La fábrica que construía los jardines de infantes ordenados por Mauricio Macri y Esteban Bullrich despidió a más de sesenta trabajadores en Cañuelas. Las relaciones de la empresa con el Estado, y la precarización laboral. La vida de los trabajadores, vale más que sus ganancias.
Esteban Chacho @estebchacho
Viernes 7 de julio de 2017 00:28
En el Parque Industrial de Cañuelas radican varias empresas que cuentan con beneficios impositivos, lo que les permite maximizar sus ganancias. Una de estas empresas es "Viviendas Bahía Blanca - Smart House", que se dedica a la construcción de viviendas y edificios en serie, con paneles y placas de acero. Las jornadas laborales son de nueve y diez horas, en condiciones de precarización laboral sin contratos fijos. Con un turno desde las siete de la mañana hasta las cuatro o cinco de la tarde, y otro de cuatro y media de la tarde a una de la mañana.
El Estado, el primer precarizador
Con la campaña electoral en puerta, Mauricio Macri desde el Gobierno Nacional anunció con bombos y platillos "la construcción de hasta quinientos jardines de infantes", publicado en el Boletín Oficial con el Decreto 220/2017. Lo que no decía el gobierno era qué calidad tendrían esos futuros jardines públicos, en los que asistirán miles de hijos e hijas de la clase trabajadora, y mucho menos las condiciones de trabajo de los obreros.
En la resolución 2499, 2540, 2542 y 2544 del Boletín Oficial adjudicaron, entre otras a "Bahía Blanca Viviendas SRL" la construcción de una parte de los jardines con un presupuesto de más de mil cuatrocientos millones de pesos. Por ese entonces, desde la Oficina de Empleo Municipal de Cañuelas convocaron a jóvenes a acudir a "Bahía Blanca Viviendas" para conseguir un empleo.
Desde entonces, se han construido varios jardines con paredes "de cartón" que ya fueron enviados a distintos puntos de la Provincia de Buenos Aires, como Mar del Plata, Chascomús, Tandil y Mar de Ajó, entre otros. Sin embargo, la cantidad de jardines que la empresa debe realizar esta próximo a llegar a su fin, y para las ganancias de la empresa, los trabajadores empiezan a sobrar.
Despidos en puerta
El viernes pasado al acudir a sus puestos de trabajo, a cuarenta de los trabajadores se les impidió entrar a la fábrica. La patronal les decía en puerta que estaban despedidos ya que "no había más trabajo". Y el lunes despidieron a otros quince.
"Nosotros no tuvimos nunca contrato, solamente nos dieron un alta en la AFIP y prometieron un año y medio de trabajo. Supuestamente después de los tres meses quedábamos efectivos por un año y medio", cuenta a La Izquierda Diario uno de los obreros.
Sobre las condiciones laborales cuenta que "estuvimos dos meses cobrando plata en mano, pero siempre faltaban horas extras, feriados. Nunca pagaron como correspondía. Ahora debemos esperar hasta el viernes para cobrar esta quincena y ver si nos indemnizan".
Sin embargo, lo más aberrante es el trato inhumano. "Hubo muchos accidentes laborales, y no tenemos ART ni obra social. A un compañero se le cayó un perfil de hierro en el hombro y quedó mal. A otro se le cayeron varios en la pierna y se le salió de lugar. Cortes en los brazos son heridas corrientes, y te envían al servicio médico a ponerte una venda, y al otro día tenés que volver a trabajar". De estas patronales hace gala el FpV-PJ local a la hora de hablar de la "creación de puestos de trabajo durante la década ganada", que se traduce en precarización laboral a la juventud y grandes ganancias para las patronales.
Al consultar sobre el rol de los sindicatos, nos cuenta que "solíamos ver cada quince días a unos señores de la UOCRA y después de UOM que venían a hablar con los de la empresa, pero ahora no apareció nadie. Veremos el viernes que nos dice la empresa pero ya estamos todos buscando changas".
Nuestras vidas valen más que sus ganancias
Desde el mismo Estado que contrata empresas precarizadoras, hasta estas patronales que descartan a los trabajadores, la sed de ganancias es el motor principal. Más de sesenta trabajadores de nuestra localidad ven de nuevo arrebatada la posibilidad de un trabajo estable.
Junto a Nicolás del Caño planteamos reducir la jornada laboral a seis horas, cinco días a la semana, con un salario igual a la canasta familiar, como única alternativa para que los trabajadores no paguemos la crisis económica. A su vez denunciamos el negociado que hacen las empresas junto con los gobiernos nacionales y municipales a costa de los trabajadores.
En este caso, la empresa adjudica que "no hay trabajo". Por eso proponemos que reduciendo la jornada laboral se podrían repartir las horas entre todos los trabajadores. Y si la empresa dice que tienen crisis, que hagan público los libros contables.
Para esto, la organización consiente de los trabajadores es requisito indispensable y es la única alternativa para que la crisis la paguen ellos. Nuestras vidas valen más que sus ganancias.