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El Círculo Rojo. Los hijos de Instagram

La última novela de la escritora francesa Delphine De Vigan bucea en la hiperconectividad de las sociedades contemporáneas. Infancia, consumo y mercantilización. Columna de Cultura en El Círculo Rojo, programa de La Izquierda Diario los jueves de 22 a 24 por Radio Con Vos FM 89.9.

Celeste Murillo

Celeste Murillo @rompe_teclas

Viernes 17 de marzo de 2023 01:07

Imagen: Kids Diana Show

· Los reyes de la casa es una novela de la escritora francesa Delphine De Vigan. El libro es una mezcla de thriller/policial con una especie de ensayo sociológico sobre la hiperconectividad y las consecuencias posibles de la transmisión casi 24 horas de estrellas infantiles de canales de Youtube y perfiles de Instagram transformadas en pequeñas embajadoras de las marcas.

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· Las protagonistas son dos mujeres. Melanie Crux es una aspirante a famosa frustrada y creadora de un canal de Youtube con cinco millones de seguidores que muestra la vida de sus hijos. Clara Roussel es una policía que sabe que su vida es un cliché de los policiales (solitaria, frustrada en su vida personal pero destacada en su trabajo). Sus vidas se cruzan cuando secuestran a Kimmy, la hija menor de Melanie.

· El libro recorre fenómenos contemporáneos que fueron retroalimentándose. Hace una cronología interesante que empieza con los reality show, en los que la televisión explota el interés en la vida de los otros y transforma a personas desconocidas en famosas. El ejemplo más conocido es Gran Hermano aunque hay muchos otros. Le siguió Facebook, que empezó conectando personas y terminó robando y vendiendo datos personales de millones de usuarios a empresas y partidos políticos. Los más recientes y masivos son Youtube e Instagram, que combinan exposición y mercantilización.

· Las preguntas sugerentes en la novela de De Vigan tienen que ver con cómo naturalizamos la exposición de personas que no consienten su participación, como los chicos y las chicas, muchas veces a cambio dinero y productos. Un ejemplo muy cercano en Argentina son Mirko, el hijo de Marley, con 5.8 millones de seguidores en Instagram, Matilda (hija de Luciana Salazar) o Luca Cubero, cuya vida conocemos desde que a su mamá le dio positivo el Evatest.

· Estos ejemplos funcionan en un contexto en el que millones de personas desconocidas transmiten su vida en las redes sociales. La mayoría no recibe nada a cambio pero un pequeña cantidad (influencers) accede a la monetización (plataformas como Youtube pagan a los llamados creadores de contenidos por cantidad de reproducciones) o a productos a cambio de publicidad.

¿La culpa es de las redes sociales?

· Podemos culpar a las redes sociales, que tienen responsabilidad en este negocio (el documental de HBO Fake Famous cuenta cómo se arma un influencer de la nada), y quedarnos tranquilos. O podemos preguntarnos sobre el ecosistema en el que se reproducen estos fenómenos.

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· La socióloga Eva Illouz habla de un “capitalismo emocional”. ¿Qué es? El capitalismo en su voracidad, cuando ve un límite en la venta de bienes materiales, va por los cuerpos y las emociones. Nada vende más que una experiencia humana, por eso muchas empresas redireccionan su publicidad en plataformas e influencers.

· En el libro de De Vigan un pasaje emula la investigación de la detective y dice: “Todos los videos están basados en el mismo recurso dramático: la satisfacción inmediata del deseo. Kimmy y Sammy viven el sueño de cualquier niño: comprarlo todo, y comprarlo ya”. Es ficción pero se parece mucho a la realidad. Yo agregaría que no solo de todo niño, sino casi de la mayoría de las personas. No porque seamos tontas sino porque estamos bombardeados por la idea de que cuando consumimos podemos elegir y eso es la libertad, nos dicen, elegir. La identidad es un páramo de individualidad en las sociedades capitalistas y cuando todas las experiencias colectivas son asfixiadas o deslegitimadas, el consumo se transforma en un refugio de realización.

· Diego Sztulwark en su libro La ofensiva sensible habla sobre un llamado a realizarnos “libremente” más como consumidoras y consumidores que ciudadanas y ciudadanos, porque el neoliberalismo encontró una articulación de “los mercados y las democracias nacientes, con sus promesas de consumo y elecciones libres”.

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La dictadura del like y del trabajo

· Todo esto construye un contexto difícil de desarmar. Y hay otro elemento: en Francia, una ley regula el trabajo de los niños influencers desde 2020. Pero medidas como estas conviven con el hecho de que 160 millones de chicos y chicas trabajan el mundo (y según estimó la OIT, la cifra subió por primera vez en décadas)

· El trabajo infantil siempre existió y si fue disminuyendo fue gracias a la lucha de las trabajadoras y los trabajadores por el mejoramiento de las condiciones de vida. Pero en algunos lugares, como Ohio (Estados Unidos), hoy se busca revertir las prohibiciones. Una investigación del diario estadounidense The New York Times reportó que dos tercios de los chicos y chicas que llegan solos a Estados Unidos terminan en trabajos de tiempo completo. Procesan carne para la cadena Whole Foods, cosen etiquetas que dicen “Hecho en Estados Unidos” y trabajan en la construcción.

· Hoy el trabajo infantil es mayormente ilegal pero sigue siendo parte de una maquinaria más grande que es el trabajo asalariado. Y sigue estando naturalizado que millones de niños, sobre todo niñas, realicen trabajo no remunerado en las casas, cuidando a sus hermanas y hermanos, limpiando y cocinando (cuando las mujeres mayores -que también lo hacen gratis- trabajan fuera del hogar).

· Algunos ejemplos son extremos, otros están más naturalizados y extendidos pero todos hablan de un mundo en el que la protección de la infancia es un discurso moral que suena muy bien en internet y en las campañas de los políticos que mientras le dan un beso a un nene en la televisión garantizan que siga funcionando el sistema que les permite a los empresarios ganar siempre un poco más.


Celeste Murillo

Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.

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