adueñarse de nuestra tierra y lo primero que hicieron fue aliarse con empresarios hondureños y otros empresarios españoles de la empresa Marbella para poder hacerse de la tierra de nuestras comunidades. Entonces entregaron títulos de dominio pleno sobre unos títulos de dominio pleno que ya existen, de la comunidad.
Se hicieron aquí en la zona más de 14 asambleas generales, porque eso solamente podía ser aprobado por la comunidad, y la comunidad no lo aprobó. La gente se negó porque esa zona es donde cultivábamos nuestro alimento, donde nuestros padres nos llevaban a cultivar la tierra y a producir yuca. La gente trabajaba de forma colectiva, tenía sus cooperativas y también ahí vendía, eran productores. Pero por las presiones que había y el desconocimiento, empezaron a conquistar a algunos líderes de la comunidad. Hay algunos que luchan, pero algunos al final se venden.
Empezaron a visitar a las señoras jefas que cultivaban y les decían que si no vendían su terreno, se lo iban a quitar. Entonces les daban a cambio 700 lempiras, que equivalían a unos 30 dólares en este momento. Eso le daban a la gente por semejante cantidad de terreno. Alguna gente se resistió y se repitió la misma historia que vivieron en la isla de San Vicente. Les destruyeron sus yucales, les metieron tractores, empezaron a destruir. Pero Dios iluminó a muchos jóvenes de la comunidad para poder emprender una lucha por la defensa de la tierra.
Entonces se presentó una demanda en contra del Estado, de la municipalidad, y se agotaron todos los mecanismos aquí en Honduras. Aquí las leyes no caminan y si caminan es a favor del que tiene la plata. Al no encontrar justicia en Honduras y al agotar todos los mecanismos en el país tal como dicen las leyes, se llevó el caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Yo era el presidente del patronato en ese entonces cuando nos vimos en la triste necesidad de buscar justicia afuera, al no encontrarla en nuestro país.
En el 2015, la CIDH se manifestó sobre el caso y sentenció a Honduras como país que violaba los derechos humanos. Se le pide al gobierno que cumpla con la sentencia de sanear las tierras, devolvérselas a la comunidad garífuna, primeramente, eliminar los títulos de dominio pleno que habían entregado las municipalidades y, posteriormente, devolverles el dinero a las personas afectadas. Pero eso no se cumplió. Han pasado cinco años desde que la Corte Interamericana dio la sentencia a favor de la comunidad de Triunfo de la Cruz y hasta este momento no ha habido voluntad de parte del Estado de hacer ese trabajo. La sociedad ha estado presionando para el cumplimiento de esa demanda.
¿Cuáles son los intereses detrás de estos intentos de apropiarse de las tierras?
Los intereses son el fomento del turismo. El gobierno ve el turismo como una alternativa de desarrollo. Y quieren derogar también el artículo 107 de la Constitución de la República de Honduras para darle apertura a la gente extranjera para que pueda usar, vender y ser propietaria de las playas, que la Constitución de la República prohíbe. También está la cuestión de la siembra de palmas africanas, que también nos está afectando. Pero considero que más que nada lo que les interesa es el turismo. Quieren que la gente garífuna salga, deje la tierra y se vaya.
Ahora cuando empieza esta situación del Covid-19, la situación de muchos jóvenes de nuestra comunidad que trabajaban en las ciudades, como San Pedro Sula y Tegucigalpa, se vuelve crítica y caótica, debido a que las empresas se paran, ya no hay trabajo y esos jóvenes se ven ante la necesidad de regresar a sus pueblos y comunidades. Y en la comunidad lo único que podemos ofrecer es tierra, el regreso a lo nuestro, el cultivo de nuestros alimentos. Entonces el presidente del patronato de nuestra comunidad dio la orden de que los jóvenes empezaran a cultivar la tierra.
Desde entonces aumentaron las amenazas contra el presidente del patronato, Sneider Centeno, que fue una de las personas raptadas. Aunque ya antes había habido amenazas contra él. En su momento presentó una denuncia ante el Ministerio Público de Tela, pero ni siquiera le tomaron la declaración. Tuvo que ir a Tegucigalpa, a la capital, al Comisionado de Derechos Humanos y a la Fiscalía de las Etnias, para presentar la denuncia de que era objeto de persecución y amenazas.
En los últimos años los presidentes de los patronatos de la comunidad garífuna han sufrido amenazas constantes. ¿Tú te sentías en riesgo en la época en que eras presidente del patronato de Triunfo de la Cruz?
