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Red Internacional
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Tribuna Abierta. Los intelectuales, el cine y la cultura popular

Una reflexión a propósito del cine argentino en el 2016, las películas con más público y las distintas miradas de la crítica

Viernes 30 de diciembre de 2016

En la Revista Ñ del 24/12/16 se publicó una retrospectiva del cine argentino del año 2016. Las dos películas más taquilleras del año fueron Gilda, de Lorena Muñoz, que convocó casi un millón de espectadores, y El Ciudadano Ilustre, de Gastón Duprat y Mariano Cohn, que resultó elegida por la Academia del Cine local para representar al país en la competencia por los premios Oscar. Es justamente este hecho –la selección de El Ciudadano Ilustre para el certamen de Los Angeles- el punto de partida de una feroz y unilateral crítica a la película de Duprat y Cohn.

Según el autor de la nota, en contraposición con Gilda, en la cual el rol de la mujer en la familia y su incorporación al mundo del espectáculo son presentadas con cierta mirada crítica pero a la vez respetuosa de la cultura popular, en El Ciudadano Ilustre campea una burla cruel, estereotipada y jactanciosa hacia el “mundo de los simples”, por parte de “una clase presuntamente intelectual”, que una vez más, es incapaz de comprender el mundo popular. Aún cuando el análisis incluye algunos elementos valederos, ambas valoraciones, en mi opinión, están desequilibradas.

Gilda es una película centrada en la historia de la popular cantante, en el breve intervalo de tiempo que media entre el inicio de su carrera artística hasta el trágico accidente carretero que concluyó con su vida. Su mayor acierto es abordar su fulminante ascenso y posterior popularidad, amalgamando en una breve trayectoria una imagen sensual con ciertos valores familiares respetados por sus seguidores. “La maestra jardinera que sólo quería cumbia”, pareciera ser la clave para auscultar estos sentimientos populares. En contrapartida, su mayor debilidad es la descripción del contexto, expresada en una ingenua referencia a las mafias que dominan la movida tropical.

El Ciudadano Ilustre es una película mucho más áspera e incómoda. El protagonista, Daniel Mantovani, es un escritor argentino radicado en Europa, donde triunfa y es incluso galardonado con el Premio Nobel. Su obra literaria está inspirada en su pueblo natal, Salas, en el interior de la provincia de Buenos Aires, cuyas historias pueblerinas y personajes Mantovani recrea una y otra vez en sus ficciones. En el pueblo, al que nunca más volvió, quedó una antigua novia, y los espectros que lo visitan y trata infructuosamente de exorcizar mediante su escritura. Invitado por el intendente a pasar unos días en el pueblo para ser nombrado ciudadano ilustre, Mantovani acepta la invitación e inicia un viaje al pasado. Pero rápidamente la historia se desliza hacia un choque cultural entre el intelectual cosmopolita y crítico, y el costumbrismo y el localismo de los habitantes de un pueblo de la llanura pampeana.

Aún cuando la historia discurre en forma previsible y por momentos luce estereotipada, el film ofrece escenas muy interesantes al chocar la mirada externa y crítica del escritor homenajeado con la impronta costumbrista y nacionalista del ambiente pueblerino, celoso defensor de la vida apacible, las costumbres locales, las actitudes sencillas y campechanas, donde todos se conocen, pero donde el rechazo a la otredad, a lo externo, disimula y enmascara las carencias propias, embotando toda idea de progreso y de cambio social. No es, en mi opinión, un mérito menor de la película exponer, detrás del manto que cubre este mundo apacible, el machismo y la violencia de género que aflora en el triángulo formado por el escritor, su antigua novia y el marido de ésta, escalando incontenible hacia el desenlace.

Es en el universo mental de Mantovani donde pueden ubicarse los límites a los que aluden sus críticos. Mientras se trata de la crítica a la realidad de su pueblo natal todo fluye con naturalidad, pero cuando debe construir un proyecto alternativo, empiezan los problemas. Por eso el protagonista afirma al principio que todo lo que hizo en su vida fue tratar de alejarse de Salas sin poder lograrlo, por eso en uno de los momentos álgidos de la historia no logra articular una respuesta consistente ante la crítica furibunda de un detractor (que dice exactamente lo mismo que escribe el articulista de Ñ), limitándose a echarlo del lugar pero sin poder responderle, y por eso, quizás, su vuelta a Salas, tratando de re-encontrar la inspiración (y la pasión) perdida.

Lógicamente, El Ciudadano Ilustre está totalmente fuera de contexto en los Estados Unidos de hoy en día, de ahí su rápida despedida de Los Angeles. Pero esto no quita que plantea problemas profundos, cuya discusión en el mundo actual, atravesado por el localismo, el machismo, la violencia de género, la xenofobia y el nacionalismo retrogrado, es sin duda urgente. En definitiva, y a diferencia de lo expresado en Ñ, que las dos películas argentinas más importantes del año pasado, por lo menos en convocatoria, intenten explorar por distintos caminos la sensibilidad popular, es un hecho sumamente auspicioso que abre la posibilidad de un debate superador de improductivas antinomias.