Sí, claro que sí. Porque no cesa la lucha por el territorio. Porque hay mucho interés de parte de mucha gente poderosa en entrar al territorio garífuna y desarrollar el turismo. No solo estamos hablando del gobierno en sí, sino también de militares poderosos, empresarios, diputados y mucha gente poderosa que quiere apoderarse de las tierras de las comunidades. En ese momento tuve también ese tipo de zozobras. Me tocó dormir en una casa diferente. Un día dormía en mi casa y otro día, en otra casa. Me fueron a buscar en tres ocasiones, cuando yo no estaba durmiendo en mi casa.
¿La violencia ha aumentado desde el golpe de estado de 2009?
Correcto. Después del golpe de estado, pero en las comunidades garífunas ha sido peor después de la sentencia en 2015. Desde entonces varios líderes han sido asesinados, por ejemplo, en Río Tinto, el compañero Balbo fue asesinado. Allá en Masca la presidenta del patronato de Masca también fue asesinada. En la Ceiba también han asesinado a jóvenes de la comunidad garífuna. Hay tres muchachos en San Pedro Sula que fueron capturados y desaparecidos recientemente. Y en Santa Rosa de Aguán el río fue contaminado y no se sabe por qué. Murieron miles y miles de peces. Y el río era el sustento de la comunidad garífuna aquí. Entonces en los últimos años los ataques han sido más frecuentes y sistemáticos en contra de la comunidad garífuna. No sé si es para desaparecernos o meternos miedo para que salgamos huyendo de nuestra tierra y la dejemos para que ellos puedan lograr sus objetivos.
¿Qué impacto han tenido en la comunidad estos últimos acontecimientos?
La vida de la comunidad ha cambiado. En los últimos años ha dado un giro, porque no es la primera vez que asesinan a gente acá. Y esas muertes quedan impunes. Pero la zozobra ahora es aún mayor. No puede ser que se hayan llevado esa cantidad de personas de nuestra comunidad y que hasta este momento no tengamos respuesta del estado. Las autoridades no pueden decirnos qué fue lo que pasó, quién se los llevó, dónde están. En nuestra comunidad, los niños son los que más han sufrido. Ya no hay niños corriendo por la playa, con la libertad con la que lo hacían antes. Juegan en sus casas, en sus patios. Se vive un momento de zozobra. Ellos ven un carro venir, o una persona que no es garífuna y se corren para sus casas.
¿Qué opina la comunidad de la respuesta del gobierno?
En ese sentido hay una desconfianza total de parte de la comunidad. Incluso ver a un uniformado les genera miedo y desconfianza. Definitivamente la gente siente que más bien es el mismo estado el que está detrás de todo esto. Porque no cabe en la mente de la gente lo que pasó el 18 de julio. Porque los días sábado y domingo aquí en Honduras está prohibida la circulación. Los únicos que pueden circular son carros del estado, del gobierno. Entonces ¿cómo puede ser que si ese día solo pueden circular los carros del gobierno esa gente pudo sacarlos y llevarlos y que estén aun desaparecidos? ¿Cómo es que el estado no puede tener la capacidad mínima para poder darle tan siquiera esa respuesta a la gente? Entonces la gente empieza a desconfiar.
Pero la complicidad no solo ha sido del gobierno de Honduras, sino también lo han provocado los gobiernos internacionales al haber apoyado un gobierno que no es un gobierno escogido por los hondureños. Eso tiene que quedar claro. Es un gobierno que llegó a través de un fraude electoral. Honduras pudo haber tenido un mejor destino. Los organismos internacionales le hicieron un juego sucio a Honduras, por eso hoy Honduras está sufriendo por algo que no tendría que haber pasado y que, lamentablemente, lo sufrimos todos hoy en día. Lo estamos sufriendo no solamente las comunidades garífunas de Honduras, sino también la sociedad en general. Hay una emigración impresionante, como nunca sucedió antes en la historia. Se han hecho caravanas de personas huyendo del país, de la violencia. Los que gobiernan en nuestro país son las maras [asociaciones ilícitas]. Solo hay que ver dónde está el hermano del presidente de la República [quien está preso en Estados Unidos por narcotráfico]. Eso nos indica por quién estamos gobernados.
¿Cómo siguen las medidas de lucha?
Hay tomas de carretera en casi todo el país, en algunas comunidades solidarias, como la comunidad de Sambo Creek. También la gente de San Pedro Sula, en el sector de Colón, se ha estado manifestando. Y a nivel internacional también. Los garífunas que están en Estados Unidos constantemente han estado manifestándose. La gente está dispuesta, la juventud está indignada. Las medidas de presión van a seguir y una vez que se establezca que la gente puede transportarse ya libremente, posiblemente se haga la manifestación más grande en la capital de la República de Honduras. Ahí es donde apunta la comunidad garífuna, para ir a tomar la casa presidencial. Hay muchas ganas de parte de todas las comunidades de poder levantarse.
¿Qué es lo que le exigen al Estado?
La exigencia al estado es que aparezcan vivos nuestros hermanos. Que nos los regresen vivos. Esa es la primera exigencia. La otra exigencia es que se cumpla la exigencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos emitida en el 2015 y que exige el saneamiento de las tierras de las comunidades, su remediación y la devolución de las tierras a nuestras comunidades, para que podamos finalmente terminar con este caso.
Hace muchos años que luchas por la defensa de las tierras de tu comunidad. ¿A qué edad empezaste a comprometerte con cuestiones de la comunidad?
A los 12 años. Mi papá era presidente del sindicato de trabajadores de la Standard Fruit Company. Entonces yo siempre vi a alguien mandando, peleando por los derechos humanos, por los derechos de los trabajadores. No era fácil que un garífuna fuera presidente del sindicato. No es nada fácil, y mi papá lo fue. Y mi mamá siempre fue una fiel luchadora en contra del maltrato de niños. Después mi hermano se convirtió en el primer presidente del Comité de Defensa de Tierras, de esa tierra por la que estamos justamente peleando, contra el proyecto turístico Marbella. Y le ganamos al estado. Mi hermano, Víctor Benedit, que en paz descanse, fue el primer presidente que formó el grupo para poder empezar a pelear. Entonces cuando yo era muy chico, él siempre me llevaba para levantar las actas en las reuniones. Entonces ya de muy chico sabía lo que era un título de dominio pleno. Me enseñaba sobre los convenios internacionales suscritos por nuestro país, sobre la Constitución de la República de Honduras y las leyes, sobre mis derechos y también sobre mis deberes con la sociedad.
A la edad de 25 años fui presidente del patronato. Muchos pensaban que no estaba preparado para ser presidente porque me veían muy joven. Pero tenía mucho conocimiento. También trabajé como subdirector de noticias de la radio comunitaria de acá y trabajé de corresponsal de Radio Progreso.
Ahora soy marino. Vivo mucho en el mar. Trabajo con una compañía naviera. Pero cuando estoy acá, aprovecho para estar involucrado en las cuestiones sociales. En este momento impulso un proyecto que se llama Copa Numada. Es una copa de la amistad para niños de entre 11 y 14 años, un proyecto de rescate juvenil. En los últimos cuatro años se ha convertido en el proyecto más grande a nivel centroamericano entre las comunidades garífunas. Participan 38 equipos a nivel nacional. Con la situación económica no ha sido muy fácil. Hemos ido incluso al Congreso Nacional para presentar el proyecto tres veces y nunca nos han dado el presupuesto para hacerlo. Lo hemos tenido que hacer con el apoyo de la gente de la comunidad. Hoy en día dejó de ser mi sueño. Ahora es el sueño de cada uno de los niños, porque todos quieren jugar la Copa Numada. Es la ilusión de ellos. Tenemos a 38 equipos trabajando arduamente para poder estar clasificados para el evento final, porque ahí se moviliza la prensa, narradores, comentaristas y cadenas internacionales. Es un tremendo espectáculo que para un niño es un sueño. Y estamos buscando alianzas con gente que quiera patrocinar este evento y que quiera ser parte de este evento que apunta al rescate de muchos jóvenes de nuestra comunidad. El objetivo es rescatar a los niños de cosas como la droga, como el alcohol y de las cosas malas que existen en nuestro país, como las maras, las asociaciones ilícitas... No quisiera ver a mi comunidad ir por ese camino.
¿Qué es lo que te impulsa a seguir luchando?
Primeramente lo que me impulsa es el amor a mi comunidad, el amor a mi pueblo. Aparte de eso, esta es la tierra donde están mis hijos, donde está mi familia, donde está mi gente, donde nací, donde corrí, donde tuve mis mejores momentos de niño. Y sin duda alguna, uno siente ese compromiso de seguir luchando por esa tierra, para que el día de mañana que Dios me lleve de este mundo, haya un lugar donde mis hijos también puedan gozar, y mis nietos. Entonces siento esa responsabilidad moral de luchar.
¿Cuáles son tus esperanzas para el futuro?
Para el futuro, la esperanza es ver a un Honduras mejor. La esperanza es que en las próximas elecciones se puedan elegir nuevas personas que amen a Honduras, sin distinción de razas, de color político, cosmovisión o espiritualidad. Que miremos todos al ser humano en sí. Que la gente tenga respeto al derecho de la vida. Que infundan valores éticos y morales que dignifiquen la existencia del ser humano sobre esta tierra.